domingo, 27 de junio de 2010

Saramago y después


saramago y después

(al hombre que vivió de grande
para el orgullo del niño que fue)


¡oh gran corrector del filoso estilo literario de dios
quién revisará de aquí en más la férrea sintaxis divina!

¡oh gran lector de los tácitos y entrelíneas bíblicas
quién imputará ahora al autor intelectual de los evangelios!

¡oh gran disparador de luz contra la iglesia oscurantista
quién se atreverá más a tutear a dios por su incoherencia!

¡oh gran burlador de los rituales de fe de los hipócritas
quién recogerá ya la primera piedra tirada por los inquisidores!

¡oh gran caballero de la hermandad de los agnósticos y ateos
quién demostrará más que para la moral y el amor huelga dios!

¡oh gran espadachín contra los extemporáneos cruzados
quién cuestionará más el sagrado manual de malas costumbres!

¡oh gran gladiador contra las falsas ceguera y lucidez
quién por hoy provocará miedo a la intermitente muerte!

¡oh gran ensayista de los nefastos dogmas y fundamentalismos
quièn pondrá ahora puntuaciones a la escritura de dios!

¡oh gran escritor de la inmensa humanidad iletrada
quién reescribirá en tu ausencia los caducos mandamientos!

¡oh gran poeta de un mundo de justicia y comunista
quién desovillará como tú la madeja de los sueños populares!

¡oh gran amigo de los pobres y hambrientos de libertad
quién proveerá más de certezas al hombre y de dudas a dios!

g.r.s.

buenos aires,18 de junio de 2010.-

viernes, 18 de junio de 2010

Narrativa III


Esa hierba que nunca muere

Con Gilberto Ramírez Santacruz se ejemplifica cabalmente aquello de que “el novelista es el soldado de infantería de la literatura”.

Arisca atropelladora, de una semántica a campo traviesa, embarrada, andrajosa y jadeante a ratos, la escritura de Esa hierba que nunca muere tiene un solo, porfiado propósito: el del descubrimiento y ocupación de un territorio narrativo que se brinde claramente acotado y colonizado al lector. Tal proceder no constituye un merecimiento en sí, a menos que se sepa contar. Y en efecto, Ramírez Santacruz posee primordialmente la exigencia forzosa de todo narrador: saber relatar su historia, que en el caso adopta incluso el sentido de expectativa ante el desenlace, característico de la oralidad.

Sin embargo, este texto primerizo de Ramírez Santacruz no padece de linealidad; al contrario, la incorporación de los cambios de punto de vista y el flujo de la conciencia conceden a la novela interesantes matices, los cuales se intensifican con el uso de la doble temporalidad en un ámbito único, que en realidad es al variación de un recurso de Hemingway en algunos de sus cuentos.

Por último, me importa destacar que los temas centrales de la novela, vale decir la formación y la derrota de los movimientos guerrilleros contra la dictadura de Alfredo Stroessner, de finales de la década del cincuenta y comienzos de la del sesenta, lo mismo que los monstruosos episodios y los crueles meses de represión, asientan un nuevo testimonio apasionado y valiente(me consta que los originales estuvieron listos antes del famoso San Blas del 89)de vergüenzas y terrores que los paraguayos no debemos olvidar.

Carlos Villagra Marsal

Ultima Altura, Paraguay, septiembre1989.

Estudio y reflexión sobre
ESA HIERBA QUE NUNCA MUERE


Por Roxana Gardes de Fernández*

El título de esta novela es una metáfora. La expresión alude a una realidad histórica y trascendente: la muerte física de los idealistas de la libertad y la persistencia de un ideal de libertad. Rubioroch –pseudónimo de Stroessner- “arranca la vida a los que luchan por la libertad “como si fueran hierbas malas”, pero “la libertad es una hierba que nunca muere.”
A partir de la realidad histórica, Gilberto Ramírez Santacruz configura en un relato los intentos por liberar a Paraguay de la tiranía de Alfredo Stroessner. Intentos que sufrieron la más brutal represión por el General Patricio Colmán.
Los tres ejes de este genocidio Stroessner y Colmán y el Ministro del interior Edgar Insfran – protagonistas de esa terrible realidad histórica- se configuran en la ficción literaria con los pseudónimos de Rubioroch (Moloch), Caimán y Egberto Gavilán.
En la trama de la historia real, desde ese centro de poder, se perfilan los suplicios más atroces y las torturas sólo pensadas por mentes inimaginablemente perversas. La ficción y sus figuraciones extienden un velo piadoso a una realidad histórica insoportablemente cruel.
A partir de la historia y las versiones en la historiografía, Ramírez Santacruz. esboza el mundo de la novela.
El propósito es configurar la ideología, la mística de quienes pensaron la liberación del Paraguay por un movimiento armado. Crear las figuras de ese ideal de patriotismo, de esa idea de patria en el marco de libertad.

Notas sobre la narrativa de fuente histórica

Ciertas teorías literarias, que se detienen en el análisis de la estructura, no marcan diferencias de articulación entre novela histórica y novela (Lukacs)1 . Caracterizan como histórica a una novela, por su contenido, su tema o su argumento.
Desde nuestra posición teórica2 la narrativa de fuente histórica es una configuración compleja, expone un proceso de creación doble: una especie de ficcionalización de una
interpretación documental de la historia.
Nuestro enfoque entre semiológico y hermenéutico, indaga el proceso de creación, des-linda las trayectorias simbólicas entre historia, ideología y mito - poética del que enfoca y escribe.
Revisemos los conceptos: historia/ historiografía. Historia es la actuación del hombre en el tiempo; historiografía es el estudio de esa realidad. Según Jörg Rüsen “historiar es la actividad de la memoria con la que el hombre asimila la experiencia actual del cambio tempo-ral en su mundo y en sí mismo (...)”3
Pero si en esta definición moderna se juega con la ilusión de que el relato historiográfico puede anular condicionamientos y limitaciones temporales, desde la antigüedad clásica se insiste en un determinismo, una imposición de los acontecimientos.
Este determinismo da lugar a la distinción clara entre historia (historiografía) y poesía. Aristóteles señala que el historiador narra lo que ha sucedido: el literato lo que podría suceder. Así, según el filósofo griego, la poesía es más filosófica y más elevada que la historia.
Como sabemos la separación precisa entre las dos disciplinas: historiografía y literatura (historia y poesía) se produce en el siglo XVIII, frente a manifestaciones de todos los tiempos – crónicas, épica- en las que los dos discursos se intercalaban, interceptaban o complementaban.
Después del Siglo XVIII se separan y distinguen los dos discursos. Por una lado, la forma discursiva de la historiografía: una explicación genética sobre probabilidades objetivas (rastreables y comprobables) y por otro, la superestructura narrativa en una emisión ficcional. Enfoques posteriores insisten en las oposiciones.

La historiografía quiere explicar los sucesos desde afuera, la poesía quiere vivirlos desde adentro, señala el prestigioso crítico Amado Alonso.4 En nuestra reflexión teórica se explanan estas notas. Los hechos y los personajes pueden estar determinados por la realidad histórica; pero en la conciencia de cada ser ficticio se dimensiona el hecho en el cruce de pasiones, de sentimientos. La conciencia como una especie de prisma refractante multiplica visiones

Si en revisiones actuales y frente a la discutida “objetividad” de la historiografía, se insinúa un modo narrativo/ interpretativo a partir de la duda sobre la integridad o estabilidad de la historia y la posible veracidad de la historiografía;5 y si , en esta línea , Baumgarten postula que la historia (historiografía) no es repetición o reproducción de los acontecimientos; sino organización constructiva, específica de elementos; Baumgarten remarca, al mismo tiempo, el necesario carácter de localizables de los elementos. Baumgarten señala elementos espacio temporales localizables. Entonces admite que se trata de una organización que otorga significación y sentido, pero insiste en la documentación, en la referencia.
.
Así, a pesar de las divergencias de enfoques, la epistemología objetiva considera que el discurso de la historiografía debe instaurar una referencia precisa de objetos distinguibles. La ficción literaria, en cambio, se caracteriza por un alejarse de la referencia, por un discurso de cuasi aserción en una emisión ficcionalizada.
Nuestro estudio visualiza a la narrativa de fuente histórica, como un puente entre estos dos polos, un tipo de crónica que participa de las dos características: una emisión sobre referentes, en una instancia ontológica: seres y sucesos; una emisión segunda, una casi aserción, una referencia segunda.
La ficción surge de una conjetura sobre las causas y los efectos de los hechos, surge de hipótesis sobre los sentires en la experiencia de los hechos.

Entonces, si la teoría tradicionalmente se ha ocupado de diferenciar historia y poesía, marcando esta distinción en los personajes, el narrador, las figuras, el espacio, el lenguaje, y el tiempo; advertimos en cambio que esta expresión híbrida entre historiografía y literatura traza una sobrearticulación entre ambas.
La novela histórica de naturaleza doble conecta las dos ideologías que señaló Aristóteles.
Desde una determinada concepción de la historia el autor esboza el contenido en la elaboración y estructura. Se da una forma discursiva entre explicación y relato, una manera peculiar de explanar los hechos en la dialéctica de discursos, de puntos de vista, de voces.
Los dos discursos exponen una relación figurada impuesta por una ideología. La diferencia reside que en la ficción la ideología se explicita, mientras permanece callada y oculta en los discursos de una historiografía no objetiva.

Nuestro estudio semiótico de los procesos de creación indaga su función sociológica. La escritura responde a la búsqueda de expresar una idea, una voz de libertad en los totalitarismos. Es una búsqueda de la dialéctica: una voz individual frente a los dogmatismos; una cuña, una brecha en lo institucionalizado oficialmente. Porque, en efecto en circunstancias político-sociales de regímenes totalitarios, el subgénero historiográfico puede constituirse en un unívoco instrumento de propaganda. Falsificar y manipular la historia de un pueblo es el recurso seguro para destruir su conciencia histórica y cercenar su libertad. 6 En regímenes totalitarios la historiografía es una “novela ilusionista”, pretende hacer creer que lo que se narra fue real.

Advertimos que esta nota peculiar, caracterizadora, esta dialéctica de elementos de historiografía y ficción se encuentran en la antigua epopeya, en la épica - primera forma literaria inspirada en la historia; en las crónicas medievales, en las obras del mester de clerecía. En la sociedad actual, la novela de fuente histórica es una especie de épica moderna, 7 da una visión poética al saber histórico. Un saber que amplía y enriquece el conocimiento de los hombres y sirve de complemento a la experiencia personal. Por la historia se reciben las enseñanzas del pasado. Por la ficción se expone la historia en una intuición presente.
“La novela histórica” se visualiza como “una necesidad en un pueblo libre” 8 porque escribir novela histórica es un acto entre novelar e historiar, un acto en el que los tópicos: “historia magister vitae”, “historia per exempla docet”, gravitan para evitar la amnesia del pasado.

La configuración poética del relato histórico, se vuelve explicación por esa dialéctica, ese movimiento reflexivo que es el principio estructural de esta crónica de la liberación.

En esta mezcla de elementos históricos y ficticios, no siempre en equilibrio9 se produce la colisión entre dos horizontes. Intuimos que el lector oscila entre uno y otro. Intuimos la duda al no saber si proyectar el hecho sobre la realidad histórica o sobre el horizonte imaginario. Pensamos que a partir de esa duda, toda figura adquiere – para el lector- una dimensión doble 10 Intuimos que en el intento de comprender ambos mundos, el lector los confronta. En el juego de negaciones, la novela instala en el lector una visión nueva, una conjetura sobre su realidad histórica.
La novela histórica es una construcción perspectivista estéticamente ordenada de situaciones documentables. No hay una fusión de la historia, historiografía relatos ficcionales; hay una dialéctica. La memoria juega en un eje vertical de rescate del pasado y se despliega horizontalmente.
Consideramos que la ficción de fuente histórica comparte con la historiografía la actividad de la memoria con la que el hombre asimila la experiencia actual del cambio temporal en su mundo y en sí mismo con el fin de crear una concepción de la continuidad. Se trata de abarcar el pasado para comprender el presente y proyectar el futuro.
Los valores y sentimientos universales; los hechos, las vivencias del amor, el honor, la amistad, la ambición, la envidia, la venganza, el poder, la muerte, se articulan en el eje de una mentalidad de época.11
Desde el punto de vista de la estructura, la novela histórica puede caracterizarse por ser: una articulación lineal o una yuxtaposición de cuadros, por relatos agregados, o en forma epistolar; o por intercalar textos en forma de documentos. También como en las crónicas, puede proyectar líneas de acción en cada figura o personaje.
Entonces los elementos de articulación son: el narrador y la forma de emisión: lugar, punto de vista; las figuras (personajes); el espacio; el tiempo; el lenguaje o formas discursivas.

Esa hierba que nunca muere.

Esta novela que se editó por primera vez en 1989 fue escrita por Gilberto Ramírez Santacruz entre 1983 y 1987.
Intuimos que en democracias aparentes- máscaras de gobiernos totalitarios- se escribe narrativa histórica para entender y hacer entender el presente.
La temática de esta novela es central en la obra de Gilberto Ramírez Santacruz. Se expresa con acertadas notas en algunos cuentos de Relatorios y en logradas figuras de los poemas: “Lo que yo canto” (En “Poemas des-cartables” 4. P. 331); “Biógrafos abstenerse” (332-334); “artista comprometido” (335); “el papel de la poesía” (337) “la poesía para salvar del olvido y la marginación” (338) “Inutilidades (En “Fuegos y artificios, P.363”) ”Es inútil la vida si no se evitan las muertes cifradas de la injusticia/ es inútil la batalla si no dignifica a la patria maniatada/ pero nada es inútil si una revolución trae gloria a su pueblo” (P. 363)12
Unos “Apuntes del Autor” expresan que: Esa Hierba que nunca muere: “narra la historia de unos hombres que se rebelan contra el orden establecido a fuerza de cañón y analfabetismo. La historia de una revolución traicionada y acallada por todos, en complicidad con el régimen represor. Además reivindica a los mártires de la libertad y de-vela la alevosía de algunos pseudo opositores de la dictadura. (...) Plasmar el misticismo que embargó a los hombres (...) que creyeron posible reeditar la hazaña de un Para-guay revolucionario y libre (...) cuyos prohombres el pueblo paraguayo, los indomeñables caciques guaraníes, Don José de Antequera y Castro, Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, Don Carlos Antonio López y el Mariscal Francisco Solano López, inspiraron y concretaron su dignidad” 13

Esta narrativa de “ficción impura”, este tipo de crónica participa en su génesis de las dos características: una emisión sobre referentes, en una instancia ontológica: seres y sucesos de la realidad histórica y una emisión segunda, una referencia segunda.
La ficción conjetura los efectos de los hechos, traza hipótesis sobre los sentires en la experiencia de cada acontecimiento y opone a la visión superficial sobre el ocurrir histórico, otra densa, profunda.
Por un lado hay fidelidad a la historia y un esfuerzo de documentación, pero además. al relatar hechos de los que se ha sido testigo se puede atribuir a cada suceso el mismo valor que tenían para los personajes en el momento en que se produjeron.

El nodo de acción de Esa hierba que nunca muere es el vejamen a la persona humana por el dictador Stroessner. Ese militar alemán surgió a la vida política por haber actuado como represor de las contiendas. Sobrino del criminal Matiauda, asesino de mensúes en los obra-jes del Alto Paraná, tuvo sin duda un ejemplo temprano para su antiracismo.

El trasfondo. La situación histórica. El texto historiográfico previo.

El 17 de febrero de 1936 un pronunciamiento cívico-militar depuso al Presidente Eusebio Ayala e instaló en el gobierno a un veterano de guerra: el Coronel Rafael Franco. El partido comunista apoyó la insurrección y entonces se dispuso aceptar legalmente al Partido Comunista, pero esto duró sólo dos semanas. Y –según el Coronel Alfredo Ramos- este movimiento tuvo efectos funestos para la disciplina militar pues los oficiales de reserva –que eran civiles antes de la guerra- querían permanecer en el ejército.
Por otra parte, el dirigente comunista Julio Rojas movilizó a los campesinos en 1936, en un plan de reivindicación de las figuras máximas de la historia paraguaya. Después de la Guerra Grande, Francisco Solano López había sido declarado fuera de la ley.
La revolución febrerista, sesenta y seis años después de la muerte del mariscal, ocurrida en 1870- promulgó en el aniversario de la muerte - el 1 de marzo de 1936- el decreto por el que se lo declaró héroe nacional. Se reedificó el Panteón Nacional y el 14 de setiembre de 1936, Rodríguez de Francia, José Antonio López y Francisco Solano López se declara-ron próceres beneméritos.
La base del febrerismo fue la creación, en 1935, de la Asociación de excombatientes con 126.000 hombres. Su ideario se opone a la estructura feudal y colonial., a la explotación de los trabajadores, a la enajenación de las fuentes de riqueza. Propugna: brindar la tierra a quien la trabaja, la libre sindicalización, la supresión de privilegios de clase. Pero, el régimen febrerista sólo duró dieciocho meses.

Una movilización del ejército impuso al Mariscal Félix Paiva el 13 de agosto de 1937. Dos años más tarde, el 15 de agosto de 1939, asumió el poder el mariscal Estigarribia. En sólo un año de gobierno puso en vigencia la base legal de las dictaduras posteriores: el 18 de marzo, el decreto 447 que prohibe asambleas, actos y publicaciones sin control del gobierno; el 10 de julio, la Constitución de 1940.
En este itinerario de cambio de militares y represalias por militares el breve lapso de apertura ideológica iniciado en febrero de 1936, finalizó cuando Franco fue depuesto en agosto de 1937 por una movilización del ejército. Lo sucedieron: Félix Paiva de agosto de 1937 a agosto de 1939; el Mariscal Estigarribia de agosto de 1939 a setiembre de 1940; Higinio Morínigo –que fue Ministro de Guerra de Estigarribia- desde 1940 a junio de 1948.
El Capitán Juan Bartolomé Araujo con el apoyo de César Aguirre se rebeló contra el gobierno de Morínigo el 8 de marzo de 1947 en Concepción. Con la adhesión del Coronel Fabián Zaldívar Villagra del Chaco conformaron un frente que marchó desde Concepción a Asunción. Pero el General Rafael Franco se excedió en el tiempo de marcha. Mientras , Perón auxilio a Morínigo con el envío de ametralladoras y morteros.
La represión de Morínigo fue dirigida por Alfredo Stroessner. Morínigo permaneció como presidente hasta el 3 de junio de 1948. El 10 de setiembre de 1949 accedió al gobierno Federico Chaves que fue depuesto por el golpe de estado encabezado por Alfredo Stroessner Matiauda en mayo de 1954.
Al frente de guerra “pronazi” creado durante la presidencia de Félix Paiva, se sumó en época de Morínigo el guión rojo de Natalicio González.
A la “tregua política”, decretada por ley 152 durante la presidencia de Rafael Franco, se sumó –en el período de Morínigo – la “tregua sindical”, por la cual los dirigentes de la Confederación de trabajadores, fueron apresados.

Stroessner adoptó estas formas de represión y le dio matiz legal. Sancionó leyes: en “Defensa de la Democracia” (294/55) y “De Defensa de la Paz Pública y Libertad de las Personas”(209/70). Desde su argumentación sobre el estado de sitio, modificó la Constitución del Paraguay. A pesar de que la Constitución promulgada el 25 de agosto de 1967 – garantiza los derechos humanos (artículos 79 y 181), junto a este código escrito; existe un código no escrito: el del “mbareté” o prepotencia de poder, por el cal se acató la voluntad de Stroessner como superior a las leyes. Y el “mbareté” circuló por todas las venas de la jerarquía del poder gubernamental: el más bajo oficial pudo emplearlo contra cualquier ciudadano.

En esta institución del “mbareté” o prepotencia del poder, no había seguridad jurídica ni personal para los no acomodados en algún pliegue del poder. En el “mbareté” el partido gobernante es un órgano del poder que se sustenta con dinero del pueblo. Durante la dictadura de Stroessner, la tercera parte de la población estaba exilada sin posibilidad de regreso. Desde el punto de vista económico se habían agravado las diferencias sociales entre una minoría dueña del 78% de la riqueza y una mayoría sin tierra y sin recursos. Y es que desde la segunda guerra mundial el Paraguay había conformado sus esquemas productivos a demandas internacionales. Se había adecuado la economía nacional a los intereses extranjeros. Se reprimieron así, las formas tradicionales de organización campesina. Los grandes emprendimientos internacionales no significaron fuentes permanentes de trabajo y salario. Así el 72% del pueblo en estado de pobreza, se marginó económica y socialmente, y nada se pudo contra la corrupción de una burguesía, aceptada por el gobierno como el “precio de la paz”
En el estado de sitio, el ejecutivo pudo detener personas, trasladarlas de un lado a otro. La corte suprema de justicia no actuaba y, en esta situación el Fiscal no era una figura jurídica sino un miembro de la policía política.
En 1984, una investigación, puso en evidencia que el Paraguay era el país de mayor índice de presos sin condena

La acción de Stroessner fue secundada por fuerzas internacionales: el imperialismo norteamericano y el gobierno de Brasil, y fue sostenida dentro del Paraguay por el Ministro del Interior, Edgar Isnfran; el General Colman, un “ejército de ocupación” y la “policía del terror” en el marco legal de un “estado de sitio” decretado cada tres meses.
Los movimientos de rebelión contra los regímenes totalitarios se expresaron siempre desde un centro, un nodo de principios: la resistencia étnica tenaz. El Febrerismo de Rafael Franco; los Movimientos de coincidencia como el del 8 de marzo de 1947 contra Higinio Morínigo; el Movimiento 14 de mayo; el Movimiento Popular colorado (MO-POCO) y el Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA).
El FULNA se organizó desde la resistencia, pero hubo cruce de intereses externos. Después de la segunda guerra mundial, con la caída de Alemania y de Japón, Estados Unidos y Rusia se disputaban el predominio y buscaban aliados ideológicos en los países del tercer mundo.
Pero en el proyecto de quienes querían poner en marcha un proceso de descolonización del Paraguay, el pensamiento comunista se manifestaba como una posibilidad, parcial y contingente.
Cuando en agosto de 1961 y enero de 1962, los cancilleres de la OEA se reunieron en Punta del Este, aliados de Estados Unidos pidieron la expulsión de Cuba. Canadá, Argentina, Brasil, Chile y México se opusieron a esta medida. Paraguay se mantuvo fiel a Estados Unidos y al Presidente Kennedy.
Y si según el discurso de Stroessner, la oposición estaba representada en el Parlamento, en la realidad los líderes Rafael Franco (febrerista) y Carlos Pastore (liberal) habían sido expulsados. Y desde fines de 1959- la acción bajo el Plan Estrella fue asesinar, masacrar a las poblaciones enteras si eran sospechadas de colaborar con los rebeldes.
El “Plan Estrella”, impulsado por el Ministro Edgar Isnsfran consistió en el “degüello y asesinato masivo de opositores. Este Plan se ejecutó por acción directa del militar Patricio Colmán contra las aldeas de Tavaí, Ñucañy y Chararâ.
En Chararâ- después de los combates de Nucañy y Kera'yn, se produjo , dirigida por el Capitán da Rosa del Regimiento 14 de Infantería, una verdadera masacre de campesinos. En el Alto Paraná, fueron torturados, mutilados y luego pasados a degüello, jóvenes de 18 años por haber prestado ayuda con alimentos a los guerrilleros de la columna Itororó. Con estos degüellos masivos- legaliza-dos por el “Plan Estrella”- se trató de impedir que los campesinos apoyaran las rebeliones.
Frente al régimen policial del terror, las expatriaciones, los saqueos, las expropiaciones, las masacres colectivas, no se percibió otra salida que la lucha armada.

A fines de 1959 se produjo el ingreso en Paraguay de la columna Itororó. La distancia entre los objetivos teóricos y la práctica, en la desorientación en la búsqueda de la libertad y de la integridad humana, la adhesión intuitiva a ideologías foráneas, la desconexión de los movimientos que se organizaron en el Paraguay y los que se organizaron afuera, la im-provisación, una red de espionaje, las delaciones determinaron el fracaso de la resistencia.
La entrada al país de la columna Itororó –planificada por el FULNA- el rumbo de la mar-cha, el objetivo que debían alcanzar habían sido informados a Stroessner. Esta red de es-pionaje había cortado las fuentes de aprovisionamiento.
Con un comando improvisado y paralelo al designado por el FULNA, sin víveres, sin guías, con armas fallidas el movimiento –en medio de la desconfianza- fue objeto fácil de la represión más cruel.
Según el historiador Aníbal Miranda, el dirigente del partido comunista Oscar Creydt, personificado como Carey en el último relato “La celula”, rezagado de la edición anterior de Esa hierba que nunca muere e incorporado en ésta como epílogo, por su improvisación llevó a guerrillas sin planificación, permitió la infiltración de agentes enemigos y por ese espionaje, permitió que decenas de los principales dirigentes fueran asesinados o encarcelados. Arrastró al partido a costosas improvisaciones con la idea de una “victoria a corto plazo”, que después del ingreso de las columnas a Paraguay cambió por la idea de “un desarrollo lento y victoria a largo plazo” 14
Creydt incorporó a Raúl Ramírez agente espía del enemigo. A fines de Agosto, después de la destrucción de la columna Itororó, ordenó la suspensión de toda lucha armada. En combinación con su cómplice Arturo López, Creydt saboteó la acción del héroe Wilfredo Alvarez y de otros cuadros militares. Retuvo en el extranjero a cuadros guerrilleros instrui-dos, los agotó y desmoralizó, con la inútil vida de campamento. Datos que figuran en el “Informe sobre el estado del Partido Comunista en el Paraguay” de 1967. 15
La acción de Stroessner , secundada por el pragmatismo norteamericano de la no inter-vención y del silencio, evitó por la persecución, la tortura y la muerte o el exilio de sus líderes, la formación de todo frente político.
El General teutón destruyó todo foco de organización popular y centro de vida cívica. El ejército nacional, transformado en ejército de ocupación puso en marcha el principio del mbareté. Los líderes políticos del febrerismo del MOPOCO, del movimiento 14 de mayo, del partido comunista, los que actuaban en el FULNA fueron perseguidos aún en el extran-jero. Pero también hubo masacres y secuestros de poblaciones enteras del campesinado pa-raguayo, que desde 1936 se sentía convocado a la participación cívica.
Como se dijo, la acción de Ytororó fue planificada desde el FULNA, según lo testimonia Fabián Zaldívar Villagra que lo presidía.
Fabián Zaldívar Villagra fue apresado en Buenos Aires. Dora Esther Ballestrini de Coreaga desapareció en la Iglesia de Santa Cruz el 8 de diciembre de 1978 por delación del militar argentino Astiz. Gilberta Verdún, viuda del Talavera, pasó nueve años en la cárcel. Su esposo había sido asesinado por adherir al movimiento 14 de mayo. Las guerrilleras Julia Solalinde, Antonia Perruchino y otras fueron asesinadas a machetazos por Patricio Colmán. En 1960 fue reclamada por el jefe de Policía de Asunción al Jefe de Policía Federal de Buenos Aires, la extradición del capitán Juan Bartolomé Araujo, uno de los líderes de la rebelión de Concepción en 1947. Desaparecieron las enfermeras del grupo Itororó: Julia Miranda de Vázquez y Juana Peralta; desaparecieron los estudiantes universitarios: Alberto Blanco Cáceres y Adolfo Avalos Carísimo; el Comandante Antonio Alonso Ramírez. Se produjo una masacre en la aldea de Chararâ, localidad rebautizada como General Morínigo, por haber prestado ayuda a guerrilleros que combatieron en Ybytyrusú, Nucañy y Kerayn.

La represión dio lugar a denuncias por distintas organizaciones y desde distintos puntos que apelaron a organismos internacionales dejando constancia de los hechos de represión dirigidos por Patricio Colmán. Así la Unión Nacional Paraguaya presentó a la OEA un documento en el que informó sobre el estado de las cárceles, de las persecuciones, de las torturas y secuestros en el exterior y dentro del Paraguay. La Unión Nacional informó además sobre campos de concentración, y - en palabras de la Iglesia paraguaya – ‘la existencia de maleantes organizados y armados que efectúan robos, saqueos, incendio de casas, violaciones, asesinatos no sólo contra políticos, sino también contra quienes no actúan en política’. Se informó sobre la violación de los derechos humanos y la cancelación de libertades. Se denunciaron: torturas, trabajos forzados, campos de concentración, abandono de hogares, degüello de prisioneros.
Entre esas actividades de denuncia podemos señalar: La Carta dirigida al Presidente de los Estados Unidos de América Gral. Dwight Eisenhower y presentada en la Embajada norteamericana en Buenos Aires. Los representantes del partido liberal y del partido febrerista denuncian que el plan de una América unida, propuesto por los Estados del Norte termina siendo una protección de las dictaduras. Señalan que ese plan se desvirtúa por el principio de no intervención, por la protección a las dictaduras, en el desconocimiento de la historia los embajadores como Walter Ploeser justificaron al afirmar que “en Paraguay la población no está preparada para la libertad” y al calificar a los adversarios de “instrumentos del comunismo”, apoyaron implícitamente a la dictadura.
Los distintos partidos realizan una Presentación en la V Conferencia de Cancilleres de la OEA concretada en Chile en 1959. Se elevó a la Comisión Interamericana de la Paz, un Memorial sobre la situación en Paraguay: persecución de estudiantes paraguayos y de ciudadanos opositores, emigración en masa de pobladores rurales, expulsión de los dirigentes de los distintos partidos.
El 26 de febrero de 1960 dirigieron una carta al Señor Presidente de la Comisión Interamericana de la Paz de la OEA, Don John Dreier en Washintong. La Carta, enviada desde Formosa, se refiere a la matanza de cincuenta jóvenes estudiantes que cruzaron desde Formosa.
La Unión Nacional Paraguaya realizó una nueva Presentación ante la OEA el 1 de julio de 1960, en nombre de los partidos liberal y febrerista. Esta nueva presentación se debió a que las denuncias anteriores no serían consideradas hasta que el delegado del Gobierno de Paraguay admitiera el problema.
Hay un pronunciamiento contra el tirano Stroessner en el Congreso el 25 de abril de 1960, en que actuaron por Paraguay Walterio Mercado Adler y por Argentina, Manuel Ordoñez.

Se realizaron denuncias de acciones de venta de la soberanía nacional. Con motivo de la Ruta Transchaco se organizó una Misión de operaciones de los Estados Unidos en Para-guay. La construcción de la ruta fue controlada por Paraguay y Estados Unidos. A través de una Comisión que representaba al ejército de los Estados Unidos se determinó el trazado del camino. Con respecto al Puente Internacional y el puerto Presidente Stroessner, una empresa norteamericana obtuvo una concesión de 36 hectáreas, 600 metros sobre el Río Paraná, como centro de dominio que aún continúa. En el Convenio de la Ruta Transchaco se dispuso la defensa de los empleados de Estados Unidos que trabajaban en Para-guay. Esta defensa de funcionarios de Estados Unidos contra el pueblo del Paraguay, significó la impunidad diplomática. El gobierno de Stroessner, sometido al Brasil, que era igualmente una agencia norteamericana, permitió – a través del puente- la extensión de Brasil a Paraguay.

Esa hierba que nunca muere, de Gilberto Ramírez surge de una conjetura poética sobre la historia, en una fisura, en un pliegue del tiempo. Es una “especie de catarsis”
El texto de ficción se origina en una conjetura sobre las causas y los efectos de los hechos, se origina en un saber sobre los valores, las ideologías, los sentires.
Parte de la historiografía, pero sondea la historia por debajo de la historiografía. Y es que la historiografía, generalmente teleológica, concibe los hechos como un todo definitivo en un tiempo inmutable que evoluciona hacia un final.
La poética, en cambio, conceptúa al acontecer histórico como una contingencia, una acumulación de sucesos inconexos y arbitrarios que tiene sentido desde una ideología, coincidentemente con la epistemología, niega la pretensión empirista de que haya hechos o acontecimientos puros, e instala la sospecha sobre las representaciones articuladas desde interpretaciones ideológicas no explícitas.
La ficción opone a la visión superficial sobre el ocurrir histórico, otra densa, profunda.

Acontecimientos

La prepotencia del poder secundada y sostenida dentro del Paraguay por el Ministro del Interior Edgar Insfrán , el general Colmán, un “ejército de ocupación” y la “policía del terror” su accionar para el régimen del terror: los saqueos, las expropiaciones, las masacres colectivas, las expatriaciones, los discursos de la alienación y el vejamen, las persecuciones, las torturas, estos son los acontecimientos actuados, vividos o recordados en la articulación de la novela.
Por otro lado, la lucha armada en sus encrucijadas ideológicas, entre el idealismo teórico y la práctica, entre traiciones, espionaje, delaciones. Este enfrentamiento de valores constituye en los dos ejes opuestos, una acción histórica magistralmente poetizada por Gilberto Ramírez Santacruz.

Articulación: historia historiografía, poética

La dialéctica entre los dos ejes se proyecta desde los referentes históricos a una emisión segunda, una referencia segunda. Es una forma discursiva de relato que –en el cruce de entramados - hace objetiva la subjetividad del enfoque. Objetiva en la intersubjetividad por la dialéctica de discursos, de puntos de vista, de voces. Dialéctica o movimiento reflexivo como principio de una articulación en perspectiva que no fusiona la historia, la historiografía y los relatos ficcionales; sino que dispone niveles en un juego de abstracciones superpuestas.
La memoria juega en un eje vertical de rescate del pasado y se despliega horizontalmente, en una compleja articulación que supone recorrer la experiencia de la historia desde la realidad; a la expresión, al despliegue discursivo.
El emisor es un observador que quiere sacar al lector de su visión habitual, automatizada de los acontecimientos. Quiere sacudir sus distracciones, llamando la atención, primero sobre el carácter de artefacto del discurso. Es ejemplar, en este sentido, el juego de inclusiones: la voz en las voz, el relato en el relato: Ortiz en “El carnicero de Tatakua”, la voz y las ideas del combatiente en “Testimonio de lucha”, “Libreta de un combatiente”
Se quiere conseguir la extrañeza –el distanciamiento- a través de la discontinuidad y los aspectos heterogéneos de los acontecimientos. La historia narrada deja de ser un fluir continuo, unitario, autónomo, para convertirse en un juego de anverso y reverso. Se presenta una historiografía plural, no de una sola línea. Se muestra la incoherencia de las acciones por la superposición de partes, en segmentos alternantes en una trama compleja. El autor insiste en la situación inconclusa del conflicto como recurso de alienación. La visión es móvil. No se trata sólo de las acciones de los poderosos como victimarios; sino del pueblo como víctima. Gilberto Ramírez, observador atento, se figura emisor y plasma desde todos los ángulos, un mundo cotidiano en el cruce de incoherencias, de abusos, de injusticias. político-sociales.
. Se busca comprometer al lector. Se evita la linealidad como la continuación del tiempo cronos en su fluir, se evita el punto de vista único. Se intercalan los comentarios, las experiencias personales, en un cruce de horizonte en la multiplicidad de visiones en el tiempo -aión- el ethos de cada uno. Multiplicidad de visiones, no anulación sino juego caleidoscópico.

Figuras. Personajes

Cada acción represiva se magnifica como aleccionadora:. Se piensa preparar “algo que pueda atemorizar, se intenta movilizar a todo el pueblo con lo que tenga (machetes y cuchillos);se amenaza desde los sermones religiosos, se usa el confesionario como instrumento de delación; se insta a una guerra santa al lado de la Iglesia y las autoridades; se ejemplifica con el trato a los presos, las torturas, el ajusticiamiento público; se instituye el espionaje; y la sospecha generalizada; se intenta sumir al pueblo en un sentimiento de culpa generalizado.
Los acontecimientos se articulación en figuras y por una yuxtaposición de cuadros, por relatos agregados sobre las líneas de acción de cada figura. Las reuniones para el adoctrinamiento ideológico de los guerrilleros, los preparativos de marcha, los traslados y las vigilias, el cruce del Río desde Argentina, la llegada a Paraguay, la incomunicación con las bases, las traiciones de los guías , las pérdidas de contacto entre los grupos, las dificultades para la supervivencia, el hambre, la soledad. La reflexión, el análisis de lo actuado. Cada acontecimiento de esa lucha armada comienza con todos los otros y en dialéctica con los de la represión. Una especie de contra-efectuación o de negación mutua. Una especie de descentramiento en polos de centros opuestos como en juego de dos ejes.
Cada acontecimiento sobre un eje de tiempo como suma de instantes, el de la palabra adoctrinadora, el de las reflexiones, y revisión de los hechos. Cada instante expresión de un punto aleatorio que recorre toda una línea y a su vez la traza constantemente: hacia el pasa-do, hacia el futuro. Así, en el instante de cada acontecimiento se implican todos los otros en una yuxtaposición y en dialéctica con los de la represión.
Y la acción represiva en sus variantes y matices.

En la novela en la yuxtaposición dialéctica de acontecimientos, los movimientos de mecanismo frágil se cruzan: aquél hecho por el cual los estados de cosas tomados en su profundidad llegan a producir superficies ideales o fracasan en esa producción: la visión del torturado por un niño, la reflexión tardía del torturador, el intento de recuperar en instantes de la memoria los acontecimientos y las causas. Para los soldados de la represión y los habitantes comunes, los acontecimientos de superficie se efectúan en el presente bajo reglas complejas, aprisionando sus singularidades en los límites de mundos individuos y personas instituidos: la madre (Ña Francisca) obligada a delatar al hijo, los soldados cons-treñidos a matar compatriotas. A veces, el acontecimiento implica algo excesivo respecto de su efectuación, algo que trastorna los mundos, los individuos y las personas y los lleva a la profundidad. Así, el encuentro de la libreta de un combatiente por los soldados de Stroessner.
El temor ante la mochila, el alivio cuando descubrieron que estaba abandonada, la sorpresa ante la agenda y ante las reflexiones en guaraní; el ingreso por la lectura a un mundo de hermanos en el instante complejo de cruce de simultaneidades: una raza, un idioma. En ese instante afluye un pasado que atraviesa el presente y se desplaza al futuro en un men-saje, una palabra – la del combatiente, la de los soldados, la del narrador en la suma de vivencias.

Entonces las figuras de la novela histórica funcionan en la referencialidad indirecta de los hechos históricos. Son mediaciones articulaciones representadoras y significadoras de ideologías, principios, valores y sentires.
Entonces, mientras el historiador conjetura la vida íntima y la esboza en hipótesis, el novelista puede configurar pensamientos y sentimientos. La proporción entre figuras históricas e imaginarias varía en las distintas obras. En la novela ilusionista tradicional, se enaltece a un individuo. En esta novela, antilusionista, se desmonta del pedestal la figura destacada por la historiografía oficial y juegan un papel más importante los grupos sociales e ideológicos. Las instituciones se cuestionan.
La prepotencia del poder, presentada en la falacia de una lucha ideológica, se articula para avasallar la persona, disponer de la vida y de la muerte. En la presentación de estas figuras simulacros, el autor se detiene en los rasgos de sumisión, servilismo, obsecuencia, alcahuetismo, incondicionalidad.

La complicidad del “mbaraté”, se expresa en las figuraciones de los victimarios: el Ministro del Interior: Egberto Gavilán, el “inquisidor de comunistas”; el Juez Velazquez – adiestrador de criminales como milicianos del Régimen; el Comisario Escobar, servil y alcahuete; el Intendente Reguera, sumiso y avergonzado; el Pa ‘i (cura) Maciel –de temple militar ante que sacerdotal en su obsecuencia.
Si bien los personajes son figuras de mascaradas, en sus simulacro de seres; la máscara del cura, es la más siniestra para el pueblo humilde, de arraigada confianza en la religión cristiana y sus representantes. El Pa’i (el Cura) su discurso era incuestionable. El sacerdote antecesor del Pa’i Maciel, el Padre Ortega había sido sacrificado por el Régimen.
El Pa’i Maciel usa la religión no contra la ideología del comunismo, sino contra los opositores a Stroessner. Su accionar se expone en un discurso con los mismos efectos de terror que los discursos de las otras figuras del poder. En la complicidad en la corrupción generalizada, se perfilaba la destrucción psicológica del pueblo, la destrucción de las familias. El discurso de cada uno de los personajes del poder se articulaba sobre la convicción de un efecto: agigantar el poder de Stroessner, producir el terror en el pueblo.
El efecto logrado, el desequilibrio del miedo, hace negar los sentimientos más profundos: una madre entregadora –delatora de sus hijos: los campesinos en la delación, la .persecución y el asesinato de otros.

El discurso busca un efecto transferir la imagen de una justicia implacable: “El cementerio es un campo santo y como tal hay que respetarlo. No es para herejes, sino para cristianos. Todos los rebeldes son comunistas y por lo tanto poseídos pos Satanás. “No lloren padres y madres desgraciados. Dios sabrá perdonarlos por los hijos que trajeron al mundo.” No hay sepultura ni luto por los que murieron, porque no vale la pena enlutarse por un hijo traidor”
El discurso del poder se despliega lleno de odio en la máscara religiosa: “esta es una lucha santa contra el demonio del comunismo. Y el cura expone si plan de trabajo: “se encargará de identificar a los comunistas”

Los personajes son figuras síntesis. Si bien algunos como el General Caimán tiene una referencia real la del General Colmán, sus características de carnicero de Tatakua se proyectan a otros o requieren la complicidad de otros. Ortiz, de soldado a cabo a sargento en una carrera de militar improvisada sobre la distorsión psíquica de un desequilibrado inca-paz de analizar y de sentir. Fuera de toda dimensión humana, cercado en su miedo hacia, Caimán trituraba personas
El Sargento Ortiz en “Vía Crucis de la libertad” es presentado en tercera persona por ser “muy hacendoso con la tenaza” y haber sacado todos los dientes y las uñas de pies y manos del guerrillero torturado; y se dice además que lleva su 38, el que utilizó para agujerear las dos manos y los tobillos del guerrillero en una sesión de tortura. Se presenta también, por su discurso directo en un alarde por la acción contra los guerrilleros. Ese discurso di-recto se retoma en “El Carnicero de Tatakua” para informar sobre algo que “no quiere recordar”.
Informa ,en un discurso presente, los hechos de tortura y muerte de guerrilleros: su experiencia en el servicio militar bajo la orden del General Caimán
Articula su recuerdo en una dialéctica una valoración presente que rechaza su pensar pasado, cuando se creía: “un soldado raso” [que] “pudo participar del alto honor (...)de escoltar al General Caimán” (86). La admiración pasada ha dejado lugar a una visión más lúcida del General, que poseía “sólo una ambición: conservar el poder a fuerza del terror” (85)
Su informe , con precisión de la fecha de la mayor actuación de Caimán - año 1960- es un relato de las atrocidades de la tortura y el vejamen cometidos contra el pueblo humilde, no sólo los guerrilleros, sino los campesinos de Tatakua; de cuyas tierras se apoderaba.

No obstante, la caracterización de este soldado de personalidad aberrante, de psicología de criminal ; esta presentada con algunas notas que atenúan su responsabilidad de asesino y torturador. Hay una situación social de clara referencia histórica: los campesinos: macheteros y cuchilleros fueron reclutados como soldados.
Habituados al combate feroz con la naturaleza, con la única autoridad de un capataz en esa tierra sin leyes y sin derechos, el obedecer ciego era casi la condición principal del trabajo para la subsistencia. Ortiz, de peón a improvisado soldado, criado huérfano; cayó bajo las órdenes de Caimán llevado por el Capitán Galeano. El miedo le impuso la norma: “cumplir las órdenes (...) sólo cumplir” A veces se creyó “un poderoso en poten-cia” (89); pero debió contemplar o protagonizar los crímenes y torturas más atroces en-cubiertos por el lema: “cumplir órdenes, aunque eso signifique violar a la madre y torturar al hermano” (104)
La evocación incluye el episodio de las violaciones a las guerrilleras; el vejamen y las muertes.
También recuerda que - muchos años después de la muerte de Caimán y de la culminación de la lucha antiguerrillera – se enteró por una publicación de junio de 1973 de que Caimán había sido uno de los magnates internacionales de la marihuana y cómplice, en Paraguay, de la más importante elaboración de cocaína.

En la articulación magistral de la novela, con el recurso de la voz en las voz y del discurso en el discurso se sondea en el recuerdo del soldado/ oficial Ortiz, la marca de esa psicología siniestra del “mabarete”. El General Caimán conoce y secunda el tenebroso plan. Ortiz evoca la explicación de Caimán: “Rubioroch, lo que hizo fue despojar al Paraguayo de su orgullo, de su dignidad de patriota y lo hizo mirar a todos lados, ...”(93)

Figuración de las Víctimas:
Los personajes son símbolos, suman a la historia particular la contingencia de un pueblo: la madre devastada, la joven amante y madre en la negación del amor, el idealista en su vía crucis de la libertad. Por detrás de los trazos que los delinean distintos, está la muchedumbre anónima que comparte vivencias y sentimientos. Es todo un pueblo: Tatakua, San José en el padecimiento, en el terror de acontecimientos de asombro.
Ña Francisca en “La Confesión”: una figura simbólica de la invasión y del desequilibrio psíquico por el terror. Ejemplifica el efecto de los discursos del Pa’i Maciel, el terror de un Dios justiciero. Los guerrilleros son presentados como Demonios y sus familiares son encubridores y cómplices, merecedores, por lo tanto, de la cólera de Dios.
Na Francisca después de perder a su marido en la Revolución del ’47, había recons-truido su vida por los dos hijos Valentín y Damián. Vivía de su actividad de chipera en Tatakua.
Es presentadas con pocos trazos: envuelta en las ropas negras por el luto “como un poste quemado” , con pies descalzos y rajados, ojos filosos de angustia ...”la inmensa tristeza que rumiaba su alma...” “clavando en cada paso la senda”.(17) Iba hacia la Iglesia ... asomaban a su angustia el recuerdo risueño de sus hijos y la tristeza de las muertes: el marido en la Revolución del ’47 y su hijo Valentín, muerto poco antes como guerrillero y cuyo escondite ella misma lo había señalado al cura por su deber cristiano de delatar a los guerrilleros, enemigos de Dios. El Paí Maciel había creado en ella el temor alucinante de quedar fuera de la religión, de ser excomulgada y el terror del desvarío:” de “enloquecer, como Librada”.
Ña Francisca se configura en la culminación de su experiencia trágica de vida y en la circunstancia de una nueva delación: la “confesión” al cura Maciel del paradero de su segundo hijo Damián. Después de la confesión al Cura y antes de la Misa advirtió la conversación entre el Cura y el Comisario y un movimiento de los soldados.. Al terminar la Misa, de regreso a su casa, al pasar por la Comisaría, “alguien la llamó. Reconoció al momento la voz aniñada de (su hijo) Damián y siguió corriendo (...)” (23) Florencia Báez –“El Aparecido”. En la vivencia entre el amor, la muerte del guerrillero su cautiverio y su maternidad en la prisión. También como un entramado de amor y terror; pero no de odio o resentimiento. La persecución que padece es una trampa del tío Teófilo a su padre. Por resentimiento se convierte en delator y cómplice del Capitán Galeano.
El guerrillero de “Vía Crucis” (71-75) suma el idealismo, la impotencia y la decisión por la libertad en una entereza sobrehumana. Es sacrificado, masacrado, víctima de un martirio en que se suma toda la saña, el odio, y los instintos criminales en la dimensión de una crueldad sólo posible en la “pesadilla de un loco”. Se trata de la actualización real en un campesino, del “Vía Crucis” representado hacía menos de un mes y como parte del culto religioso - por el Pa’i Maciel. .
En esta circunstancia un contingente de soldados y milicianos protagonizan un vía crucis real. El guerrillero a quien han sacado las uñas y los dientes, han agujereado con balas de revólver los tobillos y las manos, es arrastrado por los caballos a través de cuer-das con ganchos ensartados en las orejas y luego en las tetillas. En ese trayecto desde Tatakuá a San José, en esos siete kilómetros de arrastre el cuerpo del guerrillero, esa “osamenta viva”, los seguía “culebreando y gimiendo sin parar” (73).

Consideremos a Agustín y Epifanio, obligados soldados de Stroessner. La sorpresa ante la “Libreta de un combatiente”, las reflexiones en guaraní y la experiencia de los ideales. Agustín, que sabía leer, dijo que la libreta estaba llena de libertad, de esperan-za, de felicidad, de alegría, ...Epifanio dijo que el no podía opinar ...Agustín se excusó hizo una reflexión: todo el pueblo para guayo habla en guaraní, pero se le enseñaba a escribir en castellano somos alfabetizados en el idioma que no hablamos y somos analfabetos en el que funcionamos” (159)

Personajes del idealismo y de la liberación:
Anselmo Gutiérrez: carpintero, ex-estudiante de ingeniería en Asunción y Morocha - Carmen Orrego – enfermera son los responsable de la formación ideológica y militar de la columna del MOREPA. Entienden esta responsabilidad como el asumir un acontecimiento histórico a partir de una ideología. Anselmo y Morocha coinciden en la idea de patria y comparten la esperanza en la Revolución armada. Los acosa la misma preocupación: “No fue fácil para ellos abrazar el compromiso histórico que significaba enlazar a este movimiento con los demás intentos y logros llevados a cabo por el pueblo para-guayo en el transcurso de su brillante historia. Pero también “rescatar de la tragedia oscura al Paraguay golpeado, herido y muerto hasta el presente. Hacer transparente la posibilidad milagrosa de la resurrección que ofrece la lucha revolucionaría y depositar en el espíritu joven del movimiento la dosis de coraje necesaria para derribar la corrupta dictadura de Rubioroch” (10)
Proponen un encuentro en los ideales: “El sentido de nuestra lucha (...).la inserción en la experiencia revolucionaria del Paraguay” (13)

El pensamiento de los personajes, su reflexión sobre la ideología se enmarca en un enfoque moral de la historia. Morocha insiste en “la referencia histórica para proyectarnos al presente (...) las luchas populares actuales, nuestra revolución tiene sus antecedentes en la brava epopeya guaraní... la revolución comunera encabezada por José de Antequera y Castro, que prioriza la voluntad del común sobre el Rey (...) Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López, el martirologio de nuestro héroe máximo...” (13)
Una visión amplia de la lucha en el contexto de una humanidad en crisis. Así como hombres libertarios del Paraguay habían apoyado a los que ofrecieron sus vidas a la revolución civil española. Los paraguayos estuvieron al lado de Miguel Hernández, García Lorca, Neruda, Alberti, Hemingway, Vallejos, Machado. La revolución es una sola (...) la liberación debe ser también una sola” (27)
La configuración de la novela se detiene en la descripción de los rasgos morales de los comandantes. Ante las traiciones: “Ninguno de los comandantes fue capaz ya de contagiar entusiasmo, ni evitar que fuera derrumbándose poco a poco el castillo del idealismo, dentro del cual habían albergado tantas esperanzas de victoria y fortaleza de lucha, tanto para ellos mismos como para los que confiaban en su fuerza moral y su consecuencia revolucionaria” (147)

Frente a este esquema de valores, el poder despliega el discurso de amenazas , las torturas, el vejamen, las violaciones, el espionaje como recursos para -por medio del terror- inducir al enfrentamiento y a la división del pueblo paraguayo: “el que no pelea contra los guerrilleros, está con los guerrilleros”

Aspectos formales:

No son unívocos los acontecimientos por un lado, ni tampoco la historia que de ellos proyectan los historiadores. La novela histórica de Gilberto Ramírez Santacruz tiene dos objetivos: crear un mundo ficticio; presentar historia. No se oculta la doble función.
Al configurar la ficción de las figuras, se acentúa la subjetividad del narrador, la índole de artefacto. Se ponen de relieve los aciertos formales de una configuración que resalta aspectos de lo que se ha definido como “democratización de la novela histórica”. En efecto, como vimos, la articulación incluye lo cotidiano, los aspectos de las instituciones sociales y políticas, sus decisiones y la proyección a los grupos externos al mbarete. La articulación se detiene también en el individuo aislado, en su terror hacía el Régimen de poder, en su soledad y desamparo. Por eso, se intercalan los comentarios, las experiencias personales, el tiempo aion de cada ethos.
Entonces, el emisor es una instancia múltiple. Hay reflexiones metahistóricas; palabras en guaraní, en diálogos dramáticos y escenificaciones. Y es que el emisor es un observador que sólo en ocasiones narra directamente. Es frecuente que su relato incluya las voces y las visiones mediadores de los personajes creados. Entonces esta figura múltiple del narrador, participa directamente, a través de su identidad, o se inventa un narrador segundo, con intercalación de intertextos y voces. Lo cierto es que la instancia primera no desaparece, de modo que hay movilidad y superposición de visiones. Desplazamientos. Por el grado de información puede ser un narrador omnisciente, con una visión desde arriba, o un narrador con saber limitado y una visión desde abajo.
El lugar de la emisión o la ubicación espacial que el autor fija para el narrador al emitir la narración, también se desplaza. Con mayor frecuencia el narrador esta distanciado de los hechos, es exterior a la escena narrada; pero en otras hay un juego entre exterioridad y acercamiento. Es ejemplar, en este aspecto, el acertado juego de lejanía de los hechos en la evocación del Sargento Ortiz (“El carnicero de Tatakua”). La evocación rechaza la cerca-nía, porque hay también, al mismo tiempo una visión del que ha participado y asumido los hechos. Esta superposición de visiones, enmarca frecuentemente, a la del narrador participante e implicado, el que entra en el pensamiento de Ña Francisca (“La confesión”), el que se incluye en la alucinación del General Caimán (“Delirium del General”, 140-144) el que reflexiona sobre la ideología de los revolucionarios (“Testimonio de lucha”, 119-127)
El tomar partido es casi inevitable. La preferencia por una época, un país, un personaje. Tal vez porque al elegir una situación pasada se ve un contraste con la presente que se pretende juzgar. Hay una justicia poética en la novela histórica. “Una necesaria expiación como se expresa en “Testimonio de lucha”.

El espacio.

Por exigencia de referencialidad debe responder a espacios reales. Espacios reales en el perspectivismo múltiple: espacios de Buenos Aires: la estación Retiro, una quinta de San Miguel; Iguazú, el Río Paraná ; espacios de Paraguay su geografía física: el Departamento de Caazapá La metaforización del espacio Tatakuá o Chararâ. Asunción, en una referencia de trasfondo.

El tiempo.

El momento de la enunciación no es el de la escritura. Se sitúa generalmente después que han ocurrido los acontecimientos, pero puede ser simultáneo a los hechos. Un acierto in-negable en Esa hierba que nunca muere es la doble figuración del tiempo: la de cronos: un presente inmutable y la simultaneidad del aion: el instante que salta sobre la línea de un tiempo hacia el pasado y hacia el futuro. El juego de regresiones y progresiones en una (suma) de condensaciones y dilusiones –entre retrospección y anticipación. Comúnmente se puede situar en el pasado, mirando al presente y al futuro; o en el presente, mirando al pasado. En la articulación lograda de esta novela, los juicios sobre la época se contrastan con las vivencias y las opiniones de las figuras, la historia es el juego plural de itinerarios temporales.

El discurso.

El lenguaje literario se expone en todas sus formas: en la narrativa, en la configuración de los diálogos, en la potencialidad dramática, en la poesía, en el monólogo de la ideología, en la reflexión filosófica. El lenguaje - como discurso de los personajes- se dimensiona en niveles en absoluta coherencia con las figuras a la que presta voz. Funciona así, proporcionando un rasgo de consistencia a la configuración.
Las figuras de las víctimas en su dialecto, en el acto de fidelidad al idioma propio como la nota más característica de una dimensión de pertenencia y compromiso que les otorga autenticidad. El dialecto de los testimonios, de los diálogos, pero en contraste; en juego y en el marco de las descripciones como recursos que orientan la mirada del lector sobre cada acontecimiento para evitar la identificación, para señalar el carácter excepcional de un acontecer histórico que se ha instalado como habitual.
Por este juego, y con este objetivo, se interrumpe la linealidad. Se intercalan intervenciones del narrador, o las voces y miradas de otros personajes, las reflexiones de uno y otro. Son ejemplos magistrales al respecto, los discursos en primera persona que juegan en contraposición y contraste: el del sargento Ortiz, narrador segundo de “El carnicero de Tatakuá”; el discurso filosófico -ideológico del combatiente, narrador segundo de “Testimonio de lucha”: el discurso de la carta, de los aforismos y de los poemas del Comandante Kuimba’ ete de “Libreta de un combatiente”; o el discurso del monólogo alucinante de Caimán en “Delirium del General”.
El conjunto de estas reflexiones no conforma un estudio acabado. La novela de Gilberto Ramírez Santacruz es expresión de la línea más representativa y caracterizadora de la literatura hispanoamericana del último tiempo. Como narrativa histórica, en suma de perspectivas y aciertos de articulación, se perfila reuniendo notas sobre circunstancias socio-políticas de una época no lejana para el que escribe y para los lectores analistas de la realidad. En lo más logrado de la cultura comprometida, es una novela de aprendizaje para los jóvenes soldados que, al leer la libreta del combatiente muerto, dieron vida al mensaje de “libertad: esa hierba que nunca muere”.
Al final, estimado Lector, le proponemos un diálogo con el autor. Le sugerimos que, a través de las páginas de la novela, reflexione con él sobre los siguientes temas:
¿Cuál es el objetivo de la creación de Esa hierba que nunca muere?

¿Sobre qué antecedentes históricos configuro el relato?

¿Cuáles son los temas centrales de la novela? ¿Qué ideales (qué valores) se expresan?

¿Podemos esbozar (representarnos) los acontecimientos que se describen?

¿Cómo se articula esta narrativa? ¿Qué características de la novela de fuente histórica se exponen en esta configuración?

¿Con que perfiles (notas caracterizadoras) se describe y relata la revolución por la libertad? ¿Contra qué factores se combate? ¿Cuáles son las causas del fracaso?

¿ Es posible, desde la lectura del discurso narrativo, delinear los rasgos de las figuras propias de la realidad histórica de Paraguay? ¿Con qué rasgos definiría a las víctimas y con qué rasgos a los victimarios? ¿Recuerda a Ña Francisca y al Pa’i Maciel?

¿ En qué espacios se ubican los hechos?

¿Cuáles son los tiempos de la acción?
¿En qué características del lenguaje, del discurso y del juego de puntos de vista se ha detenido al representarse este universo imaginario e histórico?

¿De entre los valores expuestos por el autor y sus figuras literarias, cuáles adoptaría como orientadores de su propia conducta?

¿Cómo se expresa el ideal de la lucha? Le sugerimos una lectura del discurso de “Testimonio de lucha” y de las expresiones del Comandante Kuimba ‘ete en “Libreta de un combatiente”.

¿Puede explicar el significado del título en relación con el contenido de la obra? ¿Por qué Esa hierba que nunca muere?


*Roxana Gardes de Fernández, es doctora en letras, catedrática de la Universidad de Buenso Aires, especialista argentina en literatura latinoamericana y autora de sendos ensayos sobre obras de importantes escritores de nuestro continente, entre ellos Augusto Roa Bastos principalmente.

EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO / Narativa II

EL MALEFICIO

Relato de Gilberto Ramírez Santacruz
 
 “La desgraciada 
estirpe que agoniza sin hogar 
en la tierra como en el cielo”. (Tabaré)
 Juan Zorrilla de San Martín

El día tan anunciado pero temido había llegado. 
El pueblo hubiera querido ser escuchado por las autoridades. La intención de tomar por la fuerza el reducto sagrado de los Mbyá que trae la comitiva militar desde Asunción, nadie podría recomendar por la consecuencia que acarrearía al pueblo. Porque los memoriosos de Tatakua cuentan que sus antepasados refirieron que, cuando en 1848 el presidente del Paraguay don Carlos Antonio López nacionalizó las tierras con sus habitantes y legalizó su arrendamiento, se había producido un episodio muy similar. A raíz del levantamiento indígena, don Carlos se vio en la obligación de enviar una comitiva de apaciguamiento de los indios, consistente en abundante provisión de comida y fuerza militar, ante la situación de que los lugares sagrados y santuarios Mbyá fueron usurpados por algunos arrendatarios.
 
Entonces también los indios respondieron con la hechicería, sometiendo a la gente bajo el poder mágico del Payé de la tribu, cuyos efectos se podía observar en el embeleso colectivo de los habitantes de Tupärenda, lugar de Dios, donde fue usurpado por un terrateniente el pequeño cerro considerado altar de los hijos-dioses de Ñande Ru, padre primigenio. Pero la incredulidad de entonces como la de ahora, ante los malos presagios del chamán, resultan idénticas y vuelven más poderosa a la angurria de los terratenientes, como auténticos Yvymoñái, ogros de la tierra, y enceguecidos por la ambición no veían la necesidad de tomar precauciones ni llevar en cuenta semejante amenaza de convertir a todos en animales, mientras dure la violación del lugar sagrado.

El plan de desalojar a los indios de las tierras supuesta-mente usurpadas siguió su curso, que según la Ley de Catastro Nacional exige un título de propiedad para ser dueño de una parcela y quien lo exhiba tiene derecho a ocupar su predio en forma inmediata y legalmente. Nada ni nadie pudo persuadir a los responsables del operativo, la tribu fue expulsada del territorio que ocupaba desde tiempos remotos. Los Mbyá, una de las etnias guaraníes más reacia e indomable a la influencia occidental y conquistadora a través de los siglos, descendiente directa de los monteses primitivos y originaria del mítico Guairá que los jesuitas no pudieron someter a sus Reducciones. El sitio profanado había sido elegido por los cuatro dioses protectores de los Mbyá que provenían del Yvy Mbyté, centro de la tierra y patria mítica, para vivir al pie del cerro Yvypuruä, ombligo de la tierra.

Ante el inminente desenlace, el mburuvicha Arakatu, cacique o jefe comunitario cuyo nombre significa el poder de la sabiduría del tiempo en guaraní, rodeado de otras autoridades y colaboradores de la tribu, entre otros, del Gran Hechicero Japorendy, el Hacedor Iluminado, y jefes guerreros como Yvytupo, la mano del viento, y Hu'ysyjara, dueño de la flecha madre, advirtió duramente a las autoridades represoras sobre la inevitable consecuencia que ocasionaría al pueblo, la necia decisión de desalojar a su gente del último reducto sagrado que conservaban en el Distrito de Tatakua. Explicó Arakatu que no se debía alborotar ni perturbar el sitio donde depositara el Creador la vara-insignia, símbolo del poder de Ñande Ru, el Padre Absoluto, con la cual creó la esencia del alma que es el lenguaje y creó también con ella los dioses que llevarían luego a la tierra el alma de los hombres. Aunque las autoridades parecían escuchar sin darle importancia al Cacique la sarta de nombres y aseveraciones en su idioma más ininteligible, éste proseguía con su prédica cosmogónica e iba presentando a las otras divinidades menores. Karaí, dueño del fuego, a quien mandó el Padre Absoluto que "vigilara aquello que ha de producir el ruido de crepitar de las llamas"; Jakaira, dueño de la sabiduría y poder para conjurar los maleficios, a quien ordenó que "vigilara la fuente de la neblina vivificante que engendra las palabras inspiradas"; Tupä, dueño de las lluvias, del trueno y del rayo, a quien dispuso que "vigilara los ríos y el extenso mar y sus ramificaciones en su totalidad"; Ñamandu, dios del sol, a quien encargó que "con la fuente de luz de su corazón y el sol, para que en toda la extensión de la tierra y el firmamento no hubiera nada que escapase a su vista". Dijo también que la tierra se sustentaba sobre cuatro columnas que constituían las varas-insignias y que moviendo cualquiera de ellas haría perder la estabilidad al suelo y al cielo.

Pero la férrea dictadura del gobierno de Stroessner, ya hacia el ocaso de su poder, había enviado a sus más insufribles esbirros para usurpar las tierras demarcadas por la Ley de Catastro, un cuerpo especial denominado "pará paraí", por el color de su uniforme de camuflaje, entrenado para guerra de guerrillas e insurgencia armada por instructores norteamericanos, que en la ocasión se hicieron acompañar por los elementos más fanáticos de la clase política pueblerina. A diferencia de otras oportunidades que las autoridades policiales y políticas se acercaron a los ranchos de los Mbyá, éstos los esperaban ataviados para la guerra, exhibiendo los hombres tatuajes en rojo y negro en el cuerpo y flechas decoradas y envenenadas al por mayor en su espalda, sin niños ni mujeres a la vista, como esperando ser atacados para responder. Pero aquellas visitas no eran sino con objeto de intimidación o anticipatorio de lo que vendría más adelante inexorablemente. Aunque esta vez, Arakatu, tal vez como táctica, mandó desatar las bolsas de ropa usada que habían recibido de una congregación de Hermanos Franciscanos, repartió a toda la comunidad para que se vistieran con ella y pudiesen esperar elegantes a los represores.

- Oú ñande piari, ñañemondé aó morotïme, jajogua-haguä chupekuéra, ikatu upéicha mba'e ñande poriahu rereko -vienen por nosotros, vistámonos para que nos vean como sus semejantes, tal vez así sientan conmiseración-dijo el cacique algo apesadumbrado ante la inminencia de la llegada del ejército y sus acompañantes.

Cuando llegó el contingente se sorprendió de no encontrar a ningún indio haraposo ni harapiento, nadie con chiripá ni corona de plumas de arapacha o guacamayo. Todos estaban disfrazados de Juruá, así llaman los Mbyá a los blancos, como decía Arakatu, los niños bien peinados vestían pantalones con tirador que parecían recién llegados de Chicago o alguna otra ciudad del norte americano. Quizás la ropa que recibieron provenía de Caritas u otras organizaciones llamadas no gubernamentales pero funcionales a las gubernamentales. Las mujeres lucían vestidos ceñidos al cuerpo con aire de última moda, cuya elegancia no podía disimular lo grotesco. Los hombres, en pleno verano que rondaba los 40 grados, con pulóveres tejidos para frío de bajo cero, olvidándose o desconociendo que antes debían vestir una camisa o algo liviano. La jauría de perros famélicos fue llevada al medio del monte para no ladrar e inquietar siquiera el ambiente pacífico que oponía a la decidida y brutal represión que presentía Arakatu. Pero los indígenas ya estaban acostumbrados a recibir amenazas y ser amedrentados, en ningún momento mostraron miedo ni deseo de abandonar las tierras que ocuparon sus ancestros a través de los siglos y milenios. Antes de comenzar el atropello militar, el Cacique se había explayado sobre el fundamento religioso de su comunidad y el derecho irrenunciable a permanecer en Tupärenda. Igualmente las autoridades a su turno expusieron sus argumentos jurídicos y, entre forcejeos, hubo un intenso intercambio de puntos de vista.

- Para ser el verdadero dueño de la propiedad hace falta el título -dijo el oficial de justicia al líder natural que llevaba la voz de oposición y resistencia.

- Es lo único que Uds. tienen, un papel que hicieron que dice que un fulano de tal es el dueño, por lo demás... no hay nada -respondió desafiante el nativo que se identificó como Cacique y responsable del grupo humano que le apoyaba en silencio pero activamente.

- Qué se entiende por lo demás, la propiedad hay que respetarla -reiteró el representante de la justicia casi irónicamente.

- Lo que hay que respetar es a la tierra, cuidándola y no destrozándola, como hacen los llamados propietarios, arrancándole sus árboles, quemándole sus campos, arándole sus valles, cerrándole el paso a sus ríos, echándole a sus hijos que somos nosotros... -decía cuando uno de la comitiva disparó un tiro al aire como para interrumpir el razonamiento formidable del indígena.

- No hemos venido a escuchar su opinión karaí Cacique, venimos a hacer cumplir la ley y punto... -arremetió una vez más el representante judicial, llamándolo despectivamente "señor" en guaraní, e indicó al jefe de los milicos a iniciar el procedimiento sin contemplación alguna.

Desde tiempos inmemoriales los Mbyá venían habitando el caserío llamado Tupärenda, hábitat de dios, hasta que llegaron los militares de Asunción, trayendo supuestos títulos en sus manos, acompañados por los políticos tatakueños, se acercaron a los Mbyá y les intimaron con hipocresía, al principio, pero sabiendo de antemano que no tendrían a dónde ir y que quedaban pocos montes para habitar. Pero la avaricia de los mandamás de la capital no supo de límites y procedieron violentamente al desalojo; que-mando uno a uno los precarios ranchos de palmera; esposando y amaniatando a los hombres que no habían opuesto resistencia; rodeando a las mujeres como si pudieran perpetrar de un momento a otro una matanza a los miembros de la poderosa fuerza; en medio de llantos y griterío de los niños, arriaron a los que no fueron apresados hacia las profundidades de la selva, para luego dejarlos a la deriva y que no puedan retornar nunca a Tupärenda.
 
“La tierra es sagrada desde siempre, la propiedad es una ley inventada para robarnos el lugar de nuestra existencia. Tierra y existencia para nosotros es la misma cosa, al quitarnos la tierra nos dejan sin vida”. El único que hablaba sin parar era Arakatu, y cada vez que lo hacía recibía en la espalda un culatazo del jefe militar, pero seguía advirtiendo que traería al pueblo un castigo de difícil reparación por violentar los designios de los Verdaderos Padres de las palabras-almas, que nunca descuidaron la morada terrenal de aquellos a quienes habían provisto de Ñe'ë Pará, palabras sagradas de los dioses; y que éstos lo último que hubieran perdonado era el haber sido alambrado Yvypuruä, que hacía miles de años fue elegido por las divinidades protectoras y utilizado por sus adoradores para rendirles culto.

La profecía indígena no se hizo esperar, a los pocos días en Tatakuá algo insólito había comenzado a ocurrir: una mutación profunda en el ser de las personas. Mucha gente amaneció sin habla, como si nunca hubieran hablado, adoptando un comportamiento absolutamente desconcertante.

Como por obra de magia y simulando un juego infantil con representaciones grotescas de animales, los habitantes de Tatakua se convirtieron en descontrolados seres irracionales. Unos gruñían como bichos desconocidos, otros bufaban en vez de hablar, algunos ladraban y aullaban. No faltaron quienes maullaban como gato montés u onzas, y croaban saltando como enloquecidos batracios. Todos se volvieron raros animales y comenzaban a caminar en cuatro patas por las calles, desesperados por ser socorridos. Hubo quienes intentaron volar como pesados pájaros, desplegando sus brazos en vano y tomaban carrera buscando la forma de despegar de una buena vez. Tampoco faltaron quienes se treparon a los árboles y permanecieron varios días en sus horquetas, alimentándose estrictamente con hojas, gusanos e insectos. Como aquellos también que, respondiendo a su condición de nuevos especímenes, fueron ganando lugar entre las malezas y refugiándose en los pajonales. Los pocos que permanecieron en sus cabales no pudieron hacer nada por el desconcierto que también los paralizó, algunas autoridades de segundo orden que no fueron afectadas se comunicaron con Asunción, para pedir ayuda y explicar el problema que había anticipado Arakatu como último recurso para abortar el desalojo. Pero nadie le había tomado muy en serio al principio, pero pronto se propaló a través de las poblaciones aledañas y empezaron a caer periodistas de algunas radios y diarios. Se publicó en grandes titulares en la prensa capitalina como "Todo un pueblo hechizado... Cacique enloqueció a todo un pueblo... Sobre Tatakua cayó una peste... La maldición de Arakatu... Hechecería Mbyá”; y aún así las autoridades de la capital tardaron varios días en tomar carta en el asunto.

Mientras Arakatu, el Hechicero y otros seguidores más cercanos fueron a parar con sus huesos en las celdas de Tatakua, la gente seguía bajo el encantamiento proferido por el cacique preso. Era de curiosos ver al intendente, tan conspicuo de los represores militares, removiendo basura con el hocico como un cerdo ruin por la calle principal del pueblo. El capitán que había golpeado con la culata del fusil sin piedad a Arakatu retozaba de un lado a otro imitando a un desbocado redomón, relinchando por momentos como parado en su dos patas traseras. El comisario que había identificado al cacique como cabecilla y responsable de la resistencia al desalojo, rebuznaba con raros soplidos como si fuera un despeluchado borrico. El juez de paz que acompañó al oficial de justicia para leer a los indígenas la sentencia inapelable, que el Instituto de Bienestar Rural mandó cumplir con la comitiva de fuerza, cacareaba sin parar y hacía que picoteaba el suelo como una gallina clueca. Así cada uno seguía como endemoniado hasta que alguien sugirió que se volviera a hablar con Arakatu para desanudar su payé y dejar sin efecto la maldición.

Pero expertos llegados de Asunción daban otras explicaciones, para los psicólogos se trataba sólo de sugestión y muy pronto pasaría el estado hipnótico que sufrían los pobladores, apenas se superara el conflicto con los Mby'a, que ocupaba ilegalmente un predio que pertenecía a un propietario con todos los papeles en regla. Uno de los psicólogos, el doctor Roque Vallejos, explicó que el maleficio produce efectos especialmente en las personas de escasa preparación cultural, porque tienen incorporado todavía el pensamiento mágico, por la falta de educación, y no la lógica racional fruto de una buena formación científica. Sin embargo, la realidad indicaba que en vez de desaparecer en la gente la rara conducta se fue generalizando hasta en los niños y se temía que no quedase nadie fuera del peligro del contagio. Para el común de la gente se trataba algo así como de un embrujo pero que se manifestaba en forma de enfermedad o parecida a una especie de rabia, porque se veía a los afectados babosear y despedir espumas por la boca como a los perros cuando tienen hidrofobia.

Aunque los especialistas venidos de la capital seguían hablando de “psicosis colectiva” ; “histeria generalizada” , “paranoia contagiosa”; o algo así, la gente sabía de ante mano que nada se podía hacer sin la colaboración de Arakatu y su hechicero Japorendy, que dentro del calabozo se habían llamado a silencio y no han pronunciado una palabra más después de lo ocurrido. Se pasaban durante el día mirando el cielo por la única ventilación que tenía la celda y por la noche, hincaban la cabeza en el suelo y permanecían inmóviles pero sin dormir. Sus compañeros de celda, también indígenas y estrechos colaboradores, decían que pronto hablarían y tendrían la respuesta para la gente que estaba sufriendo.
Decían también que el Cacique y el Hechicero por esos días estaban acompañando a sus seres queridos que fueron espantados hacia las selvas y protegiendo espiritual mente a los niños y ancianos de la tribu, que fueron expulsados de su tierra sagrada contra los designios de Tupä. Arakatu ni Japorendy por ahora no estaban en su cuerpo, por lo tanto también el habla estaba ausente. No podían atender ninguna cuestión relacionada con el maleficio que padecía el pueblo. Hasta que no lograran reubicar a su comunidad en algún claro de la selva, lejos del peligro de los indolentes invasores, no volverían en sí y no pronunciarían una sola palabra.

-Cuando el Mbyá pierde el habla por un tiempo, deja de existir en ese lapso- dijo el colaborador más próximo de Arakatu, llamado Yvytupo, la mano del viento, que parecía su ángel de la guarda.

-Ñe'ẽ ha ñe'ã petei mba'ente - el alma y la palabra no viven separadas, dijo el segundo acompañante del cacique encarcelado, conocido como Hu'ysyjara, dueño de la flecha-madre.

Pasaban los días y el contagio se extendía a más gente, parecía no tener contención solamente con explicaciones psicológicas. Algo había ocurrido para que la gente sufriera efectos tan visibles y palpables en sus organismos, se diría en lo metabólico para que cambiara de conducta humana a una animal sin encontrarle una evidencia razonable. Nadie quería llegar a Tatakua por miedo a la rara infección que hacía que una persona se volviera un émulo de cualquier bicho o animal doméstico. Sin embargo, uno de los etnólogos que había venido de la capital, el licenciado Laureano Segovia, contratado por el gobierno como especialista en temas indígenas, pidió que les escucharan para poder entender lo ocurrido. Explicó que, según la creencia de los Mbyá, Ñande Ru cuando creó la primera tierra original, Yvy Tenondé, envió a los hombres, a la víbora, a la pequeña cigarra roja, y al Y-amaí, un escarabajo acuático; y también envió a la perdiz grande y al armadillo. Esta primera tierra fue destruida por un diluvio y los hombres virtuosos se elevaron al cielo, donde conservaron su figura; pero los transgresores de la ley divina subieron también y fueron transformados en seres irracionales. Los animales que ahora viven sobre la tierra no son sino imágenes de los prototipos celestiales, esto es, de los hombres transformados en animales, terminó explicando el experto en las distintas etnias que habitan el Paraguay. Por lo tanto, dijo el etnólogo un tanto perturbado por la escasa atención que había obtenido en sus oyentes, las reacciones que se tenía a la vista responderían exactamente a este pasaje del libro de la creación de los Mbyá, llamado el Ayvu Rapyta, la raíz de la palabra o fundamento del lenguaje. Pero lo cierto es que a esta altura de las cosas, ya nadie dejaba de creer en cualquier superstición más o menos coherente y era cada vez más aceptada la idea de rescatar de la celda a los indígenas y pedirles que hicieran algo por la indefensa gente que no fue responsable del desalojo violento de sus familias.
 
En ese ínterin, uno de los soldados de la comisaría trajo al centro del pueblo la noticia de que Arakatu y Japorendy habían levantado la cabeza del suelo y parecían haber vuelto a su normalidad, aunque nadie les escuchó modular ninguna sílaba, pero le pareció que hablaban con sus seguidores que compartían el calabozo con ellos. Otro de los soldados explicó que los indios presos no estaban hablando sino orando a Ñamandu, dios del sol, como acostumbraban los Mbyá todas las mañanas: “Acuérdate de nosotros a quiénes has proveído de arcos y permanecen sobre la fierra en virtud de tu voluntad. Nosotros, unos pocos huérfanos del paraíso, volvemos a pronunciar al levantarnos tus palabras indestructibles que en ningún tiempo, sin excepción, se debilitarán, séanos permitido levantarnos repetidas veces, ¡oh! Verdadero Padre Ñamandu, el Primero”.

Los que podían fueron hasta la comisaría y lograron entrar junto al Cacique y el Hechicero, les hicieron saber que se había cumplido plenamente lo que habían presagiado. Tomó la palabra como siempre Arakatu, en nombre de todos, les habló serenamente y dijo que ellos no tenían responsabilidad alguna en lo sucedido, que sólo eran intérpretes de los dioses creados pero no engendrados por el Padre Absoluto, Ñande Ru, y podían explicar de esa forma el castigo recibido por el pueblo. Disparó diversas frases como flechas certeras al corazón de sus oyentes y pronunció cada palabra como letanía, sin perder nunca su tono ceremonioso:

“El Padre Absoluto que habita todo, más acá y más allá de las nubes, en la luz y la oscuridad, en el silenció y en los truenos, en el relámpago y en el tornado, en el fuego y en el agua... dispuso hacer justicia con los que violentaron su lugar sagrado y sólo la gente volverá a su mente anterior devolviendo la tierra usurpada, palmo a palmo, a sus verdaderos habitantes que son los Mbyá. Nadie puede ser dueño de la tierra, ella es dueña de todos nosotros. Los que la cuidan son sus hijos y a ellos les cabe poblarla en forma transitoria mientras vivan, hasta que se conviertan en Seres Privilegiados y puedan penetrar en la Tierra Sin Mal, Yvy Maraëy. La tierra tiene el remedió para todas las necesidades de sus habitantes, como también el veneno para los que la violentan. Somos muy pequeños para pretender poseer a la tierra, ella sí es capaz de acunar en su seno a toda la humanidad Nadie puede ir a la tierra, todos venimos de ella. Mejor que ella siga donde está, cuando la tierra decida partir nos llevará a todos detrás de ella.

Algún día, aunque tarde, como lo hicimos nosotros hace miles de años, aprenderán que tierra y existencia es la misma cosa, pero no al revés”.

                                                                                                                                  Julio,1991.

Fuente:

Relatos GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ

Ilustración de tapa: dibujo de DIEGO RIVERA
Diseño de tapa: GRACIELA GALIZIA
Arandurã Editorial,

Asunción-Paraguay,
Año 2008 (167 páginas).



El maleficio y otras maldades del mundo

Gilberto Ramírez Santacruz es en la actualidad, quizá, el más prolífico y recio escritor del Paraguay. A pesar de ser todavía joven, posee ya una vasta obra que toma distintos géneros como la poesía, la novela y el cuento en donde se mueve, cosa rara, como pez en el agua. Y es precisamente con el cuento que nos vuelve ahora a sorprender. Y decimos nos vuelve a sorprender porque los cuentos que publica en su nuevo libro están llenos de originalidad, poesía y factura del mejor estilo, que nos recuerda a los más grandes del género.

El Maleficio y otras maldades del mundo, de este libro estamos hablando, ya desde su título nos atrapa invitándonos a entrar en ese mundo para saber de qué maldades habla el autor. La sucesión de cuentos, uno más sorprendente que otros, escrito con pluma segura y vigorosa, en donde no falta la ironía, el humor y “lo real maravilloso”, que nos recuerda a Carpentier o a García Márquez, nos lleva de la nariz porque atrapa desde las primeras líneas y no lo podemos soltar. Ahí está el oficio y la maestría de un escritor cuando no permite que dejemos el libro y no queda más remedio que seguir hasta el final y leerlo de un tirón, y después lanzar un largo suspiro mientras aún seguimos disfrutando de las historias narradas.

El libro tiene obras brevísimas, a la manera de Monterroso-homenaje al maestro, dice el autor-, verdaderas joyas, pequeñas obras maestras, y otros cuentos breves, escritos con una perfección y maestría inigualables. En total son 25 cuentos. Destacan, a nuestro juicio: “El relato” (suerte de ponencia y cuento), “El día que los niños dejaron de jugar”, “Esopo y la dialéctica” “Apología de Diógenes”, “El refutador” (en donde los principales personajes son Augusto Roa Bastos y Rodríguez de Francia, una feliz mezcla de ficción y realidad histórica), entre otros cuentos, que también sobresalen por su eficaz desarrollo y remate final. En cuanto a El Maleficio, que da título al libro, es un perfecto y acabado relato largo en donde predomina lo mágico, la poesía y la más cruda realidad. En síntesis, Gilberto Ramírez Santacruz con este libro ha llegado a la verdadera madurez. Su verbo, ahora, alcanza niveles profundos, ricos y claros al mismo tiempo. Armando Almada Roche

Sobre "EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO",
de Gilberto Ramírez Santacruz*


Uno de los autores con una de las obras más amplias de la literatura paraguaya actual es Gilberto Ramírez Santacruz. Como Casaccia, Augusto Roa Bastos o Elvio Romero, ha gozado de la ventaja de escribir en Buenos Aires, ciudad donde reside desde 1975 y en la que actualmente desempeña la tarea de Agregado Cultural en la Embajada de su país en Argentina. Sus nueve libros poéticos le han avalado como un trabajador infatigable de una lírica donde conviven las experiencias social e individual, y el conocimiento de un concepto imprescindible en la creación en verso como es el ritmo y la musicalidad. Además, es un autor que apostó por la renovación formal de la poesía paraguaya e introdujo en ella procedimientos vanguardistas.

En el ámbito narrativo, publicó la novela Esa hierba que nunca muere, en 1989; una obra de compromiso político donde recoge de manera testimonial la lucha violenta de la guerrilla de los exiliados contra la dictadura de Stroessner. La obra glorificaba la pelea de un grupo de personas por la libertad y la revolución social igualitarista, entre críticas a la violencia del poder, capaz de conducir al fracaso a todo ejemplo de lucha dado que sus brazos se extienden hasta llegar a todos los rincones de la sociedad. También publicó un excelente libro de cuentos, Relatorios, en 1995, donde revive el universo campesino paraguayo principalmente con descripciones de paisajes del mundo de su infancia, costumbres populares y situaciones localistas no exentas de interés; un libro donde conviven la crítica social y política, lo fantástico, lo histórico y temas como la emigración y el conflicto entre la mentalidad rural y el espacio urbano, sobre todo porteño.

Trece años más tarde nos llega su último libro narrativo: El maleficio y otras maldades del mundo. Empecemos señalando que estamos ante un libro polimórfico por la convivencia en él de diversas extensiones narrativas que discurren desde el microrrelato (con ese maravilloso colofón aparentemente contradictorio en el que rinde homenaje al gran Augusto Monterroso: “Cuando murió, Monterroso seguía escribiendo el cuento más corto del mundo”), hasta el cuento extenso ya adentrado en los límites de la novela corta, como es “El refutador”. Si formalmente hay variedad, estilísticamente la escritura presenta una frescura donde se combina el dramatismo con la ironía y el humor, de lo que puede ser un buen ejemplo el relato “La Horca”, donde Quintiliano, con su oratoria, salva de la muerte ante el tribunal a la joven gitana Bonia. Por otro lado, sus contenidos se ciñen a un elemento de nexo: la humanidad de sus personajes. Los espacios paraguayos, sobre todo el de Tatakua, se mezclan con Buenos Aires y, lo que resulta más gratificante, con el terreno mítico, tanto del mundo indígena como del europeo clásico. Se reúne, por ejemplo, la aventura de Diógenes junto a la peripecia de Manuel Domínguez atropellado por el tranvía para concluir con la frase “primero el hombre, luego la máquina”, a la vez que se defiende la igualdad del hombre en la mayor parte del relato o se aboga por la consideración de preceptos vitales indígenas, como el correspondiente al valor de la naturaleza para ellos en el cuento “La batalla semántica” (“Ustedes viven de la naturaleza, nosotros vivimos con la naturaleza”). Lo mágico predomina en cuentos como “El Maleficio”, mientras otros plantean cuestiones como la inmortalidad de Dios (el microrrelato “La salud de Cristo”). Un compendio donde podemos pasar buenos momentos de lectura que nos permiten reflexionar y pensar sobre la naturaleza del ser humano y sus ideas o hábitos.

A pesar de esta riqueza de contenidos, hay relatos carentes de fuerza narrativa, como “El desatino”, donde es complejo apreciar el desenlace, o “La riña”, donde uno no acaba de percibir el interés del relato (digamos que la mente se distrae con más frecuencia de la deseada). Sin embargo, si ponemos en una balanza los cuentos bien acabados, como ese que sigue la mejor tradición rioplatense de la narración futbolística, “El fútbol según Palanca”, con los que presentan alguna deficiencia, el fiel se decantará por los primeros y nos quedaremos con el buen quehacer de Gilberto Ramírez Santacruz.

Como colofón, he querido particularizar el estudio de dos relatos por su interés: “El relato” y “El refutador”. El primero es una teoría personal sobre el género, que parte del epígrafe de Roa Bastos reproducido por medio del que se defiende la necesidad de “naturalizar lo artificioso de las palabras”. Entiende la literatura como un juego, concebido éste como un ejercicio serio y noble realizado por vocación, para a continuación reivindicar la grandeza de Borges. Ramírez Santacruz, por medio del narrador, en esta suerte de narración donde se mezcla la invención y la crítica literaria, defiende la afición al relato procedente de la pureza de los cuentos de las abuelas, y de las noches de infancia. Realmente, quizá convendría a parte de la novela contemporánea recuperar esa esencia del cuento oral, donde la acción queda circunscrita al asunto y no a extemporaneidades descontextualizadas. Esa convivencia entre la sabiduría, personificada en Borges, y la sencillez del cuento oral, es el punto de partida de la poética narrativa del autor; algo más que una declaración de principios e intenciones.

Dejo el apartado final para “La refutación”. Se trata de diálogo imaginario, en un ambiente metafísico, entre Augusto Roa Bastos y el Supremo Gaspar Rodríguez de Francia, donde se mezclan la ficción y la realidad histórica. La calidad de los monólogos y diálogos narrativizados o referidos, sobre todo con sus secretarios Montiel (seudónimo por semejanza fónica con quien fuera secretario/médico personal de Roa Bastos en los últimos años, Alejandro Maciel) y Patiño, el de Francia, y verdadero ente dialógico de la obra Yo el Supremo, provoca que El Maleficio y otras maldades del mundo merezca la pena. Y es que la calidad de su prosa está muy cuidada, hasta llegar a confundirse las personalidades por motivos literarios: la refutación de los testimonios que tratan de aportar versiones de sus historias que difieren de las oficiales o de las personales. Y ahí radica el mérito del relato: en la confrontación de la opinión personal, la oficial y la divergente. Ramírez Santacruz no solamente busca y enlaza hipertextos con Yo el Supremo, lo cual realiza muy correctamente, y reproduce la exculpación-defensa de Francia, sino que establece un diálogo intertextual entre la gran novela que encumbró a Roa a ser el escritor paraguayo más reconocido internacionalmente y otros textos de distintas personas que han escrito sobre él. En sí, el relato posee una enorme calidad por ser una indagación en la naturaleza del poder, del ser humano y de la gloria y la fama; reflexiones que subrayan el carácter humano de Francia y de Roa Bastos, a quienes unió la creación de ese monumento llamado Yo el Supremo.

Me gustaría añadir, a título personal y por alusiones incluidas en la obra, este largo párrafo que Ud. empieza a leer, que eliminaré para siempre una vez publique por primera vez esta reseña. No he querido fijarme en los contenidos, sino en la naturaleza de “El refutador”. Ya escribí todo lo que tenía que escribir sobre la biografía real de Roa Bastos, desprovista de la fatua y vana mitología que la cubría, mientras él vivió: después de su muerte debe ser muy fácil escribir sobre lo que yo ya escribí y reproduce en este relato Gilberto Ramírez Santacruz. Pero a mí me gusta decir la verdad con nobleza en la vida de un autor, no tras su muerte, cuando él no puede defenderse. Y créanme que gocé de una enorme amistad con D. Augusto a pesar de haber revelado aspectos controvertidos de su biografía, porque valoré por encima de ellos la incuestionable calidad de su obra literaria en general, y supe hablar de su vida desde un punto de vista aséptico, científico, sin acritud hacia una persona con la que mantuve enormes diálogos y que me abrió la puerta de un país que es mi segunda patria, el Paraguay. En el fondo él sabía que yo era demasiado valiente y que mi ímpetu investigador me generaría enemigos, y eso lo valoró porque observó que nunca incidí en una herida que otros quisieron siempre mantener abierta para su propio beneficio. Nos reíamos mucho ambos cuando algunos me acusaban de antirroísta, en un alarde de simplismo maniqueo intelectual y de vacuidad de argumentos científicos, porque hay que descalificar con sustantivos y no con adjetivos. Yo ya escribí bastante sobre estos aspectos, los guardé y desde que D. Augusto empezó a tener serios problemas de salud, los abandoné hasta el punto de no haber entrado al trapo a numerosas provocaciones estériles. Y él supo que mi actitud era noble, como así me dijo por medio de un testigo al que ahora mucha gente odia y que da la casualidad de aparecer también en el relato de Ramírez Santacruz.

¿Y qué más da para los amantes de la literatura el que Roa Bastos fuera exiliado o emigrado? ¿Qué más da si nos legó genialidades como Hijo de hombre o Yo el Supremo? Una vez hice la revelación hace ya catorce años; una vez se crucificó a quien la hizo, lean a Roa Bastos si quieren gozar de la buena literatura, aunque yo les recomiendo que dejen Yo el Supremo para momentos en que Uds. se sientan capaces de leer creaciones extremadamente complejas. El resto es vanidad de vanidades. Por eso, lean también El maleficio y otras maldades del mundo de Gilberto Ramírez Santacruz, uno de los autores paraguayos más interesantes de su literatura.

*José Vicente Peiró, escrito del critico literario español, publicado el 24 de agsoto de 2008, en el Suplemento Cultural del dairio ABC de Paraguay