miércoles, 16 de junio de 2010

Obra Poética II


Razones de la sangre: crónicas poéticas del Marzo Paraguayo

Prólogo

Difícil cometido el que nos ocupa: escribir algunas líneas sobre el presente poemario. Dicen los poetas que no hay que escribir sobre caliente, sino buscar el alejamiento, la perspectiva. Esto permitiría decantar las emociones y volver más lírica la palabra, o envolver en todo caso la palabra con un ropaje lírico. Es lo que hicieron por ejemplo, un Miguel Hernández en España y un Hérib Campos Cervera en nuestro país, con versos que todavía resuenan en nuestra memoria:

«Aquí tengo una voz enardecida
aquí tengo una vida combatida y airada
aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida.

Abierto estoy, mirad, como una herida,
hundido estoy, mirad, estoy hundido,
en medio de mi pueblo y de sus males:
herido voy, herido y malherido
sangrando por trincheras y hospitales.» (M. Hernández)

y Campos Cervera:

«... Eran otros los rumbos que imantaban los pasos
de estos inaccesibles guerrilleros del alba.
No fueron al encuentro de una selva de bronce
no buscaron metales solemnes, no quisieron
anchas investiduras, ni charangas, ni cantos.

Simplemente
bajaron a morir para dejarnos
otro tiempo más limpio y otra tierra más clara:
algún laurel más alto y un aire más sencillo,
otra categoría de nubes y otra forma
de dar un aposento, de nombrar una cosa,
o acaso otra manera de abrir una ventana
para llamar al día del hombre venidero.»

Nuestro poeta habla, obviamente, de nuestros hermanos del 47, y hoy, por esos avatares de la historia, volvemos a experimentar un dolor y una esperanza semejantes. Como hicieron aquellos altísimos poetas, los «contadores de sílabas» actuales tampoco quieren pasar por alto nombres como los de Tomás Rojas, Manfred Stark González o Verónica Ortiz -por citar sólo a unos pocos -, y entonces con la voz todavía enronquecida por el fragor de las batallas, quieren rendir su homenaje a quienes hicieron posible la gesta del marzo libertario. Aún lejos de su tierra, sienten igual que sus compatriotas, y se llenan de pena o de alegría con los vaivenes de su existencia. Dice Ramírez Santacruz: «No seré un profeta del día después / porque nuestro pueblo jamás conoció de derrotas / ... Hay pueblos que luchan décadas y cientos de años / hasta que llega el amanecer esperado / El nuestro nunca fue mezquino en su entrega / cuando llega la hora señalada por la historia». Y más adelante: «El marzo paraguayo se llevó muchas cosas / barrió con la peor inmundicia autoritaria / lavó la afrenta de las indignaciones populares / y espantó para siempre la prepotencia de un tirano.» En estos versos -pensamos- está resumido de algún modo el contenido de «Razones de la sangre».

Poemas de circunstancias, sin duda, y quizás más crónicas que poesía, pero que llevan sin embargo el sello de lo perdurable simplemente porque los pueblos no olvidan sus luchas ni su sacrificio. Los dibujos que ilustran los poemas, pertenecientes al artista Tilcará, les confieren una consistencia inusitada, y devienen por mérito propio en los comentarios más brillantes que se puedan hacer.

Edgar Valdez
Buenos Aires, mayo de 1999.



Descalzo sobre el asfalto y otros poemas


el oficio

¿para qué sirve un poeta?

señor
el poeta con su oficio hace muchas cosas
por ejemplo
empuja el horizonte más lejos
de modo que al caminante le resulte inalcanzable

por ejemplo
se encarga de que funcione la luna
y que su luz no deje de hechizar los corazones

señor
el poeta con su oficio hace muchas cosas
por ejemplo
cuida de que el mar no se olvide de las olas
y que las playas no vivan sin sus besos de arena

por ejemplo
corona cantando a su pueblo en las batallas
y pone aureolas a los combatientes caídos

señor
el poeta con su oficio hace muchas cosas
por ejemplo
afina el canto de los pájaros
y autoriza al sol para soltar el amanecer

por ejemplo
contabiliza las estrellas una a una
y reparte justicia en las pasiones

señor
el poeta con su oficio hace muchas cosas
por ejemplo
pastorea las penas insondables de la vida
y apacienta los sueños sempiternos del hombre

por ejemplo
administra en el mundo la inocencia y el candor
y despilfarra placer cuando el amor llama a su puerta


Poemas y canciones de amor y libertad


Prólogo

Villa Rica, febrero 19, 1987

Señor
Gilberto Ramírez Santacruz
Buenos Aires
Argentina

Mi estimado amigo:

Grata sorpresa me causó la vuelta de nuestra común amiga Nenuca Fernández, con el recado gentil de tus libros de poemas, para mí en particular, y para tu colegio, al que veo por tus palabras sentidas que lo tienes aún presente en tus afectos.

GOLPE DE POESÍA, en verdad, como un raudal de fuego y luz, que me devolvió a un oficio casi olvidado. Estimo que en tus poemas hay un rescoldo de tierra quemándote las entrañas. La poesía surge de esa motivación profunda, en el filoso momento de volcarse en palabra. Palabra que, como dices, no consiste en un palabrerío bordado en galaxias ajenas a nuestro trajinar gravoso de polvo y estridencias inútiles.

Me enaltece que pongas como un hito de tu sueño trascendido este pequeño colegio de tu adolescencia. Aquí no ponemos sobre la mesa sino el pan de la dignidad y el respeto humano. Dejaremos a disposición de los muchachos tus versos como un mensaje que busca una precisa respuesta, en el sentir y en el actuar.

Con mis respetos a tus padres, a quienes escasamente conozco, y a tus hermanos, con quienes ya hemos hilvanado juntos muchos ovillos de tiempo -y a quienes felicito efusivamente por su triunfo económico- te reitero mis efusivas expresiones de admiración y fraternal simpatía. Un agradecido abrazo, y hasta pronto.

Ramiro Domínguez

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