sábado, 31 de octubre de 2009

Felicitaciones, maestro literario y padre espiritual: Ramiro Domínguez, Premio Nacional de Literatura 2009 en Paraguay



Felicitaciones, maestro literario y padre espiritual: Ramiro Domínguez, Premio Nacional de Literatura 2009 en Paraguay

Sábado, 31 de Octubre de 2009

"Hay que trabajar con los jóvenes y dejar de lado a los figurones"
El autor de Primeros Poemas, obra con la que fue galardonado, invita a despertar a la juventud para que sea protagonista en la literatura. Considera necesario crear espacios de debate sobre temas instalados en el imaginario colectivo del Paraguay.
"DESCONCIERTO, SATISFACCIÓN Y ALEGRÍA" FUERON LOS SENTIMIENTOS QUE EMBARGARON A RAMIRO DOMÍNGUEZ TRAS ENTERARSE DE QUE HABÍA GANADO EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2009, AYER, POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA.
EL GUAIREÑO ES CONOCIDO POR SU PERFIL BAJO Y SILENCIOSO. Sin embargo, trabaja de forma incansable desde hace décadas en el ámbito de la cultura.
EL POETA, SOCIÓLOGO Y ANTROPÓLOGO, AUTOR DE PRIMEROS POEMAS -OBRA CON LA QUE SE INSCRIBIÓ PARA EL REFERIDO GALARDÓN-, CONCEDIÓ UNA ENTREVISTA A ÚLTIMA HORA EN LA QUE HABLÓ DE SU ESTILO, DE LA NECESIDAD DE DESPERTAR A LA JUVENTUD PARAGUAYA Y DE SU DESEO DE CREAR ESPACIOS PARA REMOVER LUGARES COMUNES DEL IMAGINARIO COLECTIVO. El encuentro con el intelectual se desarrolló en la Biblioteca Municipal de la Manzana de la Rivera.

-¿Qué significado tiene para usted haber sido electo ganador?

-Estuve reflexionando y creo que fundamentalmente representa un viraje en cuanto al enfoque del hombre paraguayo en la literatura.

-¿Puede explayarse?

-Tradicionalmente la literatura del siglo 19, sobre todo, y mediados del 20, enfatizaba un aspecto romántico e idílico de la mujer y del hombre paraguayos. Por su parte, la generación del 40 tuvo un enfoque más ideológico. En mi caso, desde un comienzo traté de tocar el pro y el contra de las cosas. Es una literatura de contrapunto.

-Su trabajo intelectual abarca la sociología y la poesía. ¿Con cuál de ellas se siente más identificado?

-Con ninguna. La literatura es creación, autoexpresión. En cambio, el enfoque socioantropológico es una lectura más objetiva, más crítica de la realidad. Creo que en ellas se me fue la vida.

-Usted dice "se me fue la vida", pero sigue en plena actividad. ¿Cómo ve a nuestros jóvenes?

-Ellos deben recuperar el protagonismo que tuvo históricamente el joven paraguayo. En la cultura moderna se hace un proteccionismo del joven; es el eterno adolescente que no acaba de crecer y que es muy hijo de su mamá y de su papá. Entonces, es un alienado.

-¿Y de dónde viene este concepto?

-La sociedad moderna fabrica esa situación de dependencia. Es algo que se debe combatir.

-Y en el campo literario, ¿cuál es el panorama?

-Es bueno. El otro día participé de la entrega de un galardón en un club social y entre los ganadores había un escritor de tan solo 13 años. Además, había otro de 25 que ya había logrado premios. Hay que trabajar más con los jóvenes, y dejar atrás a los figurones de siempre.

-Siempre hay algo por hacer. ¿Tiene algún deseo incumplido?

-Si pudiera, me gustaría que se destinaran recursos para fomentar el debate sobre ciertos asuntos muy arraigados en el colectivo imaginario del Paraguay.

-¿Cuáles son esos temas?

-Me refiero a que hay que debatir sobre el Paraguay de Cecilio Báez, "el de los cretinos", y el de Manuel Domínguez, "el de los grandes logros". Tenemos que ir revisando nuestra realidad.

DESDE EL GUAIRÁ

Ramiro Domínguez nació el 14 de abril de 1930 en Villarrica. Pertenece a la denominada Generación del 50. Estudió en el Colegio San José (Asunción) y se doctoró en Derecho en la Universidad Nacional de Asunción. Fue uno de los fundadores del Centro de Estudios Antropológicos del Paraguay.

En su producción como autor destacan El valle y la loma, Zumos y Poemas del Exilio.

Además, escribió piezas teatrales como Fantasía Coral y Cantata heroica a Pedro Juan Caballero.

Con el Premio Nacional de Literatura, instituido por el Congreso Nacional, Domínguez recibirá G. 70 millones.


Por Marco López
Diario ULTIMAHORA, Asunción,Praguay, 31 de octubre de 2009
marcol@uhora.com.py


Ramiro Domínguez,
poemas de la adolescencia




Ha sido publicado hace poco tiempo el libro Primeros poemas de Ramiro Domínguez. La obra literaria lleva el sello editorial de Servilibro.
Es materia conocida que los poetas, al iniciarse en el arte escritural, adornan la poesía con embelesos fabricados por su febril imaginación. Acostumbran imitar a las grandes voces de la literatura universal como el chileno Pablo Neruda y el español Federico García Lorca, por citar dos ejemplos.

Toman registro de las expresiones apasionadas y románticas de Gustavo Adolfo Bécquer e intentan trasladar la musicalidad de las rimas a sus composiciones sin tomar las precauciones del caso: conocimiento puntual del tema, de la rima y de la métrica.

El entusiasmo supera a la técnica, la vehemencia arrastra al raciocinio y el fervor por dotar de alas gigantescas a los versos acaban jugando contra la creación. ¿Por qué? Pues porque el conjunto, la totalidad de la obra, el poema propiamente dicho, todo (en suma) se reduce a un esfuerzo del que solamente el poeta sabe, y que el lector desconoce (literalmente).

Igualmente, siendo el poeta un ser extraño, avanza, perseverante, en la tarea de versificar. No lo detiene el ambiente que se muestra reacio a las intensidades de un alma sensible.

DÉBIL TALLO

El vate, en su juventud, es un débil tallo de flor silvestre.

Si no tiene un guía, un maestro, es arrastrado por la desesperanza pues siente que sus revelaciones poéticas no trascienden, ni aportan significado al Arte.

Si es verdaderamente poeta, el joven escritor buscará un maestro, y escuchará con detenimiento sus consejos, y leerá atentamente los textos por él recomendados.

Tratará de identificarse con la esencia de la poesía pura, elemental, sencilla, libre de artificios y de términos erráticos.

Eso no ocurrió con Pablo Neruda, el poeta de Chile, de la tierra con olor a salitre, pues sus primeros pasos por la poesía dejaron dos libros, Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada que reúnen las mejores expresiones amorosas de todos los tiempos.

En el caso de Ramiro Domínguez, quien recibió educación sobre el arte de escribir poesías de la mano de César Alonso de las Heras, se cita su obra primeriza llamada La leyenda de la momia. Un título extraño, sin lugar a dudas. Bajo ese nombre, el joven poeta va juntado sus versos iniciales.


La poesía de Ramiro Domínguez es la plenitud de la maestría. En su libro Primeros poemas, el amor, la ausencia, y el dolor subrayan una inspiración que por momentos llegan a encender los sentimientos.

La cadencia, la rima, pero por sobre todo, la celebración de la palabra puramente poética, están reunidos en el texto del ilustre vate paraguayo.

RESEÑA BIOGRÁFICA DE RAMIRO DOMÍNGUEZ:

Ramiro Domínguez nació en Villarrica (Paraguay) en 1930. Poeta, ensayista, dramaturgo, sociólogo y antropólogo y profesor universitario. Junto con José María Gómez Sanjurjo, José-Luis Appleyard y Ricardo Mazó, pertenece a la llamada Generación del 50, liderada por el maestro César Alonso de las Heras.

Doctorado en Derecho por la Universidad Nacional de Asunción; ejerce actualmente la docencia universitaria y es profesor de Teoría Literaria en la Universidad Católica.

Entre sus obras pueden citarse: Poesía, Zumos, Los casos de Perurimá, Itinerario Poético, Cantata heroica a Pedro Juan Caballero, El valle y la loma, Deslumbres. Mbói yaguá, Comunicación en comunidades rurales.

MUTISMO

La pluma alcanzo a la placiente hoja.

Al alma llamo, llamo al sentimiento,
Y no consigo que mi mente escoja
un verbo que hable de mi sufrimiento.

Morir, si digo, con decirlo miento;
diciendo: quiero, mi alma se sonroja.

Y mientras pugno por decir
qué siento,
el llanto viene y mi razón deshoja.

Qué tiene mi alma, que a la voz rehúye?
Qué el Amor tiene, que mi ser destruye
como la nota que el silencio hiere?

Pues ya que el habla definir no quiere
lo que del alma como lava fluye,
diré que mi alma, sin querer, se muere.

RAMIRO DOMÍNGUEZ

Por Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 28 de setiembre de 2008




El árbol y su sombra*

a Ramiro Domínguez

Lapacho majestuoso de sombra vivificante.
Sembrador tenaz de semillas anunciadoras.
Maestro estricto de lo nuestro universal.
Enemigo feroz de las hojarascas.
Habitante insoslayable de la esencia guaireña.
Profesor sublime de los saberes populares.
Partero de libertad de mi patria embarazada.
Cañero heroico de los trapiches sufrientes.
Alojero lluvioso de zumos rebelados.
Astronauta leal de las fases del Luisón.
Nombrador de pueblos y barrios sencillos.
Poeta magistral de salmos oportunos.
Hombre forestal de ramas didácticas.
Enseñador múltiple de la vida única.
Hallador de nuestros eslabones perdidos.
Perseguidor y arquitecto del Cosmos guaraní.
Hermano feliz del Lorca sonriente.
Amante enceguecido de un Beethoven juguetón.
Lapacho majestuoso de sombra ramificante.
Árbol tocador de nubes y relámpagos enraízados.
Desde su sombra, surge tímidamente este poema.

GILBERTO RAMIREZ SANTACRUZ

*Del libro Golpe de poesía, Ed. comuneros, 1986,Paraguay.

viernes, 30 de octubre de 2009

Erico, el que jugó para los Diablos

Erico, el que jugó para los Diablos

El escritor y periodista paraguayo Catalo Bogado Bordón le contó a la Revista Sudestada detalles sobre la segunda edición de su libro sobre Arsenio Erico, del que reproducimos el prólogo.


Catalo Bogado Bordón, periodista y escritor paraguayo, pasó por Buenos Aires y fue entrevistado por Jaime Galeano para la Revista Sudestada de octubre, que ya está a la venta en los kioscos porteños. Así se refiere, en un pasaje de la nota, al libro que escribió junto a Gilberto Ramírez Santacruz, Arsenio Erico, el ángel que jugó para los Diablos, y que acaba de salir en una segunda edición ampliada: "Acabamos de publicar una reedición de la biografía de Arsenio Erico porque tuvo una excelente aceptación. Erico fue muy popular en Buenos Aires y nos basamos más en su persona que en sus logros deportívos, que dicho sea de paso son muchos récords que hasta hoy siguen vigentes en Argentina. Goleador en un campeonato con 47 goles en 34 partidos. Hizo 293 goles para Independiente solamente. Pero la faceta que no es tan conocida es la de un hombre muy honesto, solidario y patriota que tuvo Paraguay. Tenemos que recordar que él jugaba para la Cruz Roja cuando el Paraguay estaba en guerra contra la hermana república de Bolivia. Estuvo de gira con la Cruz Roja paraguaya por el Uruguay, después por acá y luego de que lo ven jugar los amistosos, el club Independiente compra su pase. Él donó la totalidad del mismo. Y cuando tuvo el enorme prestigio acá, su casa fue el refugio de todos los paraguayos que venían huyendo de las revolu­ciones. Además de sus colegas, en su casa había jugadores uruguayos, rusos, italianos, y otros que no tenían un salario digno por jugar en un club chico. Todos iban a comer a su casa y él siempre fue muy solidario, se la bancaba como dicen acá, cosa que no es muy corriente dentro de ese ambiente, ¿no?"
Arsenio Erico: el ángel que jugó para los Diablos, ésta "historia del mejor futbolista de todos los tiempos" fue escrita por Catalo Bogado Bordón y Gilberto Ramírez Santacruz y publicada por Editorial Arandurã, Asunción, Paraguay, originalmente en 2006, y acaba de ver la luz una segunda edición corregida y aumentada, en 2009. Aquí publicamos las "Palabras para la segunda edición":


La figura de Arsenio Erico convoca pasiones e invoca la maravillosa hazaña de un deportista incomparable. Como autores de la primera edición de "El ángel que jugó para los Diablos", no dudamos un instante en que la breve semblanza de la vida del futbolista despertaría gran interés y estimularía dos grandes acciones alrededor del deportista genial y su condición de paraguayo ejemplar: cumplir el anhelo profundo de que pronto sus restos descansen en su amado suelo, y la reivindicación plena de su legendaria trayectoria, a través de documentaciones fehacientes, testimonios personales, estadísticas, publicaciones de la época y actuales, sin caer en chauvinismo ni fanatismo absurdo sino volviéndolo lo más real posible, que allí radica su virtud principal.
Quién no ha escuchado a muchos comentaristas deportivos y no deportivos, incluso en el Paraguay, tratando de menoscabar su hasta hoy insuperable récord como goleador argentino, con el argumento de que el fútbol de antes era más fácil, y que hoy en día este deporte es de alta competencia, palabras más y palabras menos. Nada más alejado de la realidad dicho razonamiento, antes los jugadores se agenciaban solos para jugar, percibiendo irrisoria paga a cambio y exigidos a obtener máximo resultado a cambio. Pero ellos ponían en cada juego todo su empeño y honor. En este sentido, hoy los jugadores parecen unos "niños bonitos" y unos privilegiados del deporte, a la hora del entrenamiento que ofrecen los clubes o empresarios que los representan.
No hay duda de que los tiempos cambiaron, en la época de Erico el fútbol estaba asociado fuertemente al arte-espectáculo y con hondo sentido que recuerda a los atletas de las Olimpíadas helénicas. La mística envolvía todo el deporte y el futbolista rendía en cada partido un tributo de profunda espiritualidad a los elegidos de las tribunas. En cambio hoy, el fútbol está basado todo su accionar en lo comercial y el negocio que posibilita todo y a todos, clubes, empresarios y jugadores ganancias siderales, pero olvidando muchas veces el desarrollo del fútbol estéticamente y convirtiendo al público aficionado en simple convidado de piedra, que muchas veces alientan a su equipo de espaldas a la jugada. De ahí la doble valoración de las aptitudes del deportista y las actitudes del jugador en tanto hombre de su época, en este caso Erico, que tiene la estrella más brillante en el firmamento del fútbol rioplatense.
Arsenio Erico es la conjugación perfecta del deporte y la solidaridad, facetas admirables hasta hoy que deben servir de guía para las generaciones presentes y venideras. Por dar uno de sus ejemplos, en plena guerra del Chaco (1932-1935), a pesar de su tienta juventud y no poder ser aún soldado en la contienda, integra como voluntario la selección de fútbol de la Cruz Roja Paraguaya que viaja a Buenos Aires a buscar solidaridad para la causa del Paraguay, recaudando fondos en diversos partidos. En la ocasión, fue "descubierto" y se abrió paso en el fútbol argentino, llegando a la cima más alta entre los goleadores.
Pero ha llegado la hora de la justicia para este jugador memorable y el patriota solidario, el regreso con gloria a su terruño y el orgullo de recibirlo que cabe a todo el pueblo paraguayo, a través de sus autoridades nacionales e instituciones deportivas del Paraguay. Y como autores, tenemos la alegría compartida con todos de tener a Erico entre nosotros y ver crecer a nuestro libro "El ángel que jugó para los Diablos", con la cooperación de todos también, en esta oportuna segunda edición que acompaña la llegada triunfal del Paraguayo de Oro a su tierra entrañable, propiciada por sendas comisiones del Parlamento y el Club Nacional. ¡Bienvenido a casa, Arsenio Erico... !

oda a arsenio erico


por fin viene llegando erico
exhibiendo su mejor jugada
chuleando de gusto al tiempo
y pateando de puntín al pasado


llega feliz con la frente alta
y el corazón lleno de goles
ofrenda sus preseas y medallas
y nos invita a borrar tanta espera


es el mismo niño del barrio obrero
que confundió su patio de fondo
con la cancha del club nacional
y su mundo se volvió una pelota


buenas las naranjas mejores los pomelos
a la hora de domesticar el balón
luego hacerlo dormir en los hombros
y acunar en el pecho que guarda un sueño


pronto la historia tocó su puerta
la guerra del chaco le hizo crecer
de sus pies volaron palomas de la paz
y el destino le ancló en buenos aires


un ángel malabarista de la alegría
ganado por los diablos de avellaneda
se hizo genio y duende de las piruetas
atando a sus pies el balón para siempre

la tribuna brama como una tormenta
y le rebautiza con mil nuevos nombres
“saltarín rojo” “hombre del trampolín invisible”
“el hombre de goma” “...de mimbre” y “...de oro”

pero ahora vuelve erico a quedarse
terminó la vuelta al mundo sin lesión
vuelve envuelto con el honor y la gloria
a su tierra ésta tierra que puso imán en sus pies

Los autores

Asunción, abril de 2009.

(Extraído de Portal Guaraní, donde puede adquirirse el libro.)


La Caldera del DiabloUn diario Independiente:http://www.lacalderadeldiablo.blogspot.com/

sábado, 17 de octubre de 2009

Paraguay canta, Paraguay sueña!!!

Paraguay canta
paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares
paraguay canta
en las surgentes rumorosas que manan
en los ríos y sus desembocaduras
en las caídas de su historia más duras
en los sueños más caros que le demandan
paraguay canta
en el verdor intenso de sus paisajes
en el azul célebre de su cielo y lagos
en el ypacaraí de los enamorados
en el mbaracayu de selvas y obrajes

paraguay canta
en el paraná y en las luces de itaipú
en la luna energética de yacyretä
en los genios protectores del ypoá
en las letras y rúnicas del ybytyrusu

paraguay canta
en los duendes de la noche y del sol
en el jasyjatere y el karaí pombero
en el guaraní como gran guerrero
en los dueños de la palabra y el honor

paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares

paraguay canta
en los hombres que resisten con esperanza
en la niña que acuna su muñeca con ternura
en el labriego que levanta su azada y lucha
en el pueblo inmolado en la triple alianza

paraguay canta
en la mujer que agencia su porvenir
en la madre que amasa la paz en su cocina
en el hombre que trabaja en su oficina
en los nobles obreros con overol y hollín

paraguay canta
en el pueblo que ganó a la historia falsa
en el hombre que dio su vida por la libertad
en el niño que mañana combatiente será
en los mítines donde al amor lo llevan en alza
paraguay canta
en el instante heroico de cerro corá
en la hazaña memorable de acosta ñu
en el quijote de pikysyry y paso pucu
en el azaroso final de humaitá
paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres.
paraguay canta sus cantares
paraguay canta
en el altar de los milagros de caacupe
en la fuente de amor del ykua bolaños
en la tierra sin mal de antiguos sabios
en el salto mortal del jaguarete

paraguay canta
en los surcos sembrados de sueños
en la bandera heroica teñida de sangre
en la patria legada por grandiosos padres
en los aborígenes y en los comuneros
paraguay canta
en los albores de su historia como patria
en la nación de iguales de lambaré e irala
en el ideal de mena mompox y antequera
en las obras y gestas de los lópez y francia
paraguay canta
en todas las batallas y las guerras
en las que ha perdido y en las ganadas
en curupayty y uruguayana
en contra de la alianza e Inglaterra
paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares
paraguay canta
en los mutilados de la guerra del chaco
en el territorio que con sangre regaron
en los brigadistas que a españa llegaron
en la república de poetas que los atrajo
paraguay canta
en los logros de la revolución de febrero
en concepción y sus montoneras
en el resurgir de la historia verdadera
en los héroes y sus arduos derroteros
paraguay canta
en la democracia y su primavera
en la resistencia a la guardia urbana
en las guerrillas y ligas agrarias
en la paz como estrella y bandera
paraguay canta
en las marchas ensordecedoras del silencio
en las voces inaudibles de los olvidados
en el hogar de los pobres y desheredados
en el sueño de una patria sin privilegios

paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares
paraguay canta
en la víspera y madrugada de san blas
en los soldados que rodearon al dictador
en el pueblo que su libertad cantó
en los carlos que obraron por los demás
paraguay canta
en las jornadas del marzo paraguayo
en los mártires que ofrecieron su vida
en la libertad que fue redimida
en el espíritu de los próceres de mayo
paraguay canta
en el despertar del pájaro campana
en el alba de campesinas y chiperas
en el cielo de las musas asuncenas
en los perfumes de naranja y guayaba
paraguay canta
en los artesanos que moldean día a día
en las tejedoras del aó po´í y ñanduti
en el azahar de naranjos y lima sutï
en las vendedoras de suerte y lotería
paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares
 
paraguay canta
en sus poetas músicos y cantores
en su lengua de miel y cuchillo
en etiguará ñesu y natalicio
en mongelós ortiz guerrero y flores
paraguay canta
en el dolor que tanto amó barrett
en los personajes de julio correa
en los cuadros de holden jara y soler
en la ceniza redentora de campos cevera
paraguay canta
en sus leyendas mitos y el payé
en el arpa bruja de pérez cardozo
en el angelical erico del diablo rojo
en la guitarra brava de mangoré
paraguay canta
en las letras indelebles de roa bastos
en los versos de elvio romero y Emiliano
en el canto genial de maneco galeano
en las polcas y guaranias de sones vastos
paraguay canta
a pesar de todos sus pesares
a pesar de todas sus quejumbres
en soledad y en las muchedumbres
paraguay canta sus cantares

viernes, 16 de octubre de 2009

El grito de Triana y el encubrimiento de América!!!


El grito de Triana

Tener a Dios y a la Virgen en los labios,
la religión en apariencia, un rosario en la mano
y sólo los intereses temporales en el corazón,
es la primera máxima de vuestra nación
soberbia: España.

Richelieu



La serena inmensidad del mar parecía inquietar aún más el espíritu ansioso de los hombres en vigilia. Las tres carabelas que habían salido el viernes 3 de agosto de 1492 de la barra de Palos o Saltés, se dejaban llevar pesadamente hacia algunas orillas imaginarias que, hasta ese momento, tal vez existían sólo en el delirio del futuro Almirante. Aunque éste tuviera en secreto a Nóloc como prueba irrefutable de que había tierras hacia el Poniente, pero sin imaginar ni remotamente a qué distancia se hallaban las mismas. Entre los 120 hombres que constituían la tripulación, entre oficiales, galeotes y acompañantes en general, estaba Nóloc anónimamente con los embarcados. Por un pacto con Colón debía callar siempre sobre todo aquello que se refería a su origen y la forma en que se habían conocido. Así lo hizo varios años, desde que llegó a la isla Madeira con unos marineros -74- náufragos que le trajeron de otra isla de las Antillas, donde él vivía y que una poderosa tormenta llevó el barco que había salido de España rumbo a Inglaterra o Flandes. Si bien el regreso también resultó lleno de accidentes y crueles padecimientos, entre los moribundos sobrevivientes estaban Nóloc, el piloto -que algunos sostienen que fue el mismo Colón-, y algunos ayudantes más.
Se sabe que Colón, a fines de 1483, solicitó al rey Juan II de Portugal carabelas aprovisionadas para un año y provistas de baratijas para el trueque, «cascabeles, bacinetas de latón, hojas del mismo latón, sartas de cuentas, vidrio de varios colores, espejuelas, tijeras, cuchillos, agujas, alfileres, camisas de lienzo, paño basto de colores, bonetejos colorados, y otras cosas semejantes, que todas son de poco precio y valor, aunque para en re gentes del las ignorante, de mucha estima». Además, Colón tenía en su poder la carta, escrita por un sacerdote portugués en 1474, que le envió el famoso geógrafo florentino Toscanelli y decía lo siguiente: «(habla) del muy breve camino que hay de aquí a las Indias, donde nace la especería. (...) Y de la isla de Antilia hasta la novilísima isla de Cipango... son 2500 millas... la cual isla es fertilísima de oro y de perlas y de piedras preciosas: sabed que de oro puro cobijan los templos y las casas reales». La fuerte tempestad marítima que devolvió a los marinos hacia las orillas de Madeira fue por aquellos años, pero nadie hasta hoy quiso romper el encantamiento que produjo el anuncio oficial y «real» de la existencia del «Nuevo Mundo y de las Indias».
Según parece, Cristóbal Colón nació en Génova alrededor de 1451, hijo de unos tejedores y comerciantes, Domingo Colombo y Susana Fontanarrosa. Desde muy joven comenzó a navegar por las costas mediterráneas ofreciendo las mercancías de sus padres y acompañando también a unos parientes filibusteros. Cristóforo Colombo, tal su nombre verdadero, a su condición de aventurero y mercachifle, siempre se añadió a sí mismo una misión divina sobre la tierra. Su hijo y biógrafo Fernando escribió en ese sentido: «Creo que el Almirante fue elegido por Nuestro Señor para una cosa tan grande como la que hizo, y porque había de ser verdadero apóstol, como lo fue en efecto, quiso que en este -75- caso imitase a los otros, a los cuales, para publicar su nombre, eligió en las orillas del mar y no en los palacios y en las grandezas». Pero, indudablemente, la adopción de un nombre castellanizado se debió exclusivamente a la idea de congraciarse con los Reyes Católicos, quienes fueron los únicos que le aceptaron su descabellado proyecto que sólo él sabía que no era tal. Si le hubiesen aceptado en Inglaterra o Francia, países a donde envió a su hermano Bartolomé a pedir también apoyo económico, no dudaría un instante para hacerse llamar algo así como Cristopher Clown o Cristobau Colombaire. Como así también hubiera ocurrido con Portugal, donde él mismo había pedido de rodillas en más de una oportunidad financiación para sus travesías, hubiese adoptado sin ruborizarse y tranquilamente un nombre como Cristobao Colao o algo por el estilo. Colón siempre soñó encabezar alguna vez expediciones que hicieran sombras, inclusive a las legendarias aventuras de los piratas de su tiempo, en especial a las de su tío general Colombo el Mozo. De ahí que no resulta nada extraño que haya aparecido también integrando un gran emprendimiento del gobierno de Islandia (Tule) en 1477, registrándose con el nombre de Juan de Kolno y quedando a oscuras hasta hoy los pormenores de su participación. Pero casi no cabe duda de que este viaje lo realizó, según sus propias palabras escritas que transcribe el padre Bartolomé de Las Casas, en el Tomo 1 de su Historia de las Indias: «Yo navegué el año cuatrocientos setenta y siete en el mes de febrero, ultra Tule, isla, cien leguas...». En base a estos datos, se deduce que «ultra Tule» sugiere que la navegación en que participó Kolno (Colón) tomó la dirección inequívoca hacia el oeste. Por lo tanto, viajando «cien leguas» al oeste de Islandia, pudo haber estado ya, nuestro futuro «descubridor» y Almirante, frente a América en 1477.
Al creerse predestinado, Colón se dispuso a cumplir su misión divina; aunque su vida de vagabundo no conoció de reparos morales ni éticas, a sus ambiciones desmesuradas y sus indisimulados fines de lucro siempre los revistió de idealismo y mística. Por un lado, se hacía llamar Xristo Ferens, «el que lleva a Cristo», y por el otro, era el hombre -76- más práctico, y concreto que se pueda imaginar... Por eso exigía a los Reyes Católicos una capitulación con suculentos porcentajes de cuanto obtuviera dentro de la jurisdicción de la Corona. El futuro Almirante provenía de una familia de comerciantes, parientes filibusteros y con experiencias propias en las más variadas operaciones comerciales. Traficante de esclavos, especies y demás productos considerados de difícil adquisición y valorados por la gran demanda. Pero lo más importante para Colón era realizar el viaje a la India para satisfacer esa escasez de especiería oriental y de paso ver la isla de Nóloc si sigue en el lugar de siempre. Es decir, Colón nunca desligó de sus ideales el fin económico y divino. Por eso a la hora de escribir sus recuerdos de 40 años en el mar cumpliendo su misión, habla de que con el oro de las Indias prepararía 100000 soldados de infantería y 100000 de a caballo para el rescate del Santo Sepulcro, como así también proveer a los reyes Fernando e Isabel «oro cuanto overen menester», especias, algodón, resinas y «esclavos cuantos mandaran cargar. Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey y reina... adonde toda la cristiandad debe tomar alegría... en tornándose tantos pueblos a nuestra santa fe, y después por los bienes temporales; que no solamente la España, más todos los cristianos tendrán aquí refrigerio y ganancia».
En su adolescencia Colón se fogueó en el arte de la navegación y piratería bajo el mando del mencionado pariente filibustero, general Colombo el Mozo. Con éste participó en un combate contra los moros y traficó negros de África para esclavos en las islas Azores y Madeira, donde eran empleados en la producción de azúcar, vino y trigo. Cuando tenía, aproximadamente, 25 años también participó como corsario en una escuadra del general Colombo el Mozo, con quien salieron al encuentro de cuatro galeras venecianas que volvían de Flandes con el propósito de atacarlas. La batalla se desató entre Lisboa y el cabo de San Vicente, donde terminó en llamas la nave en que viajaba Colón. Para salvarse, tuvo que nadar varias leguas hasta tocar costas portuguesas y luego se estableció en Lisboa. Aquí le conoció a Felipa Muñiz de Perestrello que sería después su esposa, hija de un caballero y navegante -77- italiano, ex gobernador de la isla portuguesa de Puerto Santo que había colonizado él mismo. Al morir éste había dejado varias anotaciones sobre los descubrimientos hechos por los portugueses y también los descubrimientos propios. Después de leer ávidamente estos recuerdos de Perestrello, se acrecentó todavía más en él la idea de adentrarse en el «mar tenebroso» hasta llegar a la India y aprovechar la gran demanda de pimienta, clavo, canela y vainilla. Además, el barco destartalado que volvió trayendo a Nóloc de «tierras todavía desconocidas» contenía entre sus cargas algunos de estos productos y lengüetas de oro.
Al poco tiempo, Colón enviudó quedando con un hijo y comenzó a repartirse su vida entre Lisboa y Madeira. Informándose de todo cuanto se haya escrito y dicho sobre los viajes oceánicos o atlánticos. Encontró que Séneca había vaticinado el descubrimiento con estas palabras: «Con el transcurso de los años perezosos, vendrán siglos en el que el Océano rompa sus cadenas y aparezca, ingente, la superficie de la Tierra; en que Tetis descubra nuevos orbes y no sea Tule (Islandia) el término del mundo». También Séneca en su Libro Quinto de las Cuestiones Naturales dice que «el mar es navegable en pocos días si el viento es favorable». Asimismo, entre las lecturas preferidas de Colón figuraban Geografía de Ptolomeo; las crónicas de Marco Polo; O Regimento do Astrolabio y los conocimientos sobre el atlántico de Enrique el Navegante; Historia Rerum de Eneas Silvio Piccolimini; Imago Mundi del cardenal Pedro Dailly, que en un pasaje -que Colón leía y releía diariamente- escribió: «Dice Aristóteles que el mar es pequeño entre los confines de España y el principio de la India».
En busca de más informaciones, Colón tomó contacto directo con el sabio y comerciante florentino Paolo del Pozzo Toscanelli, que sostenía que, navegando siempre hacia occidente, se podía llegar tranquilamente a la India y arriesgó a dibujar un mapa, indicando los lugares a donde llegaría aquel que se anime a viajar haciéndole caso. Por supuesto, Toscanelli ignoraba olímpicamente que antes de llegar a la India por occidente había que cruzar primero todo un continente. Quizás, la caída de Constantinopla que le cortó su negocio de venta de -78- especies, hizo que apurara algunas teorías facilistas para entusiasmar a gente predispuesta como Colón y así aliviar la amenaza a su comodidad económica. Igualmente, el futuro Almirante no se cansaba de recoger todas las noticias relativas a los viajes hacia el Sur, a lo largo de la costa occidental de África y, sobre todo, de los portugueses que habían ocupado las islas Azores y procuraron lograr los descubrimientos más remotos. Oyó hablar de trozos de madera labrada que flotaban en el Océano, de enormes cañas y árboles raros arrastrados hasta la playa de Porto Santo o Madeira; como también botes y una vez hasta de «dos cadáveres de anchos rostros, diferentes en sus aspectos a los cristianos». Colón convivía a diario con todas esas historias que hablaban de las Antillas, de la isla de Siete Ciudades, entre tantas otras.
Enmedio de estos comentarios y elucubraciones, un día estando Colón en Madeira escuchó hablar de unos marineros que llegaron moribundos y ganaron la costa en una nave maltrecha como venidos de muy lejos. Acudió Colón a recibirlos y solamente pudo hablar unos minutos con el piloto antes de que éste se muriera. Sin embargo, lo suficiente para saber que habían ido a parar en una isla hacia occidente, después de varias semanas de viaje a la deriva, y que trajeron con ellos un nativo de aquella tierra lejana que le hizo conocer una tormenta interminable. Poco después, averiguando supo que el extraño «hombre desnudo» fue a parar en una cárcel acusado de exhibición impúdica y sospecha de herejía. Colón de inmediato se puso al tanto de lo acontecido y fue a conocerlo a la prisión de Cádiz. Lo encontró en pésimo estado, prácticamente agonizando. Se enteró por los carceleros que se llamaba Nóloc a secas y que no tenía ni apellido. Hablaba una lengua, le dijeron, nunca escuchada. Y que pesaban sobre él serios cargos de inmoralidad y negación de Dios. Colón movió sus resortes ante la jerarquía de la Inquisición y los Reyes. LLegó a hablar con el mismísimo Tomás de Torquemada sobre la situación de Nóloc y logró milagrosamente conmiseración para rescatarlo en unos años. Ciertamente, Colón hizo un pacto con el desconcertado presidiario, que sólo modulaba algunas palabras castizas y muchas monosilábicas y onomatopéyicas de su -79- incomprensible lengua, antes de seguir adelante con los preparativos de su soñado viaje. Muy pronto «el hombre desnudo», como le nombraban los que le habían visto, aprendió a comunicarse y esperar a Colón que cumpla su promesa de sacarle de la cárcel, y devolverle a su tierra enmedio del mar.
A partir de aquí, Colón comienza a peregrinar en busca de un apoyo financiero que le permita hacer realidad su proyecto de doble objetivo. Sin duda, el más importante era la cuestión de llegar al Reino de las Especerías, ubicado en el Oriente, y explorar el Occidente, por donde también habría pimienta y oro; a juzgar por los elementos encontrados en el barco hecho tablas dispersas que había ganado la playa de Madeira. Si bien tardó en llegar ese apoyo financiero, porque nadie creía que un buscavidas podía tener en la mano la llave de un nuevo mundo, Colón no supo de fatigas ni desmoralización. Sin abandonar el estudio de los documentos de cartografía que tenía a mano, seguía peregrinando por las cortes de Francia e Inglaterra a través de su hermano Bartolomé, de Portugal y España en forma personal, procurando los recursos necesarios para calmar su premeditada obsesión. Pasó un tiempo en Lisboa y luego tomó rumbo hacia el puerto de Palos. Fue a parar al convento de La Rábida, donde depositó a su pequeño hijo Diego al cuidado de los frailes, luego se dirigió a Sevilla en busca de ayuda. En ese ínterin conoció a un señor feudal de incalculable fortuna, conde de Medinacelli, autoridad principesca del Puerto de Santa María, cerca de Cádiz, quien entusiasmado por el fantástico proyecto envió a Colón junto a la reina Isabel a Córdoba, y especialmente para hablar con el tesorero de la corte, Santángel, que sin desalentar el emprendimiento manifestó la imposibilidad financiera de España para tan costoso viaje. Posteriormente, comentaría este hecho el hijo de Colón, Fernando, diciendo que su padre no pudo convencer aquella vez a los Reyes y a sus asesores por no querer abundar en detalles, en cuanto a las pruebas que ya poseía sobre las tierras lejanas ubicadas camino a la India, Catay (China) y Capango (Japón). Escribió también Fernando Colón que el Almirante temió que al dar todos los elementos pudieran -80- otros realizar su trayecto aún imaginario, porque conocía el espíritu victorioso de los españoles que recién habían aplastado del todo a los moros, y comenzaban a expandirse más allá de los límites de su territorio. Bastante apesadumbrado volvió al convento de La Rábida y conoció al fraile Juan Pérez, que había sido confesor de la reina Isabel. Este nuevamente intercedió por Colón ante la reina, escribiéndole y aconsejándole que aceptara el desafío histórico que planteaba su recomendado. Pudo conseguir que la reina volviera a recibirlo y hacer que Santángel pudiese obtener los fondos necesarios que poco tiempo atrás había expresado no tener. Los historiadores más coherentes coinciden en que el dinero salió de las arcas de La Real Casa y la Santa Hermandad, con el consentimiento de los Reyes Católicos y las algebraicas maniobras de Santángel. Colón dijo que «vide poner las banderas reales de Vuestras Altezas en las torres de Alfambra y de vide salir al Rey Moro a las puertas de la ciudad y besar las reales manos de Vuestras Altezas» y les prometió que muy pronto izaría los estandartes reales en las tierras que a su paso irían apareciendo en el Océano. Los Reyes aceptaron esta riesgosa aventura con el afán de continuar la reconquista de España, como nueva hazaña de dominio expansivo, de fervor religioso y de ansia lucrativa. Colón, en cambio, logró una capitulación que en caso de éxito le proveería una distinción nobiliaria, el título de almirante, con todas las prerrogativas disfrutadas por un almirante de Castilla, en todas «aquellas islas y tierras firmes que por su mano e industria se descubrieren o ganaren en las dichas mares océanas». Sin embargo, en la capitulación no se menciona a Asia, la India ni el Extremo Oriente, pero Colón tenía consigo -además de una carta abierta dirigida a todos los reyes y príncipes de parte de los Soberanos Católicos- una especial cuyo destinatario era el Gran Khan, «porque siempre creyó -dice el padre Las Casas- que allendo de hallar tierras firmes e islas, por ellas había de topar con los reinos del Gran Khan y las tierras riquísimas del Catay».
Con la autorización en la mano, Cristóbal Colón se dirigió a la villa de Palos y encontró que la Corona ya había ordenado equipar tres -81- carabelas, labor que estuvo a cargo de los hermanos Pinzón, ricos navegantes, sobre todo el primogénito, Martín Alonso, «el mayor hombre y más determinado por la mar que por aquel tiempo había en esta tierra». Colón se embarcó en la carabela capitana, la Santa María, que era también la más lenta, llevando como piloto al famoso navegante Juan de la Cosa. Martín Alonso Pinzón capitaneaba la Pinta, cuyo piloto era su hermano Francisco. El tercero de los hermanos Pinzón, Vicente Yáñez, comandaba la Niña -la más pequeña- piloteada por Pedro Alonso Niño (Peralonso). Zarparon las tres carabelas armadas y equipadas, con alrededor de 120 hombres, en su mayoría presidiarios de por vida, a quienes se prometió libertad a su regreso de la expedición; entre ellos, Nóloc que veía así cumplir medianamente su palabra a Colón a cambio de su prolongado silencio.
Llegó el momento largamente anhelado por Colón, las carabelas tomaron rumbo al Poniente misterioso para muchos y no tanto para él, que estaba seguro de que era cuestión de entregarse al viento incesante del Noroeste y custodiar las frágiles paciencia y confianza de los tripulantes. En los primeros días las aguas les resultaban familiares, porque recién estaban por las cercanías de las islas Canarias, que entonces ya estaban sometidas a la corona de Castilla y por donde habían navegado antes en muchas oportunidades. Pero la verdadera aventura comenzó alrededor del 6 de setiembre, cuando dejaron atrás Gomera -la más occidental de las islas conocidas hasta ese momento-, y emprendieron el viaje que tendría por fin el «ensanchamiento del mundo», según estaba previsto oficialmente por Colón y los Reyes Católicos.
El mar se dejaba surcar mansamente y la brisa parecía no tocar la faz marítima. El virtual Almirante, según confesaría después él mismo en sus crónicas, se pasó «treinta y tres días sin probar el sueño» y restregándose los ojos por si éstos se hayan olvidado que debían cerrarse de vez en cuando para descansar. Pero pasaron los días, semanas y las tierras seguían existiendo solamente en la ilusión de -82- Colón y en la memoria de Nóloc. En más de una oportunidad la brújula varió su orientación dando señales de tierra próxima, luego resultaban el desencanto y la incertidumbre para los no muy serenos tripulantes. El descontento entre ellos llegó a generalizarse y por consecuencia se amotinaron. Temían, con fundados argumentos que les daba tanto tiempo de navegación, no poder regresar nunca a España por causa de un obcecado genovés, que supo convencer a los Reyes para sacarles de la cárcel y prometerles libertad y oro a cambio del viaje. Colón tuvo que desenrollar los datos más precisos sobre la posibilidad de encontrar tierra, y les exhibió un montón de mapas que guardaba secretamente; donde se veía a la claridad que en pocos días más de navegación ya estaban las islas. Barajó con gran elocuencia, como lo hiciera tantas veces ante los distintos reyes, mezclando sus conocimientos cartográficos con dosis de revelación divina. Habló de su amistad con los más respetados navegantes portugueses de la época, mencionando a Joao Vaz Corterreal y sus hijos Miguel y Gaspar Corterreal; legendarios exploradores del «mar océano» y a quienes había conocido durante su estada en Inglaterra e Islandia. En este último país, les confesó, que hace muchos años había formado parte de una expedición que comandaba el propio Joao Vaz Corterreal e hicieron un viaje precisamente hacia las tierras que ellos estaban por tocar. Por supuesto, tampoco dejó de bosquejar su remota idea sobre la esfericidad de la tierra y mostró, en el momento a los tripulantes, que el mar parecía hundirse a lo lejos. Para más prueba de que su proyecto de antemano estaba asegurado, le hizo hablar a Nóloc de su origen, cómo conoció a Colón y cómo había llegado a la Isla Madeira después de un accidentado viaje. Dijo Nóloc, entre otras cosas, que «no hay agua sin orillas ni tierra sin límites». Luego fue devuelto entre los servidores de la escuadra y comentó con los compañeros la incredulidad de los «peludos», como llamaba él a los europeos; tal vez porque él y su gente eran casi totalmente imberbes y lampiños, que contrastaban con las hirsutas barbas de los pretendidos conquistadores y acompañantes. Nóloc, sin proponerse, presentía que esa gente traía entre manos todo ese mundo de muertes y crueldades -83- que él vivió en sus últimos años. No veía la hora de llegar a su tierra y contar a los suyos todo lo visto y sufrido entre «los peludos».
Después de quince días de navegación, a 400 leguas de las Canarias, Colón y Pinzón coincidieron en que -según la carta de navegar del próximamente Almirante-, la cual circuló de barco a barco para ser estudiada, las islas estarían ya cerca. Luego seguirían viajando otros quince días más para alcanzar tierra, pero antes -el 7 de octubre- tuvieron que torcer el rumbo al suroeste porque algunas aves volaban en esa dirección supuestamente hacia alguna costa. El día 10 de octubre, los tripulantes se negaron rotundamente a seguir adelante, Colón una vez más triunfó sobre la necedad de sus galeotes, prometiendo grandes recompensas para todos ellos. Al día siguiente, resultaban ya evidentes las señales de tierra, pero tampoco lograban aliviar la desconfianza de los tripulantes que estaban también presos de miedo. Dentro de este clima de disconformidad, Colón estipuló a toda la tripulación un importante premio y recibiría el mismo aquél que viera primero la tierra. A pesar de todo, las naves que se comunicaban constante y fluidamente no tenían por paisaje otra cosa que no fuera un ancho mar sin horizonte. Hacía pocas horas que había comenzado aquel 12 de octubre de 1492 y algunos hombres embarcados seguían ironizando sobre la capacidad mental de Colón, y presagiaban un trágico fin para éste. Otros, durmiendo de hambre, cansancio y enfermedad. Varios, con las miradas escrutando cualquier manchón real o imaginario que pudieran aparecer de repente frente a ellos.
La noche se iba destiñiendo y el crepúsculo parecía erguirse de su hundimiento lejano. Colón recorría por toda la nave y atento a cualquier signo que pueda recibir de las otras embarcaciones. Nóloc ya estaba contento al reconocer el aire y viento de su tierra; él que ya había creído que no saldría con vida de la cárcel de Cádiz, donde fue depositado luego de llegar náufrago y acusado de desnudez y falta de fe. Pero estaba sano y salvo, a pocas millas de su añorada Hamaika. Gracias, en parte, a la gestión directa de Colón ante los Reyes y las autoridades inquisitoriales, pudo salir del presidio que estaba lleno de judíos, moros e innumerables -84- españoles acusados de herejes. Pero esta desgracia le llevó a conocer un mundo cargado de enredadas historias, un mundo de miserias y joyas; absolutamente incomprensible para él. No veía ya el momento de comenzar a narrar a los jóvenes las costumbres de esos hombres raros y fieros que se iban acercando lentamente quién sabe con qué ambición. Estaba seguro de que eran muy distintos de los otros que desde hace siglos venían visitando a los hamaikinos, o a menudo pasaban simplemente tocando a la ligera las costas de sus islas. Nóloc recordaba con especial cariño a sus ex compañeros de celda, cada uno con su lengua y silencio, pero unidos todos por la misma cadena de dolor e impotencia.
Después de treinta y siete días de viaje en mar abierto, contando desde las Canarias, el marinero Rodrigo de Triana largó su desesperante grito de ¡tierra!... ¡tierra!... ¡tierra!, rompiendo el silencio del alba, cuando avistó una isla por primera vez a poquísimas millas adelante. Pero de nada le sirvió a Triana haber roto la garganta, porque el premio estipulado se quedó en mano del mismo Colón, aduciendo que él había visto ya la tierra antes de salir de España y abundó en detalles para comprobar su condición de visionario. Fernando Colón explica este hecho así: «la Pinta fizo señal de tierra, al cual vio primero Rodrigo de Triana, marinero, y estaba a dos leguas de distancia de ella; pero no se concedió la merced de treinta escudos, sino al Almirante, que vio primero la luz en las tinieblas de la noche, denotando la luz espiritual que se introducía por él en las tinieblas».
Los expedicionarios bajaron a tierra en la isla Guanahaní, luego Colón la bautizó como San Salvador y es una de la serie de las Bahamas. Colón pisó acompañado por los dos capitanes y un notario, blandiendo el estandarte real como había prometido a los Reyes; mientras los desnudos isleños se agolpaban a su alrededor e hizo testigos a sus compañeros de que tomaba posesión de esa tierra en nombre de Fernando e Isabel. Luego describiría Colón a esta isla como de «árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras... Es el arbolado en maravilla, aquí y en toda la isla son todos verdes y las hierbas como el abril de Andalucía; y el cantar de los pajaritos que -85- parece que el hombre nunca se querría partir de aquí, y las manadas de los papagayos y tan diversas de las nuestras, que es maravilla... Porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio, que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor... En fin, todo tomaban, y daban de aquello que tenían, de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andaban desnudos como su madre los parió, también las mujeres... Cuando llegué aquí me enviaron dos muchachas muy ataviadas: la más vieja no sería de once años y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura que no la tendrían más unas putas... Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban, con ignorancia. No tienen algún fierro; sus azagayadas son unas varas sin fierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas... Yo estaba atento y trataba de saber si había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazo colgado en un agujero que tienen en la nariz. Por señas pude entender que, yendo hacia el Sur, había allí un Rey que lo tenía en abundancia... No se me cansan los ojos ver tan bellas verduras... y aún creo que hay en estas tierras muchas hierbas y muchos árboles que valen en España para tinturas y medicinas de especerías... Yo, placiendo a nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis (nativos) a Vuestra Alteza para que deprendan a fablar», como hicieran antes con Nóloc otro capitán expedicionario que para algunos no fue sino el propio Colón en un viaje anterior, previo al montaje de la realeza española para el «oficial descubrimiento». Pero previamente, antes de dar a conocer al único mundo existente para ellos, tuvieron que cerciorarse de lo que había en el supuesto «nuevo mundo» y luego invertir en la propaganda del hallazgo. «El oro es excelentísimo -escribió Colón sobre lo que halló-; de oro se hace tesoro, y con él, quién lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo y llega a que echa las ánimas al Paraíso».
Con el tiempo, Nóloc comprendería que con aquel feroz grito de Triana: no se descubría una nueva tierra, sino se encubriría o tragaba -86- para siempre su vieja tierra. Luego, imaginaría al marinero de la Pinta como a un dragón que al gritar tragaba su tierra con todo lo que había adentro. Y comenzó a ver en su propio mundo brotar los males que había padecido y visto durante su permanencia al otro lado del mar. No le dieron tiempo a explicar a los suyos lo que significaba el robo y el saqueo, como había aprendido de los compañeros judíos y moros que quedaron con las dos manos para taparse «su natura». El concepto de mentira y la palabra pronunciada para no cumplir después. No tuvo que explicar cómo unos podrían disponer de la vida de otros, ya que pronto los tripulantes comenzaron a saciarse instintivamente con las mujeres, niñas y ancianas. No encontraba palabras para explicar cómo «los peludos» podían matar sin declarar a alguien su odio o enemistad. Que la cruz que traía era el símbolo de su Dios, a quien ellos mismos lo habían matado en esos maderos entrecruzados y siguen matando sin cansancio en su nombre en el mundo que él conoció. A Nóloc le había llamado mucho la atención de que sólo unos pocos comían bien y tenían lindas casas, mientras los demás deambulaban por las calles y hambrientos; decían que por la falta de fe y maldecidos por Dios a través de los inquisidores. Pensó que también en poco tiempo empezaría a faltar comidas en Hamaika y que, los delincuentes que aspiran ahora que llegaron a ser conquistadores, no dudarían en arrasar sus hogares con el fuego furioso que recomendaba Torquemada para purificar las casas de los acusados de herejía. Nóloc que había escapado milagrosamente de la hoguera del mencionado Tomás de Torquemada, Inquisidor de la Corona de Castilla, debido a que su persona poseía importancia para la empresa de Colón y lo rescataron de la tortura que procuraba extirparle la estigmática herejía: un crimen de lesa majestad divina. Le explicaron aquella vez, antes de ser sometido al martirio, que por una bula llamada «Aaextirpanda» le debían torturar para desalojar de su alma el mal que hizo que él desconociera la existencia del único Dios, hechos que le hacía cometer un «crimen majestatis» y convertirse en «infame». Ah, que también le correspondía una sola tortura, pero que podía consistir en varias sesiones. Es decir, todas las que vienen después de la primera vez -87- no son otras torturas, sino «la continuación» de la primera. Si bien Nóloc había salido íntegro físicamente, no podía olvidar a los ex compañeros que terminaron en la hoguera o fueron marcados con la cruz amarilla cosida a la ropa, para vivir despreciado el resto de su vida.
Desconsolado, Nóloc veía destruirse en manos de «los peludos» todo su mundo, como desvastado por un huracán sin viento pero con espadas filosas y cruces mortales. El mundo que él descubrió le acompañó a su regreso y como una peste se abatió sobre su tierra. No imaginó jamás que el hambre y el dolor podrían cruzar tan inmenso mar. Si algo había en Hamaika era abundancia y signos de vitalidad por doquier. Por Nóloc habló el padre Bartolomé de Las Casas escribiendo que «será bien preguntarles que en tantos mil años que estas Indias están pobladas, si los enviaron de comer los españoles desde allá. Si cuando acá llegamos los hallamos flacos y trasijados y les dimos industria para que comiesen, porque vivían no comiendo y les trajimos de Castilla los manjares y los hartamos, o ellos a nosotros nos mataron nuestra hambre y libraron millares de veces la muerte...». Nóloc, al ver todo lo que pasaba a su tierra, recordó también las palabras de un moro que compartió con él la celda, que los españoles llamaban a su barbarie algo así como «guerra justa». Y esa doctrina significaba para ellos ser considerados infieles o infames, y eran sometidos quedando sin derechos algunos; además de ser despojados de sus bienes, sus tierras, sus dioses, sus culturas, y su vida. Asimismo, el padre Las Casas habló a los suyos por Nóloc también escribiendo: «guerra que se hace contra el derecho natural, contra el derecho divino y contra el derecho humano; sin más razón que la de sujetarlo al imperio de los cristianos, como obra propia de ladrones, salteadores y tiranos...».
1988

jueves, 15 de octubre de 2009

Un gato cruza el puente de la luna...


Centro Cultural Espacio Urbano

Viernes 16 de octubre, 22:00 hs.

Barrio Villa Crespo
Calle Acevedo 460
(Entre Av. Corrientes y Vera,
Est. Subte. Malabia)

José Jaime Ruiz (Monterrey, N.L. 1963). Poeta, periodista y promotor cultural. Fue jefe de información de Televisa Monterrey, director y conductor del noticiario Diario del Aire que se transmitió por XEAW en AM, por XHPJ en FM y el Canal 37 de Cablevisión. Ha sido editorialista de los periódicos: El Diario de Monterrey, El Porvenir y Milenio Diario, y director editorial de este último medio. Ha sido colaborador de Excélsior, La Jornada, El Universal, La Crónica y la revista Milenio Semanal. Fue becario fundador del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (dependiente de CONACULTA) en su versión para Jóvenes Creadores. Su libro La cicatriz del naipe (UANL, 2007) fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”. Actualmente es editorialista de Las Noticias en Televisa Monterrey, consultor y analista político. Fundador y director de la revista cultural Posdata (PD) y del periódico digital www.lostubos.com.

Zaira Espinosa (Monterrey, N.L. 1977)
Poeta y promotora cultural. Residió alrededor de ocho años en diferentes ciudades de Canadá y los Estados Unidos. En México y Canadá su poesía y artículos han sido publicados en internet y revistas literarias. Durante su estancia en Canadá, participó activamente en lecturas del Grupo Cultural El Dorado. Su poesía ha sido incluida en: Buzón, Antología de Poesía Joven Grupo Gatos de Azotea (Conarte, 1998), Buzón II (Conarte-CNCA, 1999), Boreal Poesía Latinoamericana en Canadá (Verbum Veritas-La Cita Trunca, Canadá, 2002). Fue becaria por el FONECA en el Centro de Escritores de Nuevo León 2007 en el rubro de poesía. Actualmente es la editora responsable de la revista literaria PD. y coordina el Ciclo de Poesía Verso Norte junto con la UANL y es miembro del comité organizador del Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes en Monterrey.
Gilberto Ramírez Santacruz. Poeta, narrador y periodista paraguayo.(Aba-í,Paraguay, 1959). Autor de versos testimoniales, reivindicador de los derechos sociales y humanos de su pueblo. Ramírez Santacruz fue también fundador y director de la revista Todo Paraguay, vocero (a comienzos de la década del 80) de la colectividad paraguaya en el exilio argentino. Su producción poética incluye, entre otros, los siguientes títulos publicados: Primeras Letras (1981), Poemuchachas (1983), Golpe de poesía (1986), Fuegos y artificios (1988), Poemas descartables y otros baladíes (1990), Poemas y canciones de amor y libertad (1993), Descalzo sobre el asfalto y otros poemas(1997), Razones de la sangre: Crónicas poéticas del Marzo Paraguayo(1999), Poemas entre el amor y el olvido(2003) y Paraguay canta Paraguay sueña(2009). También es autor de la novela Esa hierba que nunca muere (1989), los libros de relatos y cuentos Relatorios (1995) y El maleficio y otras maldades del mundo(2008). http://elanotadordegilberto.blogspot.com

Eugenio Mandrini.Poeta y narrador argentino. Es autor de los libros "Campo de apariciones" y "Criaturas de los bosques de papel", entre otros. Su novela "La bilis" resulto mencionada en el concurso Sudamericana-La Opinion, 1973, por el jurado compuesto por Julio Cortazar, Rodolfo Walsh, Augusto Roa Bastos y Juan Carlos Onetti.. Fue guionista de historietas. Es Academico Titular de la Academia Nacional del Tango, genero al que contribuyo con el ensayo Discepolo, la desesperacion y Dios, y la antologia Los poetas del tango. Como autor der microficciones ha sido incluido en numerosas antologias del pais y del exterior. En 2008 su libro "Conejos en la nieve" recibio el Premio Unico e Indivisible en el Concurso de Poesia" Olga Orozco"por fallo unanime del jurado compuesto por Gonzalo Rojas, Antonio Gamoneda, Juan Gelman y Jorge Boccanera.

Juan Carlos Moraga Fadel. Nace en Santiago (Chile) en 1983, en 1999 se radica en Buenos Aires, donde cursa estudios de Sociología y Filosofía. Ha publicado variados artículos para revistas (en papel y virtuales) y presentado ponencias en congresos y simposios sobre los temas más variados. El tema central de sus investigaciones son la fotografía y los problemas de las nuevas corrientes estéticas. Actualmente trabaja como docente en la Universidad Católica de La Plata.


CIUDAD


Bramar de motores
río en crecida
silbidos latigazos
chirriar de frenos
algarabías
El neón se desgrana
la luz eléctrica y sus navajazos
Noche multicolor
ataviada de signos
letras parpadeantes
obsceno guiño de los números
Noche de innumerables tetas
y una sola boca carnicera
gatos en celo y pánico de monos
Noche en los huesos
noche calavera
los reflectores palpan tus plazas más secretas
el sagrario del cuerpo
el arca del espíritu
los labios de la herida
la boscosa hendidura de la profecía
Ciudad
montón de piedras
en el saco del invierno
Crece la noche
crece su marea
torres ceñudas con el miedo al cuello
casas templos rotondas
tiempo petrificado
graves moles de sueño y de orgullo
el invierno las marca con sus armas crueles
piedras recomidas hasta el hueso
por el siglo y sus ácidos
el mal sin nombre
el mal que tiene todos los nombres
clavado
enquistado
hasta el meollo del hierro
y las ciegas junturas de la piedra
Ciudad
entre tus muslos
un reloj da la hora
demasiado tarde
demasiado pronto
En tu cráneo
pelean las edades de humo
en tu cama
fornican los siglos en pena
Ciudad de frente indescifrable
memoria que se desmorona
tu discurso demente
tejido de razones
corre por mis arterias
y repica en mis tímpanos tu sílaba
tu frase inacabada
Como un enfermo desangrado se levanta
la luna
sobre las altas azoteas
La luna
como un borracho cae de bruces
Los perros callejeros
mondan el hueso de la luna
Pasa un convoy de camiones
sobre los cuerpos de la luna
Un gato cruza el puente de la luna
Los carniceros se lavan las manos
en el agua de la luna
La ciudad se extravía por sus callejas
se echa a dormir en los lotes baldíos
la ciudad se ha perdido en sus afueras
Un reloj da la hora
ya es hora
no es hora
ahora es ahora
ya es hora de acabar con las horas
ahora no es hora
es hora y no ahora
la hora se come al ahora
Ya es hora
las ventanas se cierran
los muros se cierran las bocas se cierran
regresan a su sitio las palabras
ahora estamos más solos
La conciencia y sus pulpos escríbanos
se sientan a mi mesa
el tribunal condena lo que escribo
el tribunal condena lo que callo
Pasos del tiempo que aparece y dice
¿qué dice?
¿qué dices? dice mi pensamiento
no sabes lo que dices
trampas de la razón
crímenes del lenguaje
borra lo que escribes
escribe lo que borras
el haz y el envés del español artrítico
Hoy podría decir todas las palabras
un rascacielos de erizadas palabras
una ciudad inmensa y sin sentido
un monumento grandioso incoherente
Babel babel minúscula
otros te hicieron
los maestros
los venerables inmortales
sentados en sus tronos de cascajo
otros te hicieron lengua de los hombres
galimatías
palabras que se desmoronan
Vuelve a los nombres
ejes
anchas espaldas de este mundo
lomos que cargan sin esfuerzo al tiempo
Nombres
vidrio mirada congelada
pared máscara de nadie
libros de frente despejada
hinchada de razones enemigas
mesa servil a cuatro patas
puerta puerta condenada
Nombres
verdades desfondadas
No pesa el tiempo
es pesadumbre
No están las cosas en su sitio
no tienen sitio
No se mueven
y se mueven
echan alas
echan raíces
garras dientes
tienen ojos y uñas uñas uñas
Son reales son fantasmas son corpóreas
están aquí
son intocables
Los nombres no son nombres
no dicen lo que dicen
Yo he de decir lo que no dicen
Yo he de decir lo que dicen
piedra sangre esperma
ira ciudad relojes
pánico risa pánico
Yo he de decir lo que no dicen
promiscuidad del nombre
el mal sin nombre
el nombre de los males
Yo he de decir lo que dicen
el sagrario del cuerpo
el arca del espíritu.

OCTAVIO PAZ

miércoles, 14 de octubre de 2009

El precio de pensar y poemas de hoy en día...!




El precio de pensar *

Todas las mañanas en Buenos Aires, en la intersección de las calles Cobos y Curapaligüe, se agolpan changarines de todos los oficios, casi todos ellos paraguayos, bolivianos y otros inmigrantes limítrofes, esperando que solicite sus servicios algún eventual cliente.
Entre tantos albañiles, plomeros, zapateros, carpinteros, carniceros y empleadas domésticas, una señora del barrio en apuro solicitó por un día el servicio de una cocinera paraguaya y en los siguientes términos.
-- Solamente por hoy necesito que me prepare para el almuerzo
y la cena –aclaró la preocupada mujer a su elegida cocinera que al parecer tenìa dudas sobre su contrato verbal.
--Como no, señora, ¿pero usted quiere mi servicio con pensamiento o sin pensamiento? –interrogó nerviosa la cocinera.
-- Yo necesito que cocine y no que piense –contestó la mujer molesta al creer que fue mal interpretada.
--Pero yo cocino con pensamiento por un precio y sin pensamiento por otro –respondió con naturalidad como acostumbrada a aclarar.
--Explíqueme ya y vamos que se hace tarde –apuró la señora como a punto de marchar.
La mujer acompañó el gesto, se dispuso a terminar la trata de su
servicio, ya presta a poner los píes en polvorosa y mano a la obra.
--Con pensamiento cobro 100 pesos por día y yo pienso la receta, sin pensamiento cobro 50 y usted debe pensar la receta. ¡Si gusta, señora, vamos nomás…!


*"Sin pan y sin trabajo", pintura de Ernesto de la Cárcova.


Poemas de hoy en día



el retrato

como una emblema de mis ojos
tu sonrisa fulgura entre los labios
y cae la noche de mi alma
en lenta llovizna fría

me abrazo a tu nombre
como un niño a su juguete favorito
y me refugio en tu recuerdo
tiritando de miedo

al saber que el ayer ha dejado de ser
el hoy se cae redondo por su propio peso
y el mañana pertenece sólo al azar
y demasiado cerca de la muerte segura

entonces rompí contra el piso tu retrato
nuestra historia que se niega a revivir
con la vana idea de negar su existencia
y creer que todo está recién por comenzar


me dicen...



que no debo apurar la copa
que la noche se abrirá a su debido tiempo
que el temporal amainará de a poco
que la dicha nunca llegará tarde
me dicen al pasar
y yo miro el reloj que apuñala mi espera

que la vida es un trago largo para sorber
que la muerte espera mientras estamos ocupados
que el amor es un niño que juega con cometas
que los sueños son ensayos para el más allá
me dicen sin querer
y yo tomo mi pulso que marca el tiempo perdido

que nada apabulle nuestro silencio interno
que el ruido de la calle no apague a los pájaros
que la polución no aflija el suspiro poético
que la rutina no condene al corazón a parar
me dicen como si nada
y yo clavo la mirada para no perder el horizonte

que la poesía es tal en tanto no se venda
que el poeta es un hombre más con precio
que el arte alguna vez explicó el mundo
que la metáfora perdió vigencia por el momento
me dicen sin decir agua va
y yo detengo mi paso y siento que late el universo

me dicen
que el hambre crece por doquier cada vez más
y yo miro mi plato lleno y me enveneno al comer

me dicen
que la lucha por la paz se libra a punta de fusil
y yo levanto mi poema y resurjo de mis derrotas

me dicen
tantas cosas y me entierran vivo antes de tiempo
y yo prefiero morir después del último punto aparte


hoy/1

hoy me visitó la alegría por vez primera
hoy la dicha se me instaló en el pecho
hoy la sonrisa vistió las paredes de mi cuarto
hoy quedó enmarcado el sol en mi ventana

hoy la felicidad me reclutó para su ejército
hoy la suerte hizo brotar en mí su manantial
hoy se posaron en mis hombros pájaros y mariposas
hoy el deseo cristalizó en mí su máximo placer

hoy el cielo se puso al alcance de mis manos
hoy dios me habló quedo para que nadie escuche
hoy la gloria se refugió en mi bolsillo
hoy cayeron con mi suspiro las estrellas más lejanas

hoy mi sábana blanca se volvió floreada
hoy a mi guitarra le brotó una flor en la boca
hoy el universo me dejó escuchar su mejor música
hoy el amor cubrió mi vida con un manto de besos

hoy amaneció entre mis brazos la mujer de mis sueños


hoy/2

hoy se abrió dolorosamente la tierra a mis pies
hoy me llevó por delante un tren con cien vagones
hoy un elefante me pisoteó mil veces el corazón
hoy me pasó por encima una cordillera en alud

hoy se desplomó de golpe el cielo sobre mi cabeza
hoy un rayo fulminante se me alojó en los oídos
hoy me demolió el edificio un atentado terrorista
hoy un terremoto imparable me usurpó el alma

hoy fui devorado por la vorágine del gran amazonas
hoy me desperté en nueva york sin saber quién era
hoy conocí la muerte que lleva inscrito mi nombre
hoy visité el infierno sin autorización del diablo

hoy se me clavó el freno cuando iba a mil por hora
hoy me fusilaron sin asco en vez de al destripador
hoy comieron mis ojos los cuervos de poe y van gogh
hoy me eligió la tristeza para ser su representante

hoy supe la verdad de que jamás me habías amado