Apuntes de un poeta aficionado y escritor esporádico. Según algunos, Gilberto escribe para no trabajar y, otros, que le cuesta mucho trabajo escribir! Pero él mismo cuenta su modus operandi a la hora de escribir:"Sólo quiero escribir cuando amo pero cuando amo dejo de escribir, por suerte cuento yo con las dos manos que al tiempo de amar puedo sentir." El desafío está echado, con el tiempo se verá si Gilberto escribe poco porque trabaja mucho o escribe mucho porque trabaja poco.El blogger
viernes, 18 de junio de 2010
Narrativa I
Relatorios*
"Y entonces yo me pregunto a mi vez qué es lo que hago realmente, o para decirlo de otra manera, por qué escribo, que es lo que se pregunta todo el mundo cuando se le cruza por delante uno de nosotros, y entonces uno pone cara de atormentado y dice que está en la Gran Cosa, la misión y toda esa lata, pero yo sé que a mi amigo Lirio Rocha no puedo decirle nada de eso porque él sí que está en la Gran Cosa, esto es, en la vida..."(Haroldo Conti)
A pesar de dedicarse sobre todo a la poesía, la trayectoria narrativa de Gilberto Ramírez Santacruz no finaliza con esta novela. En 1995 publica una colección de cuentos en los que rescata el mundo tradicional paraguayo que está sucumbiendo al avance del progreso, con el título de Relatorios . En ellos revive el mundo de los campesinos paraguayos principalmente e incluye descripciones de paisajes del mundo de su infancia, costumbres populares y situaciones localistas no exentas de interés, como vamos a observar según la clasificación que desarrollamos a continuación.
Cuentos críticos.
El primer cuento de la obra es Pueblo de locos. En él se percibe la influencia de William Faulkner en la estructura yuxtapuesta de los fragmentos, donde se alternan personajes distintos, con los que el narrador simpatiza en cada fragmento. Localiza la acción en Tatakuá, localidad de la región de Caazapá, a la que contempla como una ciudad llena de disminuidos físicos y psíquicos, e irónicamente contrapone la ridícula explicación religiosa, la falta de asistencia a misa los domingos, que ofrece la autoridad católica local, con la más sensata de que la razón se debe a la mala alimentación de las gentes del pueblo. A partir de esta explicación, el autor introduce los relatos individuales de cada uno de los locos del pueblo, aludiendo a la fuente de la tradición oral que se traduce en la fórmula de cuentan que: Felipe, Simona, Galeano Tavy, Secundino Ayala, Cepí y Loló, Ña Enriqueta y Salú, Ña Chokó y Querido. Todos los relatos denuncian con hilaridad la situación de atraso del Paraguay y la dureza de la vida cotidiana, aunque el tono irónico que el autor emplea elimina cualquier sensación de dramatismo transcendental, porque en realidad el paraguayo tiene un sentido estoico de la vida y recurre al humor en las situaciones desfavorables.
Felipe es el loco de mayor influencia, respetado y obedecido entre los de su condición. Ninguno de ellos puede actuar sin su autorización. Su vida no puede ser más excéntrica: se alimenta de rabos de vacas, vende hierbas medicinales, el párroco lo expulsa a la periferia de la ciudad, después de provocar un escándalo durante la misa, y se dedica a transportar cargamentos con una carretilla de mano. Su apacible vida solitaria y sin ocasionar molestias a nadie, se altera cuando conoce la noticia de que la hija de don Baldomero, rico del lugar, va a casarse. Felipe ayuda en los preparativos para la gran fiesta, pero cuando los novios están en el altar, aparece, empuja al novio y se sitúa junto a la novia diciendo que ella le pertenece.
El relato arremete contra el clero local: el cura presenta solamente explicaciones irracionales a los hechos y está contento cuando tiene la iglesia llena durante la boda, aunque sea de gente extraña y no de sus fieles del pueblo. Algunos diálogos se refieren al atraso de las regiones interiores del Paraguay, como el del maestro Venialgo, quien comenta que es normal que todos los automóviles que llegan sean importados, porque el Paraguay sólo produce carretas y carretillas.
Lo que cuenta Simona no es menos disparatado. Felipe la ha expulsado de su actividad habitual, por lo que le acusa de abuso de autoridad. Por ello, se ha de dedicar a pedir limosna. Simona queda embarazada y desde ese momento se dedica a molestar a las parejas de novios. Lo insólito se produce cuando se presenta delante de Nacho Aguilar, uno de los jóvenes más cotizados de la ciudad por las casaderas, y de su novia, y hace un gesto para culparle de su embarazo. En este fragmento, el narrador denuncia la hipocresía de las personas y el desprecio a la verdad.
Galeano Tavy es uno de los locos que aparece por casualidad en el pueblo, que repite de forma habitual una frase en guaraní que significa “el gallo es un pájaro enviado de Dios”, lo que provoca la hilaridad de las gentes. Y Alocore es el grito con el que Secundino Ayala advierte que va a llover. Él enferma cuando descubre que sus padres mueren a manos de los partidarios de Morínigo, a quien él mismo apoyaba, acusados de ser liberales. Finalmente, desaparece durante la represión a los guerrilleros de los años sesenta al mando del general Caimán -el Colmán que aparece en Esa hierba que nunca muere-, el cabecilla de la represión en la región. Cepí y Loló son dos locos de los que se burlan los niños del pueblo, quienes les quitan la ropa cuando van a nadar al río, y el cuento de Ña Chokó sirve para denunciar que las campañas de fumigación del gobierno han servido solamente en los pueblos para propagar el hambre y la miseria, aunque combatan la peste palúdica. Finalmente, el de Querido es la historia de cómo un loco puede llegar a tener una aventura amorosa con la mujer más anhelada del pueblo.
El microcosmos de los dementes es una pequeña sociedad plenamente jerarquizada y en la que discurren varios tipos de las clases marginadas paraguayas. El autor simpatiza abiertamente con ellos porque los sanos, además de hipócritas, son conformistas con la violencia de la represión. La mayoría son cuerdos, pero Tatakuá es un espacio frenopático en sí; quienes verdaderamente se comportan como dementes son las autoridades, los contrabandistas, los traficantes de marihuana y los torturadores que en él viven. El autor hace un elogio de la locura como único universo donde es posible resistir a la dictadura, y de la narración se desprende que la vida es más fácil para los considerados dementes que para la gente que ha caído en la vorágine de la política y del poder económico.
El viaje en tren, como espacio simbólico para reflejar el tema de la boda sin amor entre la joven y el hombre maduro, ocupa el argumento de El tren sin horario. Es la historia de una familia y Bonifacio, quienes viajan a la ciudad. Bonifacio y Elcira tienen sus primeras relaciones amorosas y además, durante las largas ocho horas que dura el viaje, se comportan como una verdadera pareja de novios. Sin embargo, la familia de Elcira acude en realidad a Asunción para casar a su joven hija con un señor mayor, de buena posición económica, con lo que el autor retoma el recurrente tema social de los matrimonios de conveniencia que las familias conciertan y que son indeseados por las jóvenes, argumento tratado por tantos autores paraguayos.
La humillación es una historia de adulterio, donde la mujer engaña al marido con otro hombre, entre otras causas porque ella se casó muy joven con él y sin amarlo. Lo más sorprendente del cuento es que el hombre obtiene la custodia de su hijo porque el juez incapacita a la mujer para ello, pero el hijo no es de él, sino del amante de la esposa. Así, la humillación que padece el protagonista quedará viva en el futuro, porque su hijo legal es el fruto del adulterio.
El tema del honor moral que sobrevive también aparece en El hombre que tiró su vergüenza. Se trata de la historia de un hombre que resulta detenido por la policía al caminar desnudo por el centro de Buenos Aires. El relato destaca por la incorporación de dos discursos distintos y separados, narrados por el protagonista: el primero explica los hechos ocurridos; y el segundo las causas que le han conducido a decidir caminar desnudo por la ciudad. El narrador manifiesta al principio que escribe su declaración porque ofrece mayor oportunidades para la reflexión y no desea que nadie interprete mal su relato. Él advierte que caminó desnudo con premeditación consciente y que lo que deseaba era abofetear a la hipocresía de la gente. Como ejemplo de esa hipocresía, cita que cuando iba caminando desnudo se le cruzó una muchacha que a pesar de su disimulo no lograba evitar su mirada morbosa, y las mujeres beatas lo contemplaban como monjas excitadas. Y acusa de perpetuar la hipocresía moral a los “curas, monjas, militares reaccionarios, intelectuales con anteojeras, artistas egocentrifugados, periodistas pordioseros y militares impotentes”, quienes “se masturban, defecan y copulan en nuestro subconsciente” (p. 66).
Al establecer las causas de su repulsa a la moral vigente, denuncia que la educación infantil en Paraguay camina hacia la represión del individuo, y que el hombre campesino conserva valores más puros que el de la ciudad, porque éste ha perdido su ubicación en el tiempo y en el espacio al haberse alejado de la naturaleza de los seres vivos. De nuevo, el protagonista de un cuento de Ramírez Santacruz nace en Tatakuá, donde parece que la vida es sencilla y conserva la esencia del hombre en su estado natural, sin complejos ni sustracciones de la moral burguesa impuestas por el orden social vigente. Los niños de la gran ciudad se traumatizan con las revistas, la televisión y “las rendijas del cuarto de sus padres” (p. 67), y no logran entender que el sexo y que la desnudez son actitudes que el hombre debería de considerar con naturalidad. Partiendo de esta apreciación, el narrador critica el que la televisión sea el mayor cauce de contacto con la realidad, llamando a este hecho con la aliteración fónica “la vida en vidriera vida” (p. 68), porque la gente de la ciudad hace discurrir las horas sentada frente a un aparato que le presenta una realidad que no se sabe con certeza si existe; la televisión es la inmortalidad a la que aludía la ya defenestrada educación religiosa. Y para ilustrar su defensa y el que ir desnudo no puede ser un delito, alude a la consabida imagen del hombre antiguo, citando palabras de Platón como la de que el cuerpo es la cárcel del alma, o al Martín Fierro cuando alude a los versos sobre quien pierde la vergüenza ya no la vuelve a encontrar. Añade citas literarias de escritores de nuestro siglo, como la de Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, al que irónicamente alude por los problemas existenciales que padeció su protagonista, y que llegan a cansar a los lectores, o a Miguel Hernández y algunos de sus versos escritos por la muerte de su hijo, e incluso al cine como la referencia a la censura de Je vous salue, Marie, de Jean Luc Godard, por haber sido una película irreverente al mostrar a la Virgen María como una mujer y no como un ser paranormal. El cuento enfrenta la hipocresía moral y defiende la preponderancia del alma sobre el cuerpo, porque éste no es más que una cobertura de algo más complejo como es el ser humano, y la piel no debe de ser algo que escandalice.
Cuentos fantásticos.
El cuento que se titula La carcajada también es de tema rural, con obvia inspiración en la tradición oral, pero inmerso en una trama fantástica. Retoma fórmulas del realismo mágico, y en él se cuenta la historia de Noé Buenaventura, de quien todo el mundo se burla porque en su casa se está construyendo un arca en prevención de un gran diluvio que anuncia. Finalmente, el diluvio se produce y Noé se salva mientras todos los que se han burlado de él acuden a pedirle socorro, pero él les responde con una carcajada de venganza y de felicidad.
También es un relato de localización rural Postales del cielo. En él, el narrador valora la bondad de la infancia y manifiesta la necesidad de que el adulto guarde una parte del niño que fue, lo que da un signo fantástico, y por tanto liberador, a su vida. Se trata de un relato autobiográfico y el autor recuerda la educación de sus abuelas, que le enseñaron a hablar de mitos y duendes, como el pombero, el jasy jateré, y otros. Por ello, al final del cuento quiere rememorar a sus antepasados que le revelaron una dimensión del mundo imaginaria, que ha pervivido en su mundo de adulto.
El baile comienza con un narrador que comenta que en el tiempo de lluvias de Asunción se puede uno imaginar lo que fue el diluvio bíblico. El protagonista es, de nuevo, un hombre rural que emigra a la gran ciudad en búsqueda de prosperidad, y presenta las dificultades de adaptación a la nueva vida urbana. Sin embargo, el relato desemboca en una historia fantástica tomada de la tradición legendaria de la ciudad de Asunción. El autor recrea la historia fantástica del hombre que presta su gabán a una mujer con la que se cita para otro día y finalmente resulta que murió hace tiempo, pero el hombre cuando acude al cementerio de la Recoleta de Asunción y contempla la tumba de la mujer descubre que sobre ella, se encuentra el gabán que le prestó. El argumento de este cuento fue utilizado anteriormente por Manuel E. B. Argüello en La visita de Martínez, incluido en Más allá de un retrato y otros cuentos, aunque los nombres de los personajes son distintos y el gabán sustituye al chubasquero. Sin embargo, Gilberto Ramírez Santacruz cuenta la historia como un acontecimiento curioso, fantástico pero siempre como algo real. mientras que Argüello lo hace centrándose sobre todo en el aspecto terrorífico de la leyenda.
Cuentos de la emigración.
Gilberto Ramírez Santacruz no ha escrito solamente cuentos que se localizan en el mundo rural. El universo urbano aparece en La vida en la ciudad. Un personaje dirige una carta a un añorado amigo desde la ciudad donde vive actualmente. El epígrafe inicial de Antonin Artaud tiene carácter autobiográfico, porque con él manifiesta su situación presente en Argentina, al recordar el tiempo pasado en su país, y en la ciudad de donde procede. El narrador-protagonista consigna que en él ha muerto la esperanza de poder vivir de nuevo en Tatakuá y que sólo le queda la resignación de no tener otra alternativa que procurarse la supervivencia y proyectar una nueva vida en un medio distinto. A su amigo Remberto le indica las diferencias que existen entre el mundo rural y el urbano, porque nada de lo que se aprende en el pueblo le es útil en la ciudad. El vivir en la ciudad es comenzar de nuevo para el inmigrante del campo. Lo que más destaca es la ausencia de elementos de la naturaleza; la noche se vuelve remota porque todo se llena de luces minúsculas, y las calles están repletas de automóviles que son sus verdaderos amos. A continuación, el narrador le explica todo lo que encuentra en la ciudad, cómo son las mujeres, y sus dificultades para salir adelante, aunque ha progresado más que si hubiera permanecido en el pueblo.
Sin embargo, lo que parece ser un argumento trivial donde se comparan los mundos rural y urbano, se transforma en un texto político cuando el narrador comenta las circunstancias que motivaron el golpe militar. Es fácil suponer que se trata del de la Argentina en 1976, por la situación previa de múltiples asesinatos políticos y la crisis económica que afecta a los más humildes. Sencillamente, lo que descubre el protagonista es que la situación de la tierra a la que ha ido para poder prosperar y sobrevivir es semejante a la de su país.
Cuentos políticos.
Aunque el tema político subyace en la práctica totalidad de los cuentos de Gilberto Ramírez Santacruz, hay algunos que se centran exclusivamente en la presentación de asuntos políticos. Es el caso de Las dudas de un verdugo, la historia de un verdugo de la dictadura, llamado Toledo. El tema recuerda a Borges en la identificación que se produce entre el torturador y su víctima; la narración llega a un punto en el que no se sabe quién es verdaderamente cada cual, porque el torturado resiste de forma extraordinaria los tormentos que aquél le aplica. El fracaso del verdugo le conduce a la desgracia, y a su estado de sordomudo ha de sumar el que su jefe acabe expulsándolo del oficio. El cuento, en definitiva, es la advertencia al torturador de que puede ser víctima moral del poder de la misma forma que el torturado, cuando no consiga servir a sus propósitos.
Ramírez Santacruz denuncia con pesimismo el comportamiento sectario de los dirigentes de la lucha antifascista. En La célula describe el funcionamiento sectario y dictatorial de una célula comunista de la resistencia a la dictadura de Stroessner, personificado con el nombre de Rubioroch como en Esa hierba que nunca muere. En la célula clandestina nadie se opone al liderazgo del rubicundo secretario general, y la ineptitud de sus cuadros dirigentes provoca la división de los revolucionarios en reformistas e intransigentes con los principios de la revolución marxista. Frente al todopoderoso líder se sitúa el revolucionario militante Lucio Peñalba, designado como encargado de una célula, quien es fiel a las consignas y a la ideología del líder, y cuando la mayoría de la célula opta por renunciar a la lucha, él permanece fiel, aunque su esperanza se desvanece cuando descubre que su partido se ha dividido en dos facciones en el año sesenta y cinco. Las semejanzas con Esa hierba que nunca muere no se ciñen solamente a la presencia del dictador llamado Rubioroch, sino también a la del general Caimán y a la escena de la muerte del luchador Agapito Valiente que acaece en la novela. El autor vuelve a destacar que la división de los guerrilleros fue una de las causas de la lucha en la que él participó como miembro que era del Partido Comunista. Ramírez Santacruz cuestiona, además, la fidelidad extrema al líder, porque los cabecillas políticos no cuentan con sus cuadros de militantes cuando toman decisiones. Ve incompatible, por tanto, el desarrollo de las ideas personales dentro de un partido político, porque la organización fracasa cuando sus líderes se separan de la ideología que mueve y une a sus militantes.
La resignación como resultado de la lucha contra la dictadura y la destrucción de las aspiraciones vitales son los temas de El honor de los vencidos, donde el protagonista ha caído en el conformismo después de haber padecido cárceles y persecuciones en sus luchas contra las distintas dictaduras del país. Actualmente, su único oficio es el de jugador profesional de naipes, y en una partida pierde a su esposa, a la que había apostado. Sin embargo, cuando acude al encuentro de ella, el perdedor, su marido, le dispara varios tiros y muere, porque piensa que el honor es más importante que la victoria en el juego. El sentido del relato es simbólico: el vencido antepone el honor al hedonismo, porque la vida para él es un reto continuo que se destruye cuando llega la derrota humillante, de la misma forma que para el exiliado la destrucción estará presente en cuanto que siente que ha perdido su honor.
Otro cuento sobre la lucha revolucionaria contra la dictadura es Sombra y algo más, donde una mujer que vive en Buenos Aires acoge a un luchador paraguayo contra el régimen. Sin embargo, después de haber padecido cárcel y persecución, el Comité Central de sus partido lo valora como sospechoso de colaboración con la dictadura, por lo que ha de separarse de la compañía de la mujer y ambos parecen dos sombras al ser víctimas de la incomprensión de sus correligionarios.
De tema urbano y marcado talante político es Tirado en la calle. El relato es la historia de un ladrón que ha muerto abatido a tiros por la policía en un asalto a un banco. Pero lo que parece ser una historia de delincuentes desemboca en una trama política porque el ladrón pertenece a un célula revolucionaria y el atraco al banco que intentó fue para obtener fondos para la organización. Sin embargo, la versión oficial es la del simple atraco, sobre todo porque a los dirigentes de la organización les interesa mantener en secreto la realidad, y a pesar de que la viuda del muerto intenta que se reconozca a su esposo como víctima de la lucha del movimiento, no lo consigue. Por ello, el autor da testimonio de la necesidad de regeneración moral de las organizaciones izquierdistas, siempre sometidas a la conveniencia de los líderes. Sin duda, en estos relatos en los que se reprocha a los movimientos revolucionarios sus defectos, hay un alto grado de contenido autobiográfico que se revela en la decepción que el autor sufrió cuando pertenecía ideológicamente a ellos.
Cuentos históricos.
Ramírez Santacruz también incluye en Relatorios algunos cuentos históricos. El primero de ellos es El grito de Triana, que por el título es fácil de imaginar a priori que trata sobre Cristóbal Colón. La cita del cardenal Richelieu del comienzo permite una reflexión sobre la religión como fundamento del poder de la corona española, que ilustra el mensaje que pretende transmitir el relato: el empleo del poder eclesiástico para mantener el poder temporal como causa de las tropelías cometidas por los españoles durante la conquista. El autor quiere demostrar en el cuento que el empleo de la fuerza de la religión para combatir las supuestas herejías y la imposición del monoteísmo frente al panteísmo indígena llevaron consigo la transculturación del continente hacia formas sociales de represión.
Y para demostrarlo selecciona la historia de Colón y el descubrimiento. Sin embargo, lo hace en los términos de la novela histórica actual, que pone en cuestión la veracidad de la historia heredada, y crea un marco de ficción literaria para ilustrar el pasado: se inventa un personaje llamado Nóloc, situando al revés las grafías de Colón, para afirmar que el descubridor de América fue conducido a conciencia al continente por un habitante del mismo, por lo que su descubrimiento no fue producto de la casualidad, sino de la labor premeditada de un americano. Nóloc revela el secreto en realidad porque desea volver a su Hamaika, lo que se revela al final de la obra, pero cuando oye el grito de Rodrigo de Triana comprende que no se descubría una nueva tierra sino que se encubría para siempre su mundo, anticipando la idea sobre la que posteriormente tanto se ha insistido. A él no le da tiempo para explicar lo que significa el robo y el saqueo, el concepto de mentira y del engaño y falta de palabra, y que la cruz represente una forma de exterminio en nombre de un Dios que proclama paz. El narrador advierte que por Nóloc habló posteriormente Bartolomé de las Casas y que América fue un continente donde desembarcaron al imperio de los cristianos, ladrones, salteadores y tiranos.
El grito de Triana es un relato escrito en 1988, con anterioridad a la visión del descubrimiento de Vigilia del Almirante de Roa Bastos, que es el primer acercamiento al personaje de Colón en la literatura histórica paraguaya. Ramírez Santacruz demuestra conocer los mecanismos de la nueva novela histórica latinoamericana, y, además, la historia sobre la que pretende opinar ideológicamente, para dar testimonio del enterramiento de América cuando fue descubierta por los españoles. Cuestiona la historia especulando con versiones posibles de lo realmente ocurrido, y a partir de ellas transciende al plano reflexivo lo que significa el descubrimiento de América.
El empleo de fórmulas, como “según parece” para contar la historia genealógica de Colón, sugiere la posibilidad de varias interpretaciones de un mismo acontecimiento. La forma de conocerse de Nóloc y Colón, y el ocultamiento de datos como los motivos que condujeron a Nóloc a revelar la existencia de su continente al Almirante, son los episodios con que Ramírez Santacruz ofrece una interpretación abierta de la historia y sujeta a posibles variaciones sobre el mismo tema. Sugiere que Colón es un mito del que se ha cambiado su nombre al español, aunque era italiano, por conveniencia del conquistador, y que hubiera aparecido con nombres distintos en otras lenguas si hubiera realizado el descubrimiento para otra corona: los ingleses lo hubieran llamado Cristopher Clown, los portugueses Cristobao Colao “o algo por el estilo” (p. 75) y los islandeses tuvieron en 1477 un marinero que navegó hacia el oeste llamado Juan de Kolno, por lo que el narrador sugiere que Colón pudo haber estado en América antes del descubrimiento navegando con marineros de otras regiones.
Para dar una interpretación distinta a la oficial, el autor introduce citas reales y escritas de documentos y obras como las memorias del hijo de Colón, los diarios de viaje de éste y las crónicas de Fray Bartolomé de las Casas. El narrador también elucubra con lo que sucedió realmente cuando Colón llegó a España. Sobre la procedencia del dinero admite distintas versiones, como la de que el dinero saliera de la corona y de la propia Santa Hermandad con las maniobras de Santángel, la que según el narrador es la versión más coherente.
El acercamiento de Ramírez Santacruz a la historia no es esporádico, ni alejado de la indagación en el pasado paraguayo. En 1990 escribió también un cuento, que incluye en Relatorios, sobre personajes de la Guerra de la Triple Alianza paraguaya, titulado Sargenta de López. En él evoca al personaje de la tía Ra, Ramona Ramírez, una residenta que tenía una estancia en Tatakuá, superviviente de la Guerra del 70, cuyos padres y hermanos murieron en el genocidio. El personaje de la residenta ha sido tratado por Guido Rodríguez Alcalá en algunos de sus relatos, y representa un mito hoy en día. Ramona Ramírez llegó a vivir más de cien años, por lo que fue memoria longeva de la fidelidad al mariscal López incluso después de la guerra. Testigo de la Guerra del Chaco también y una ferviente fanática del nacionalismo lopista. En el relato Ramírez Santacruz mezcla su testimonio propio con la visión pretendidamente objetiva del narrador, uno de sus sobrinos. Además de la rememoración del personaje, lo que verdaderamente tiene importancia en el relato es el repaso que el narrador da a la historia paraguaya con la ayuda del testimonio de tía Ra, para demostrar la falibilidad de la visión totalizadora de la historia: ella hace ver que para comprender las causas de la guerra hay que saber cómo era el Paraguay de entonces y que, en esos años, a diferencia de los actuales, no se podía mantener la tierra improductiva, en las escuelas se aprendía doctrina nacionalista y había bibliotecas. Todo ello fue destruido por los aliados; se repartieron las tierras y la gente tuvo que trabajar todo el día para poder vivir. El personaje rememorado cita a personajes femeninos como Elisa Lynch, la concubina de López, a quien veneraban, y la que considera traidora Juliana Insfrán, lo que no hace sino demostrar que la historia paraguaya ha sido tratada con subjetividad y revisionismo. Evoca también el asunto de los celos de Pancha Garmendia, la amante de López antes de viajar éste a Europa.
En este relato impresiona la forma como el narrador da testimonio de los traumas que deja la historia vivida; tía Ra se pasa el día evocando la guerra y desea que incluso sus sobrinos empuñen las armas para defender al mariscal, porque es la imagen superviviente de un pasado catastrófico, pero idealizado en exceso a la vez. Como se observa, este relato se diferencia del anterior en que recoge un testimonio subjetivo de la historia, retomando la idea borgiana de que la historia no es lo que ocurrió sino lo que juzgamos que pasó, frente a la consideración científica de la misma. En el plano de la interpretación social, el relato revela la dureza de la vida paraguaya durante y después de la guerra; el testimonio subjetivo sirve para dar muestras testimoniales del sufrimiento de las gentes durante tantos años. De la versión personal se puede dudar, pero lo que no cabe refutar son los padecimientos y la aniquilación genocida del país, hecho que pretende subrayar el autor. De la visión que el autor presenta se desprende que lo importante es lo acontecido realmente y no las interpretaciones interesadas que ha tenido la historia paraguaya.
Otro cuento intrahistórico es Morir después, donde el autor evoca las peripecias de Lázaro Rivas, un revolucionario del 47 que acaba permaneciendo fiel a sus principios, y acata las incomprensibles órdenes de sus superiores, aunque éstas provoquen el fracaso de la revolución. Los dirigentes sublevados demostraron, según el testimonio del relato, su torpeza por no acabar conquistando el palacio de gobierno de Asunción, cuando lo habían conseguido prácticamente, dejando al general Morínigo la posibilidad de reorganizarse y recibir de reciente fabricación para derrotar a los revolucionarios armas del presidente argentino Perón. Con el trasfondo histórico, el autor se reitera en la denuncia de las extrañas e incomprensibles decisiones de los cabecillas políticos de la lucha revolucionaria, quienes con sus actos timoratos impiden el triunfo. El protagonista asume la derrota con resignación e ironía y manifiesta a sus camaradas al final que la revolución está perdida por lo que pueden elegir entre morir ahora o después. En este sentido, Gilberto Ramírez Santacruz extiende la denuncia a los mandos políticos, por su desprecio a la lucha fiel de los guerrilleros, que arriesgan su vida en el campo de batalla, mientras sus jefes se abstienen de participar en toda actividad de combate. El autor en realidad justifica en este tipo de relatos su visión pesimista de la revolución imposible, porque el carácter humano no permite que progrese.
En suma, los cuentos de Gilberto Ramírez Santacruz se pueden dividir en: políticos, fantásticos, de denuncia de la moral burguesa tradicional, e históricos. En ellos se presenta el problema del koygua, el campesino paraguayo que ha emigrado a la ciudad para progresar y que sin embargo no se adapta por completo a ella. Este personaje queda como símbolo del provincianismo que reina en la ciudad paraguaya, lo que permite al autor criticar los modos de vida burgueses alcanzados superficialmente por imitación de la vida europea, e impuestos a la mayor parte de la población. La crítica a la moral y a la hipocresía social reinante, junto a la política dirigida a cualquier tipo de dictadura, incluso la de dentro de los partidos de oposición, revela la profunda ideología izquierdista del autor, sus deseos de reforma de la sociedad, cuyo estado actual, para él, significa decadencia moral e intelectual. Sin embargo, la lucha de los revolucionarios convertidos en personaje colectivo en su novela Esa hierba que nunca muere, se ha transformado en representación de personajes perfectamente individualizados en sus últimos cuentos, lo que muestra el desengaño y frustración del autor ante el fracaso de la unión de los revolucionarios. Pero lo que trata de establecer como mensaje es que cualquier hombre que transgrede el orden social impuesto, aunque no emplee las armas como medio de lucha, está poniendo una piedra más en la construcción del cambio de mentalidad necesario para transformar la sociedad aburguesada. Así, se observa cómo ha cambiado en los últimos años el tono dialéctico de la narrativa de Ramírez Santacruz, que ha pasado de la valoración de la lucha armada contra la dictadura, a la posibilidad de extender reformas éticas en la sociedad para que pueda avanzar. La narrativa de Gilberto Ramírez Santacruz tiene una clara inspiración autobiográfica que se revela en casi todos los cuentos y en su novela, porque para él la vida personal es la fuente de los temas de sus relatos. De la experiencia vital ha extraído, en definitiva, los argumentos que conforman su narrativa, y el mensaje que se desprende de ellos es el testimonio que quiere hacer pervivir.
José Vicente Peiró Barco
FICHA BIOBIBLIOGRÁFICA
RAMÍREZ SANTACRUZ, Gilberto.
Gilberto Ramírez Santacruz destaca por ser un poeta testimonial que reivindica en sus versos derechos sociales y humanos del pueblo paraguayo. Nace en 1959 en la pequeña población de Ava’í, por lo que pertenece a la generación más joven de escritores paraguayos. Cuando aún no había cumplido los veinte años tuvo que exiliarse a Argentina, donde fue fundador y director de la revista Todo Paraguay, portavoz a principios de los años ochenta de la colectividad paraguaya en el exilio argentino. Es de los pocos escritores paraguayos que ha permanecido en el exterior del Paraguay después de la caída de Alfredo Stroessner en 1989.
Cuando tenía veintiún años publica su primer poemario, Primeras letras (1980), al que siguieron Poemuchachas (1983), Golpe de poesía (1986), Fuegos y artificios (1988), Poemas descartables y otros baladíes (1990) y Poemas y canciones de amor y libertad (1993), obras donde se mezcla el interés por lo colectivo y el sentimiento individual. Se siente poeta por encima de todo, porque para él es la forma más sencilla de adentrarse en las pasiones del hombre y en la denuncia de la opresión, por lo que sus incursiones en narrativa son esporádicas. Hasta 2010 ha publicado una novela, Esa hierba que nunca muere (1989) y dos colecciones de cuentos tituladas Relatorios (1995)y El maleficio y otras maldades del mundo(2008).
*Fragmentos de la obra Literatura y sociedad: La narrativa paraguaya actual(1980-1995), del catedrático español José Vicente Peiró Barco.
A propósito de Relatorios
Como escritor, quizá la mayor virtud que tiene Gilberto Ramírez Santacruz es la de no cejar jamás en su voluntad de crear mundos imaginarios a partir de hechos reales conocidos o vividos por él.
Es lo que se percibe nuevamente en este microcosmos que tenemos entre manos, y que parece recoger partículas entrañables de su infancia campesina, de su asombro ante el paso por la Capital, de su inserción en el mundo de Buenos Aires.
A despecho de ciertas vacilaciones en el uso del lenguaje, Ramírez Santacruz es capaz de reelaborar artísticamente contextos y personajes, de modo tal que el lector pueda reconocer fácilemnte paisajes, costumbres populares, figuras infaltables en la taxonomía de los pueblos campesinos.
Esto es lo valioso del presente libro de Ramírez Santacruz: el rescate de un mundo que está desapareciendo ante el avance del progreso, y en el cual todavía somos capaces de reconocernos y reconocer al semejante.
Todo, pues, incluyendo los sueños o la imaginería fantástica que circula por el libro, hunde sus raíces en la vida real y éste es el secreto de la frescura y la gracia que anima a muchos de sus relatos.
A Ramírez Santacruz tampoco le son ajenos los avatares de nuestra vida política, y así revive situaciones que en su momento fueron heridas abiertas para la sensibilidad colectiva.
En suma, creemos que el lector no olvidará fácilemnte este nuevo universo narrativo desplegado en Relatorios por Gilberto Ramírez Santacruz.
Edgar Valdéz
Buenos Aires, septiembre de 1994.-
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario