Cuentan los relatos míticos del mundo indígena guaraní –rescatados por el gran
antropólogo León Cadogan y reelaborados con peculiar encanto por el escritor Eduardo
Galeano en su obra Memoria del Fuego– que cuando Ñande Ru Tenonde, el Padre
Primero Ñamandú, se irguió en la oscuridad y creó el lenguaje, no había quien lo
pudiera escuchar. Entonces creó el mundo y creó a los primeros hombres y a las
primeras mujeres, y les entregó la palabra creadora (ayvu) para que todo pudiera cobrar
vida, pero principalmente para que la magia del lenguaje alcanzara a redimir al propio
Padre Primero de aquella inmensa soledad primigenia.
En el Paraguay, nuestro pequeño y heroico país mediterráneo del Cono Sur, de
raíz principalmente cultural guaraní, en donde hemos nacido entre relatos mágicos y
entre muchas historias alucinadas que esperan ser contadas, los escritores y las
escritoras seguimos padeciendo la misma soledad del Padre Primero Ñamandú o como
lo ha denominado más certeramente nuestro autor mayor, Augusto Roa Bastos,
seguimos sufriendo el encierro de “la isla rodeada de tierra”: No siempre hay quienes
nos puedan leer o escuchar.
Nuestra industria editorial es todavía incipiente, aunque avanza abriéndose
caminos a tumbos entre muchos escollos y la falta de un mayor apoyo estatal.
Quienes
escribimos y publicamos libros lo hacemos para un número muy reducido de personas,
ya que en el Paraguay cada habitante lee solamente la 0,25 parte de un libro al año,
según datos estimativos. Esta es la realidad de un país donde el 24,2% de la población
aún vive en situación de pobreza y un 4,8% en situación de pobreza extrema; en donde
el sistema educativo es todavía de muy baja calidad y existe un escaso fomento a la
lectura desde las instancias gubernamentales y desde la misma sociedad. A pesar de
todo, un anteproyecto de ley del libro impulsado desde hace años por los gremios de
autores, libreros y por actuales instancias culturales gubernamentales, intenta abrirse
paso ante la indiferencia de la clase política.
Desde hace mucho tiempo también seguimos padeciendo la invisibilidad de las obras paraguayas en los mercados
internacionales del libro, debido a las trabas burocráticas fronterizas o a un escaso
interés, que desmiente el ansiado espíritu de integración cultural del Mercosur. Por ello,
nuestra presencia constante en esta Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
constituye una vidriera fundamental, una ventana a la esperanza.
A pesar de los pesares, una literatura paraguaya tercamente viva insiste en
reinventarse y en expandirse cada vez más. Quienes hoy asumimos el desafío de narrar
al Paraguay en cuentos, novelas, poesía, historia, ensayos, crónicas periodísticas y de
investigación, álbumes de cómics o novelas gráficas, lo hacemos teniendo en cuenta la
rica herencia y tradición de nuestros más grandes maestros y maestras como Augusto
Roa Bastos, Elvio Romero, Gabriel Casaccia, Josefina Plá, Helio Vera, Rubén Bareiro
Saguier, Carmen Soler, Hérib Campos Cervera, Raquel Saguier, José-Luis Appleyard y
tantos más, buscando reflejar las nuevas exigencias de una era de profundas
contradicciones sociopolíticas, con nuevos lenguajes y nuevas perspectivas.
En este Año Internacional de las Lenguas Indígenas, valoramos particularmente
el esfuerzo creativo de quienes sueñan y escriben en nuestro imperecedero idioma
guaraní, buscando derrotar el arraigado mito de que es una lengua esencialmente oral y
que tanto su escritura, como su lectura, resultan difíciles. Las novelas en
guaraní, Kalaíto Pombéro, de Tadeo Zarratea;Pore’y rapé, de Hugo Centurión
y Tatukua, de Arnaldo Casco, sientan las bases de otra narrativa, la que rescata y refleja
al Paraguay más profundo y ancestral, que se complementa también con una abundante
colección de libros que exponen una larga tradición de relatos y poesía en guaraní, con
la herencia de queridos maestros como Rosicran, Carlos Martínez Gamba, Félix
Fernández o Félix de Guarania, hasta actuales batalladores poetas, escritores y
académicos del guaraní, Susy Delgado, Feliciano Acosta, Miguel Ángel Meza, Mario
Rubén Álvarez, Ramón Silva, entre muchos otros y otras, entre quienes ocupan un sitio
preponderante Alba Eiragi Duarte, poetisa y escritora Ava Guaraní, y Brígido Bogado,
poeta y escritor Mbya Guaraní, ambos miembros de la Sociedad de Escritores del
Paraguay, exponentes genuinos de una cultura sobreviviente que tiene tanto por decir y
por contar.
Además, nuestra literatura tiene una gran deuda pendiente con las demás
lenguas de los 19 pueblos indígenas, ya que hasta ahora existen pocos relatos y poemas escritos en ayoreo, yshir, tomaraho, nivaclé, maká, manjui, enlhet, enxet, guaná,
sanapaná, angaité, toba maskoy, qom, pai tavyterá o aché.
Diversidad y riqueza
La literatura paraguaya actual es amplia, diversa, rica y abarcante. Hay una cada
vez más sostenida creación poética y narrativa de mujeres, que no solo expresan la
mirada femenina en la producción literaria, sino que además ejercen un rol pedagógico
para lograr el paulatino cambio de chip mental de una cultura patriarcal machista, en
busca de una más tolerante, que reconozca los derechos de las mujeres, como de quienes
tienen opciones sexuales diferentes y de otras minorías aún discriminadas.
La creación paraguaya más tradicional, habitada principalmente por obras de
denuncia social en un ámbito histórico y rural, ha ido mutando hacia una narrativa
urbana que abarca géneros como el relato policial, la ciencia ficción, el horror gótico, el
thriller político, las historias de aventuras. La aparición de grupos y comunidades de
jóvenes narradores urbanos, como el centro cultural Literaity o la Asociación Literaria
Arandú, respaldados por pequeñas editoriales independientes, están consolidando una
emergente narrativa rebelde, innovadora en su forma y en su lenguaje, amplificada con
los recursos de las redes sociales en internet y las plataformas digitales. Patricia Camp,
Christian Kent, Orlando Orué, Diego Ayala, Damián Cabrera, Yems Aguilera, María
Zaracho Robertti, Sebastián Ocampos, Cave Ogdom, Ricardo Loup, Ana Miranda,
Lourdes Benítes, Edu Barreto, son algunos de esos nombres. (De ello nos habla con más
detalles la compañera Norma Flores Allende en su reveladora plataforma en internet
#Urumbe).
Destacamos también el innovador eco de una literatura fronteriza, que se
nutre de los contrastes culturales en regiones compartidas con colectividades
inmigrantes brasileñas, o de ascendencia asiática o europea. La novela Xirú, de Damián
Cabrera, es un ejemplo de esa narrativa que refleja los torbellinos de tierra roja en el
Alto Paraná, los conflictos ambientales de la llamada Guerra de la Soja. El grupo de
escritores y poetas que experimentan con el lenguaje triplefronterizo, en una onda
cultural denominada “portuñol selvagem”, principalmente, desde editoriales cartoneras,
constituyen otro irreverente movimiento innovador de nuestra literatura. Igualmente, sentimos como muy cercanos y como parte de nuestra historia a los
narradores paraguayos o descendientes de paraguayos que escriben desde afuera de
nuestras fronteras, especialmente, a un nutrido grupo de autores en Argentina como
Gilberto Ramírez Santacruz, Éver Román, Mario Castells, Iván Silvero, entre otros. Hay
en sus obras una linda herencia de la épica literatura del exilio, la que ha dado vida a
muchos de nuestros mejores narradores y narradoras.
Como soy también guionista de obras de cómics, destaco el especial auge que la
narrativa dibujada ha tenido en los últimos años en el país, principalmente, con obras
dedicadas a la gesta de la Independencia, la Guerra del 70, la Guerra del Chaco y la
dictadura stronista, como a la adaptación de grandes clásicos de la literatura paraguaya
para una mejor divulgación en colegios y escuelas. Contamos con el aporte de grandes
narradores, como nuestro universal Robin Wood, y el esfuerzo editorial de escritores y
dibujantes como Javier Viveros y Roberto Goiriz, además de un loable esfuerzo de la
editorial Servilibro, que ha creado una colección especial dedicada al cómic paraguayo,
donde se suman proezas como la edición de los diez álbumes de Mafalda, del genial
Quino, en versión traducida por la docente María Gloria Pereira al idioma guaraní.
Son solo algunos de los puntos que destacamos en estas consideraciones
generales sobre la literatura paraguaya actual. Somos conscientes del desafío que
implica escribir y contar historias en un país que sigue intentando construir una
institucionalidad democrática entre los sobresaltos autoritarios y los embates de una
cultura conservadora, que padece a una clase política mediocre y poco sensible a las
necesidades populares, pero lo hacemos motivados por la lucha de sectores sociales que
emergen y se movilizan cada vez con más fuerza por derrotar a la corrupción,
obteniendo inéditos logros en derrocar a líderes mafiosos y a estructuras autoritarias.
Sabemos que en la medida en que nuestra labor sintonice con esos genuinos esfuerzos,
nuestra obra tendrá un mejor sentido y aquella primigenia soledad del Padre Primero
Ñamandú también nos va a pesar cada vez menos.
Fuente: Correo Semanal. Diario Última hora. Sábado 11 de mayo de 2019.