sábado, 30 de mayo de 2020

Los galleros de Poncho Korá

Los galleros de Poncho Korá*

“¡Oh Critón! Le debo un gallo a Esculapio,
paga mi deuda y no la olvides.”
Sócrates, en su último deseo
al discípulo antes de beber la cicuta.
Platón
(Extracto de su obra Fedón)


La comunicación política como riña de gallos multimedia | MPR GroupEl gallo fue un animal mitológico para la antigüedad y un personaje bíblico para la cristiandad, desde siempre ha despertado adoración como temor por marcar la hora de la traición. Y en la riña de gallos de Poncho Korá no se sabía nunca al final, verdaderamente, quien  ganaba y quien perdía, porque a menudo el que ganaba llevaba la peor parte y el que perdía, terminaba imponiéndose.
Después de la ardua tarea semanal, de ida y vuelta a los cerros más farragosos y fatigosos, cada fin de semana los trabajadores y carreros reponían fuerza practicando los juegos más habituales del pueblo. Una vez depositados los rollos de madera alrededor de la Estación de Tatakua y soltados los bueyes para apacentar en el campo comunal, mientras los arrieros se dirigían a su posada para descansar, cenar y despuntar algunos vicios, como tomar caña, jugar a las barajas y así hasta llegar al día señalado para armar de nuevo el "poncho korá" o reñidero de gallos en Los Taleros, un lugar en las afueras de Tatakua donde se aserraban parte de los durmientes y tablones antes de cargar en los vagones del tren.
Entonces, era habitual la pelea de gallos los domingos, después de la segunda misa de las 10, los arrieros y carreros se reunían e improvisaban un reñidero formando con sus ponchos un redondel (Korá), llegaban cada uno con su gallo bajo el brazo y se largaba el grito del desafío de las apuestas y comenzaba a correr el aguardiente, la caña blanca de pico a pico y garganta a garganta. Algunos curiosos que pasaban por el lugar a menudo se acercaban al ruedo atraídos por el griterío y el ambiente festivo que reinaba, a pesar de que los participantes parecían poco amigables y no hacían ningún esfuerzo para disimular que andaban bien armados y decididos a todo, ya que portaban ostentosos revólveres y puñales de doble filo y cabo de colores.
Viejos recuerdos: las riñas de gallos : : El Litoral - Noticias ...La fama de Poncho Korá fue ganando adeptos y aficionados cada vez más entre la gente más respetable del pueblo, principalmente por la cantidad de dinero que apostaban los galleros y cualquiera podía, con un golpe de suerte, convertirse en rico en un solo domingo al acertar y dar con el gallo ganador. Fue así que un domingo primaveral, en una jornada de las más concurridas, apareció el alcahuete comisario de Tatakua, cuyo nombre nadie quiere recordar en el pueblo pero sí su marcante "Mbarakaja hû"(gato negro)  que bien remite a su carácter cobarde y traicionero, por acusar a cualquiera de contrera del dictador Tembelo y aplicarle "la constitución" del "tejuruguái" o látigo trenzado con alambre, que  vino como era habitual para cobrar por el permiso que otorgaba la alcaldía para el juego, pero esta vez se apareció con la pretensión de participar como dueño también de un gallo pintoresco y chusco que dijo llamarse "Copetudo", por tener el animal la cresta poco recortada y muy caída hacia un costado de la cabeza, que lo acercó y exhibió uno de los cuatro soldados que le acompañaban bien armados. 
   Al principio, todos quedaron descolocados, por la presencia inaudita del comisario como reñidor y dispuesto en la palestra, a él se le esperaba siempre como cobrador y era temido y conocido más por su condición de malechor que de autoridad, pero se vieron intimidados como forzados los organizadores y lo aceptaron a regañadientes como participante, y presentaron de inmediato a su gallo un contrario bien parado y conocido como "Pericón", cuyo estilo de pelea representaba a un bailarín y parecía danzar en la riña al lanzar sus estocadas,  un gallo popular que contaba con muchos seguidores en Poncho Korá. Luego comenzaron las tratativas con un depósito inicial y luego fue subiendo la apuesta hasta llegar a una cifra nunca vista ni oída en aquel reñidero, que se jactaba hasta entonces, a lo mejor para propagandear y fanfarronear un poco los fanáticos de las riñas, de juntar tanto dinero comparable a los que tenían la propia administración forestal de los Fasardi como sus mensúes y capangas de los extensos dominios forestales o "Infierno verde".
Aunque la presencia del comisario produjo un alboroto en el público, parecido a lo que produce una comadreja en el gallinero, murmuraba cosas ininteligibles pero preocupantes, parecían estar todos nerviosos e inquietados al mismo tiempo. Para inspirar algo de autoridad y respeto, propusieron como árbitro a Galo Valentín, un caudillo respetado del lugar y de armas tomar en caso necesario, creían que era el único que podía sopesar el carácter sobrador del comisario. El juez elegido llamó a los dueños de gallos y estableció claramente el reglamento, para evitar cualquier controversia y que en el resultado del juego no podrá pesar la autoridad del comisario ni la fama de matador del gallo Pericón, que hasta el momento no había sufrido ninguna derrota pero muchos tirados en la arena.
La Policía desbarató una riña de gallos con 200 participantes y ...Al levantar la mano el juez produjo un silencio aterrador, luego bajó la mano y se largó la pelea más inesperada de Poncho Korá. Copetudo exhibió su elegancia y saltó aleteando sin lograr con sus espuelas el objetivo del cuerpo de Pericón, que avanzaba y retrocedía con estilo de espadachín. Al empezar la riña, éste parecía más moderado y estudiaba a su contrincante en medio de sus imparables ataques, esperaba en un descuido asestarle en cualquier momento su fatal espolón. Así pasó casi 30 minutos y parecían los dos candidatos estar ya muy cansados y que podían  ganar cualquiera en el menor descuido. El público alentaba a Pericón en cada salto que pegaba y erraba una y otra vez el esquivo Copetudo, que resultó mejor de lo esperado al resistir los embates de Pericón. "Pericón, Pericón, será siempre campeón", canturreaban una de las barras del querido gallito danzarín.    
   Cuando la pelea iba terminando más por cansancio que por los efectos de los punzones y las estocadas, Pericón saltó para atrás para defenderse de un ataque  furibundo y al volver sobre su paso, enzoquetó uno de sus míticos espolones en la axila izquierda de Copetudo, inmediatamente, éste cayó boca arriba y quedó pedaleando en el aire. Pataleó por un instante, luego de acusar la punzada quedó ensangretado y moribundo, hasta terminar tirado y duro en el piso. Por su lado, Pericón no parecía estar mucho más vivo que su rival por el cansancio extremo y agotamiento feroz que se le notaba, al permanecer echado y temblequeando en un rincón del arenero, pero nadie dudaba que era el aventajado y justo ganador.
   El juez levantó otra vez la mano y pidió silencio al público, se dispuso con mucho nerviosismo a dar su veredicto. Llamó la atención de todos y cuando iba a pronunciar el nombre del ganador, el comisario descerrajó su revólver calibre 44, sorprendiendo a todos al poner en la sien del juez Valentín y le ordenó, con su vozarrón aguardentoso y temerario, que diera el resultado que él .
Legisladores proponen una ley contra las riñas de gallos - LA ...  —¡…y ganó el muerto…! — dijo el juez para salvar su propio pellejo y el comisario tomó a la fuerza todas las apuestas, recogió del suelo muerto a Copetudo y abandonó Poncho Korá espantado y  con su gallo bajo el brazo, resguardado fuertemente por su séquito de soldados que apuntaban al público con su fusil para que no les siguieran, y, sobre todo, aceptaran una vez más con resignación la canallada o el veredicto impuesto, por el mentado y maldito rufián de Tatakuá que fungía de comisario, cuyo nombre “Mbarakaja hû” quedó asociado al desprecio y la repulsa de todos.

Febrero, 1990-
*Cuento inédito del libro Los colgados y otros cuentos pendientes,de G.R.S.