jueves, 31 de julio de 2014

LA MASACRE DE GAZA: El día que los niños dejaron de jugar...!

El día que los niños dejaron de jugar*


                                                    “ Niño, deja ya de joder  con la pelota;
que eso no se dice, que eso no se hace,
que eso no se toca.”
                                                                                                       
                                                                                             Joan  Manuel Serrat

                         
 —¿Quiénes son los que nos tiran tantas bombas? –preguntó Sadeq a su padre Ismail, militar a cargo de la defensa de Bagdad durante la Guerra del Golfo..
        — Son los infieles de Occidente –contestó sin parpadear y rumió con odio la respuesta.   
         — ¿Por qué matan tanta gente e incendian la ciudad? –inquirió el niño con ingenuidad.
— Porque amamos a Alá –respondió con énfasis y despejó toda duda de su hijo.

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— ¿Por qué no debo juntarme con Yamil? –interrogó Yael al dejar el juego con el vecinito y acudió al llamado de su padre.
— Porque no hay que juntarse con los palestinos –argumentó sin vueltas Simón, director de un colegio religioso de Jerusalem.
— Pero Muhama es mi amigo –protestó el niño al tiempo que obedecía a su padre.
       — Todos parecen amigos hasta que nos ponen la bomba –añadió con ferocidad el ortodoxo.

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—¿Por qué vivir con la Jihad permanentemente?–se iba preguntando en voz alta el niño Hamid en Teherán, camino a la Mezquita y de mano de su hermano mayor. 
— Porque manda Alá, es la única forma de repeler a los satánicos que nos quieren someter –disipó la duda el adolescente al hermanito.
—Entonces, seguirán matándonos quién sabe hasta cuándo –agregó el niño apesadumbrado.
       — Los islámicos solamente debemos sumisión a Alá, el Misericordioso, a nadie más –concluyó categórico mientras se descalzaba las sandalias en el umbral del templo.

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— ¿ Por qué se matan entre ellos los árabes y los judíos? –preguntó Manolito a su padre, de ida a la escuela, al escuchar por la radio del coche un bombardeo sobre Ramalah y Gaza.
       — Porque los dos viven en un territorio que reclaman como suyos –trató de explicar el hombre a su hijo, mientras iba sorteando el tráfico céntrico de Madrid.
       — ¿ Y por qué no parten el territorio por la mitad para cada uno? –siguió interrogando el niño y, sin querer, planteó una solución salomónica.
       — Porque ellos tienen otros intereses y no piensan como tú –dijo con sencillez el padre y levantó el volumen de la radio para cambiar de tema.

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— ¿ Por qué tiran tantas bombas sobre Bagdad? –preguntó Tommy a su padre que lo llamó por teléfono desde Kuwait.
       — ¿Quién te contó eso, pequeño Tom? –contestó con otra pregunta el teniente Harrison.
       — En New York se ve todo por televisión –aclaró el niño preocupado.
      — ¡Ahhh! Pero nada para preocuparse, hijo, pronto estaré en casa –tranquilizó el padre.
      Tommy repreguntó angustiado sobre lo mismo:
     ¿Entonces, quiénes son los que se mueren?.
      Dijo finalmente el militar, al otro lado del teléfono, casi cariñosamente:
     Pero no somos nosotros, hijo, sólo son los extranjeros.

Enero, 1992.

*Fragmentos del libro "El maleficio y otras maldades del mundo", de Gilberto Ramírez Santacruz, editorial Arandurà.          

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