miércoles, 16 de julio de 2014

¡Eternas inundaciones diluvianas en la Isa sin mar!


ETERNAS SEQUIAS SAHARIANAS
E INUNDACIONES DILUVIANAS EN LA ISLA SIN MAR 


¿El Paraguay es una "Isla rodeada de tierra"...,
había dicho Augusto Roa Bastos en su metáfora 
más certera, y lo llamó "La isla sin mar"  Juan Bautista 
Rivarola Matto en su acabada caraterización? Pero...



"...aunque antes el Obispo estuvo cautivo y aislado en ayunas por diez días en la Catedral de Asunción, custodiado celosamente por el comandante Sebastián León y Zárate con 50 soldados guaraníes arcabuceros, convenientemente instruidos y distribuidos, “…para estrechar más el cerco, puso el Gobernador en cada una de las tres puertas de la Catedral 50 soldados de guarda, con pena de la vida, que no le dejasen hablar  con alguna persona, ni le entrasen comida, y se clavaron los cerrojos de las puertas por de fuera”, posteriormente fue trasladado a un calabozo particular por once días más, en la casa de Alonso de Aranda que era un fiel artífice y auxiliar permanente de los jesuitas, hasta que le hicieron montar una “balsa maltratada” rumbo a Corrientes y Santa Fe donde permanecerá desterrado por dos años, según un cronista malhadado, el fray Bernardino al despedirse del Paraguay había sacudido sus sandalias franciscanas y rugió en maldiciones al verse impotente ante tan injusto castigo: ¡Maldita, maldita sea esta tierra…! Ni el polvo de su suelo quiero llevar en mis sandalias”, pero todas estas calamidades sufridas por el insigne obispo fue por expreso pedido y en venganza de la Compañía de Jesús y que en recompensa a su perruna fidelidad le convertirían pronto a
Sebastián León y Zárate nada menos que en gobernador del Paraguay. 

33. DIOS NOS GUARDE DE LOS JESUITAS. Sin embargo, el Obispo Cárdenas llegó a advertir en las dos ocasiones en que fue expulso a S. Majestad, al Presidente de la Audiencia de Charcas y al resto del clero del Paraguay y a la Provincia entera de que quedaba todo a la deriva con su ausencia definitiva, que la Diócesis se hallaba ahora a la sazón de los Regulares de las Misiones y al arte de sus tejes y manejes, dijo que se adelantaba a los hechos para que luego nadie alegue ignorancia de lo que se precipitaba con su salida violenta de Asunción. Pero la última advertencia del santo obispo Cárdenas, teniendo en cuenta la seguidilla de desgracias y penurias en que se debatió la Provincia, entre
sequía, epidemia y ataques ininterrumpidos de los malones chaqueños, había sido que los paraguayos tomaron como una verdadera maldición del prelado por tantas injusticias que sufrió entre ellos y por tal motivo el Cabildo de Asunción en 1655 rogaba a S. Ilustrísimo que volviera al Paraguay y bendijera nuevamente la ciudad que estaba sufriendo terribles males, ya que muchos le reconocían dones de profecías y de milagros por los muchos caminos recorridos como peregrino del Señor y predicador del reino de la Salvación: “...estamos seguros de que no ha de desampararnos... hasta habernos dado remedio a tantas desdichas, trayendo a su consideración el sentimiento con que esta ciudad ha estado a su obediencia y jurisdicción... deseando volver al estado en que se hallaba antes de las maldiciones con que se ve hoy castigada esta ciudad. A su Vsa. Ilma. pide y suplica... alce su consagrada mano para echarnos su bendición y alzar las maldiciones cuyos efectos sentimos, que con esto quedamos seguros alcanzar esta ciudad de la divina clemencia el reparo de tantos males... (...)... las haciendas están consumidas, los vecinos reducidos a un lamentable estado de miseria falto de todo lo que la vida humana y conservación de una República es preciso... han sido los años tan continuamente faltos de agua que ya los manantiales de esta Ciudad... se han secado, las lagunas han faltado con tan nuevo asombro y la laguna de Areguá cuyo distrito... era de cinco leguas por un tercio tiene abiertos carriles lo que jamás se ha visto... los pocos ganados se han perdido por alejarse... todos los trabajos, azotes y castigos que esta ciudad padece tienen sus principios en las justísimas maldiciones a que le sentenció... según el uso de nuestra santa madre Iglesia... muchas personas celosas han notado que los dos puertos por donde tantas inauditas violencias fue expelido Vuestra Señoría Ilustrísima, no pudiendo sufrir el peso de tan grandes pecados se han hundido, e ido a fondo las barrancas con ser altas que pisaron las injuriadas de Vuestra Ilustrísima quedando todo lo demás de la ribera del río en el mismo ser que antes...”. 
Para peor de la dicha advertencia, el comandante que arrasó a sangre y fuego la Ciudad, además de poner todo lo ajeno en saco propio, en especial de los más allegados al Obispo y gobernador destituido y expulsado, obligando a la mayoría de la población huir hacia el Chaco entre las tribus salvajes antes que intentar sobrevivir entre los indios armados que cometían toda clase de crímenes y pillajes, con Sebastián León de Zárate que se hizo pronto gobernador en paga a su sangriento servicio brindado en la matanza de los comuneros en la Batalla de Santa Catalina, y al mismo tiempo que los jesuitas nombraron como Obispo interino por poco tiempo, en reemplazo del fray Bernardino de Cárdenas, a un inhábil y canónigo loco llamado Cristóbal Sánchez de Vera que vivía encerrado en el Colegio de la Compañía en Asunción, que era una forma disimulada de mantener vacante la diócesis del Paraguay como era ya costumbre, para que nadie pudiera molestar los negocios de la Compañía y menos un visitador eclesiástico como pretendió ser el corrido a balazos del fray Cárdenas, la larga vacancia aquella vez duró hasta la llegada del obispo fray Gabriel de Gillestegui en 1669, de esa forma más de la mitad del siglo XVII Paraguay no tuvo obispos titulares en su diócesis y gracias a las infinitas maniobras de los jesuitas que lograron impedir que muchos de los obispos nombrados no llegaran a su asiento y otros fueron elegidos ya muy ancianos y en las vísperas de su muerte. La añoranza por el obispo Bernardino de Cárdenas y sus bendiciones para la Provincia del Paraguay hizo brotar en la boca del Común innumerables estribillos y cánticos alusivos a la tragedia que produjo su extrañamiento:
Se puso como esparto,
no dieron flores los valles,
trébol no dieron los prados,
ostentándose de Agosto,
las cañas y los tabacos,
las lomas no dieron rosas,
ni los sotos amarantos,
trigo, maíz y legumbre,
todo se queda agostado.

*Fragmentos de la novela El Grito de Antequera (Memorial de la Causa Comunera), de Gilberto ramírez Santacruz, Editorial Arandurà, año 2014.-

Soy de la Chacarita





¿Quiere escuchar mi historia, señor?
Soy de la Chacarita.
Con permiso del camalotal,
con adobe, alcé mi casita.

No hay paisaje más bello, señor,
que el de nuestra bahía.
Ni el pincel del más bueno y más noble pintor
pintó cosa más linda.

Mi casita fue iglesia, señor,
al unirme a mi amada,
a la luz de la luna, con su cunu'û,
esperé la alborada.

En el río modula su voz,
Doliente, una guarania.
En canoa de penas rema un pescador
su angustioso mañana.

En el charco más grande, señor,
hay música de ranas.
El ju'í paková canta su letanía
prendido a una rama.

Y mañana es volver a empezar,
empezar la jornada,
pero siempre empezar
y volver a empezar,
esperando el mañana.

Pero toda esta estampa borró
la lluvia del verano.
La crecida del río llegó con su canto
de penas y angustias.

Mi casita su puerta perdió,
la invadieron las aguas.
En canoa de penas subí, emigré,
emigré hacia la altura.

Pero un día a mi hogar volveré,
erguiré sus paredes.
Aliado al trabajo, al sol, a la fe,
crisol de mi esperanza.

Letra y música: MANECO GALEANO


  ¿Una postal de Venecia? Equivocado, una de las últimas imágenes de Pilar, Paraguay, Julio de 2014!

No hay comentarios:

Publicar un comentario