jueves, 19 de mayo de 2011

Ortiz Guerrero y su Breviario Laico


El apóstol de la nueva generación
y su Breviario Laico (a Juan Stefanich)*


Por Manuel Ortiz Guerrero**

De pie con bizarra gallardía de luchador, frente al grupo selecto, habló el elegido. Su cabeza pensadora como agitada por un inmenso turbión de ideas, las órbitas hundidas para ver mejor dentro las almas, y en el fondo de esa espléndida lobreguez los ojos cual dos chispazos trágicos. Al hablar de humanidad su voz, cobra acento de trueno aprisionado; pero al modular, por la gama sutil de la armonía, queda convertida por el arte en suspiro. Voz de trueno convertida que se diría arrancada por manos suprahumanas y trasladada con la dulce vaguedad de una caricia a una luciente y primorosa mañana de septiembre tropical.

Y así habló el apóstol de la nueva generación:

“Avanzad en la senda sin detenerte. Que sea cada espina, ornamento de las flores del mal, que se insinúa en vuestro pecho en busca del corazón, impulso para saltar sobre el obstáculo. Que cada lágrima que derramen vuestros ojos haga germinar sobre la arena estéril un rosal maravilloso de amor. Pero a pesar de todo, sed avaros de vuestras lágrimas.

Preparad a las almas para las conquistas del siglo, creed con fe inquebrantable en la ciencia y no reconozcáis más persona divina que la libertad. Que la ciencia forme el ejército de la Libertad. Invencible ejército en que cada soldado sea una idea.

Construid vuestro destino y dadle por cimiento la potencia triunfal de la voluntad. No dudéis de las almas.

Jardineros gentiles de la idea, buscad la aclimatación de las flores del bien hasta en la ciénaga. Y si ella no reconoce el amor de la maternidad, dejadle como tierra fecunda un retazo de vuestra alma. Recordad que en cada desierto hay un oasis y un lodazal en cada valle. Acrecentad el oasis y sembrad el lodazal.

No reneguéis del pasado; pero no vuelvas a él.

Cuando tengáis sed del bien —ansia divina— no lo esperéis del cielo, no tendáis las manos unidas en concavidad mendicante; cavad vosotros mismo el pozo que os dé el agua. Cavad un pozo profundo, y si la piedra del mal os lo impide, hacedla pedazos con valor indomable, aunque sea con vuestras propias uñas y trasformadlo en fuente eterna.

Si tenéis sed del mal, huid de la bahía encantada donde habitan sus sirenas espléndidamente bellas y de mágico cantar. Huid con la cara tapada, sino vuestro destino se convertirá en una maldición. Haced de vuestro “Yo” el centinela de la virtud.

Pasad por el mundo como un rayo de luz; que la vida os sirva de espejo: sobre su terso cristal reflejad vuestra alma hacia la verdad; en el prisma de la lucha refráctala hacia el bien y tras el cristal convergente del estudio amplificadla hacia la belleza.

Mirad siempre la cumbre sin despreciar el abismo.

No os dejéis vencer por la debilidad y en el campo de batalla del pensamiento no reconozcáis la cobardía incalificable de los términos medios.

Dejad de servir a una idea si la comprendéis mal o no sabéis sostenerla. Cuando aparezca en el horizonte de vuestro planeta moral la hosca nube del materialismo irritante y grosero, cobijaos bajo el espíritu de la estirpe (raza) madre. Defended sus prerrogativas de ideal, herencia de los siglos. Pensad que en todos los continentes hay pueblos absorbentes que gustan de la voluptuosa sensación del poderío sobre la carne débil de los pequeños. Desconfiad de los fuertes.

No vayáis más allá de los extremos, que en ellos está agazapado el fanatismo como el jaguar tras de la roca.

No impongáis a vuestra conciencia ningún dogma, pues en el fondo todo dogma encierra sus odios, como toda primavera sus tormentas.

Combatid el vicio

Cuando la ciencia llegue al misterioso arcano donde la luz del cerebro no ilumine, creed en un ser supremo, fuerza o espíritu, pero no en un dios ridículo y cruel, cómplice de tiranías, que arma guerras santas, que deja sin patria a pueblos. Creed en un dios, fuerte y grande, que no intervenga en las querellas del egoísmo, fruto de humanidad. Forjad vuestro Dios de acuerdo a vuestra conciencia.

Ante la desgracia, sed el respeto; ante la injusticia, convertid vuestro carácter en un puño cerrado. Musitad un solo rezo y un canto infinito: amor. Tened fe en vuestro destino”.

*Compilado por Catalo Bogado Bordón, de la revista Órbita, páginas 5 y 6, del año 1922.

**Manuel Ortiz Guerrero, poeta y ciudadano, nació en Villarrica el 16 de julio de 1894 y murió en Asunción el 8 de mayo de 1933.

Fuente:Suplemento Cultural de ABC, Asunción, Paraguay, 15 de Mayo de 2011.

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