jueves, 4 de septiembre de 2014

¡Carlos Federico Abente: un mito viviente cumple 100 años!

Parábola del buen sembrador*

   “Por tu obra os conoceréis”, dice un versículo de la Biblia y nos remite de inmediato a la figura emblemática de Don Carlos Federico Abente. Un hombre que no ha hecho otra cosa en la vida que obras y más obras. Obras son amores dice también el refrán popular y nos presenta al doctor Abente como ejemplo de una vida cultivada con trabajo y pasión. Un hombre que ha llevado su condición de campesino paraguayo a su expresión máxima, en cuanto a laboriosidad y solidaridad. Estos atributos que seguramente heredó de sus padres y en especial, de su madre. Porque, además, dichas virtudes conllevan una sensibilidad en grado supremo que hizo de don Carlos, al tiempo de ser un excelente y destacado médico, un poeta de cuño popular muy arraigado en la lengua guaraní y sus maravillosas imágenes, creaciones mágicas y mundos mitológicos.
   Y a Don Carlos lo conocemos fundamentalmente por su Obra, dicho así en singular pero con mayúscula. Lo conocemos de la mejor manera que uno puede conocer a las personas, a través de la gente que dio y sigue dando testimonios de su gran corazón como paraguayo con sus compatriotas y como prójimo o próximo de sus semejantes. Su amistad es tan grande y generosa que ha sido capaz de compartir con figuras tan ilustres de nuestra cultura como, para mencionar a algunos, José Asunción Flores, el creador nada menos que la Guarania, Hérib Campos Cervera, uno de los mayores poetas paraguayos, Félix Pérez Cardozo, el genio que coronó de gloria para siempre el arpa paraguaya, Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes de Literatura, el ahijado Oscar Cardozo Ocampo, entre otros, para que la lista de nombres insoslayables no sea infinita.
Pero la semblanza más acabada de Don Carlos la podemos encontrar y disfrutar en los versos inspirados e insuperables de ÑEMITY. Con razón decía José Asunción Flores que “sólo don Carlos podía escribir algo sobre el acto de sembrar, que sólo un campesino tiene la vocación espiritual de sembrar”, según las propias palabras del doctor Abente. Y qué razón tuvo Flores, porque lo mejor que sabe hacer Carlos Federico Abente es sembrar ejemplos de generosidad y solidaridad por doquier. Y nosotros también lo celebramos ese gesto permanente de mano abierta, como lo hiciera a su vez el gran poeta español León Felipe en uno de sus poemas, “canto el gesto del sembrador, mientras una mano se cierra para contener la semilla, la otra se abre para esparcir las simientes...” Asimismo, Ernesto Báez, el renombrado actor paraguayo, dedicó unos versos a Don Carlos en señal de amistad y gratitud:
Este médico poeta es arquetipo / De mano abierta hacia el necesitado / En el idioma nativo se refugia / Como el caracol lleva su patria a cuestas / Conocemos sus anhelos más perennes / Volver a la tierra roja de su infancia / Y observar a las semillas que en los surcos / Darán pan y libertad a sus hermanos.”
   Corría aquél año de 1947, año que atravesó el Paraguay con una espada clavada en el alma, porque su tierra colorada se tiñó doblemente de la roja sangre de sus hijos y el éxodo de otros tantos, muchos para no volver nunca más. Entre ellos, Hérib Campos Cervera, escribió entonces con la sal en la herida su célebre “Un Puñado de Tierra”, con dedicatoria que dice “Con afecto y confraternidad, para su amigo projimista Carlos Abente”, poema donde clama en el desierto de exiliado: “Patria de mi alegría y de mi duelo; eso quise de Ti. /.../ Ni los cuervos ni el odio / me pueden cercenar de tu cintura: yo sé que estoy llevando la raíz y tu suma; sobre la cordillera de mis hombros.” En el mismo sentido, el laureado escritor Augusto Roa Bastos, haciendo gala de su pluma y la amistad de Don Carlos, también en el año doloroso de 1947, estampó en su poema “Saludo a Carlos Federico Abente”:
“Yo te conozco en todos los amigos / Porque el color de tu amistad les diste / Y en todos ellos tu presencia existe / como el color del sol sobre los trigos.”
Todas estas palabras escritas y pronunciadas por tan encumbradas figuras de nuestra 
cultura no son otras cosas que la cosecha que devuelve la vida y el tiempo a ese incansable Ñemity de Don Abente, esa labor mística de la siembra como acto de vida y valor espiritual del noble agricultor campesino. Otro eco que resuena en su nombre encontramos en el poema “Aregua Memby Tee”, de Zenón Bogado Rolón, que dice “Tembiypy ika’aguýva / Yvyrapepê apyte; Ka’avo torýicha pohâva / Ijopói remime’ê.”  Y retumba en otros versos de otro gran poeta paraguayo, más conocido como periodista entre nosotros, el compatriota Mario Rubén Alvarez, que retrata a Don Carlos así: “Guarani ryepýpe ha’e oike / ohejava’ekuégui oñemo’âguive / ipirútava’ekue hokypa jevy.” 
   No nos olvidamos en ningún momento que estamos asistiendo a la presentación del último libro editado por el doctor Abente, SAPUKAI SUNU, que forma parte de una suerte de trilogía poética con los dos libros anteriores, CHE KIRIRÎ SAPUKAI HAGUÂ y KIRIRÎ SAPUKAI. Nombres de libros que cualquier lector u oyente desprevenido pensaría que son reiterativos o bien, un simple juego de palabras. Sin embargo, estamos escuchando todas palabras sagradas y consagradas en la cosmogonía guaraní, como fundamentos de la creación del mundo y el lenguaje como sinónimo del ser o el alma misma. Al respecto traemos los conceptos esclarecedores de Rudi Torga que escribiera a propósito del libro SAPÙKAI SUNU: “La vida de Carlos Federico Abente es el libro más valioso que tiene la cultura paraguaya. Los libros que sucesivamente llegó a publicar son apenas señales que indican donde está oculto el tesoro de su mba’ekuaa’apyre’ÿ. El sapukái que le nace de la profundidad del ser, no se nutre en el odio, ni se fundamenta en la protesta. Mucho menos es el sapukái del pusilánime que se entrega al servilismo, ni el sapukái del traidor que así espanta su humillación. Tampoco es el sapukái mercenario que vocifera su abyección, ni el spukái del opresor que con el grito silencia su miedo a la revolución. Carlos Federico Abente tiene un sapukái que resplandece como la bondad del sol, espanta la frialdad del alma y enciende la ternura humana como fiel centinela de la Creación. En su alma habita el aborigen con su sabiduría, para evangelizar a la civilización occidental. Y en su ciencia de médico habita la projimidad de Don Quijote de la Mancha que se prodiga en solidaridad con el ñane retayguá.
 El mismísimo Carlos Federico Abente en su libro que hoy presentamos arriesga una 
definición, después de tensar la cuerda en el arco, dispara su flecha como buen tirador de la tribu en estos versos: “Sapukái sunu.../ Rehatapynáva mborayhu rata, / Néina ore rendu, / nde rata rendýpe tokaipa oharúva, / Ha akói nde sunúme ñamombay okéva,...” En este sentido, podemos agregar por nuestra parte, el sapukái sunu que ofrece el libro de Don Carlos remite al estallido tronador de la creación misma, coincidente con los descubrimientos más avanzados de la ciencia que nos hablan de la Gran Explosión como origen del Universo. Como se puede ver, a la verdad se llega por muchos caminos, como también a Roma según sostiene el dicho popular, pero la sabiduría de los pueblos siempre conduce a un destino de paz y fraternidad. Paz y fraternidad, precisamente, son las estrellas que iluminan la vida y obra de don Carlos Federico Abente, hombre que tiene  como garante de toda su grandeza, una mujer de incalculables kilates y un corazón de oro, Doña Eva de Abente.
   Y para terminar, vuelvo al principio que decía que lo que celebramos siempre en don Carlos es su vocación que, sin pretenderlo quizá, se autoretrató en Ñemity, como un gran sembrador de vida, amistad, poesía y pasión por la libertad. Pero seguramente, Carlos Federico Abente, es la síntesis más armoniosa entre la rebelde lengua del poeta guaraní Etiguará y la enseñanza perdurable del aquel Cristo maestro, que no sólo enseñó a ser buen pescador sino también a ser buen sembrador; cuando habló de que las simientes no se debían tirar en la arena sino, para que broten y crezcan, en buena tierra preparada. Y Don Carlos Federico Abente, sin duda alguna, primero carpió largamente para el kokué, luego aró y desde entonces, hasta hoy, no termina de sembrar, para que todos nosotros podamos aprovechar la milagrosa cosecha del Gran Maestro y Buen Sembrador.

      GILBERTO RAMIREZ SANTACRUZ
                  Buenos Aires, Octubre de 2003.-  

*Palabras pronunciadas en ocasión del lanzamiento del libro SAPUKAI SUNU de Carlos Federico Abente, en el C. A. Deportivo Paraguayo de Buenos Aires, en el mes de octubre de 2003.

    IKATU VA´ERÃPA

Ikatuva´erãpa ku che kepeguápe
ipoty kurúva hi´ãite guive,
apáy javemívo oguahë hi´ára
ha ijapyra endyma mborayhu rata.

Ikatuva´erãpa ñande pyporépe
jahecha katu jajavyva´ekue
ha torypa´üme arandukuaápe
ko ñane retã ñamomba´ete.

Ñemyrõ ohasárõ tape ipotimbáne
jaipyapy vy´ápe toguahë arete
ko´ë pytangy ku iguata katúva
porayvosetégui péina itenonde

ñañembyatypána ñane retãmíme
ha py´a guasúpe ñamombarete
toguahë jasyndie kerasy ipaháva
ha kuarahyetépe jajohesape.


Letra: Carlos Federico Abente
Música: Alejo Benítez y Adolfo Arregui

   ¿será posible un día?*
¿Será posible que mi sueño un día
su capullo comience a florecer,
despertar cantando de alegría
y el fuego del amor empiece a arder?
¿Será posible desandar caminos
que las huellas guardan odios del ayer,
con sabia pasión forjar el destino
de la Patria Grande decimos querer?

Sin el odio queda libre el sendero
que nos llevará al día señalado
y el rojo amanecer con su lucero
nos anunciará un porvenir soñado.

Cuando estemos todos en la patria,
con gran coraje la hagamos crecer,
en paz con la luna y su luminaria
y que sea el sol nuestra luz y fe.


* Traducción de los versos en guaraní de “Ikatu vaeräpa”, de Carlos Federico Abente, realizada a pèdido del autor por Gilberto ramírez Santacruz y publicada en su libro "Paraguay canta, Paraguay sueña"(2008).


          el silencio y las palabras*
(a carlos federico abente

hijo universal de isla valle de areguá)


según nos cuentan
primero fue el silencio
la nada vestida de nebulosa
como una diosa antigua venida a menos
vagando por el universo en busca de una señal
pero fue imposible hallar un eco siquiera

hasta que el verbo estalló en luces
el aliento primario disparó su remoto latido
el vaho de la creación cubrió el horizonte
el aire y el cielo se abrieron por fin
el mar y la vegetación brotaron como magia
y se derramaron colores por doquier

pero faltaba lo mejor de la creación
el sonido y la palabra quedaron para el final
estaban reservados para seres superiores
los gestos al principio eran suficientes
luego las modulaciones guturales
y los afectos que se gestaban con el tiempo

luego el verbo parió la palabra
y la palabra echó a andar los caminos
los milenios y los siglos no bastaron
apenas fueron resquebrajados puentes
a la hora de honrar la humana especie
y acompañar la divina evolución

la nada quedó en un hueco concepto
el eco originario llegó a ser sonido
el verbo prosperó hasta la cumbre del lenguaje
la palabra alcanzó la imposible poesía
el hombre se superó a sí mismo
superó los límites naturales
y fue capaz de convertirse en poeta

*Versos extraídos de "Poemas entre el amor y el olvido", de Gilberto Ramírez Santacruz, publicado en 2003 en Asunción Paraguay.

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