sábado, 26 de septiembre de 2020

El burro y el profesor


El burro y el profesor*

 ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!

Lo mismo un burro que un gran profesor.

 No hay aplazaos ni escalafón,

los ignorantes nos han igualao.

Enrique Santos Discépolo (Cambalache)

 

 Todo empezó cuando el paí Fariña decidió comprar una motocicleta ante la desaparición de su burrito que lo llevaba a las parroquias más alejadas pero que seguían perteneciendo a su jurisdicción. Las autoridades del pueblo montaron en cólera y acusaron al cura de aprovecharse de la feligresía al mandar organizar la constante “gallineada” y con idea interesada de obtener los fondos necesarios para su propósito.

 —Desde cuándo ni dónde se ha visto que un padre de la iglesia visitando en moto a sus fieles más humildes de las compañías –decía el intendente a sus funcionarios y partidarios para hacer llegar su opinión al cura. Desde el púlpito cada domingo, durante la misa principal, el sacerdote trataba de justificar y argumentar el porqué de su decisión.

 —No pretenderán que vaya a pie a mis obligaciones con las parroquias, hubieran cuidado más para que los cuatreros y los abigeatos no se llevaran nuestros burros y caballos para su picadillo –lamentaba el paí Fariña y denunciaba a las autoridades que el robo de los animales con dueños o los sueltos por el pueblo se debía a que los frigoríficos de la zona compraban lo robado para convertirlo en carnes enlatadas o en el famoso “vaca—i”.

 La guerra estaba planteada entre el guía espiritual y los jefes políticos, entre la modernización de la misión evangélica subida en una moto y la conservación de la tradicional prédica doctrinaria montada en un chusco borrico andador. Y en la misma época de la controversia, el tema me tocó muy de cerca, ya que yo me iba de 7 km. todos los días al colegio de San Juan Nepomuceno, desde mi pueblo de Abaí y montado también en mi formidable burro llamado BM, Burro Macho para los amigos curiosos que quieran descifrar la sigla, y contaba entre mis profesores al padre Fariña en las materias de Latín y Música Clásica.

   Debo reconocer que nunca fui un buen alumno ni me destaqué en el colegio y menos en dichas asignaturas tan alejadas de mi cultura o incultura, aunque sabía de memoria los rezos en latín que aprendí en la Doctrina catequística y me atrapaba la biografía de algunos genios de la música como Bach, Beethoven y Mozart, pero donde sí mostraba mejor lustre y sacaba ventaja a mis compañeros era en los partiditos de fútbol, en el patio de la iglesia, y donde tenía también como fanático a mi favor al mismísimo padre Fariña, gran aficionado al fútbol de potrero y que felizmente me compensaba con los goles conquistados lo que me faltaba de respuestas en las preguntas de los exámenes. En cuanto a la controversia estallada sobre “caballo aluminio”, como llamábamos con cariño a nuestro benemérito y servidor burrito, un animal fantástico cuyo origen se pierde con el del mismo hombre, ya aparece su figura inconfundible en los más antiguos rupestres e ilustraciones de dioses mitológicos de Egipto, Grecia y Roma, para no abundar más en su prosapia y abocarnos al asunto que nos concierne. En ese momento del altercado entre el profesor Fariña y los mandamases de San Juan Nepomuceno, pensé que pronto extrañaríamos también la figura del cura montado en su borrico llevando la palabra de Dios a los desesperanzados y pobres de los caseríos aledaños al pueblo. Y que más de una vez nos cruzábamos por los caminos y bromeábamos para hacer alguna vez la prometida partida de cuadrera con nuestros montados.

   Pero una anécdota quedó imborrable y patente en mi recuerdo, una media mañana nos topamos en Torín, un paraje intermedio entre Abaí y San Juan Nepomuceno, y los dos íbamos leyendo montados en nuestro respectivo Equus Africanus Asinus, nombre científico del burro, el padre Fariña iba repasando seguramente algunas de las Epístolas de San Pablo que tanto le gustaban desentrañar en sus sermones, y yo, paradoja aparte, embargado iba también en la lectura obligatoria de Castellano y Literatura, con “Platero y Yo”, de Juan Ramón Jiménez. Por lo tanto, la dicotomía del burro y la moto tomó vuelo y revuelo inesperados, llevó a todo el pueblo a tomar partido por el cura o por las autoridades. Los más sensatos, creían que la motocicleta ayudaría al paí Fariña a cumplir mejor sus tareas y en mejor tiempo, ya que tenía otras ocupaciones muy importantes además de la evangélica, se desempeñaba como profesor en el Colegio Nacional y director de Coro de la iglesia. Pero los jefes políticos y municipales no cesaban en su ataque, se hicieron asesorar por los letrados del Partido de Gobierno y parecían que cada día afilaban más la lengua.

— Este supuesto ministro del Señor reniega del noble compañero que prestó servicio nada menos que a la Sagrada Familia para escapar a Egipto de la guadaña de Herodes y puso lomo al Mesías para hacer su ingreso triunfal a Jerusalén –comentaba el juez de paz a los compueblanos que pasaban por su despacho en pos de algún trámite. Por supuesto, a la gente más o menos informada no se les escapaban los servicios prestados por el legendario burro en todos los tiempos de la humanidad y en especial en los del Paraguay, incluso se sabía bien que en las maravillas del mundo que constituyen las Pirámides de Egipto fueron los esforzados protagonistas en la construcción, aunque los faraones a propósito se olvidaron de consignar a los esclavos y los borricos como verdaderos hacedores de las obras para auto adjudicarse los méritos, como también fueron insoslayables en las fundaciones y fomentos de los pueblos más importantes de nuestro país, estuvieron siempre en la primera fila laborando los borriquillos y sus parientes más cercanos que son los caballos y las mulas. Sin embargo, la injusticia de la historia se encargó de desfigurar su noble estampa y brillante inteligencia que muchos confundieron con tozudez y obcecación. Puedo dar testimonio bajo juramento de su condición de inmejorable compañero de caminos y estudios, con sus orejas podían distinguir a kilómetros la presencia de un tigre salteador de barrancas y plantarse como un tronco enraizado para no moverse más hasta que el peligro desaparezca, o con su olfato para detectar al instante, antes cruzar una aguada o riacho, que se trataba de una arena movediza que tragaba a todo aquel desprevenido que intentaba vadear. Pero su fama asociada a la ignorancia y a la falta de inteligencia proviene de lejos, dicen que los egipcios representaba la ignorancia con la cabeza bien orejuda para connotar la falta de cerebro y vocación de aprendizaje; y la falta de inteligencia es sólo un mito en el burro, desde las innumerables fábulas de Esopo y otros creadores de la antigüedad, fue el elegido por el dios Júpiter para llevar la eterna juventud pero luego engañado por la serpiente, que renovará la piel cada año y no envejecerá nunca, por unos pocos sorbos de agua en el desierto, como fue destacado en el papel de “el Rucio” de Sancho Panza, o el burro intelectual llamado Benjamín en la Rebelión de la Granja de George Orwell, se lo asoció injustamente a un ministro de Educación del régimen de Stroessner, célebre por sus rebuznantes opiniones, a quien se le puso de marcante “Ñandejára taxi”(Taxi de Dios o Cristo), en directa referencia al burro que utilizó Jesús para entrar en Jerusalén y fuera recibido por los seguidores con palmas y olivos en señal de paz y esperanza.

   Pero con tanto de tire y afloje, de dimes y diretes con el tema del burro y la moto con las autoridades, un día el paí Fariña se cansó de recibir los insultos a diestra y siniestra, entonces aprovechó el sermón de un domingo, en que la gente aguardaba ya alguna respuesta a las reiteradas bravuconadas de los jefes políticos, para dispararle de una buena vez a los insolentes de la Seccional Colorada, de la Junta Municipal y de cuantos elementos y “juru kyre’ÿ”(charlatanes) empleados de la burocracia pueblerina.

 — Como verán no sólo fue robado mi burro sino también los otros borricos que abundaban antes desaparecieron de las calles, de los campos comunales y alrededores de la iglesia. No quedó uno solo disponible y libre para ser utilizado de monta por este humilde servidor del Señor Todopoderoso. ¿Y saben por qué no tengo más un burro y me veo obligado a comprar una moto? Porque todos los burros no trabajan más por ahora, últimamente, se convirtieron todos en grandes políticos y respetables autoridades del pueblo – remató furioso el padre Fariña su “sermón de la cizaña” como dijera luego un dolido político al acusar recibo de la estocada dialéctica.

Marzo, 1988.

 *Relato extraído del libro inédito "Los colgados y otros cuentos pendientes", G.R.S.

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