jueves, 8 de mayo de 2014

¡Arde Troya en Caazapá: Un epistemólogo de Tatakua se enfrenta con un filósofo de Villa Cohete!

De cuando Platón y Aristóteles
se cruzaron una mañana en Tatakuá*


     Paseando un día, sin proponerse imitar e ignorando tal vez las caminatas que realizaban alrededor de las ágoras de Atenas los antiguos filósofos griegos, asistí aquella mañana a un inesperado certamen filosófico en una de las calles de Tatakuá, mientras recorríamos el añorado pueblo, en un retorno fugaz después de muchos años de ausencia, con mi colega de las letras Catalino Bordón cuando éste, a la vuelta de una esquina, se encontró con otro compueblano y amigo de infancia de Villa Cohete, encuentro en que  se filtraron de sorpresa, quizás sin querer también, entre la nostálgica charla, el nudo de la cuestión máxima del conocimiento, es decir, el mundo de la apariencia y el ser verdadero explicada con la fábula de la caverna que proyecta luz y sombra de la realidad o de las ideas filosóficas de Platón,  y colada también la teoría de la sustancia o de la realidad de los sentidos y de la materia de Aristóteles.

     Mientras íbamos aristotélica y peripatéticamente deshojando los recuerdos con mi amigo cuando apareció de pronto Merardo Maidana, se interrogaron un poco extrañados al principio, al reencontrarse mucho tiempo después, pero luego se fundieron en un fraternal abrazo para borrar el tiempo ido. Al parecer, mi amigo muy pronto notó que Maidana resultaba un tanto altanero y envalentonado al parecer, hasta se mostraba despreciativo con su mirada y muy peyorativo en su modo de hablar al referirse al "valle" que los vio nacer o pueblo de origen, ya que el diálogo se deslizó con vertiginosa porosidad y tuvo un final abrupto con fricciones dialécticas propias de los sofistas presocráticos pero filosóficamente inescrutable.

  — Mi casa queda en la entrada misma de Villa Cohete, muy fácil de identificar porque es la única casa de material entre todas las demás que existen– precisó jactancioso Maidana  como invitando al mismo tiempo para que lo visite al pasar, pero queriendo aclarar que su casa se distingue porque es la única de ladrillos y cemento mientras que las otras siguen siendo de adobe y paja como antes de cuando eran niños, aparentemente como permanecen las casas familiares que siguen en pie del amigo. 
    — ¡Qué bien descripta y materializada su casa para su identificación! ¿Pero, entonces, compañero, si mal no entiendo, si su casa es la única constituida y construida  de material y, por consiguiente, las otras casas de nuestro pueblo son todas inmateriales? contestó muy molesto interrogando y como distraído, pero tajante mi amigo Catalino Bordón, al tiempo de despedirse  bruscamente y dejar flotando en el ambiente tatakueño la pregunta con reminiscencia platónica y cierto dejo aristotélico.

Enero, 2010.-

*Cuento extraído del libro inédito "Espiridión y el arte de la manipulación", de Giblerto Ramírez Santacruz.

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