jueves, 29 de marzo de 2012

¡Laconia y el buen entendedor!

Laconia*

En Grecia, mientras Sócrates enseñaba la mayeútica a través del diálogo en las ágoras atenienses o el filósofo Diógenes el Cínico abandonaba su tonel para increpar a la gente sin piedad su hipocresía por las calles, en la aldea marítima de Laconia, cuyos habitantes se caracterizaban por hablar poco y nada, acaeció un mentado episodio.

Una mañana, dos pescadores lacónicos al recoger la red con su barcaza, entre otros especimenes del mar jónico, apareció una hermosa e indescriptible sirena rubia.

Uno de los pescadores la levantó en sus brazos y el otro observaba la escena con fruición. La inspeccionó, con los ojos fuera de órbita, de arriba a abajo, recorriendo la mirada por el rostro y la cabellera, la boca susurrante y los ojos azulados, el anverso y el reverso, pasó la mano por las escamas amarillentas y constató su extremo que culminaba en una cola de pescado.

Sin comentarios, la devolvió al mar y quedó pensativo con la mirada en lontananza.

El compañero ofuscado, en protesta por no haber podido tocarla siquiera, inquirió:

— ¿Por qué?

Contestó al instante el otro, seguro de haber obrado correctamente.

— ¿Y por dónde?


*Cuento perteneciente al libro "El maleficio y otras maldades del mundo" de Gilberto Ramírez Santacruz.

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