El burro y el profesor*
¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!
Lo
mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los
ignorantes nos han igualao.
Enrique Santos Discépolo (Cambalache)
Todo empezó cuando el
paí Fariña decidió comprar una motocicleta ante la desaparición de su burrito
que lo llevaba a las parroquias más alejadas pero que seguían perteneciendo a
su jurisdicción. Las autoridades del pueblo montaron en cólera y acusaron al
cura de aprovecharse de la feligresía al mandar organizar la constante
“gallineada” y con idea interesada de obtener los fondos necesarios para su
propósito.
—Desde cuándo ni dónde
se ha visto que un padre de la iglesia visitando en moto a sus fieles más
humildes de las compañías –decía el intendente a sus funcionarios y partidarios
para hacer llegar su opinión al cura. Desde el púlpito cada domingo, durante la
misa principal, el sacerdote trataba de justificar y argumentar el porqué de su
decisión.
—No pretenderán que
vaya a pie a mis obligaciones con las parroquias, hubieran cuidado más para que
los cuatreros y los abigeatos no se llevaran nuestros burros y caballos para su
picadillo –lamentaba el paí Fariña y denunciaba a las autoridades que el robo
de los animales con dueños o los sueltos por el pueblo se debía a que los
frigoríficos de la zona compraban lo robado para convertirlo en carnes
enlatadas o en el famoso “vaca—i”.
La guerra estaba
planteada entre el guía espiritual y los jefes políticos, entre la
modernización de la misión evangélica subida en una moto y la conservación de
la tradicional prédica doctrinaria montada en un chusco borrico andador. Y en
la misma época de la controversia, el tema me tocó muy de cerca, ya que yo me
iba de 7 km. todos los días al colegio de San Juan Nepomuceno, desde mi pueblo
de Abaí y montado también en mi formidable burro llamado BM, Burro Macho para los
amigos curiosos que quieran descifrar la sigla, y contaba entre mis profesores
al padre Fariña en las materias de Latín y Música Clásica.
Debo reconocer que
nunca fui un buen alumno ni me destaqué en el colegio y menos en dichas
asignaturas tan alejadas de mi cultura o incultura, aunque sabía de memoria los
rezos en latín que aprendí en la Doctrina catequística y me atrapaba la
biografía de algunos genios de la música como Bach, Beethoven y Mozart, pero
donde sí mostraba mejor lustre y sacaba ventaja a mis compañeros era en los
partiditos de fútbol, en el patio de la iglesia, y donde tenía también como
fanático a mi favor al mismísimo padre Fariña, gran aficionado al fútbol de
potrero y que felizmente me compensaba con los goles conquistados lo que me faltaba
de respuestas en las preguntas de los exámenes. En cuanto a la controversia
estallada sobre “caballo aluminio”, como llamábamos con cariño a nuestro
benemérito y servidor burrito, un animal fantástico cuyo origen se pierde con
el del mismo hombre, ya aparece su figura inconfundible en los más antiguos
rupestres e ilustraciones de dioses mitológicos de Egipto, Grecia y Roma, para
no abundar más en su prosapia y abocarnos al asunto que nos concierne. En ese
momento del altercado entre el profesor Fariña y los mandamases de San Juan
Nepomuceno, pensé que pronto extrañaríamos también la figura del cura montado
en su borrico llevando la palabra de Dios a los desesperanzados y pobres de los
caseríos aledaños al pueblo. Y que más de una vez nos cruzábamos por los
caminos y bromeábamos para hacer alguna vez la prometida partida de cuadrera
con nuestros montados.
Pero una anécdota
quedó imborrable y patente en mi recuerdo, una media mañana nos topamos en
Torín, un paraje intermedio entre Abaí y San Juan Nepomuceno, y los dos íbamos
leyendo montados en nuestro respectivo Equus Africanus Asinus, nombre
científico del burro, el padre Fariña iba repasando seguramente algunas de las
Epístolas de San Pablo que tanto le gustaban desentrañar en sus sermones, y yo,
paradoja aparte, embargado iba también en la lectura obligatoria de Castellano
y Literatura, con “Platero y Yo”, de Juan Ramón Jiménez. Por lo tanto, la
dicotomía del burro y la moto tomó vuelo y revuelo inesperados, llevó a todo el
pueblo a tomar partido por el cura o por las autoridades. Los más sensatos,
creían que la motocicleta ayudaría al paí Fariña a cumplir mejor sus tareas y
en mejor tiempo, ya que tenía otras ocupaciones muy importantes además de la
evangélica, se desempeñaba como profesor en el Colegio Nacional y director de
Coro de la iglesia. Pero los jefes políticos y municipales no cesaban en su
ataque, se hicieron asesorar por los letrados del Partido de Gobierno y
parecían que cada día afilaban más la lengua.
— Este supuesto ministro del Señor reniega del noble
compañero que prestó servicio nada menos que a la Sagrada Familia para escapar
a Egipto de la guadaña de Herodes y puso lomo al Mesías para hacer su ingreso
triunfal a Jerusalén –comentaba el juez de paz a los compueblanos que pasaban
por su despacho en pos de algún trámite. Por supuesto, a la gente más o menos
informada no se les escapaban los servicios prestados por el legendario burro
en todos los tiempos de la humanidad y en especial en los del Paraguay, incluso
se sabía bien que en las maravillas del mundo que constituyen las Pirámides de
Egipto fueron los esforzados protagonistas en la construcción, aunque los
faraones a propósito se olvidaron de consignar a los esclavos y los borricos
como verdaderos hacedores de las obras para auto adjudicarse los méritos, como
también fueron insoslayables en las fundaciones y fomentos de los pueblos más
importantes de nuestro país, estuvieron siempre en la primera fila laborando
los borriquillos y sus parientes más cercanos que son los caballos y las mulas.
Sin embargo, la injusticia de la historia se encargó de desfigurar su noble
estampa y brillante inteligencia que muchos confundieron con tozudez y
obcecación. Puedo dar testimonio bajo juramento de su condición de inmejorable
compañero de caminos y estudios, con sus orejas podían distinguir a kilómetros
la presencia de un tigre salteador de barrancas y plantarse como un tronco
enraizado para no moverse más hasta que el peligro desaparezca, o con su olfato
para detectar al instante, antes cruzar una aguada o riacho, que se trataba de
una arena movediza que tragaba a todo aquel desprevenido que intentaba vadear.
Pero su fama asociada a la ignorancia y a la falta de inteligencia proviene de
lejos, dicen que los egipcios representaba la ignorancia con la cabeza bien
orejuda para connotar la falta de cerebro y vocación de aprendizaje; y la falta
de inteligencia es sólo un mito en el burro, desde las innumerables fábulas de
Esopo y otros creadores de la antigüedad, fue el elegido por el dios Júpiter
para llevar la eterna juventud pero luego engañado por la serpiente, que
renovará la piel cada año y no envejecerá nunca, por unos pocos sorbos de agua
en el desierto, como fue destacado en el papel de “el Rucio” de Sancho Panza, o
el burro intelectual llamado Benjamín en la Rebelión de la Granja de George
Orwell, se lo asoció injustamente a un ministro de Educación del régimen de
Stroessner, célebre por sus rebuznantes opiniones, a quien se le puso de
marcante “Ñandejára taxi”(Taxi de Dios o Cristo), en directa referencia al
burro que utilizó Jesús para entrar en Jerusalén y fuera recibido por los
seguidores con palmas y olivos en señal de paz y esperanza.
Pero con tanto de
tire y afloje, de dimes y diretes con el tema del burro y la moto con las
autoridades, un día el paí Fariña se cansó de recibir los insultos a diestra y
siniestra, entonces aprovechó el sermón de un domingo, en que la gente
aguardaba ya alguna respuesta a las reiteradas bravuconadas de los jefes
políticos, para dispararle de una buena vez a los insolentes de la Seccional
Colorada, de la Junta Municipal y de cuantos elementos y “juru
kyre’ÿ”(charlatanes) empleados de la burocracia pueblerina.
— Como verán no sólo
fue robado mi burro sino también los otros borricos que abundaban antes
desaparecieron de las calles, de los campos comunales y alrededores de la
iglesia. No quedó uno solo disponible y libre para ser utilizado de monta por
este humilde servidor del Señor Todopoderoso. ¿Y saben por qué no tengo más un
burro y me veo obligado a comprar una moto? Porque todos los burros no trabajan
más por ahora, últimamente, se convirtieron todos en grandes políticos y
respetables autoridades del pueblo – remató furioso el padre Fariña su “sermón
de la cizaña” como dijera luego un dolido político al acusar recibo de la
estocada dialéctica.
Marzo, 1988.
No hay comentarios:
Publicar un comentario