viernes, 21 de diciembre de 2012

En Navidad y Año Nuevo: ¡El paraíso que te espera...!


El paraíso que te espera


  Cuando Dios echó a Adán y Eva del Paraíso por desobedecer a su mandamiento y ser débiles ante las tentaciones,  no habló nunca de que el Edén se había destruido para siempre sino que quedó prohibido para aquella pareja imprudente que fue desalojada por romper la alianza del hombre con el Creador.  

 

Pero al restablecerse la Nueva Alianza, con la venida del Mesías  que con su sacrificio selló la unión, cada hombre y cada mujer está rehabilitado para volver al Paraíso perdido que espera en algún lugar o tiempo, pero con la condición de que el camino que llevará de vuelta al Edén, necesariamente, deberá ser trazado por  cada uno, a su personal e irrepetible manera. 


                                               Gilberto Ramírez Santacruz

lunes, 17 de diciembre de 2012

¡Adiós a Chester Swann: Un día Celso Brizuela como Alonso Quijano...!


Adiós a Chester Swann:                                           

                                            Un día Celso Brizuela como Alonso Quijano

 

En un lugar leyendario de las tierras paraguayas

de cuyo nombre perdido de Luque recordaré

siempre,

vivía un valiente tallador y enderezador de entuertos

rodeado de gigantes malechores sin aspas,

de bufones y  pigmeos cortesanos de la adulonería,

que para emprender día a día su batallar Celso Brizuela,

como auténtico caballero de rey y de ley 

a los pyragués de la dictadura de Tembelo,

se rebautizó como el rockero Chester Swann

igual que Alonso Quijano que se hizo Quijote,

y montados ambos en sus corceles Rocinantes,

el manchego cabalgando en su esquelético potro,

el luqueño arrasando con su corcoveante moto Ninja

y  al hombro una de sus infaltables guitarras Fender

y ejecutando al mismo tiempo con armonía

la más sublime canción con su gualambau mby’a,

pero ya de regreso como héroe de un largo periplo

o como yendo glorioso y feliz a la aventura  final.

                                                                     
Gilberto Ramírez Santacruz                                                                                                          
Buenos Aires, 17 de diciembre de 2012.-
                   

martes, 14 de agosto de 2012

¡HOMENAJE A ELVIO ROMERO, EL POETA DE LOS INNOMBRABLES...!


                                    
                                                     LOS INNOMBRABLES
                                      
                                                                 I

Éramos ya los innombrables,
 los desechados de las glebas,
los que apenas tenían nombre,
lo de vivir en pobres tierras,
los de llevar señal amarga
de castigo por las ojeras,
los de plantar en suelo extraño,
los de vestir ropas ajenas,
los que estaban como de paso
medio sangrando entre las piedras,
los ignorados de la gente,
los del desprecio y las afrentas,
quienes soltaban por las noches
los animales y las hogueras.

Éramos ya los innombrables,
los niños pobres y andrajosos
a quienes se llamaban con un silbido,
o con un gesto, o simplemente con la mitad del nombre;
los que podían vivir bajo las lluvias y los vientos
y las heladas, descalzos, y en las noches crueles de frío y desamparo,
y tener fiebres palúdicas
y envidiar a los bravos
y apedrear los faroles que penden de los tugurios,
o morir como mueren los ancianos
de efímera ilusión, soplados desde abajo.

Podíamos seguir las ferrovías
como si fueran el sendero a la medida
de nuestros anhelos
- brillantes u oscurecidos según la distancia y el tiempo -
orinar en las alcantarillas en los crepúsculos ardorosos
y tener gestos ásperos y altaneros.

Soñábamos con lagos inmensos
y con cabañas en medio de los montes profundos,
soñábamos con bandoleros que asediaban en tranqueras
y podían caer, cruzados de proyectiles, con el regocijo
sobre sus caballos jadeantes, raudos y enloquecidos!

                         II

Éramos ya los innombrables,
los pobres hombres de la tierra,
los de labios enrojecidos
por pedradas o por violencias,
los de rostro duro y reseco,
los atrevidos en las pendencias,
los que ostentaban sobre el pecho
girasoles y resistencias,
relampagueos en la frente,
sublevaciones en la lengua,
quienes soltaban por las noches
los animales y las hogueras.

Vida la nuestra, oscura,
de conocer todas las hambres,
y los senderos de las lluvias y los paisajes,
de los ventarrones que doblan en las siestas ardientes
el tallo fino de los mandiocales;
conocíamos el bochorno delirante del verano en los cocoteros,
los animales que lamían el bastón de los ciegos y
las serpientes y las flores silvestres.

Conocíamos los caminos
de los talleres y los campos,
de las misteriosas plantas a la orilla de los pantanos,
del sudor pegajoso de los trabajadores en el rumor del mediodía,
del pañuelo bordado por la mano anhelante de las muchachas vírgenes;
conocíamos las marcas forasteras de las barajas en los puertos,
el extraño mutismo de los hombres seguros y violentos.

Acaso descubríamos
cuanto yacía en el sobresalto de nuestros sueños,
el afán insumiso del acero escondido en la cintura
de los valerosos que morían cantando,
la música de los naranjales, el murmullo que suena lluvia adentro,
la cicatriz de los peones que tenían historias indescifrables
sobre la piel oscura a medianoche.

Aprendíamos cantos
de pendencia altanera;
tocábamos las guitarras cuyo secreto profundo era secreto
de los cautos y entristecidos,
aprendíamos las palabras que amedrentaban con su audacia y su furia
como la gloria de los himnos guerreros;
llevábamos el pecho desnudo de amarillo leopardo por los fondos calientes
de los bosques y los tembladerales.

Conocíamos las plantaciones
y los terrenos besados por las Siete Cabrillas,
los que guardaban para nosotros las cosechas más bárbaras,
los que dejaban sangre tibia en la esponja exprimida y oprimida
de nuestra piel morena;
conocíamos el brillo vengativo de los machetes que descansaban todavía
las rodillas que se partían de repente por los montes
húmedos y coléricos, gigantescos y lúgubres, y de virilidad decorosa,
y las comarcas lúbricas de torturado silencio
y el cinturón de fuego del verano.

                       III

Fuimos hechos de tierra roja
y de palabras callejeras,
de amasijos elementales
y de madera primigenias,
tempraneros encallecidos
de quemarse en las polvaredas,
de auparse en las intemperies,
de madrugar en las capueras,
nacidos ya, como quien dice,
en tiempo de mala cosecha,
sobre caminos quebrantados
por desventuras y querellas,
por gacho gesto ensombrecido,
por un destino de violencias.

Y éramos ya los innombrables,
los pobres hijos de la tierra.

Vida la nuestra, oscura,
de conocer todas las hambres,
de haber escuchado el aliento expectante de los días interminables,
el llanto de las lluvias tristes sobre los llanos,
de haber probado el sorbo
amargo de la desgracia.

Y un día comprendimos
la dirección del viento, de esa musculatura
que se tuesta en la orilla brava de un sol naciente.

Nosotros, los esclavos de siempre,
los hombres de mirada perdida como la curva de los ríos bajantes,
los de anchos pies descalzos como las hojas de los tabacales,
acaparados por los golpes, adosados a los muros,
chamuscados en la extensión espesa de los latifundios infernales,
los que hacían los hijos como escupiendo el aire,
los que llevaban sobre el pecho quemado
los sembradíos y los tatuajes,
comprendimos de pronto
la voluntad sin tregua de nuestras gargantas,
que no había milagro comparable al milagro de nuestras manos poderosas.

Todo cobró un color predominio,
de pasión puesta en pie, de incógnita aclarada,
de ríos madrugando en asunción de brillo saludable,
de camino abreviando el apremio empeñado de los pasos del hombre;
todo animado al soplo de una luz verdadera,
de leño consumido que recobra el desvelo de su fuego,
de una certeza muscular y brava.

Un día comprendimos
que la Revolución no es solamente una palabra
de juvenil violencia, sino el agua fluente para la sed constante de los hombres
que pudiera traer la dignidad, difícil y profunda,
y el apego a la vida
y el latido inocente del sagrado intercambio de la emoción entre los seres.

Que es como la fidelidad de dos manos enamoradas bajo la luna.
Que es como abrir una fuente en una tierra seca bajo la luna.
Que es como la leche tibia de un madre hermosa bajo la luna.
O el grito de una niña bajo la luna.

Y supimos que hay noches
que descansan la frente sobre el pecho del día,
y hombres fuertes, como los nuestros, que sostienen las húmedas mañanas,
y flores que desvarían
en la mano rosada de las jóvenes cándidas,
y empuje adormilado de quebrar cocoteros en la dormida vara de la brisa,
y hogueras que levantan su niebla azul en medio de las colinas,
de las estrellas que guían las fugitivas olas de las playas.

Que no habría senderos entrecruzados,
ni señales desatendidas de los extraviados,
ni desafíos oscuros;
que cumpliría el verano su jornada,
la semilla su parto de esplendor y de ahínco
y el viejo rey del cielo su camino.

Entonces comprendimos
que la vida tendría una extraña belleza
como un árbol preñado de pájaros y meses,
que podríamos levantar la cabeza y mirar el cielo
sin temor y sin vergüenza,
respirar a pulmón pleno las fortificantes frescuras
de las raíces maravillosas.

Que rebelándonos abriríamos
las compuertas cerradas, el telón de los anocheceres hoscos y dolorosos,
que podíamos realizar el amor,
la pura valentía,
el canto,
la sonrisa,
y la fecundación de las aguas!

¡Comprendimos nosotros! Nosotros, los innombrables.

                                                                           ELVIO ROMERO 












jueves, 9 de agosto de 2012

Robin Wood: ¡El increible autor de personajes tan reales...!

Las aventuras de Robin Wood, el padre de Nippur de Lagash


 ¡De Caazapá al mundo de los héroes del honor!


Nació en una colonia socialista en Paraguay. Vivió en un orfanato y fue obrero.
Aquí responde a los que lo acusaron de “reaccionario”.

Robin Wood existe.


La constatación fascina porque muchas veces se pensó que ese nombre era una etiqueta detrás de la cual se ocultaban numerosos guionistas. Es que con casi medio centenar de personajes nacidos de su pluma –algunos con casi 30 años de presencia continua en el mundo de la historieta – y una producción que llegó a alcanzar entre 15 y 20 guiones semanales, resulta difícil creer que un solo hombre sea capaz de semejante obra. Pero ese hombre existe. Y se llama Robin Wood de verdad. Curiosamente, su nombre real suena menos verosímil que los de Mateo Fussari, Robert O’Neill, Noel Mc Leod, Roberto Monti, Joe Trigger, Carlos Ruiz, Rubén Amézaga y Cristina Rudlinger, los seudónimos a los cuales tuvo que recurrir para no copar los índices de las revistas de Editorial Columba.

Robin Wood, el de carne y hueso, fue homenajeado el sábado por el ministerio de Cultura del Gobierno porteño en el Museo del Humor.

El ministro Hernán Lombardi, tras las palabras de rigor, le hizo entrega de un diploma y luego el actor Juan Acosta le hizo una entrevista pública. En realidad, Acosta –que había preparado prolijamente un cuestionario– no tuvo necesidad –ni oportunidad– de preguntar demasiado, porque Wood se despachó con una hora casi ininterrumpida de anécdotas, desgranadas con histrionismo.

La biografía de Robin Wood es digna de su oficio. Nació en Paraguay en 1944, en el seno de una colonia de inmigrantes irlandeses y escoceses que llegaron a Sudamérica desde Australia y fundaron una colonia “socialista” en medio de la selva. “El tipo que dirigía la expedición declaró dos leyes: nada de alcohol ni de relaciones con las nativas . Imagínense quinientos irlandeses en la tierra de la caña de azúcar… no se habían sacado los zapatos que ya estaban destilando. De ellos, además, trescientos cincuenta eran hombres… bueno, todo esto trajo algunos desajustes”, cuenta Wood y el público ríe a carcajadas.

De chico, nunca tuvo contacto con la historieta. “Dejé la escuela en quinto grado, viví en un orfanato y trabajé en un obraje despachando troncos por el río Paraná. Eso sí: a los ocho años ya devoraba la obra de Shakespeare, Simone de Beauvoir y Hemingway y antes de los 20, había ganado dos concursos literarios. Uno de ellos, un análisis sobre la cultura y el arte en Francia.” Robin Wood, el autodidacta, se define a sí mismo como “un lector enfermizo”.

Cuando llegó a Buenos Aires, fue obrero durante diez años, viviendo en condiciones poco menos que miserables. Su primer contacto con el mundo de las viñetas fue a través del gran dibujante Lucho Olivera, con quien compartía la fascinación por la historia de Sumeria y la antigua Mesopotamia. Wood quería dibujar, pero carecía de talento. Olivera, por su parte, se quejaba de la calidad de los guiones. Olivera le propuso entonces que escribiera y así fue como Wood, el dibujante frustrado, le hizo llegar tres propuestas. No se enteraría de su suerte hasta verlas publicadas.

“Ese mismo día me presenté en Columba. Había llegado tarde al trabajo, una fábrica en la zona de Martínez, y no me dejaron entrar, llovía… todo era deprimente, casi de película, y me fui a la editorial, que quedaba por Corrientes y Callao”. Entre su nombre inverosímil y su aspecto harapiento, Wood tuvo que dar muchas explicaciones, pero salió de allí con su primer cheque y un compromiso de trabajo. “Me pagaron los tres guiones y me prometieron comprar todo lo que les enviara”.

Desde entonces, Robin Wood, el prolífico, integra con Héctor Oesterheld y Ray Collins el podio de los guionistas de historieta argentinos. Junto a Olivera, fueron responsables de momento cumbres de la historieta nacional como Nippur de Lagash y Gilgamesh, el Inmortal .

Trabajó con otros grandes dibujantes, como Falugi, Pedrazzini y Mandrafina. “Los mejores”, según Wood, que agrega risueño: “mi relación con ellos no es de ‘amor-odio’ sino de ‘odio-odio’. Los personajes, una vez dibujados, casi nunca se parecen a como yo los había imaginado”.

En la década del ‘70, Wood muchas veces fue atacado por “reaccionario”, por escribir para una editorial católica como Columba. “Yo fui obrero y los que me atacaban nunca habían salido de la universidad. Mis personajes inspiran el sentido del honor y los sueños en los adolescentes”, dice ahora.

A los 68 años, Wood sigue trabajando a pleno, viajando por el mundo, escribiendo a mano y “de un tirón” sus guiones en cuadernos escolares para siete dibujantes distintos y anuncia la filmación de una película basada en Nippur, quizás su personaje más célebre.

Uno de sus editores, Diego Accorsi, acaba de poner en marcha un muy recomendable sitio web (www.robinwoodcomics.org), una ventana adecuada para acercarse a la obra de Robin Wood, el incansable.

Fuente: Clarín, 1º de agosto de 2012, por Néstor Rivas.











lunes, 18 de junio de 2012

¡Réquiem por Los sin tierra...!


historia de mi pueblo*

les contaré la historia de mi pueblo
una historia dolorosa y valiente
viene de lejos cargado de muertes
pero que siempre renace de nuevo

varios siglos indómito vivió
luego vinieron la espada y la cruz
le robaron todo dioses siembra y luz
pero lucharon como nadie luchó

sólo dejaron cenizas y dolor
lo que era mar de selvas y maizales
y entre los desiertos interminables
hasta hoy esperan su redención


les contaré la historia de mi pueblo
una historia dolorosa y valiente
viene de lejos cargado de muertes
pero que siempre renace de nuevo

de sus cadáveres nació mi patria
de su sangre vino la independencia
de su alma voló la dependencia
y de un sueño surgió el doctor francia

floreció la patria a los cuatro vientos
y de nuevo la sombra fatalmente
todo mi pueblo cayó heroicamente
y volvieron a su vida los tormentos

ya les conté la historia de mi pueblo
una historia dolorosa y valiente
viene de lejos cargado de muertes
pero siempre renace de nuevo

y en su historia está nuestro futuro
un futuro de lucha y esplendoroso
el pueblo tendrá su pan milagroso
y la libertad será su sol seguro

* Poema musicalizado por Ramón Riquelme Ríos.

queremos tierra en la tierra*

qué lejos estamos del sueño
hacer de la tierra el cielo
nosotros sólo pretendemos
la tierra que nos merecemos

muchos pueblos ya con su tierra
planean sembrarla de estrellas
nosotros aún aguardando
tener la parcela y luchando

queremos tierra en la tierra
y arar la vida de esperanza
cosechar el pan y la letra
y acabar con la triste errancia

qué lejos estamos del cielo
si aún no tenemos el suelo
será posible que la tierra
deje de ser del que la siembra

acaso la patria otro dueño tiene
y no del pueblo que la sostiene
queremos tierra en la tierra
para abonarla libertaria

queremos tierra en la tierra
para cultivar abundancia
para nacer los hijos nuestros
y empezar a soñar despiertos

*Una de las canciones que integran la Cantata de Los sin Tierra cuyos versos pertenecen al autor y la música en su mayoría al compositor Carlos Noguera.

la propiedad*

dijo el gobierno en su campaña
no quedará sin tierra un paraguayo
respeto a los derechos ciudadanos
y la democracia hará su hazaña

pero luego se explica el por qué no
los campesinos no tienen paciencia
el pueblo no tiene experiencia
no hay tierra sin título en mano

la propiedad es sagrada
ocuparla es violencia
y no tener es consecuencia
del pueblo que no trabaja

la propiedad es sagrada
decía el presidente
pero olvido a la gente
cristianos que están sin nada

se hizo el golpe para moralizar
y respetar los derechos humanos
sin torturadores ni torturados
y la consigna era movilizar

pero luego la verdad amarga
que la democracia no tiene urgencia
tiene sus leyes y no sólo conciencia
por eso tarda la reforma agraria

la propiedad es sagrada
del que alambra la tierra
pero no planta ni siega
la miseria es privada

la propiedad es sagrada
del que tiene muchas tierras
y no tener una mierda
es una cuestión privada

*Letra musicalizada por Carlos Noguera.

el ejemplo de rodolfo*

a rodoldo gonzález estudiante mártir de la libertad

no bastarán los verdugos de turno
para amordazar al tiempo que llega
ni alcanzarán los bastones que pegan
para mantener al régimen nocturno

no circularán más las amenazas
para resignar los maduros gritos
ni habrán calles que prohíban ministros
cuando la ciudad conmuevan las masas

el ejemplo de rodolfo
nos compromete a soñar
ver en su sangre retoñar
la lucha que va sin miedo

el ejemplo de rodolfo
nos compromete a luchar
para frenar a la brutal
represión contra el pueblo

seránn inútiles los gases y los perros
para detener la marcha popular
ni podrá el represor disimular
la impotencia armada contra el sueño

no impedirán los cercos policiales
que estudiantes obreros campesinos
puedan cristalizar sus objetivos
y llenen a la patria de ideales

el ejemplo de rodolfo
nos indica el camino
cumplir o no el destino
no tiene término medio

el ejemplo de rodolfo
nos pone ante el futuro
que guarda un triunfo seguro
para el pueblo... para el pueblo

*Canción con letra del autor y música de Carlos Noguera.

marcha por la tierra*

desfilan por las calles de la realidad
una muchedumbre de familias sin techo
indefensos hombres de quebrantados pechos
y un multitudinario sueño pidiendo paz

avanzan por la avenida de nuestro tiempo
un mar humano de estandartes y carteles
desafiante ante el poder y sus cuarteles
pasa con banderas y esperanzas al viento

marcha marcha por la tierra
el pueblo va en silencio
grita su paso sin miedo
la injusticia se amedrenta

marcha marcha por la tierra
el pueblo toma la ciudad
exigiendo pan libertad
y un lugar para la siembra

pisa la gente las veredas prohibidas
escriben los muros sus quejas no escuchadas
rompen las sagradas siestas privilegiadas
y el pueblo marcha hacia la tierra prometida

marcha marcha por la tierra
el pueblo va en silencio
grita su paso sin miedo
la injusticia se amedrenta

marcha marcha por la tierra
el pueblo toma la ciudad
exigiendo pan libertad
y un lugar para la siembra


*Canción principal de la Cantata de Los Sin Tierra, con letra del autor y música de Carlos Noguera.

herencia*

mi paraguay
una migaja de pan en la mesa
unas manos alevosas tendidas
con facones que reparten heridas
sacándote lo poco que te queda

mi paraguay
un manjar en la historia americana
que los morgan a los perros tiraron
pero gaspar y los lópez te dieron
dignidad y revolución temprana

mi paraguay
yo soy un hijo fiel que te ha dejado
porque soy de un pueblo de tus entrañas
perdido lejos entre las marañas
sueño verte cada día liberado

mi paraguay
herencia en sucesión del mariscal
los legionarios usurparon su honor
vendiendo como esclava a la nación
pero igual resurgirá la libertad

mi paraguay
es un gólgota de tantos inocentes
un perenne manantial de sudores
paraíso de los explotadores
donde sólo caben pobres y pudientes

mi paraguay
yo soy un hijo fiel que te ha dejado
porque soy de un pueblo de tus entrañas
perdido lejos entre las marañas
sueño verte cada día liberado

*Una de las letras de Gilberto Ramírez Santacruz musicalizada por Ramón Riquelme Ríos y grabada por su grupo Los Corales dentro de la “ Cantata de Los Sin tierra” .


Mba'epa la democracia

Aporandumítante che
mba'épa la democraci,a
ndoguerekovéima gracia
hy'ekue jere memete;
compadre he'imi cheve
che vyroha apensaro,
opataha acomodado
tortilla ojererente.

Chengo ha'e campesino,
anase guive aluchava,
jahecha noguähéi pe ára,
toñembyaty los vecinos;
upéichápa así unido,
yvymi ndorohypytýi,
aniti upéi roñemondyi
ouvove lo’ milico’.

En tiempo de dictadura
ha'umimi pe garrote,
ha ndaha'éi upévañonte
che reko oiposu'úva;
che retâgua oñanduva,
che avei agueroguata,
trabajo, pan ha libertad
rapykuéri che rykúva.

Oje'émi heta mba'e,
opataha la desgracia,
jarekóre democracia,
ja vy'a páta pya'e;
pero había sido ra'e,
ñe mongueleé reínte,
político ijapú voínte,
ndocumplírimante ha'e.

Upévare che ko'angâ,
ha'esemi lo preséntepe,
jahechaká ñande géntepe,
la democracia ventaja;
tepa péichante jahata,
ñande estilo tujaitepe,
lo poguasú guasukuénte,
oseguitante hyguatá.

Porque che ndaikuaavéima,
mávapepa aroviata,
entero oñembocorbata
ha upéi ropytareíma;
roiko rohodereíma,
rohóta a la izquierda,
roipotaningo la tierra,
los demás olalareíma.


Purahei kele'e

Purahei kele'e,
ahy'o tembiguai rendy ryjúi,
ahy'o jati'ipu syry veve,
ahy'o ambýu ndyvu ky'a.

Purahei kele'e,
purahei nesû mbarete poguýpe,
purahei jayvy pokarê rovái,
purahei tindy mondaha pyguýpe.

Purahei kele'e,
ahy'o oipychýva tendota ape,
ahy'o hendy syrýva kyhyjégui,
ahy'o oguerekóva huguai hakambykuápe.

Purahei kele'e,
purahei aña poky'a jepohýiha,
aña py'a vai purahei mongy'arâ,
aña pyrague purahei jevyhyirâ.

Purahei kele'e,
ahy'o ogueropurahéiva jeiko asy
ha omoporâva teko joavy,
mboriahu ha mba'asy ndohecháiva.

Purahei kele'e
ahy'o ogueropurahéiva hetâ apytimby,
ahy'o oguerokirirîva sa'ÿ hetâ potapy,
ahy'o kololo kyta'ímema opurahéiva.

Ipú ita (réquiem obrero)

Ipu ita, ita ipu
ho'a mokôi, teko jajái;
mboka soro, pire chalái
tuguy syry, tasê ayvu.

Ipu ita, ita ipu,
py'a hatâ, ou hikuái;
hayvi jykyi, ikâ ty'ai,
jasy humba, mano guasu.

Omanóje hermenegildo ha germán,
imba'apo kuéra ry'ai repy rapykuéri,
mba'apohára kera poty joramiségui,
mbarete jarýi hete kuera ojona.

Ipu ita, ita ipu,
karu agua, vy'a pojái;
puka rupi, teko joja,
oikó pochy, pochy guahu.

Ipu ita, ita ipu,
omýi germán, herme oho;
tetâ ângata, okyhyje'o,
sa'ÿ tee ombarakapu.

Omanóje hermenegildo ha germán,
ipyti'áre omboguapy mboriahu hasa,
hekove kuera oraha mboka jára aña,
oñohêvo huguy kuera marangatuita.

                                                                                                                                     (germán cardozo
ha hermenegildo benítez-pe,
mba`apohàra ojejukavaekue itaipúpe, 1989-pe)

*Todas las letras pertenecen a Gilberto Ramírez Santacruz y forman parte de la Cantata de los Sin Tierra, musicalizadas por Ramón Riquelme Ríos y Carlos Noguera, grabadas por el Grupo Los Corales y Juancito Báez, en homenaje a tantos luchadores campesinos que dieron y siguen dando su vida por un pedazo de tierra donde vivir, mientras los Yvymoñäi(Ogros de las tierras) siguen explotando por doquier las tierras malhabidas arrancadas a los verdaderos dueños que son los indígenas, campesinos y el pueblo paraguayo que entregó su sangre en la Guerra contra la Triple Alianza y del Chaco.

viernes, 4 de mayo de 2012

¡Ernesto Cardenal, el poeta que absolvió a Marilyn!

ORACIÓN POR MARILYN MONROE
Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa sin fotógrafos y sin firmar autógrafos sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times) ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...

 Las cabezas son los admiradores, es claro (la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century Fox.

El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano expulsando a los mercaderes de la 20th Century Fox que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor

en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,

Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda

que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,

el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.


Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros

por nuestra 20th Century

por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.


Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

Para la tristeza de no ser santos

se le recomendó el Psicoanálisis.


Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara

y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena

y cómo se fue haciendo mayor el horror

y mayor la impuntualidad a los estudios.


Como toda empleadita de tienda

soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores

¡y se apagan los reflectores!


Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)

mientras el Director se aleja con su libreta

porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río

la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor

vistos en la salita del apartamento miserable.


La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER

O como alguien que herido por los gangsters

alarga la mano a un teléfono desconectado.


Señor:

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar y no llamó (y tal

vez no era nadie o era Alguien cuyo número no está en el Directorio

de los Ángeles) ¡contesta Tú al teléfono!



ERNESTO CARDENAL
 (Poeta nicaragüense)


   Premio de Poesía Reina Sofía
   para el poeta Ernesto Cardenal


Si el descomunal Walt Whitman hubiera sido granadino, de la Granada nicaragüense, se habría llamado Ernesto Cardenal. Pocos poetas como este sacerdote de la liberación y en tiempos ministro y convencido sandinista han puesto en verso las peripecias del hombre y sus circunstancias en las últimas décadas.




Cardenal ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, una de las más altas distinciones de las letras hispánicas. Además, con este fallo, el jurado ha roto una tradición no oficial pero tácita, según la cual el premio va cada año a una orilla distinta del Atlántico. El galardón está dotado con 42.100 euros y reconoce «el conjunto de la obra poética de un autor vivo».



El jurado que ha fallado el premio, que se ha dado a conocer en el Palacio Real, estuvo formado, entre otros, por José Manuel Blecua, Antonio Lobo Antunes, Soledad Puértolas, José Manuel Caballero Bonald, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles y Luis Alberto de Cuenca.



En la pasada edición la triunfadora fue la cubana Fina García Marruz, por lo que en principio debería «tocar» un poeta español. Pero no ha sido así.



Sin embargo, solo cabe felicitarse ante esta distinción obtenida por el poeta nicaragüense, que durante casi seis décadas nunca ha dejado de sorprender al planeta literario con su poesía siempre arriesgada, sobrecogedoramente humana, atenta a los problemas sociales, a los pobres, a los desposeídos, a los desarraigados. Poeta a pie de calle, a pie de obra. Poeta siempre de guardia.



Pero poesía con gran altura de miras filosófica, que sitúa al hombre en el centro de su discurso pero que no deja de mirar a las estrellas, a los planetas, a las fuerzas de la Naturaleza, como recogió en ese nerudiano y whitmaniano libro que fue «Canto cósmico», una de las obras trascendentales de la poesía hispánica contemporánea, en la línea del «Canto general» del Nobel chileno y el «Canto a mí mismo» del autor de «Hojas de hierba».



Hombre capaz de escribir poemas a bordo un avión, de retirarse a un monasterio norteamericano para resarcirse de algunas derrotas políticas, de crear una comunidad católica ascética y de estrictísimas y austeras normas de convivencia como la que levantó en la isla de Solentiname, en el lago de Lago Cocibolca, episodio que luego plasmaría en el hermosísimo libro «El Evangelio de Solentiname», nadie puede olvidar la reprimenda que le infligió el Papa Juan Pablo II en el aeropuerto de Managua, ni nadie puede olvidar tampoco que fue de los primeros prohombres de la cúpula sandinista en discrepar con los hermanos Ortega, y abandonar finalmente el partido. Experiencia ideológicamente traumática que reflejó en uno de sus libros de memorias, «La revolución perdida».



Ernesto Cardenal, amurallado tras sus barbas y sus canas whitmanianas, cubierto por su boina a lo Che Guevara, granadino de la Granada nicaragüense, bien podría ser homenajeado con aquellos versos de otro poeta por él admirado, Octavio Paz en su memorable «Piedra de Sol», porque también como el mexicano ha sabido con sus palabras poner los signos en rotación, los signos del hombre y los signos del Universo. «Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un número...».



lunes, 9 de abril de 2012

¡Eduardo Galeano, entre Arsenio Erico y Osvaldo Soriano!

Eduardo Galeano: “Somos las historias que vivimos”

Acaba de publicar “Los hijos de los días”, un libro-calendario con 366 historias que conforman un caleidoscopio histórico que va desde Adán y Eva a las islas Malvinas, pasando por las pesadillas de Macarena Gelman. A pocos días de su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, el escritor uruguayo recuerda a Soriano y habla de sus obsesiones: el racismo y el militarismo.

Sentado en su mesa de siempre del Café Brasilero, un boliche que desde 1877 tiene en cada uno de sus rincones el murmullo poético de los hombres que creen en quimeras, el escritor uruguayo Eduardo Galeano conversó con Ñ de su trabajo más reciente: Los hijos de los días, un libro-calendario con 366 historias que se escapan de las convenciones literarias y componen un caleidoscopio histórico que va desde Adán y Eva a las islas Malvinas, pasando por las pesadillas de Macarena Gelman a los sueños de Rita Levi Montalcini.

Entre uno y otro café, el autor de Las venas abiertas de América Latina dejó que sus palabras se confundieran con el silencio y buscó que fueran los gestos los que encontraban una respuesta para hablar de esos amigos entrañables que ya no están pero que todavía gambetean en su memoria como si fuesen derecho al arco: algunos metiendo un gol en el ángulo y otros mordiendo el polvo de un penal que nunca le cobraron.

Así, de a ratos, Galeano fue recordando a Osvaldo Soriano y Haroldo Conti; fue hablando de la revista Crisis y de sus largos años en el exilio, en el que parió su trilogía Memoria del fuego. Juntando las puntas de sus dedos una y otra vez, como si estuviera subrayando sobre la mesa cada una de sus ideas, este hombre de 71 años de edad fue remarcando sin vacilaciones sus obsesiones, poniéndole nombre propio a esos personajes que la historia oficial ha olvidado sistemáticamente pero que para él son los verdaderos e imprescindibles protagonistas de la historia.

Con una sonrisa que en su rostro no hace más que dibujar el goce que siente por la vida, el autor de El libro de los abrazos se mostró tal como es y abrazó con su mirada todo lo que le rodeaba, entrecerrando sus ojos intensamente celestes apenas una o dos veces, como si de lejos le llegara la música que un viejo organillero toca desde alguna plaza de Ciudad Vieja y que a él le traen historias para contar y ser contadas.


-Si bien viaja seguido a Buenos Aires, la Feria del Libro no es un lugar que lo tenga como habitué. ¿Qué lo tentó a viajar ahora?

-Es verdad, hace mucho tiempo que no voy a la Feria y no recuerdo cuánto hace de eso. ¿Qué me tentó? No lo sé. Creo que esto mismo, esto de no ir hace mucho tiempo porque, por lo demás, es decir por mi contacto o comunicación con los argentinos, con los lectores argentinos y con toda la gente, eso que llaman público, que es una palabra complicada de usar porque parece que uno estuviera vendiendo un espectáculo y no es así, siempre ha sido excelente y muy intensa, muy verdadera. El año pasado, por ejemplo, estuve en Tucumán, Jujuy y otros lugares y fue realmente increíble, porque tuve la sensación, y además sentí, que las palabras pueden tener dedos, es decir, que tocan a quien las lee y que esa relación casi física de la palabra con el lector vibra con mucha intensidad. Esto lo siento cada vez que cruzo el charco y me reencuentro con ese país que también siento que es mío.

-¿Por qué?

-Por muchas cosas, pero al fin y al cabo por una experiencia que para mí fue formidable: la revista Crisis, que fundé y dirigí casi hasta el final. Con Crisis queríamos demostrar que la cultura popular existía, que la cultura no era la que las voces del poder señalaban como tal sino que era otra cosa con fuerza propia y que lograba expresar una memoria colectiva.

-Crisis no fue sólo una revista cultural emblemática sino también una revista cultural que se vendía y mucho.

-Algo que era raro, sí. Es cierto, Crisis se vendía muchísimo y no te miento si te digo que llegamos a vender más de 35 mil ejemplares. Eso fue antes de que la crisis económica se llevara por delante a la revista Crisis. En un punto se hizo insostenible seguir adelante porque el precio del papel impreso no compensaba el costo del papel desnudo. Parece mentira que una revista que daba superávit y que pagaba sueldos decorosos a un equipo muy mínimo de gente no se pudiera bancar más. Pero así fue y así se fue una de las más lindas funciones que tuve y que muchos teníamos: reivindicar una manera de promover la cultura, una manera que no era la tradicional. Como dije recién, en Crisis creíamos que la cultura era una forma de comunicación o no era nada, por lo tanto, de lo que se trataba era de comunicarse.

-Pero comunicarse implica un ida y vuelta. ¿Eso lo logró?

-Sí, porque nosotros no sólo escribíamos para ser leídos, también tratábamos de recoger las voces de la calle y de la realidad y en eso sí que hubo idas y vueltas. Mientras la revista duró sus 40 números, que por cierto dejaron una huella dentro y fuera del país, lo logramos. Fue una experiencia exitosa, porque pudimos darle su espacio a las voces jamás escuchadas o rara vez escuchadas. Por eso siempre digo que discrepo con mis buenos amigos de la Teología de la Liberación cuando dicen que quieren ser la voz de los que no tienen voz. Eso no es así. Todos tenemos voz y algo que decir, algo que merece ser escuchado, celebrado o perdonado por los demás.

-¿Qué compañero de aquel equipo recuerda ahora?

-Haroldo Conti, mi hermano del alma, con quien compartí un barquito en el Tigre. De hecho tenía la llave de su casa en la isla. A Conti que, como se sabe ahora, fue secuestrado, torturado y asesinado por la dictadura. Lo deshicieron en la tortura y después lo arrojaron al agua. Conti, que había sido el gran escritor del río, terminó comido por los tiburones.

-¿Y Osvaldo Soriano? Se lo pregunto porque hace muy poco se cumplieron los 15 años de su muerte y sé que fueron amigos.

-Sí, un amigo entrañable. El Gordo era una maravilla. Nos entendíamos riendo. Soriano, además de ser un espléndido escritor dotado con una gran capacidad de comunicación, algo que para algunos académicos resultaba pecaminoso, era un tipo muy querido y querible. No había quien no lo adorara al Gordo.

-¿Pero, en cierto modo, esa popularidad no lo lastimó un poco a Soriano? No él a sí mismo, pero el marketing que las editoriales montaron sobre su figura.

-Sí, lo lastimó, pero no un poco sino mucho. El éxito le hizo daño al Gordo. Pero no porque él escribiera para vender o para ser exitoso sino porque empezó a firmar contratos esclavistas que lo obligaban a entregar un libro nuevo en una fecha determinada y con determinadas páginas. Eso que para él había sido un placer, me refiero al hecho de escribir, se fue convirtiendo en un deber. Eso le minó la salud. Pero bueno, para mí será siempre aquel amigo con el que nos quitábamos la palabra para ver quién mentía mejor y con más ganas.

-Y para ver quién sabía más de fútbol, ¿no? ¿Es cierto que nunca lo pudo llevar a los partidos que Crisis hacía contra otros escritores?

-Es cierto. Nunca pude convencerlo de ir, sobre todo por el horario, porque el Gordo vivía de noche y escribía de noche. A las diez de la mañana, que era cuando nos juntábamos, todos los miércoles, en una canchas de Palermo, el Gordo se iba a dormir. Para él esa era una hora pornográfica. Fue una pena que el Gordo no pudiera integrarse a esas parrandas. Pero vivir de noche le servía de coartada para que nunca nadie lo viera jugar, por más que él contaba sus hazañas, que eran como las de Messi hoy.

-Nadie lo vio jugar, pero cómo le gustaba y escribía sobre fútbol.

-Fue una pasión que compartimos mucho, a tal punto que una vez me hizo una trampa. Cuando escribí El fútbol a sol y sombra él quería que pusiera que el mayor goleador de toda la historia del fútbol argentino había sido José Sanfilippo, jugador de San Lorenzo, el equipo del Gordo, y también de Nacional, que era mi equipo. Soriano decía que aquello era un justo homenaje. Pero el tema es que no era verdad. El mayor goleador había sido, en aquella fecha cuando se publicó el libro, el paraguayo Arsenio Erico, que metía más de cuarenta goles por temporada. El punto es que el Gordo me tendió esa trampa para ver si yo caía y por suerte no caí. Después se mataba de la risa.

-Pero en ese libro hay un texto de Soriano, ¿no?

-Sí, y creo que es la mejor página del libro. Se trata de una carta que él me escribe contándome, justamente, un gol de Sanfilippo, un gol imaginario, porque se trata de un gol en medio de un supermercado, que es en lo que se transformó la cancha de San Lorenzo. En la carta, el Gordo cuenta cómo Sanfilippo elude góndolas y termina haciendo un gol donde están las cajas. Es un texto lindísimo y para mí es lindísimo que ese libro haya querido también ser suyo.

-¿Por qué “Los hijos de los días”, su libro más reciente, tiene la forma de un calendario? ¿Esta estructura no lo condicionaba un poco?

-El título tiene que ver con El Génesis según los mayas, quienes dicen que el tiempo funda el espacio. “Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”. Eso es lo que escribí a modo de introducción. En este sentido los mayas no se equivocaron. Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos, las que imaginamos, las que nos esperan. A partir de creer en esto surge luego el formato, la estructura libro-calendario, que en parte sí me encadenó a una forma pero no al ángulo que podía darle a cada historia. Siempre digo como ejemplo que, visto desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía. En Los hijos de los días hay una estructura fija pero que varía según el foco de cada historia. Cuando tuve claro que era una idea que servía y que podía convertirse en un libro, las historias empezaron a llegar solas, tocándome la espalda para que las contara.

-¿Pero la historia del 29 de febrero le tocó la espalda o la tuvo que buscar a sol y sombra?

-Eso está bien, porque todavía no dijimos que el libro tiene 366 historias y no 365. Esto fue más por cábala que por otra cosa, porque sentí que me iba a dar más suerte si lo hacía bisiesto, como el año en el que estamos.

-Pero insisto, el 29 de febrero es un día raro y rara debe haber sido la búsqueda de esa historia...

-Es un día raro porque tiene la manía de fugarse del almanaque cada cuatro años. Pero sí, lo confieso, no fue fácil encontrar una historia que ocurriera un 29 de febrero. Ahora, mirá cómo son las cosas que la encontré de pura casualidad leyendo un libro de la historia del cine. Releyendo algo del año en el que yo nací, 1940, que también era bisiesto, encontré que Hollywood había otorgado ese día casi todos los premios Oscar, ocho en total, a la película Lo que el viento se llevó , que es claramente una película racista o al menos un himno de nostalgia por la esclavitud perdida. Para mí, en ese día raro, no fue raro que Hollywood continuara con su tradición racista en el cine, ya que el primer gran éxito del cine mudo estadounidense fue la película El nacimiento de una nación , realizada por David Griffith, quien cuenta el nacimiento de Estados Unidos, claro está, pero que en el fondo se trata de un himno al Ku Klux Klan. Fijate que en la misma época en que colgaban a los negros de los árboles por el delito de haber mirado a una mujer blanca, Griffith estrena en la Casa Blanca The Birth of a Nation , una película cuyos textos de subtítulos fueron escritos por el mismísimo presidente de los Estados Unidos, el señor Woodrow Wilson, un tipo al que se veneraba como un campeón de la libertad, un tipo que decía que Dios había enviado al Ku Klux Klan para salvar a la civilización occidental y cristiana que estaba siendo amenazada por la libertad de los negros.

-El racismo, el machismo, el militarismo... hace tiempo que estos temas se han vuelto obsesivos en su obra y en “Los hijos de los días” no se quedan atrás.

-Sí, son mis obsesiones, porque el machismo, el racismo, el elitismo, el militarismo y otros ismos nos han ido dejando ciegos de nosotros mismos. Ignoramos la plenitud de la belleza que nos rodea. Siempre digo lo mismo: tenemos que recuperar el arco iris terrestre, que para mí es lo más importante de todo, porque tiene muchos más fulgores y colores que el arco iris celeste. El arco iris terrestre somos tú y yo, somos todos nosotros, los humanitos, un arco iris mutilado por todo esto que hablamos, el machismo, el elitismo o el militarismo, que hoy por hoy se refleja en un hecho muy concreto: el mundo está destinando tres millones de dólares, por minuto, a la industria militar, que es el nombre artístico de la industria de la muerte, mientras que al mismo tiempo, por minuto, mueren de hambre o de alguna enfermedad curable quince niños.

-¿Pero no siente que recuperar ese arco iris es como ir a una pelea condenada o pautada de antemano al knock out?

-No, porque creo en la fe de la condición humana y en esa fiesta que puede ser la vida, arruinada por los amos del mundo, pero que sigue siendo una fiesta posible. Por eso todo lo que escribo está impregnado en esa fe en el otro, de lo contrario sería lúgubre, sería pura denuncia. Si uno ama de veras la vida es lógico que combata a lo que se opone a que la vida florezca. Sería muy hipócrita que yo propusiera la vida como una fiesta sin oponerme a los enemigos de esa fiesta.

-El año pasado se cumplieron cuarenta años de la edición de “Las venas abiertas de América Latina” y en éste se cumplen los treinta de “Memoria del fuego”, dos de sus títulos más emblemáticos. Sin embargo, hace poco usted dijo que con “Las venas...” le pasa lo mismo que a Quino con Mafalda...

-Es que uno siempre tiene orgullo de sus hijos pero a veces los querés agarrar del cuello. Es decir, para mí es una satisfacción enorme haber escrito un libro que sobrevivió a más de una generación y que sigue estando vigente, pero a la vez me genera una enorme tristeza porque el mundo no ha cambiado en nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de arqueología junto a las momias egipcias, pero no es así. La gente, no toda pero mucha, me identifica con ese libro y eso es como si me invitaran a morir. Es como si no hubiese escrito nada más desde la década de 1970. Y no es así, después de eso escribí mucho y cambié mucho. Pero bueno, es un libro que corrió con distintas suertes: perdió el concurso de Casa de las Américas, la primera edición nadie la compraba y así anduvo más de un año. Todo hasta que la dictadura militar me hizo el inmenso favor de prohibirlo, y no hay mejor publicidad que la prohibición. Otra de las paradojas que tuvo Las venas... fue que en Uruguay entró libremente en las prisiones militares durante los primeros seis meses de la dictadura. Los censores no entendían un pito y creyeron que era un tratado de anatomía, y como los libros de medicina no estaban prohibidos, Las venas... entró. Eso fue hasta que alguno se despabiló y dijo que había que quemarlo.

-Y “Memoria del fuego” es, por lejos…

-El esfuerzo mayor.

-Y una obra…

-Muy ambiciosa.

-Y bien lograda.

-Bueno, creo que al menos no fue un fracaso, que valió la pena. Me llevó diez años de trabajo y en total mil páginas que abarcan toda la historia de América vista desde el ojo de la cerradura. Mejor dicho, la historia grande vista desde las historias chiquitas. Ese libro fue el que me abrió el camino que después desarrollé en Patas arriba , Bocas del tiempo , Espejos . Un camino en el que tengo la certeza de que el internacionalismo vale la pena. No la globalización, porque se confunde cada vez más con la dictadura universal del dinero, pero sí el internacionalismo en el sentido de que puedo ser compatriota de otra gente nacida en otro suelo muy distante del mío y de que puedo ser contemporáneo de gente nacida en tiempos remotos.

-Diez años y mil páginas. Eso hace 30 años. Imagino que debe haber implicado un esfuerzo enorme, al menos en lo que se refiere a documentación e investigación.

-Sí, porque fue escrito en una época en la que no existía Internet. Es decir, yo estaba condenado a vagar de biblioteca en biblioteca, tomando apuntes. En eso el exilio me ayudó, porque a pesar de que la dictadura uruguaya me negaba el pasaporte, viajaba con uno que había conseguido de Naciones Unidas, que era un pasaporte con dos rayitas negras, que era el que se usaba para los terroristas. Imaginate, siempre me sacaban de la fila, pero peor era nada. Con eso conseguí viajar mucho y participar en actos solidarios a beneficio de las familias de los prisioneros políticos latinoamericanos. Eso me obligaba a andar mucho y en cada destino encontraba justamente lo que no había buscado.

-A propósito de este periplo junto a familiares de desaparecidos y detenidos políticos, ¿cómo ve la paradoja de que haya sido el presidente José Mujica quien haya tenido que asumir la responsabilidad del Estado por la desaparición de María Claudia García de Gelman?

-Me pareció un buen discurso y además, lo que hizo el gobierno de Uruguay fue cumplir con una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero eso es una cosa y otra es confundir las barbaridades que pudieron haber cometido o no grupos guerrilleros. Para mí no se puede confundir esto con el aparato feroz que montó el terrorismo de Estado en nuestros países al servicio del mercado común de la muerte. Dicho sea de paso, en Los hijos de los días hay una historia que me contó Macarena Gelman y que yo la escribí con su permiso, que es la historia de sus pesadillas. Una historia muy terrible pero de una rara hermosura, porque se trata de una continuidad entre una madre y su niña que sueña las pesadillas que su madre había vivido mientras la estaba modelando en su vientre.

-Antes de comenzar la entrevista dijo que “Los hijos de los días” tuvo once versiones y que fue Helena Villagra, su mujer, la lectora más cariñosa e implacable del libro. ¿Qué lectura hace usted de sí mismo?

-La de mi vida, porque mi vida está en los libros que escribí.

-Pero antes dijo que si lo recuerdan sólo por “Las venas...” es como si lo invitaran a morir. En este sentido, dado su trayectoria y reconocimiento internacional, ¿ha tenido muchas propuestas de contar su vida?

-Sí, muchas, pero vuelvo a decir lo mismo: mi vida está en los libros que escribí y en los que voy escribiendo. Para mí una biografía o autobiografía sería redundante. Me aburriría. Yo, como tema central, me aburriría. A mí me gusta más sentir que formo parte de algo más tentador, más confuso, más amplio, hondo y contradictorio que yo mismo.

-¿Qué cosa que sabe que hizo mal o que fue mal vista por los demás volvería a repetir?

-No, eso no te lo podría decir, sobre todo porque no me he puesto a hacer ese tipo de balances. Viví la vida que viví y la sigo viviendo con sus luces y sus sombras. Sinceramente no puedo distinguir una frontera nítida en la que haya guardias aduaneros que controlen el paso de lo que estuvo bien o mal, ni cuál es la zona de los errores y cuál la de los aciertos. No sé cuál es mi cielo ni mi infierno porque esas discusiones no coinciden con la realidad que conozco. El cielo y el infierno están dentro de nosotros mismos y cada uno sabe cómo manejar cuando uno u otro se desata.

-Según “Los hijos de los días” el tiempo funda el espacio, somos hijos de los días pero sobre todo del tiempo. Luego de tantos cielos e infiernos, ¿qué le pediría al tiempo?

-No te podría contestar eso... Nada. No sé. Quizá me suscribiría a una frase de Rita Levi Montalcini, esa mujer que en los tiempos duros de la dictadura de Mussolini estudió las fibras nerviosas y lo hizo escondida en el baño de su casa. Años más tarde, en 1986, recibió el Premio Nobel de Medicina y dijo: “El cuerpo se me arruga, pero el cerebro no. Cuando sea incapaz de pensar, sólo quiero que me ayuden a morir con dignidad”. ¿Qué es lo que yo le pediría al tiempo? Eso, que me permita morir con dignidad.

Por Daniel Viglione(Revista Ñ,Buenos Aires, 7/04/ 12).


Fragmentos de Los hijos de los días

7 de Abril
La cuenta del doctor
Hace tres mil setecientos años, el rey de Babilonia, Hammurabi, estableció por ley las tarifas médicas, dictada por los dioses: Si el médico ha curado con su lanceta de bronce una herida grave o el absceso en un ojo de un hombre libre, recibirá diez shekels de plata.

Si el paciente es de familia pobre, el médico recibirá cinco shekels de plata.

Si el paciente es esclavo de un hombre libre, su señor pagará al médico dos shekels de plata.

Serán cortadas las manos del médico si su tratamiento ha causado la muerte de un hombre libre, o le ha provocado la pérdida de un ojo.

Si el tratamiento ha causado la muerte del esclavo de un hombre pobre, el médico le entregará un esclavo suyo. Si el tratamiento ha causado la pérdida de un ojo del esclavo, el médico pagará la mitad del precio del esclavo.

***

29 de Mayo
Vampiros
En el verano de 1725, Petar Blagojevic se levantó de su ataúd, en la aldea de Kisiljevo, mordió a nueve vecinos y les bebió la sangre. Por orden del gobierno de Austria, que por entonces mandaba en aquellos pagos, las fuerzas del orden lo mataron definitivamente clavándole una estaca en el corazón.

Petar fue el primer vampiro oficialmente reconocido, y el menos célebre.

El más exitoso, el conde Drácula, nació de la pluma de Bram Stoker, en 1897.

Más de un siglo después, Drácula se jubiló. No le preocupaba para nada la competencia de los vampiritos y vampiritas cursilones que Hollywood estaba fabricando; pero en cambio sí que lo angustiaban otras hazañas insuperables.

No tuvo más remedio que retirarse. Sentía un incurable complejo de inferioridad ante los poderosos glotones que fundan y funden bancos y chupan la sangre del mundo como si fuera pescuezo.

***

29 de Julio
Queremos otro tiempo
A lo largo de tres días, en 1830, seis mil barricadas convirtieron la ciudad de París en campo de batalla, y derrotaron a los soldados del rey.

Y cuando este día fue noche, la multitud acribilló, a pedradas y a balazos, los relojes: los grandes relojes de las iglesias y otros templos del poder.

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31 de Diciembre
El viaje de la palabra
En el año 208, Serenus Sammonicus escribió en Roma un libro, Asuntos secretos , donde revelaba sus descubrimientos en el arte de la sanación.

Este médico de dos emperadores, poeta, dueño de la mejor biblioteca de su tiempo, proponía, entre otros remedios, un infalible método para evitar la fiebre terciana y espantar la muerte: había que colgarse al pecho una palabra y protegerse con ella noche y día.

Era la palabra Abracadabra, que en hebreo antiguo quería decir, y sigue diciendo: Envía tu fuego hasta el final.

Eduardo Galeano*

*Narración y ensayo, poesía y crónica son los géneros que confluyen en la obra del autor de “Las venas abiertas de América Latina”. Nacido en Uruguay, desde principios de 1973 vivió exiliado en la Argentina y en España. Regresó a Montevideo en 1985, ciudad en la que reside, y donde escribió gran parte de sus libros, entre los que pueden destacarse la trilogía “Memoria del fuego”, “El libro de los abrazos”, “Vagabundo y otros relatos”, “La canción de nosotros”, “Las palabras andantes” y, entre otros, “Espejos”. Ha sido traducido a diversas lenguas y ha recibido numerosos premios.