La paraguaya, entre todas las mujeres*
178. EL
“ANIMUS” DE LAS HEROÍNAS, “ALMUS MATER” DE LA PATRIA AMERICANA. En
honor y homenaje de tantos caballeros revolucionarios al servicio de la causa
comunera, entre los que me cuento, yo, Manuel López Carvallo, resulta también
oportuno elevar al “pódium”(estrado
principal) el ejemplo moral de las heroínas que compartieron a su tiempo la
misma causa y con idéntico coraje defendieron el honor en el campo de batallas
o en el patíbulo ante los sanguinarios tiranuelos de turno, tanto la india
Juliana en el Paraguay al comandar sus tribus sublevadas ante el dogmático
represor Alvar Núñez Cabeza de Vaca, la Micaela Cañete Sánchez de Vera y Aragón
de José de Antequera como la Micaela Bastidas Puyocahua de Gabriel Túpac Amaru
II, como también la no menos heroica india Bartolina Sisa de
Julián Túpac Catarí y su memorable sitio con 30 mil indios en 1781 a Chuquiabo
o Pueblo Nuevo de Nuestra Señora de la Paz, asimismo la “Heroína del Pueblo” de la Villa del Socorro de Nueva Granada, la
tendera María Beltrán, que rebelara a todo el mercado del pueblo rompiendo los
edictos y bandos en las narices de las autoridades coloniales, y como la
valiente paraguaya Rosa María de Mena, hija del patriota comunero Juan de Mena,
el alguacil mayor que fuera también ajusticiado en Lima en julio de 1731,
acusado de ser amigo, compañero y cómplice en el fomento del delito sustanciado
en la causa cabecera por sedición contra Antequera; esta valiente y admirable
mujer asuncena, Dña. Rosa María de Mena y de las Llanas, esposa del ex
gobernador interino Ramón de las Llanas, uno de los comandantes militares, junto
al maestre de campo D. Sebastián Fernández Montiel, que derrotara en la Batalla
de Tebicuary al brazo armado de los jesuitas y del virrey Castelfuerte,
teniente de rey Baltazar García Ros en 1724 y que fuera asesinado de las Llanas
posteriormente por las fuerzas del gobernador de Buenos Aires, Mauricio Bruno
de Zabala, después de la toma sin resistencia armada del sitio de Asunción en
1725, que una vez secuestrado y estando como rehén, por negarse a traicionar la
entrañable Causa del Común y por la que ofrendaría la vida, y cuya viuda
entonces vestía un riguroso luto por el marido, pero cuando llegó la noticia de
la muerte de su padre y del máximo líder comunero, José de Antequera, como las matronas de Lacedemonia que en vez
de llorar la muerte prefirieron dar las gracias a los dioses al saber que sus
hijos murieron en una batalla por Esparta, de la misma forma la heroína
paraguaya se desprendió altiva de sus negras vestiduras y las trocó al momento
por un vestido blanco y se presentó jubilosa al Común, con el que se sentía en
plenitud identificada, y como una auténtica heroína, digna de los tiempos
aciagos pero también de los leyendarios, como una perfecta heredera de “la leona
de Castilla”, como se la conocía
en su época a María Pacheco, la viuda de Juan de Padilla, líder de la milicias toledanas de España, ella que había tomado
el mando de los comuneros una vez que fueron fusilados sus cabecillas en
Villalar, y dejaría así la hija de Juan de Mena su alegato y arenga a la
posteridad, “ad futúram rei memóriam“ (como recuerdo perenne), perpetuamente grabada en la memoria de
los pueblos y sus luchadores populares, dirigida aquella soleada mañana a los
propios y a los extraños, también de la Asunción levantisca, como de la América
de sangre del Común y de la España de herencia comunera, al decir: “No debe lamentarse la muerte gloriosamente
sufrida en servicio de la patria y de la libertad. De ahí que me vestiré de
blanco y me presentaré al pueblo, de modo que hoy y siempre represente el
blanco la gloria de los héroes”.
*En Homenaje a la Mujer, se reproducen fragmentos de la novela El Grito de Antequera(Memorial de la Causa Comunera), de Gilberto Ramírez Santacruz.
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