Parábola del buen sembrador*
“Por tu obra os conoceréis”, dice un versículo de la Biblia y nos remite
de inmediato a la figura emblemática de Don Carlos Federico Abente. Un hombre
que no ha hecho otra cosa en la vida que obras y más obras. Obras son amores
dice también el refrán popular y nos presenta al doctor Abente como ejemplo de
una vida cultivada con trabajo y pasión. Un hombre que ha llevado su condición
de campesino paraguayo a su expresión máxima, en cuanto a laboriosidad y
solidaridad. Estos atributos que seguramente heredó de sus padres y en
especial, de su madre. Porque, además, dichas virtudes conllevan una
sensibilidad en grado supremo que hizo de don Carlos, al tiempo de ser un
excelente y destacado médico, un poeta de cuño popular muy arraigado en la
lengua guaraní y sus maravillosas imágenes, creaciones mágicas y mundos
mitológicos.
Y a Don Carlos lo conocemos fundamentalmente por su Obra, dicho así en
singular pero con mayúscula. Lo conocemos de la mejor manera que uno puede
conocer a las personas, a través de la gente que dio y sigue dando testimonios
de su gran corazón como paraguayo con sus compatriotas y como prójimo o próximo
de sus semejantes. Su amistad es tan grande y generosa que ha sido capaz de
compartir con figuras tan ilustres de nuestra cultura como, para mencionar a
algunos, José Asunción Flores, el creador nada menos que la Guarania , Hérib Campos
Cervera, uno de los mayores poetas paraguayos, Félix Pérez Cardozo, el genio
que coronó de gloria para siempre el arpa paraguaya, Augusto Roa Bastos, Premio
Cervantes de Literatura, el ahijado Oscar Cardozo Ocampo, entre otros, para que
la lista de nombres insoslayables no sea infinita.
Pero la semblanza más acabada de Don Carlos la podemos encontrar y
disfrutar en los versos inspirados e insuperables de ÑEMITY. Con razón decía
José Asunción Flores que “sólo don Carlos podía escribir algo sobre el acto de
sembrar, que sólo un campesino tiene la vocación espiritual de sembrar”, según
las propias palabras del doctor Abente. Y qué razón tuvo Flores, porque lo
mejor que sabe hacer Carlos Federico Abente es sembrar ejemplos de generosidad
y solidaridad por doquier. Y nosotros también lo celebramos ese gesto
permanente de mano abierta, como lo hiciera a su vez el gran poeta español León
Felipe en uno de sus poemas, “canto el gesto del sembrador, mientras una mano
se cierra para contener la semilla, la otra se abre para esparcir las
simientes...” Asimismo, Ernesto Báez, el renombrado actor paraguayo, dedicó
unos versos a Don Carlos en señal de amistad y gratitud:
“Este médico poeta es
arquetipo / De mano abierta hacia el necesitado / En el idioma nativo se
refugia / Como el caracol lleva su patria a cuestas / Conocemos sus anhelos más
perennes / Volver a la tierra roja de su infancia / Y observar a las semillas
que en los surcos / Darán pan y libertad a sus hermanos.”
Corría aquél año de 1947, año que atravesó el
Paraguay con una espada clavada en el alma, porque su tierra colorada se tiñó
doblemente de la roja sangre de sus hijos y el éxodo de otros tantos, muchos
para no volver nunca más. Entre ellos, Hérib Campos Cervera, escribió entonces
con la sal en la herida su célebre “Un Puñado de Tierra”, con dedicatoria que
dice “Con afecto y confraternidad, para su amigo projimista Carlos Abente”,
poema donde clama en el desierto de exiliado: “Patria de mi alegría y de
mi duelo; eso quise de Ti. /.../ Ni los cuervos ni el odio / me pueden cercenar
de tu cintura: yo sé que estoy llevando la raíz y tu suma; sobre la cordillera
de mis hombros.” En el mismo sentido, el laureado escritor Augusto Roa
Bastos, haciendo gala de su pluma y la amistad de Don Carlos, también en el año
doloroso de 1947, estampó en su poema “Saludo a Carlos Federico Abente”:
“Yo te conozco en todos los amigos /
Porque el color de tu amistad les diste / Y en todos ellos tu presencia existe
/ como el color del sol sobre los trigos.”
Todas estas palabras escritas y pronunciadas por tan encumbradas figuras
de nuestra
cultura no son otras cosas que la cosecha que devuelve la vida y el tiempo a ese incansable Ñemity de Don Abente, esa labor mística de la siembra como acto de vida y valor espiritual del noble agricultor campesino. Otro eco que resuena en su nombre encontramos en el poema “Aregua Memby Tee”, de Zenón Bogado Rolón, que dice “Tembiypy ika’aguýva / Yvyrapepê apyte; Ka’avo torýicha pohâva / Ijopói remime’ê.” Y retumba en otros versos de otro gran poeta paraguayo, más conocido como periodista entre nosotros, el compatriota Mario Rubén Alvarez, que retrata a Don Carlos así: “Guarani ryepýpe ha’e oike / ohejava’ekuégui oñemo’âguive / ipirútava’ekue hokypa jevy.”
cultura no son otras cosas que la cosecha que devuelve la vida y el tiempo a ese incansable Ñemity de Don Abente, esa labor mística de la siembra como acto de vida y valor espiritual del noble agricultor campesino. Otro eco que resuena en su nombre encontramos en el poema “Aregua Memby Tee”, de Zenón Bogado Rolón, que dice “Tembiypy ika’aguýva / Yvyrapepê apyte; Ka’avo torýicha pohâva / Ijopói remime’ê.” Y retumba en otros versos de otro gran poeta paraguayo, más conocido como periodista entre nosotros, el compatriota Mario Rubén Alvarez, que retrata a Don Carlos así: “Guarani ryepýpe ha’e oike / ohejava’ekuégui oñemo’âguive / ipirútava’ekue hokypa jevy.”
No nos olvidamos en ningún momento que estamos asistiendo a la
presentación del último libro editado por el doctor Abente, SAPUKAI SUNU, que
forma parte de una suerte de trilogía poética con los dos libros anteriores,
CHE KIRIRÎ SAPUKAI HAGUÂ y KIRIRÎ SAPUKAI. Nombres de libros que cualquier
lector u oyente desprevenido pensaría que son reiterativos o bien, un simple
juego de palabras. Sin embargo, estamos escuchando todas palabras sagradas y
consagradas en la cosmogonía guaraní, como fundamentos de la creación del mundo
y el lenguaje como sinónimo del ser o el alma misma. Al respecto traemos los
conceptos esclarecedores de Rudi Torga que escribiera a propósito del libro
SAPÙKAI SUNU: “La vida de Carlos Federico Abente es el libro más valioso
que tiene la cultura paraguaya. Los libros que sucesivamente llegó a publicar
son apenas señales que indican donde está oculto el tesoro de su
mba’ekuaa’apyre’ÿ. El sapukái que le nace de la profundidad del ser, no se
nutre en el odio, ni se fundamenta en la protesta. Mucho menos es el sapukái
del pusilánime que se entrega al servilismo, ni el sapukái del traidor que así
espanta su humillación. Tampoco es el sapukái mercenario que vocifera su
abyección, ni el spukái del opresor que con el grito silencia su miedo a la revolución.
Carlos Federico Abente tiene un sapukái que resplandece como la bondad del sol,
espanta la frialdad del alma y enciende la ternura humana como fiel centinela
de la Creación. En
su alma habita el aborigen con su sabiduría, para evangelizar a la civilización
occidental. Y en su ciencia de médico habita la projimidad de Don Quijote de la Mancha que se prodiga
en solidaridad con el ñane retayguá.”
El mismísimo Carlos Federico Abente en su
libro que hoy presentamos arriesga una
definición, después de tensar la cuerda en el arco, dispara su flecha como buen tirador de la tribu en estos versos: “Sapukái sunu.../ Rehatapynáva mborayhu rata, / Néina ore rendu, / nde rata rendýpe tokaipa oharúva, / Ha akói nde sunúme ñamombay okéva,...” En este sentido, podemos agregar por nuestra parte, el sapukái sunu que ofrece el libro de Don Carlos remite al estallido tronador de la creación misma, coincidente con los descubrimientos más avanzados de la ciencia que nos hablan dela Gran Explosión como
origen del Universo. Como se puede ver, a la verdad se llega por muchos
caminos, como también a Roma según sostiene el dicho popular, pero la sabiduría
de los pueblos siempre conduce a un destino de paz y fraternidad. Paz y
fraternidad, precisamente, son las estrellas que iluminan la vida y obra de don
Carlos Federico Abente, hombre que tiene
como garante de toda su grandeza, una mujer de incalculables kilates y
un corazón de oro, Doña Eva de Abente.
definición, después de tensar la cuerda en el arco, dispara su flecha como buen tirador de la tribu en estos versos: “Sapukái sunu.../ Rehatapynáva mborayhu rata, / Néina ore rendu, / nde rata rendýpe tokaipa oharúva, / Ha akói nde sunúme ñamombay okéva,...” En este sentido, podemos agregar por nuestra parte, el sapukái sunu que ofrece el libro de Don Carlos remite al estallido tronador de la creación misma, coincidente con los descubrimientos más avanzados de la ciencia que nos hablan de
Y para terminar, vuelvo al principio que decía que lo que celebramos
siempre en don Carlos es su vocación que, sin pretenderlo quizá, se autoretrató
en Ñemity, como un gran sembrador de vida, amistad, poesía y pasión por la
libertad. Pero seguramente, Carlos Federico Abente, es la síntesis más
armoniosa entre la rebelde lengua del poeta guaraní Etiguará y la enseñanza
perdurable del aquel Cristo maestro, que no sólo enseñó a ser buen pescador
sino también a ser buen sembrador; cuando habló de que las simientes no se
debían tirar en la arena sino, para que broten y crezcan, en buena tierra
preparada. Y Don Carlos Federico Abente, sin duda alguna, primero carpió
largamente para el kokué, luego aró y desde entonces, hasta hoy, no termina de
sembrar, para que todos nosotros podamos aprovechar la milagrosa cosecha del
Gran Maestro y Buen Sembrador.
GILBERTO
RAMIREZ SANTACRUZ
Buenos Aires, Octubre de 2003.-
*Palabras pronunciadas en ocasión del lanzamiento del libro SAPUKAI SUNU de Carlos Federico Abente, en el C. A. Deportivo Paraguayo de Buenos Aires, en el mes de octubre de 2003.
IKATU VA´ERÃPA
Ikatuva´erãpa ku che kepeguápe
ipoty kurúva hi´ãite guive,
apáy javemívo oguahë hi´ára
ha ijapyra endyma mborayhu rata.
ipoty kurúva hi´ãite guive,
apáy javemívo oguahë hi´ára
ha ijapyra endyma mborayhu rata.
Ikatuva´erãpa ñande pyporépe
jahecha katu jajavyva´ekue
ha torypa´üme arandukuaápe
ko ñane retã ñamomba´ete.
jahecha katu jajavyva´ekue
ha torypa´üme arandukuaápe
ko ñane retã ñamomba´ete.
Ñemyrõ ohasárõ tape ipotimbáne
jaipyapy vy´ápe toguahë arete
ko´ë pytangy ku iguata katúva
porayvosetégui péina itenonde
jaipyapy vy´ápe toguahë arete
ko´ë pytangy ku iguata katúva
porayvosetégui péina itenonde
ñañembyatypána ñane retãmíme
ha py´a guasúpe ñamombarete
toguahë jasyndie kerasy ipaháva
ha kuarahyetépe jajohesape.
Letra: Carlos Federico Abente
Música: Alejo Benítez y Adolfo Arregui
¿Será posible que mi sueño un día
su capullo comience a florecer,
despertar cantando de alegría
y el fuego del amor empiece a arder?
su capullo comience a florecer,
despertar cantando de alegría
y el fuego del amor empiece a arder?
¿Será posible desandar caminos
que las huellas guardan odios del ayer,
con sabia pasión forjar el destino
de la Patria Grande decimos querer?
Sin el odio queda libre el sendero
que nos llevará al día señalado
y el rojo amanecer con su lucero
nos anunciará un porvenir soñado.
Cuando estemos todos en la patria,
con gran coraje la hagamos crecer,
en paz con la luna y su luminaria
y que sea el sol nuestra luz y fe.
* Traducción de los versos en guaraní de “Ikatu vaeräpa”, de Carlos Federico Abente, realizada a pèdido del autor por Gilberto ramírez Santacruz y publicada en su libro "Paraguay canta, Paraguay sueña"(2008).
que las huellas guardan odios del ayer,
con sabia pasión forjar el destino
de la Patria Grande decimos querer?
Sin el odio queda libre el sendero
que nos llevará al día señalado
y el rojo amanecer con su lucero
nos anunciará un porvenir soñado.
Cuando estemos todos en la patria,
con gran coraje la hagamos crecer,
en paz con la luna y su luminaria
y que sea el sol nuestra luz y fe.
* Traducción de los versos en guaraní de “Ikatu vaeräpa”, de Carlos Federico Abente, realizada a pèdido del autor por Gilberto ramírez Santacruz y publicada en su libro "Paraguay canta, Paraguay sueña"(2008).
el silencio y las palabras*
(a carlos federico abente
hijo universal de isla valle de areguá)
según nos cuentan
primero fue el silencio
la nada vestida de nebulosa
como una diosa antigua venida a menos
vagando por el universo en busca de una señal
pero fue imposible hallar un eco siquiera
hasta que el verbo estalló en luces
el aliento primario disparó su remoto latido
el vaho de la creación cubrió el horizonte
el aire y el cielo se abrieron por fin
el mar y la vegetación brotaron como magia
y se derramaron colores por doquier
pero faltaba lo mejor de la creación
el sonido y la palabra quedaron para el final
estaban reservados para seres superiores
los gestos al principio eran suficientes
luego las modulaciones guturales
y los afectos que se gestaban con el tiempo
luego el verbo parió la palabra
y la palabra echó a andar los caminos
los milenios y los siglos no bastaron
apenas fueron resquebrajados puentes
a la hora de honrar la humana especie
y acompañar la divina evolución
la nada quedó en un hueco concepto
el eco originario llegó a ser sonido
el verbo prosperó hasta la cumbre del lenguaje
la palabra alcanzó la imposible poesía
el hombre se superó a sí mismo
superó los límites naturales
y fue capaz de convertirse en poeta
*Versos extraídos de "Poemas entre el amor y el olvido", de Gilberto Ramírez Santacruz, publicado en 2003 en Asunción Paraguay.
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