jueves, 30 de octubre de 2025

LOS GUARANÍES, PIONEROS DEL FÚTBOL

                     

Los Guaraníes, Pioneros del Fútbol

Al C.A. Deportivo Paraguayo, Fundadores, Presidentes, 
Jugadores, Dirigentes, Socios y Simpatizantes. 
Con gratitud y admiración infinitas.

¡Qué me van a hablar de fútbol!, dice Paraguayo en tono de tango y nostálgico como el Club fundado un 15 de agosto de 1961 en Buenos Aires, por un puñado de exiliados que en su mayoría fueron irradiados por la guerra civil conocida como Revolución del 47 en Paraguay, que arrastró a cuestas en el éxodo su dolor y su cultura, su nostalgia y sus costumbres, que dejaron grabado a fuego en el acta de fundación como juramento, “para mantener el amor a la patria lejana”, para honrar su afición ancestral heredada de su gran Nación Cultural Guaraní precolombina, afición muy difundida entre los antepasados guaraníes y criollos paraguayos conocidos como “los mancebos de la tierra”, que fundarían con recursos propios 33 ciudades desde Asunción en todo el Río de la Plata, entre ellas, Buenos Aires; eran y son tan renombrados los indígenas guaraníes por su estirpe de guerreros y de admirada destreza en los variados deportes que practicaban, en especial por su habilidad con el “mangá” o balón en los pies y sus garabatos trazados en el aire, según los más lejanos testimonios históricos y referencias documentales que aluden sin dudas al juego del balompié o fútbol, que ejercitaban dentro de las Misiones Jesuíticas en la Provincia Gigante de las Indias, como denominó "el descubridor" oficial Alejo García al Paraguay que no estaba cubierto sino libre bajo el sol y ya estaba hecho una gran comarca extendida sobre el río homónimo, con una aldea inmensamente poblada que llevaba una vida pujante en abundancia, pacífica, laboriosa y solidaria en su nación comunitaria.

¡Qué me van a hablar de los juegos y partidos!, sostiene Paraguayo como atajándose de los tiros indirectos que podría recibir y trae a cuento entonces que los guaraníes practicaban varios deportes con suma habilidad, además de la génesis propia del “mangá ñembosarái” o fútbol que nos incumbe en este relato, como el “Peté”(juego con las manos) que era también con pelota, elaborada con chala de maíz y anudada con plumas de aves o numerosas tiritas de la misma chala, pero se jugaba con las manos y consistía en que el balón no debía tocar tierra y mantenerse en el aire todo el tiempo posible por los dos equipos; practicaban tanto hombres, mujeres y niños con gran alegría para todos, sin apuesta y se jugaba por el juego mismo y obtenían como resultado el goce lúdico de los jugadores y espectadores. En este juego se refleja también la esencia profunda de la identidad igualitaria y comunitaria de los guaraníes, que no concebían nada para lo personal o parcial sino el fin del juego era la alegría para todos, lejos de la concepción de la competencia y la noción de ganar para unos y perder para otros. De la misma forma se refleja en la lengua guaraní la igualdad, no existe el genero masculino ni femenino sino un solo modo para la mujer y el hombre, como tampoco existen tratos diferenciados ni reverenciales entre ellos sino sólo de tú a tú, como existen en las sociedades de clases y castas. Además practicaban con maestría el “Jajapi upe mbytepe”(tiro al blanco) con arco y flecha que al mismo tiempo les servían para la caza y pesca a la hora de colectar el alimento para la familia comunitaria. Otro deporte que llamaban los guaraníes “Eikutu”, una suerte de lanzamiento de jabalina pero ellos lanzaban con “hu’y”(arco), flecha y un palo aguzado que debían ser lanzados y luego caían clavados lo más lejos posible. No faltaba tampoco como deporte la lucha y el boxeo, para ellos era el “Tongó” que no practicaban en forma individual sino en cuadrillas de 5 a 10 contendientes, era también un deporte colectivo que participaban tanto mujeres y hombres, como parte de la defensa personal y comunitaria. Asimismo, muy común entre los guaraníes el arte de nadar y ellos llamaban a ese deporte “Eyta”(su natación) y formaba este conocimiento o habilidad de su condición y costumbre para sobrevivir entre grandes ríos y de paso se divertían habitualmente al desenvolverse con soltura en el agua. Y existen alrededor de más de 50 juegos y deportes infantiles y de adultos conocidos y siguen practicando las comunidades indígenas guaraníes hasta la actualidad.

¡Qué me van a hablar de pelota!, dicen los guaraníes originarios que elaboraban la manga o “mangá”(balón) de la resina(“mangaysy”) producida por un árbol llamado “manga’y” / “mangavy”(o kurupika’y), una especie parecida al caucho, cuya esencia lechosa aportaba al esférico liviandad y rapidez, facilidad para botar y rebotar como también lo volvía más saltarín, mucho más que otros balones elaborados en forma casera que no cumplían la misma función en el desarrollo del “mangaysy popo”(pelota de goma que rebota) o “mangaysy ñembosarái”(juego con pelota de goma), que los nativos de Paraguay, Argentina, Brasil, Uruguay y gran parte de Sudamérica practicaban con asiduidad y entrañable afición. Hasta la actualidad en Paraguay, ahora que la pelota es o era de cuero, al juego del fútbol se le llama popularmente “vakapi popo” (pelota de cuero que rebota) o “vakapi ñembosarái”(juego con pelota de cuero) aludiendo al material de que esta hecho el balón y siguiendo el uso y costumbre de los guaraníes. Al respecto de la resina con que confeccionaban la pelota, Julio Galeano, director del Museo de San Ignacio Guazu(Paraguay), ciudad donde funcionaba una de las ex Misiones Jesuíticas más importantes entre las 30 que existían entonces, nos explica y hace notar que la planta “manga’y”(también llamado kurupika’y) todavía hasta hoy crece en la plaza de la Iglesia y que “los guaraníes hacían una incisión vertical en la corteza para extraer el líquido espeso y pegajoso” para la materia prima. Asimismo, el historiador Jorge Rubbiani agrega que “también se usaba este líquido para la caza de loros. Se untaba por la rama de los árboles y estas aves quedaban pegadas”, armando el “paju’á” o “araity”, palo encerado como trampa para las aves. Además, el historiador asegura que en el Amazonas, también se encontró que un grupo de silvícolas recurría a este tipo de planta para fabricar una pelota y practicar el mismo juego. Y el padre jesuita Bartolomeu Meliá, uno de los mayores estudiosos y conocedores de los guaraníes, su lengua y costumbres, explica que “la pelota se hacía sobre una base de bolita de arena húmeda a la que se adherían capas y capas de la resina del “mangaysy” o suerte de caucho. Y con una bombilla de bambú soplaban para darle el diámetro adecuado para el desenvolvimiento y lucimiento del juego.”


¡Qué me van a hablar de historia!, dicen paraguayos, sudamericanos y devotos del fútbol, si los testimonios, documentos y referencias históricos más lejanos que nos llegan a revelar y desvelar son los Informes Jesuíticos o Cartas Anuas que remitían anualmente las Misiones de la Compañía de Jesús a su Superior General de Roma o “Papa negro”, llamado así en parte por la sobria sotana negra que vestían los jesuitas y por su gran influencia sobre el verdadero Papa que vestía mayormente en blanco. La mención histórica escrita del fútbol más remota entre los guaraníes, además de haberse hallado figuras con pelota hechas en cerámica y pintura desde siempre, se encuentra en un diccionario publicado en Madrid, en 1639 por el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya, “Tesoro de la lengua guaraní”, donde se alude al ”mangá ñembosarái”(juego de pelota con los pies) con palabras que describen dicho juego y de cómo se confecciona el balón que utilizaban, que no se inventaron en ese momento sino fueron colectados los vocablos por el autor del uso cotidiano pero todos venidos de tiempos precolombinos. Con respecto a la pelota original de los guaraníes, el padre Antonio Betancourt, párroco de San Ignacio Guazu, nos explica que “la pelota daba muchos rebotes y los jugadores tenían que tener mucha habilidad para controlarla, driblear o rematar para generar la diversión, tanto de los participantes como de los espectadores. No había arcos y se declaraba perdedor al equipo que se retiraba por cansancio”. Por nuestra parte arriesgamos la idea de que la esencia del fútbol originario consistía en el dominio del balón y su arte de piruetas y malabarismos que eran básicamente la atracción de los espectadores y pasión de los jugadores, como dignísimos ancestros de Arsenio Erico, Maradona, Pelé y Luis Suárez, por nombrar a algunos y honrar a otros por omisión. Precisamente Diego Maradona, frente a una consulta periodística de cómo explicaba tanta resistencia y furia que llevaba en el largo trayecto del gol a los ingleses en México’86, dio una respuesta una respuesta sorprendente como era su estilo en todo, como si estableciera de una vez sin saberlo quienes eran los verdaderos creadores del fútbol: “Es la sangre. La sangre guaraní que corre por mis venas. Soy hijo de correntinos y ellos dicen que los guaraníes eran bien guerreros, mucho coraje y con fuego en la sangre.” Y aunque el historiador Rubbiani nos recuerda que los aztecas, los incas o individuos de Guatemala, El Salvador, y otras culturas en el mundo tuvieron sus modalidades de juego parecidas, “pero lo que llama la atención es que perduran los reportes de los jesuitas por siglos sin haber despertado interés sobre la historia del fútbol y que casi 200 años los misioneros, discípulos de San Ignacio de Loyola, pusieron en práctica la teoría de Tomás Moro y fundaron sembrando por América y el mundo sus propias Misiones / Islas de Utopías”.

¡Qué me van a hablar de los creadores!, si la cuna del fútbol se meció en América y los guaraníes sólo jugaban sin importarle ni preguntarse quienes fueron los inventores del juego y les salían las ganas de su genética naturalmente legadas por sus milenarios antepasados. Pero la referencia explícita se encuentra en una suerte de memoria y obra del padre jesuita José Cardiel, La Breve Relación de las Misiones del Paraguay, publicada en 1771 y al comentar de paso en qué se entretenían principalmente los guaraníes dice: “Luego se dice la Misa segunda para los convalecientes, e impedidos en la primera. Después se reparten las faenas de toda la semana, y se van a comer y a jugar a la pelota, que es casi su único juego. Pero no la juegan como los españoles: no la tiran y revuelven con la mano. Al sacar, tiran la pelota un poco alto, y la arrojan con el empeine del mismo modo que nosotros con la mano: y al volverla los contrarios lo hacen también con el pie: lo demás es falta. Su pelota es de cierta goma, que salta mucho más que nuestras pelotas. Júntanse muchos a este juego y ponen sus apuestas de una y otra parte.” Esta narración de Cardiel es esencialmente coincidente con la que publicó años después, en 1793, otro padre jesuita, el catalán José Manuel Peramás, en su libro La Républica de Platón y los Guaraníes, obra que analiza la utopía filosófica y social que la orden de Loyola experimentó en Paraguay bajo la perspectiva y enunciados del gran filósofo griego. Escribió Peramás sobre los indígenas y el fútbol: “Los Guaraníes jugaban también a la pelota, una pelota de goma compacta, tan botadora y ligera, que recibido un primer impulso,sigue dando botes por mucho tiempo sin pararse y sin conocer pausa ni descanso, repitiendo al caer por su propio peso los grandes saltos. Los Guaraníes no juegan a la pelota como nosotros con la mano, sino que la envían y la vuelven a recibir con la parte superior del pie descalzo con gran rapidez y mucha destreza.” Pero el interés por saber el origen del fútbol se desató a raíz de una publicación del periódico del Vaticano, Il Observatore Romano, que difundió en el 2010 el testimonio jesuita de la época mencionado sobre el juego del fútbol en las misiones y cuyo original se conserva en Roma. Pero esta supuesta revelación era conocida hace siglos pero soslayada por muchos para no contrariar la historia oficial proclamada desde 1863, con un antecedente de la primera reglamentación bosquejada en 1846 en la ciudad de Cambridge, cuando fue reglamentada en Londres por la primera asociación del fútbol, Football Association (FA).

¡Qué me van a hablar de polémico descubrimiento!, si dicha publicación romana que dio pie para la investigación provocó también un formidable documental, Los guaraníes inventaron el fútbol, realizado por el escritor y cineasta paraguayo Marcos Ybañez, según sus propias palabras, basado en testimonio y teoría del antropólogo, lingüista y sacerdote español Bartomeu Meliá, uno de los más grandes conocedores y defensores de la cultura guaraní, muy convencido y documentado de que el deporte rey nació en forma fehaciente en la legendaria ciudad paraguaya y jesuítica de San Ignacio Guazu, tan celebrada en la época, como “la capital del catolicismo del mundo” por la imponencia religiosa e influencia dentro y fuera de la iglesia, por el mismísimo jurista francés Montesquieu, autor de El espíritu de las leyes; y así como Voltaire hizo que los personajes de su novela Cándido arribaran al Paraguay, no por el puerto de Asunción sino por el de la Misión que dio origen al fútbol, llamándola El Dorado y describiendo su grandiosidad, riquezas, pletórico de libertad y felicidad, como reseña sería “el país utópico que Cándido y Cacambo descubren en Sudamérica. Este lugar representa una sociedad ideal, libre de los vicios y problemas del mundo real, sirviendo como contraste con las sociedades corruptas y violentas que los protagonistas encuentran en sus viajes.” Y precisamente el audiovisual de Ybañez intenta adentrarse en la prehistoria del fútbol y la hipótesis sostenida por el jesuita Meliá, sobre el origen del balompié de los guaraníes, ratificando los testimonios indubitables de los autores Antonio Ruiz de Montoya, José Cardiel y José Manuel Peramás que volcaron en sus escritos, sin ningún interés circunstancial ni póstumo e incluso como criticando su afición al deporte y adicción al mate, un hábito incorregible y casi sagrado de los indígenas de jugar los domingos después de la misa. Dice Marcos Ybañez al respecto: "Lo que hago es situar su teoría (de Meliá) para que se pueda profundizar y rectificar la historia del fútbol porque todos los datos sugieren que los guaraníes de las misiones jesuitas tenían la costumbre de agruparse tras el balón todos los domingos y jugar con el uso exclusivo de sus pies. Y que el fútbol fue inventado por los indígenas guaraníes, en el actual Paraguay, dos siglos antes de que fuera reglamentado en el Reino Unido.”

¡Qué me van a hablar de una sola Misión o Ciudad como origen!, dicen los hinchas más conocedores del fútbol, si habían 30 Misiones/Pueblos/Doctrinas diseminados por la Provincia Jesuítica del Paraguay, cuya capital tampoco era Asunción sino Córdoba, donde los indígenas reducidos vivían bajo un estricto régimen de trabajo, práctica religiosa y escaso tiempo para darse a sus aficiones y juegos, entre ellos el juego inevitable de la pelota los domingos después de misa. Los indios guaraníes ya jugaban al fútbol desde el año 1600 dentro de los 30 pueblos misioneros y sus estancias, 15 de ellos  estaban ubicados en las actuales Misiones y Corrientes (Argentina), 8 en el Paraguay y las 7 restantes en las denominadas Misiones Orientales, situadas al suroeste del actual Brasil y Uruguay. Pero también los indígenas guaraníes y otras etnias que no aceptaron ser reducidos por las Misiones y Encomiendas seguían jugando al fútbol en sus comarcas y aldeas, sin la suerte de que nadie haya tomado nota de este detalle y escrito de que el “mangaysy ñembosarái” o juego de pelota no era ni es patrimonio exclusivo en su origen de un lugar sino de todo el pueblo nativo sudamericano desde tiempos inmemoriales. Y la forma que llegó al Viejo Mundo fue a raíz de la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles de América en 1767, luego de la expulsión hecha también por Portugal de sus dominios en 1754 y por Francia en 1762. En principios los religiosos de la Compañía de Jesús fueron a Italia, a la Isla de Córcega, luego obligados gran parte pasaron a refugiarse en los Estados Pontificios, otros marcharon a Rusia y el resto, a Inglaterra para sobrevivir a la persecución y peligro de extinción como miembros de la Compañía de Jesús y de la congregación misma. Fue en esta etapa en que los jesuitas llegaron a Londres con algunos de sus pupilos indígenas, quienes llevaron también el juego de balompié y exhibieron su práctica con gran atracción y aceptación por los ingleses, que en poco tiempo sería ejercitado por muchos londinenses y más pronto todavía transformará, definitivamente, en lo que disfrutamos hoy como “Foot Ball” (Fútbol).


¡Qué me van a hablar del pasado y no del presente, dicen los guaraníes y nativos de Sudámerica y del mundo que siguen jugando como hace siglos y siglos como sus ancestros y continuadores de la cultura y costumbres. Y para nosotros ahorrarnos las adjetivaciones y asombros reproduciendo una crónica del diario español Marca que había publicado en su momento una síntesis perfecta del Mundial de Fútbol de Pueblos Indígenas realizado en Canadá, en 2017: “La Selección Indígena de Paraguay se consagró campeón en el Mundial de Fútbol de Pueblos Indígenas celebrado en Canadá, con una supremacía aplastante sobre el resto de rivales, ya que venció a la anfitriona 8-0 en la final, no recibió ningún gol en el torneo y marcó 63 dianas. La Albirroja indígena jugó seis partidos a lo largo del torneo internacional en los que lograron una media de más de 10 goles por encuentro. La selección paraguaya está compuesta por futbolistas pertenecientes a los pueblos Guaraní, Enxet Norte, Guaraní Ñandeva, Nivaclé, Maká, Avá Guaraní, Aché y Guaraní Occidental. Paraguay llegaba a esta cita Edmonton con la vitola de favorito después de alzarse como campeona continental en 2015 en la Copa América de pueblos indígenas. Los World Indigenous Nations Games 2017 (WIN) reunieron a representantes indígenas de más de 30 países entre los que figuran: Tanzania, Suiza, Sudáfrica, Uruguay, Rusia, Bangladesh, Panamá, México, Nicaragua, Nueva Zelanda, Finlandia, Gambia, Etiopía, Costa Rica, Colombia, Chile, Camerún, Brasil, Australia, Argentina, Estados Unidos, Canadá y Paraguay.”

¡Qué me van a hablar en tiempo pasado de los guaraníes y otros nativos!, si todavía practican, juegan y compiten como hacían en cada una de las Misiones y fuera de ellas y en toda Sudamérica, constituida como una sola nación culturalmente, cuyos límites eran el Mar del Paraguay (Atlántico Sur en la actualidad), los confines caribeños del Amazonas y las laderas de la Cordillera de los Andes. No es casualidad que salgan de este territorio sino tiene causas profundas en la etnia y cultura, el Primer Campeón del Mundo en 1930, Uruguay; el país Pentacampeón del Mundo, Brasil, y el Tricampeón y Campeón del último Mundial realizado en Qatar, en 2022, Argentina; tres países que portan la magia del juego en la sangre y el imán de la “Tierra sin mal” en los pies; tres países que dieron y dan mucho que hablar sobre el fútbol que profesan, y los devotos que les siguen son conocidos popularmente como hinchas y reconocidos también a nivel mundial al lado de sus equipos; y tres países que abarcan y abrazan con la pelota a toda Sudamérica y celebra con el mundo el mismo ritual de juego, certamen y competencia que se practicaba en el monte Olimpo de la antigua Grecia. Pero nuestros antiguos jugadores registrados en las Misiones Jesuíticas hoy en día podemos observarlos en toda la extensión del atlántico sudamericano, desarrollando el fútbol de playa con pies descalzos, como jugaban los guaraníes, en Río de Janeiro o Copacabana, Punta del Este o Montevideo, Buenos Aires, Mar del Plata o Villa Gessel, y está más vivo que nunca el balompié heredado de los guaraníes y profesionalizado, mejor dicho, mercantilizado, por los ingleses para ser en la actualidad, no sólo el deporte más popular en el mundo, sino el negocio más rentable para muchos clubes convertidos en emporios de compra venta de futbolistas y patrocinadores comerciales del fútbol. “A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”, escribió y dijo alguna vez Eduardo Galeano. Y el fútbol que los guaraníes jugaban descalzos y siguen jugando en la actualidad sin botines, como también jugaban y juegan en el interior profundo del Paraguay, una crónica al respecto del Futbol Playa comentaba sobre la Selección Paraguaya conocida como Los Pynandí (los descalzos) alrededor de la Copa América 2022: “En la Copa América de Fútbol Playa realizado en Paraguay, los Pynandi lograron un resultado histórico al consagrarse campeones invictos de la Copa América de Fútbol Playa 2022, venciendo al último campeón Brasil por 3-2 en la final.”


¡Qué me van a hablar de ganar o perder por cansancio!, si el Deportivo Paraguayo compite incansable desde 1961 en los campeonatos de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y no piensa escamotear esfuerzos hasta llegar al podio de campeones de la Primera División más temprano que tarde. Paraguayo como equipo de fútbol ha competido a lo grande y ha sembrado de hazañas su trayectoria, recibiendo a cambio en las crónicas deportivas su fama de “macheteros” en reminiscencia de su coraje como soldado en la Guerra del Chaco, “garra guaraní”, “los guerreros guaraníes” y otros apelativos que honran tanto su estirpe originaria como sus logros actuales como institución y fervor futbolístico. Y en cuanto a los guaraníes que jugaban sin arcos y definían por cansancio, hay muchas dudas y más bien tenían al parecer una suerte de aros o arcos pequeños para embocar y como última opción para no perder la pelota o los puntos. Pero lo que más importancia y relieve tenían para los futboleros guaraníes era la tenencia del balón en el aire, con el auxilio de la cabeza, pecho y cuerpo en general combinando con los compañeros, y desahuciando a los rivales en su intento de romper el pase infalible y el piolín invisible que ataba a los pies de los jugadores dominantes. Arsenio Erico, ya retirado muchos años del fútbol trataba de explicar su sabiduría y arte aplicados en las jugadas legendarias, recurriendo a su condición de paraguayo descendiente de los guaraníes que jugaban a la pelota, no decía que jugaban al fútbol, sino como verdaderos malabaristas y contorsionistas, la atracción pasaba por la exhibición del vínculo magnético entre el jugador y la pelota, en segundo orden estaba la competencia y el perder y el ganar, se jugaba con alegría y para la alegría del espectador. Asimismo, Eduardo Galeano describió a Erico como jugador extraordinario e inclasificable, que complementa la cualidad física de que hablaba él mismo: “Él tenía, escondidos en el cuerpo, resortes secretos. Saltaba el muy brujo sin tomar impulso y su cabeza llegaba siempre más alto que las manos del arquero. Y cuando más dormidas parecían sus piernas, con más fuerza descargaban de pronto latigazos al gol.” Por esas cosas inexplicables y pensamientos mágicos con que elaboraba sus juegos más brillantes, Erico se ganó todos los apodos, entre otros, El Hombre de Goma, El Hombre de Mimbre, El Hombre de Plástico, El Mago, El Virtuoso, El Aviador, El Duende Rojo y El Diablo Saltarín. 

¡Qué me van a hablar de cracks ni de ídolos de un solo partido!, Paraguayo como Club había nacido también con el aliento del Gran Arsenio Erico, un digno descendiente de sus ancestros guaraníes que valoraban más el juego maravilloso o “jogo maravilhoso” o “bonito” por sobre los goles a cualquier precio, pues sentía hasta cierta culpabilidad por cometer los goles al equipo contrario y amargar a media cancha. A propósito de Erico, quien escribe estas líneas al pasar había escrito también su breve biografía, junto a otro compañero de la popular, Catalo Bogado Bordón, “El Ángel que jugó para los Diablos”, y en una ocasión el libro le obsequiamos al admirado don Raúl Alfonsín, un hincha notable del Club Independiente, que al recibir se le escapó un lagrimón de pura emoción al recordar su infancia: “Recuerdo que cada vez que jugaba Erico en Avellaneda, desde Chascomús veníamos en tren los hinchas para verlo y recuerdo también que agregaban muchos vagones para traer y llevar a los fanáticos del “Saltarín Rojo” como lo llamábamos. Pero me conmueve hasta ahora recordar el gesto de Erico que pedía perdón a los hinchas contrarios cada vez que metía un gol y terminábamos en cada partido aplaudiendo todo el estadio al goleador histórico argentino hasta hoy, el Gran Arsenio Erico." Y con motivo del pase a la inmortalidad del gran goleador, el poeta Héctor Negro lo despidió con un poema publicado en la revista El Gráfico número 3018, julio de 1977: ¿En qué cabriola final se fue tu embrujo / a gambetear los ángeles con diabla voltereta? / ¿Qué salto te mandaste más allá de las nubes, / que el cielo, en el crepúsculo, tiene tu camiseta? / Un algo de mi asombro de chiquilín se pianta.../ Bailarín de leyenda al que amó  la gramilla. / Y el pájaro redondo que te prestó las alas / rompe todas las redes y al vuelo lo hace astillas... / Arsenio de las canchas. Gran Erico, Paragua / no te vas por el túnel de esta bola que gira. / Te quedás en domingos. Regresás por la magia / de tus goles que la hinchada respira.../ Arsenio de las canchas. Gran Erico, Paragua / Que ennoblezca tu clase al tablón y al cemento... / y gracias por tu fiesta que ya nunca se emparda. / Yo te brindo este pase. Jugalo de taquito... / que la muerte es cuento... / (Héctor Negro).


¡Qué me van a hablar de eslabón perdido en la historia del fútbol!, si del árbol genealógico de los guaraníes cayó la pelota como una fruta madura para la alegría de la tribu futbolera de entonces y como la de ahora que domingo a domingo celebra los partidos llenando estadios y potreros, sin sospechar siquiera que en su origen el fútbol se jugaba después de la misa y como continuando la ceremonia alrededor de la pelota que ellos llamaban “mangysy ñembosarái”. Sin embargo, como ocurre en sociedades conquistadas, colonizadas y alienadas siempre se busca un origen de abolengo a todo para evitar la estigmatización de lo advenedizo que impone la cultura dominante a sus dominados, haciendo renegar de su propia nobleza y adoptar sin escrúpulos la invasiva. Ha ocurrido algo parecido en la historia de nuestras independencias de España, argumentándose en general que por influjo de la filosofía enciclopedista y la Revolución Francesa, sin negar que haya tenido necesariamente su influencia e impronta en los acontecimientos emancipadores, no se mencionan muchas veces que los antecedentes directos de la independencia de nuestros países se encuentran en los movimientos comuneros que recorrieron y corrieron como pólvora más de 200 años en el Río de la Plata, con foco insoslayable en Asunción desde su misma fundación en 1537 y líderes aventajados como Domingo Martínez de Irala que la declaró “ciudad y nación de iguales”, el Fray Bernardino de Cárdenas que proclamó aquello de “Vox Populi, Vox Deus”(La voz del pueblo es la voz de Dios) ante la negativa al Virrey siendo gobernador del Paraguay para reprimir al pueblo que se manifestaba en su apoyo; José de Antequera y Fernando de Mompox que consagraron que “la voluntad del Monarca y todos los poderes que de ella derivan estaban subordinados a la del Común”; en el Perú y Alto Perú tomó auge la más grande insurrección en 1780 con Tupac Amarú II y los Tupac Catari; en Nueva Granada arrasó la insurrección generalizada del Común en 1782 con José Antonio Galán a la cabeza. Y por qué significa un antecedente directo de la independencia, porque el movimiento comunero surgió en España y fue aniquilado en 1521 por Carlos V por cuestionar el origen divino de los reyes y sostener la soberanía popular como único origen legítimo de toda autoridad, incluso el Rey podía serlo siempre y cuando que lo eligiera el pueblo. Y como resultado de la represión y exterminio de los movimientos comuneros, líderes y acólitos, con prohibición por Cédula Real “bajo pena de muerte a quien “nombrare o invocare tan solo el nombre de los adalides o del movimiento comunerista o de El Común”. Como una versión anticipada de lo que serían las dictaduras militares bajo la Doctrina de Seguridad Nacional y sus consignas letales contra la “subversión” y “el comunismo”, que lanzaron hordas y grupos de tareas para perpetrar asesinatos, desapariciones y persecuciones a mansalva. De ahí nuestros próceres echaron mano al acomodado argumento de la causa principal de la Revolución Francesa, como una generación espontánea que surgía con ansia de libertad y que nunca antes en América se había luchado por la emancipación o autonomía al menos. Aquí también se buscó el origen de abolengo para tan importante gesta que fue la lucha por la independencia, desconociendo que los postulados de los comuneros en gran parte se anticiparon a la Revolución Francesa, en especial en Paraguay donde los comuneros tomaron poder y mando, prácticamente, entre 1717 y 1735 bajo el lema de la soberanía popular y la consigna del Buen Gobierno. Por lo tanto, la batalla cultural que resta es nada menos que la de asumir o reasumir nuestra identidad pisoteada, enterrada o disimulada para reivindicar nuestros ancestros originarios, coloniales e independentistas que marcaron noblemente la senda que estamos transitando a través de los siglos. Los europeos no solo se llevaron nuestro oro, y siguen llevando, sino también nuestro fútbol pero no han podido despojarnos de su pasión, arte y afición demostrados por todos los títulos obtenidos en los mundiales para Sudámerica, cuna real con acta de nacimiento del balompié o foot baal.


¡Qué me van a hablar de que los guaraníes eran nómades!, si Paraguayo como Club también deambuló por más de 25 años sin local ni cancha propios pero nadie notó ni se dio cuenta, por la gran solidaridad de los clubes hermanos que facilitaron siemprenuestra vida institucional y la conducta recíproca de Paraguayo hacia sus pares. Recién en la década de 1980/90 el Deportivo paraguayo echó anclas en la calle Piedras de San Telmo, muy cerca del Parque Lezama donde anclara también Pedro Mendoza por corto tiempo en 1536 y luego intentaría el regreso a España empujado por la hambruna y la enfermedad. Pero la verdadera fundación vendría de Asunción en 1580 al mando del español Juan de Garay y su compañera paraguaya Ana Díaz, que daría a Buenos Aires el primer hijo porteño, Juan Martín Garay. La expedición fundadora estaba compuesta por 100 criollos paraguayos o “mancebos de la tierra” y 1500 indios guaraníes que se convirtieron en los primeros “terratenientes” de Buenos Aires, por supuesto también los indígenas trajeron consigo el “mangá ñembosarái”(juego de pelota) y los domingos no solo jugaban sino celebraban con alegría en su juego la construcción de la nueva ciudad y la esperanza de haber encontrado otra Tierra sin mal. Por lo tanto, la sede de San Telmo y el Campo de deportes de Villa Scasso, en González Catán, donde se encuentra a punto de inaugurar su cancha propia y localía, forman parte de la Patria Chica o Patria sin mal de los millones de paraguayos que habitan ésta Buenos Aires poblada y repoblada por sus ancestros de criollos asuncenos y guaraníes.

¡Qué me van a hablar de amor si yo anduve siempre en amores!,dice Homero Expósito en sus versos y Paraguayo responde a su vez ¡qué me van a hablar de fútbol si yo anduve siempre en fútboles, desde cuando era nativo indómito, indígena reducido de jesuitas o encomenderos, indígena irreductible o criollo comunero, hasta desterrado a Londres para diseminar el arte del “mangá ñembosarái” y ver convertirse en el Foot Baal que hoy reina entre los deportes en el mundo. Y aquí pido prestado al Negro Fontanarrosa y echo mano a algunos títulos de sus libros que me sacarán del apuro para explicar nuestra naturaleza más intrínseca: “De fútbol somos” y “El Fútbol es Sagrado”. Pero el título que me da pie y me tira un pase cortito para empujarla: “El mundo ha vivido equivocado”, creyendo más de un siglo y medio que los ingleses habían creado el fútbol y su reglamento. Nada más erróneo y errático esa creencia en un creador apócrifo y que Fontanarrosa escribió una suerte de historia de Rosario Central pero sin saber también escribía la historia profunda del fútbol, al decir: “(...) Hace algún tiempo escribí, en una pieza literaria sinceramente inmortal: “Rosario Central no tiene historia. Tiene mitología”. Y esto es así porque sus orígenes, sus avatares y sus formidables campañas están siempre fluctuando entre la realidad y la fantasía, lo palpable y la ficción, lo comprensible y lo inexplicable. ¿Cómo no ser hincha, entonces, de un equipo así?

¡Qué me van a hablar del Himno de la Alegría de Beethoven y Schiller!, que pudo haber servido a los guaraníes, que asociaba el fútbol a la alegría, para acompañar sus gambetas y firuletes a la hora de pintar en el aire, y sonreír de felicidad al embocar en la meta imaginaria enmarcada en un arcoiris, y acaballa los siglos para revelar de una vez por todas y dejar la pelota en el punto del penal...!

¡Qué me van a hablar de canción, si Paraguayo representa a una Patria Chica, una Tierra sin Mal y la historia grande del fútbol o “mangá ñembosarái”, que su poeta Fernando “Andy” Alonso y su músico Joselino “Ñoño” González compusieron un auténtico himno a la alegría del Deportivo Paraguayo: “El cielo rioplatense cobija con cariño / unida a su bandera, la hermosa tricolor; / emblema de una Patria, hermana y soberana / con claros testimonios de fe y de hermandad. / Deportivo Paraguayo, estirpe de mi raza / blasones y grandezas del pueblo guaraní, / en justas deportivas, altivos van mostrando / la herencia de un pasado que nunca morirá.” 

Gilberto Ramírez Santacruz 

Buenos Aires, Marzo de 2025.


*Relato de Gilberto Ramírez Santacruz  publicado y extraído del libro "La Cultura y los Clubes, editado por la Secretaría de Cultura de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y presentado en la ultima Feria del Libro de Buenos Aires, en mayo de 2025.

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