La obra será presentada por Mirta Roa, de la Fundación “Augusto Roa Bastos”, hija del escritor paraguayo. El libro, que subraya la notable influencia de su autor en la narrativa actual, constituye el décimo número de la Colección “Hipálage” de Rosalba, que publica lo mejor del cuento paraguayo contemporáneo.
El título de la antología alude a la siguiente anécdota: en 1989, cuando Roa Bastos fue galardonado con el Premio Cervantes, Gabriel García Márquez le envió un telegrama con un breve, pero elocuente mensaje: «Tú el Supremo». Así, el nobel colombiano sintetizaba la inmensa estatura literaria del autor paraguayo.
La antología, que consta de 294 páginas, está compuesta por once relatos escritos por Eder Acosta, Ricardo Benítez Rolandi, Blas Brítez, Rolando Duarte Mussi, Marco Augusto Ferreira, Alcibiades González Delvalle, Ricardo Loup, Irina Ráfols, Juan Ramírez Biedermann, Gilberto Ramírez Santacruz y Verónica Rojas Scheffer.
Este año marca el quincuagésimo aniversario de la publicación de Yo el Supremo, la obra monumental de Augusto Roa Bastos, que vio la luz el 27 de junio de 1974 bajo el sello de la editorial Siglo XXI, en Buenos Aires. Escrita durante su exilio, esta novela se erigió en un hito insoslayable de la literatura hispanoamericana al desentrañar las profundidades de la dictadura y el poder absoluto en una compleja trama que combina historia y ficción. Roa Bastos (1917-2005), una de las voces imprescindibles de la literatura en español, fue galardonado con el Premio Cervantes en 1989, reconocimiento que coronó una trayectoria marcada por una visión literaria vasta y comprometida, en la que también resaltan títulos como Hijo de hombre y El trueno entre las hojas. Con Yo el Supremo, Roa Bastos aportó un clásico universal y dotó a la lengua española de una obra que continúa generando ecos y desafiando el tiempo y las categorías literarias.
Por Javier Viveros.
Cincuenta años han pasado desde que la voz tonante del Supremo se hiciera oír, subrayando desde el principio su preeminencia incontestable. El verbo se hizo tinta. Este libro no es más que una cartografía de ecos, un conjunto de esquirlas incendiarias que orbitan el tótem literario, esa máquina polifónica en permanente generación de sentido que es Yo el Supremo. Comprobarás, aventurero lector, que cada cuento conversa directa o cegada-sesgadamente con la novela de Roa Bastos, añadiendo voces a esa sombra frondosa que se proyecta con violencia inercial hacia lo indecible.
Intertextos en los intersticios. Se entrecruzan los hilos de estas narraciones, se tensan, dialogan entre sí y urden un tapiz que por efecto de pareidolia trae reminiscencias del texto supremo. Lo que hallarás en estas páginas, osado lector, es un juego de espejos rotos y un lenguaje que se desborda, porque sus márgenes poco pueden hacer por contenerlo. Cada uno de los once autores ha hilado su propio entramado, tejiendo un derrotero individual en este viaje sobre un mar inabarcable, manchado de ininventariables archipiélagos de referencias. Los once cuentos rinden tributo, no desde la sumisión, sino desde la reinvención, al texto fundacional que vence el tiempo y desafía el desabrido corsé de las taxonomías; los once cuentos inventan y reinventan el Paraguay con los recursos de la literatura.
Al igual que ese decreto apócrifo clavado en la puerta de la catedral, este grupo de invenciones narrativas constituye un intento de redimensionar con fuerza centrífuga el área doliente de la llaga. Las palabras aquí reunidas se trenzan en diálogo con la sombra oblonga de aquel palimpsesto inacabado e inacabable que es la obra cumbre de Roa Bastos. Aunque ausente, la sombra omnipresente del Supremo espía como ojos de Argos en los espacios vacíos que separan las palabras, acecha colocado detrás del lienzo lechoso del papel siempre culpable y asecha desde los ángulos interiores de las letras de imprenta. Estas páginas están infamadas de traición, de una múltiple sublevación contra ese impenitente tirano de sus descendientes que es el texto padre.
No es improbable que El Supremo enviara a los autores de estas perspicaces fabulaciones a recibir la cítrica justicia en un ámbito espolvoreado de caricias de azahar. Aunque en realidad no haya delito, porque la memoria de uno solo no sirve para nada y no hay más que una infinidad de repetidores. En el nombrar las cosas nunca hay un primero, conque nadie escribe algo por primera vez. Yo mismo, en este enjuto y poco enjundioso prólogo, he plagiado a más de un poeta menor de la antología y he saqueado ideas de algunos prohombres de las letras y de la ciencia. Todo ello sin ruborizarme. Porque es consabido que el verdadero secreto de la creatividad consiste en saber ocultar las fuentes. Ñe’ẽ ojehaíva akóinte ha’e ñe’ẽ oñemondava’ekue. Nihil novum sub sole.
Diario La Nacion,Asunción, 26 de octubre de 2024.
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