EN TABAPY, DURANTE LA REVOLUCIÓN COMUNERA, UN 14 DE MARZO DE 1735, SUFRIÓ EL PUEBLO PARAGUAYO SU PRIMER GENOCIDIO POR MANOS ALEVOSAS TAMBIÉN DE LA "PRIMERA TRIPLE ALIANZA" FORMADA POR EL VIRREY CASTELFUERTE DE LIMA, EL GOBERNADOR MAURICIO ZABALA DE BUENOS AIRES Y LA COMPAÑÍA DE JESÚS, TODOS ELLOS CON SUS EJÉRCITOS AHOGARON EN SANGRE A LOS COMUNEROS Y LA MAYOR PARTE DE LOS HABITANTES DE LA ENTONCES PROVINCIA DEL PARAGUAY. UN DÍA QUE HAYA CONCIENCIA PLENA DE LA SOBERANÍA POPULAR EN PARAGUAY Y EN EL MUNDO, SE RECORDARÁN A LOS COMUNEROS PARAGUAYOS COMO LOS AUTÉNTICOS FORJADORES DE LA SOBERANÍA Y CADA 14 DE MARZO SERÁ FECHA DE CONMEMORACIÓN PARA TODOS LOS PUEBLOS QUE AMAN LA LIBERTAD.
(Fragmentos)*
109. LA BATALLA DE TABAPY. Pero por todo lo visto y oído en el Paraguay hasta entonces, a pesar de todo lo sufrido y llorado en la Provincia por tantos infortunios traídos por los opresores coloniales, lo peor había sido que aún no había llegado a enseñorearse de la heroica Asunción del Común. El virrey de Lima, Marqués de Castelfuerte, ordenó en carácter de urgencia al Gobernador de Buenos Aires, el Mariscal de Campo ascendido al cargo y con encargo a Teniente General Bruno Mauricio de Zabala, en enero de 1735, para que aprontara su Regimiento de dragones y volviera al Paraguay cuanto antes y procediera “a pacificar” de una buena vez la insumisa Provincia, y a castigar con todo rigor, principalmente, a los culpables de la muerte del gobernador Ruyloba y a los caudillos de la pueblada incesante que se entronaron desde hacía tiempo en la Plaza de Armas. De la misma forma, ordenó también a la Compañía de Jesús que dispusiera en las Misiones tantos soldados guaraníes como necesarios para aplastar toda resistencia en Asunción y así devolver potestad al Rey de la Justicia Real y a su cadena de mandos virreinales. A pesar de la irrisoria diferencia en número de combatientes entre los asuncenos y las fuerzas invasoras, debido a serias desavenencias y otras tantas deserciones provocadas por la vacilación del gobernador Domínguez de Ovelar, al permitir que los ex caudillos comuneros y actuales jefes militares como Fernández Montiel, Francisco Cabañas, Antonio Báez y José Luis Bareiro, entre otros, alineados a las fuerzas reales en esa etapa de la lucha para que influyeran sobre los milicianos y lograr en ellos retacear su concurso y aspirar a un indulto prometido por el mariscal de campo Zabala “a todos aquellos que se reformen en lo civil y soltasen las armas”, a esa altura de los acontecimientos ya estaba instalado el gobernador de Buenos Aires con sus fuerzas de cientos de dragones y miles de guaraníes armados en el Fuerte de San Miguel, bajo la protección de las fortalezas misioneras de los jesuitas ubicadas en sus cercanías. Después de concluir su propaganda de pacificador de la Provincia y su campaña intimidatoria a los milicianos que no aceptaban la supuesta amnistía que portaba junto a las armas, el primer engañado que mordió el cebo de la trampa de Zabala fue el propio gobernador Domínguez de Ovelar que prefirió rendirse y salvaguardar su pellejo por encima del Interés Común y antes que honrar como era su deber la consigna comunera de “Vencer o morir” de clara reminiscencia espartana, las fuerzas disminuidas por las grandes deserciones estimuladas por Zabala y traidores acomodaticios de la Causa y escuadrones maltrechos de los comuneros no conformaban más de 236 miembros armados entre cabos, soldados y milicianos dispuestos a todo, que luego dirían los cronistas oficiales y enemigos consuetudinarios que no hubo enfrentamientos en la toma de Asunción, que “todos los combatientes con fama de Común bajaron las armas y levantaron las manos”, aún así decidieron los mejores valientes patriotas del Común enfrentar a la invasión con toda su consecuencia, ofreciendo generosamente una memorable resistencia frente a los más de 200 dragones porteños y más de 8 mil indios armados de las Doctrinas jesuíticas, con las indumentarias de guerra y los pertrechos militares más avanzados, todos ellos expertos en rechazar incursiones y organizar invasiones a territorios ajenos de los españoles y criollos paraguayos como de aldeas de indígenas vecinas, llevando a cabo en estas comunidades nativas sus famosas malocas, aprendidas en carne propia de los bandeirantes, para cazar indios como animales salvajes y llevarlos para su reducción en los más de 34 Pueblos y más de 120 mil neófitos que poseía a su servicio particular la Compañía de Jesús. El nuevo teniente general Mauricio Bruno de Zabala con su poderoso ejército abandonó su asiento personal en una de las Doctrinas y su Real en el Fuerte de San Miguel para cruzar el río Tebicuary y ponerse en marcha para la toma de Asunción, pero primero debió enfrentarse y aplastar a los desbandados pero aguerridos comuneros que izaron heroicos la bandera del Común de la resistencia, más precisamente la bandera enarbolaba en sus manos el comunero de insigne memoria llamado D. Francisco Méndez de Carvajal, y exhibían los combatientes un coraje sin igual en sus avanzadas y embestidas contra enemigos numéricamente muy superiores, 236 milicianos frente a 8 mil sedientos de sangre heroica y comunera, aunque pronto fueron derrotados por la fuerza mayoritaria en la batalla de Tabapy, un día legendario del 14 de marzo de 1735, pero sin perder un ápice de la dignidad como pueblo de estirpe guerrera y como enseñaba Antequera en su proclama: “... y obrad de tal manera que no dejéis a la posteridad la nota infame de cobardes y vamos a vencer o morir en defensa de la patria”.
*Fragmentos de la obra EL GRITO DE ANTEQUERA(Memorial de la Causa Comunera), Editorial Arandurâ, de Gilberto Ramírez Santacruz.
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