De
cuando Perurimá vendió
su
lechuza como loro*
“Pe
gua'i ha pe gua'a
akóiva
ikû jere porâ.
(El
guaireño como el loro
suelen ser de pico de oro.)
Refrán
popular
Ocurrió
que un día Perurimá andaba más necesitado que nunca, ya había mal
vendido todos sus enseres y utensilios para sobrevivir a su crónica
miseria. Sólo le había quedado una vieja lechuza que, después de
cazar algunas lauchas de albañal por la noche, dormía exhausta
durante el día sobre su letrina. Pero como buen pícaro que era Perú
y protocapitalista, digno representante de la antigua picardía que
constituye el antecedente más lejano del capitalismo propiamente
dicho, a la hora de sacar provecho y hacer negocios con su alquimia y
embuste todo lo convertía en oro y plata.
De
pronto escucha un pregón que rompía el silencio de la siesta
pueblerina: “compro loro hablador”, “compro loro hablador”,
pasaba vociferando el comprador, especificando que no aceptaba de
cualquier especie sino el loro proclive al habla y que goce de buena
salud.
Una
chispa en el cerebro le estalló a Perú y salió al paso del hombre
que arrastraba una jaula con ruedas donde iba juntando los loros.
—
Pase
a la vuelta, tengo un buen loro hablador para vender —dijo el pícaro
ruin e indicó con señas que su papagayo andaba entre los naranjos
del patio y lo prepararía en un rato para entregar.
— ¿Seguro
está Ud.
que
habla su loro?. Porque sólo quiero loro hablador, porque hay muchas
otras especies como el “tû'i” o cotorro, el “maracaná”,
el “gua’a”, el “arapacha”, el “arará”
o guacamayo
y el papagayo común
que
son todos muy
parecidos
unos a otros, pero sólo alborotan, graznan y gritan sin hablar nunca —advirtió el comprador.
— El
mío se llama luego “Pico de oro” por lo bien que habla, además,
usted sabe, a buen entendedor poca palabra —contestó Perurimá y
cerró trato en el momento, dando por concluida la negociación.
— Como
no, pasaré en cuestión de una hora —contestó el hombre que ya
llevaba en su jaulón varios ejemplares de cotorros adquiridos.
Perurimá
sorprendió a la lechuza en su sueño más profundo y se agenció
para teñirla de un intenso verde, con algunas plumas pintadas de
rojo y amarillo, otros plumones, de blanco, y lustró su pico con
aceite. Para asemejar más al loro, le recortó las pestañas y
desaliñó un poco las patas y pezuñas que en un loro son feas sin
comparación.
Pasada
la hora, volvió el hombre y adquirió de gusto a Perú su mentado
loro hablador que pronto se confundió con los otros que embarullaban
en la jaula. Contento el comprador se marchó pero más contento
quedó Perú con el dinero que le salvó el día, demostrando como
siempre que todo puede ser negocio siempre que no se pille el
embuste, porque sino no es negocio, sólo robo. De ahí que el
ilustre pensador y genial escritor Rafael Barrett tenía mucha razón
al escribir: “El ladrón es un capitalista ansioso.”
El
asunto de este negocio terminó de la mejor manera para Perú, un itoso energúmeno que ha hecho escuela e imitado por siglos en el
Paraguay, cuando otro día volvió el comprador al pueblo y pregonaba
otra vez: “compro loro hablador”, “compro loro hablador”.
Pasaba
el hombre frente a la casucha de Perurimá y pareció que nada
extraño tenía contra él, por lo visto no se había dado cuenta del
engaño sufrido, no conforme con la estafa el pícaro muy suelto de
cuerpo lo interrogó, a sabiendas siempre de que nada tiene para
perder pero todo por ganar en cualquier ocasión:
— Que
tal mi amigo, cómo resultó el loro que le vendí, ya habla bien? —preguntó muy sonriente Perú y audaz para recibir cualquier
respuesta, sin posibilidad alguna de que le afecte nada por su
acostumbrada insolencia e insolvencia.
—
Aún no habla, pero se le nota en la mirada que presta mucha atención en el aprendizaje...! —contestó el comprador de loros sin percatarse de la chanza y engañifa de que fue objeto por el inefable Perurimá.
Octubre,
2005.
*Relato extraído del libro inédito "Espiridión y el arte de la manipulación", de Gilberto Ramírez Santacruz, con ilustración de "El vendedor de loros", óleo de Rufino Cardozo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario