“ÚLTIMA CARTA DEL MARISCAL A SU HIJO EMILIANO”*
Azcurra, Junio 28 de 1869
Mi querido hijo Emiliano:
No sé si habrán llegado a tus manos mis anteriores de Abril; pero me temo que no hayas recibido la primera lo que sentiría, por lo mucho que te hablaba en ella; como fue dirigida al General Dix, ministro de los Estados Unidos, que ha sido relevado, su sucesor probablemente no habrá tenido mucho empeño en hacértela llegar, como decía en mi última.
Entonces te anunciaba un próximo viaje a los Estados Unidos, y ahora que regresa para su país el General Mac Mahon, es llegado el tiempo que lo verifiques. Te he recomendado mucho a este caballero, que gustoso acepta la recomendación y quiere servirte de guía.
Yo cuento de que tú serás dócil a sus indicaciones y direcciones, por tu propio bien, y que no le ocasionarás el menor disgusto y mucho menos bochornos en ningún sentido, sino que diligente y caballeresco, dejarás todo entretenimiento infantil y procurarás empeñosamente formarte el hombre estudioso y serio, que ha de darme satisfacción y ha de ser útil a la Patria, y a sus pobres hermanitos, de quienes tú, en mi falta, serás única esperanza y apoyo.
No se trata de un paseo de holganza y entretenimiento, sino de práctica de la vida y el estudio más asiduo y constante que te ha de formar en el mundo. Muchos años has pasado ya en Europa sin que yo haya notado un provecho real en tus estudios. Por el contrario, he tenido que deplorar más de una vez tu poco adelanto, debido a circunstancias de que no he sabido darme buena cuenta de la prolongada incomunicación en que esta malhadada guerra nos ha puesto, en el tiempo en que más precisabas tú de mis consejos y yo de tus noticias; sin embargo, las pocas palabras que de tiempo en tiempo me han llegado lejos de traer la consoladora prueba de tus adelantos, no han hecho sino avivar mis penas y cuidados, recordando que hubo un tiempo en que, con poca aplicación a tu verdadero adelanto, lo has descuidado todo para preferir entretenimientos fútiles y una sociedad inconveniente, como la de García, en vez de cultivar más estrechas relaciones con otros compañeros que, aunque apareciendo en condiciones más humildes están llamados a trabajar en el desarrollo de nuestra Patria en condiciones más o menos aventajadas según la ilustración de su laboriosidad y conducta hubieran podido conquistar a su regreso al seno de la Patria.
Todo esto puedo decirte ahora, que te considero con mejor criterio, ahora que cuentas más años, circunstancias que me hacen esperar mejor apreciación de mis consejos y mejor logro a mis constantes deseos por tu cumplida educación, cultura y provecho.
En la última carta que de ti he recibido recordabas tu edad para pedirme ser admitido en calidad de “Attaché” de la Legación. Yo quisiera haberte dado no sólo este puesto, sino otros más altos, pero prefiero que tú sepas merecer puestos más distinguidos, mostrándome tu habilidad y empeñoso estudio, y es con este propósito que te proporciono ahora el conocimiento de los Estados Unidos, donde espero confiadamente sabrás alcanzar los méritos y adelantos que de todo corazón yo te deseo, pues el número de años no sirve sino en sentido negativo, cuando no se ha sabido aprovecharlo ventajosa o por, lo menos útilmente. Y a propósito de edad, tú no estás ya para perder el tiempo, sino para contar y aprovechar todos los instantes de la vida con una laboriosidad perseverante y honorable, y yo cuento con que vas a darme estas satisfacciones.
Como con el viaje que te proporciono a los Estados Unidos tendrías el tiempo sin ocupación, cosa demasiado pesada y reprochable en todo hombre de bien, quiero que para ocuparlo útilmente entres como estudiante en la oficina del abogado más hábil posible, para que tengas la ocasión de aprender la teoría y la práctica de las leyes, y el General Mac Mahon tiene la bondad de encargarse de buscarte una colocación, en la que según tu laboriosidad y contracción, sabrás atraerte la estimación y el respeto de los principales, y con ello mi más cumplida complacencia.
Tú eres hasta ahora ajeno a la vida y puntualidad de oficina, pero te recomiendo muy de veras no dejarte jamás notar en tal género de falta, que siempre es dañosa para la reputación ulterior.
Quiero lisonjearme de que en breve tiempo aprenderás los principios, teóricos que han de guiar tus trabajos prácticos y formar tu inteligencia en el ramo, ofreciendo así a los principales del oficio un motivo de atención hacia ti y mira que cuando un joven tiene la desgracia de merecer, en lugar de atención, el reproche de sus principales, es muy penoso para su crédito en la vida futura. Y que no te arredre la enseñanza muda de un estudiante de abogado, que esto se vence con la contracción y el trabajo.
Según mis informaciones, las oficinas de abogado en Nueva York son preferibles a las de Washington para que un joven estudiante pueda aprovechar; y aunque en aquella ciudad la vida es más cara que en Washington, yo prefiero para ti una colocación allí donde has de tener la ocasión de una práctica más constante y variada, y así lo recomiendo al señor Mac Mahon, de cuya residencia quedarás también más cerca para cuando algún consejo necesites.
Además, viviendo él cerca, podrá proporcionarte algunos conocimientos de honorabilidad y respeto, que tú, por tu parte, cuidarás de cultivar con empeñoso esmero, tratando de inspirar, si no algún interés, al menos simpatía.
Pero cuídate de hacer el conocimiento o la relación de hombres jóvenes ociosos y disipados que no te traerían sino el desprecio inmediato de las gentes sensatas y desgracias en el futuro; yo te recomiendo evitar tales escollos con la más cuidadosa precaución, como que nada será tan penoso para mi corazón como tu prematura pérdida.
No es mi ánimo recluirte por completo en la oficina de un abogado, y deseo que llevando una vida laboriosa y contraída, también adelantes en la vida social, y tiempo tienes para esto después de haber cumplido con tus deberes diarios en la oficina, para cultivar la relación de las personas o familias honorables, cuyo conocimiento hayas podido hacer.
Por los informes que tengo, te convendría tomar en Nueva York una pieza amueblada en un “Boarding House”, tomando la comida en un hotel, cosa que me dicen costará, en todo, 1500 pesos americanos, por año, cuando más.
En las épocas de estaciones del Congreso, puedes pasar a vivir en Washington, donde; la vida es más, barata, y tendrás la ocasión de ver el mundo político y diplomático, y si sabes merecer, como yo lo espero, serás admitido en ellos.
Como tus estudios de abogado no llevan por objeto recibir de los principales de la oficina ninguna compensación pecuniaria por el trabajo que puedas tener, puesto que ahora no buscamos sino tu ilustración y adelanto, en el verano, cuando la población de Nueva York sale al campo, podrás tu hacer lo mismo, evitando, los lugares “fashionables” en donde no se gasta sino mucho, dinero e inútilmente, y buscando las inmediaciones menos a la moda podrás pasar igualmente bien con menos dispendios y hasta haciendo alguna economía.
Podrás también visitar otros Estados o ciudades, cuidando siempre de hacerlo con provecho y gastando lo menos posible; digo con provecho para tu instrucción porque debes tener un principio bien establecido, y es no mirar nada con indiferencia, sino bajo el punto de vista de su objeto, en relación a la razón y al provecho. Es decir darse cuenta de todo, porque de todo esto ha de venir un día en que necesitarás.
El General Mac Mahon pondrá a tu disposición cien (100) onzas de oro y cuatrocientas (400) otras en los Estados Unidos. Esto es lo que puedo mandarte, y te recomiendo la mayor economía en tus gastos, porque no sé cuándo podré enviarte más, ni si podré hacerlo, porque nuestra fortuna está arruinada con la guerra y estoy resuelto a poner sus restos al servicio de la Patria. Con esto te arreglarás mejor.
La guerra, sin embargo, no puede durar mucho y si la Patria se salva, todo estará salvado, pero si por desgracia cae, yo caeré con ella, y en ese caso, tú serás, como te he dicho antes, la única esperanza de tus tiernos hermanitos, y te recomiendo que entonces trabajes, aunque sea labrando la tierra, para: que no les falte el pan, que así nuestro Dios les ayudará a todos y serán benditos de él como de mí.
Ya ves que no tengo la posibilidad de mandarte tanto cuanto quisiera, pero confío en que portándote con la moderación y circunspección que te deseo, y llevando una vida modesta y sin pretensiones, que no debes tener, te permitirá vivir algunos años y hacerte apto para afrontar todo caso te recomiendo desde ahora cualquiera que sea la suerte que la Providencia quiera acordarnos, y en la conformidad y resignación posibles.
Para no ir tan solo, y teniendo confianza en la juiciosidad que siempre he notado en el ciudadano Luciano Lara, le invitarás de mi parte para que te acompañe, pues confío que será un amigo leal y útil compañero, y de tu cuenta serán sus gastos más indispensables, y ambos aplicaréis vuestra atención para que el gasto común sea el menos considerable posible. En lo demás, Lara tomará en los Estados Unidos la ocupación que más le conviniese y le darás lectura de este pasaje, lo mismo que al Capitán Benítez. Queda entendido que también a Lara le proveerás de los vestuarios necesarios, y, como amigo de confianza, le pedirás su opinión en todas las cosas que aquí no estén prevenidas; y en cuanto a la materialidad de la manera de vivir, allá verán con la experiencia lo que mejor les convenga.
Bueno fuera que, no incurriendo en gastos demasiado grandes tomaras algunas lecciones de música como entretenimiento más útil que otros, y te dedicaras al estudio de las lenguas.
A propósito de esto, escribe tus cartas en francés, pero no descuides cultivar el español, que el inglés te será familiar.
Te prohibo todo juego de azar, y evita aun los inocentes, de los que fácilmente se pasa a los otros.
Acompaño para tu uso copia firmada de la carta que escribo al Señor A. Blyth, en cuyo poder, como tú sabes quedaron nuestros intereses al estallar la guerra. Dispondrás de lo que aún tengamos, colocándolo en algún Banco y tratando de conservarlo para cuando tus necesidades sean más apremiantes.
Quedaron también en aquella época algunos intereses privativamente míos a cargo del Señor Roberto Stewart de Edimburgo; pero como de ellos quedaba autorizado para hacer uso en favor del Gobierno, nuestro agente Bareiro, no sé lo que habrá sucedido; y tampoco el Capitán Benítez me ha dado noticias en la única carta que de él tuve después de haberse recibido de la legación.
Sin embargo podrás inquirir algunos conocimientos para tener esos fondos disponibles, como recursos de que podrás echar mano en último caso, y podrás mostrar esta carta al Capitán Benítez, si así te conviniere.
Como no sé el tiempo en que podré volver a escribirte, quiero prevenirte el inesperado caso en que por motivo de salud u otra grave circunstancia, como de fuertes desengaños, tocando absoluta imposibilidad de llenar mis deseos en los Estados Unidos, podrás volver a Europa previo consejo del General Mac Mahon y de otras personas respetables, cuyas relaciones hubieses podido adquirir, ya sea allá o en Europa.
En lo demás, confío que tu cordura y prudencia te aconsejarán.
Adjunto una recomendación para nuestro Cónsul General en Nueva York, que siempre se ha portado bien y que espero te será de mucha utilidad. Él también podrá guiarte en algo sobre el modo de colocar tu dinero en algún Banco, pues no debes nunca tener contigo sino lo muy preciso.
Muy joven me has dejado y mucho años han corrido sin siquiera tener noticias tuyas ni recibir mis consejos, de manera que tú no me conoces, pero por esta carta, escrita al correr de la pluma, conocerás mis deseos y sírvante de consejos sus prescripciones que, mientras tenga la ocasión de escribir otras, te recomiendo leas con atención y reflexión todos los domingos después de misa, pues, pudiendo, nunca debes faltar a este precepto, así como al Santo Amor y Temor de Dios, a cuya Magestad te recomiendo y ruego te bendiga y haga feliz.
Recibe los cariños de tus hermanitos y los de tu amoroso padre.
FRANCISCO SOLANO LÓPEZ
*La carta que se transcribió más arriba está considerada históricamente como el testamento del mariscal Francisco Solano López. Su hijo Emiliano primero estaba radicado en París y luego se trasladó a Nueva York, lugar donde Mac Mahon le entregó la misiva.
El primogénito de López había nacido en 1850, y era hijo de Juana Pesoa, mujer con la que tuvo tres hijos. Emiliano volvió al Paraguay en 1874 y falleció en 1875, en Pilar.
Al momento de escribir, López se hallaba en Azcurra, zona cercana a Pirayú y si nos ubicamos en el tiempo veremos que faltaban menos de dos meses para el desastre de Piribebuy y Acosta Ñu. Por otra parte, este documento demuestra a las claras que López dista mucho de ser el tirano, asesino y monstruo que pintaron los viejos legionarios y que hasta hoy día sus descendientes continúan con esta cantinela.
El texto fue extraído de la revista “Anales del Paraguay”, año I Nº 1, de octubre de 1963, y corresponde a una conferencia dictada por Leopoldo Ramos Giménez titulada “Resurgirás Paraguay. Una oda histórica del general Martin Mac Mahon”.