martes, 27 de septiembre de 2016

¡Por la Paz de Colombia: Las plumas del águila...!

Las plumas del águila

al sueño de paz de Colombia


Orondo cruzaba por el cielo colombiano el águila,
como todos los días desde hace más de 50 años,
pero hoy un certero tiro fijo lo desplumó derribándole,
de su cobarde altura donde tenía su atalaya
y de donde rapaz pergeñaba ataques y rapiñas,
sobre la inocencia y rebeldía de los pueblos.

El tiro fijo se alojó en el corazón de la violencia,
madre de tantos demonios e indecibles dolores,
cobrando la sangre y sueño sembrados por Gaitán,
venciendo con la paz al imperio de las guerras,
desarmando de dudas y miedos a la resignación
y salvando blancas palomas de gavilanes colorados.

Aunque los pactos y acuerdos no sean santos de devoción,
en una lucha revolucionaria la batalla final por la paz
es la más crucial de todas para un revolucionario,
porque empuñar el arma y su dejación son sólo gestos,
pero el objetivo último de toda revolución verdadera
es la alegría que da la justicia y la igualdad, el amor. 


Aunque tampoco las plumas esparcidas del ave maldito
que toman los escribas malagüeros para oponer la guerra
a los que nunca ahorraron la vida contra la muerte,
ni cejaron en buscar la libertad bajo los bombardeos
o prefirieron morir de pie que vivir arrodillados
o esperar íntegro el día señalado al pie del cañón.

Resultado de imagen para garcia marquez, el anotador de gilbertoA la lluvia de plumas siguió la de las flores amarillas,
quizás llevadas de Macondo a Cartagena para la ocasión,
luego ya aparecieron las mariposas de Mauricio Babilonia,
para delatar la presencia insoslayable del inmortal Gabo,
que solamente él, con sus ojos de niño y realismo mágico,
pudo haber imaginado una paz posible para la Gran Colombia.

                                       Gilberto Ramírez Santacruz
                                                                  Cartagena de Indias, 26 de septiembre de 2016.

lunes, 19 de septiembre de 2016

La patria del hombre

      la patria*
               
                   a cristian david lópez

ese misterio que hace batir el corazón
esa tierra cuyo imán gravita sobre el ser
ese recuerdo montado en el molde real
esa imagen inasible pero muy maternal
esa sombra doliente del desterrado
ese puñal clavado del que no puede huir
pero la patria es una herida que canta

según Borges la patria es un acto perpetuo
rilke remonta a las honduras de la infancia
gelman cree que la lengua es la patria profunda
campos cervera sostiene en un puñado de tierra
rudi torga entona “la patria que late en mi”
elvio romero sufre “toda la patria en el suelo”
pero la patria exige siempre la vida al patriota

esa sangre generosa que se cobra la tierra seca
esa bandera invencible que se hace hilachas
ese hombre común que venera a la patria
ese héroe anónimo que ignorará la historia
ese coraje que sólo se exhibe en los mitos
esa ternura propia de los grandes guerreros
pero la patria es una herida que canta 

*Poema escrito por Gilberto Ramírez Santacruz, a propósito del libro del escritor paraguayo Cristian David López, La patria del hombre.

sábado, 10 de septiembre de 2016

¡Juan Rulfo y sus cartas de amor...!

Juan Rulfo 

y sus cartas de amor* 

Clara Aparicio y Juan Rulfo
Juan Rulfo junto a su esposa Clara Aparicio (1948)

Chiquilla:
¿Sabes una cosa?
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.
Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me desespero.
Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.
                                                                                                                                       Juan
**********
Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. Clara: corazón, rosa, amor…
Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña. Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida. Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada. ¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río…
Clara: hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.
Juan
                                                               **********
México, Enero 10 de 1945
Muchachita:
No puedo dejar pasar un día sin pensar en ti. Ayer soñé que tomaba tu carita entre mis manos y te besaba. Fue un dulce y suave sueño. Ayer también me acordé de que aquí habías nacido y bendije esta ciudad por eso, porque te había visto nacer.
No sé lo que está pasando dentro de mí; pero a cada momento siento que hay algo grande y noble por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo grande, para mí, lo eres tú. Esto lo he sabido desde hace mucho, más ahora que estoy lejos lo he ratificado y comprendido.
Estuve leyendo hace rato a un tipo que se llama Walt Whitman y encontré una cosa que dice:
El que camina un minuto sin amor,
Camina amortajado hacia su propio funeral.
Y esto me hizo recordar que yo siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente.
Clara, mi madre murió hace 15 años; desde entonces, el único parecido que he encontrado con ella es Clara Aparicio, alguien a quien tú conoces, por lo cual vuelvo a suplicarte le digas me perdone si la quiero como la quiero y lo difícil que es para mí vivir sin ese cariño que ella tiene guardado en su corazón.
Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta que su corazón no resintió aquella carga y reventó.
No, no es fácil querer mucho.
*Extraído de “Aire de las colinas: Cartas a Clara”, de Juan Rulfo. (Debate, 2000).

lunes, 5 de septiembre de 2016

¡Ojos de niño...!

                 Ojos de niño*

El niño crea siempre con sus ojos mundos nuevos 
y recrea también cada día hasta la misma Creación.

Cada una de las cosas entonces ocupa su nuevo lugar,
reorienta y modifica la antigua función de los astros,
reordena el caos del tránsito de  los vientos y de las aguas,
rehabilita y les da nuevo sentido a los objetos inútiles,
con ternura logra domesticar a monstruos y fantasmas,
rebautiza y reanima entre polvos a los juguetes olvidados,
con su curiosidad revoluciona el baúl de los recuerdos,
pero luego el niño cierra los ojos como el séptimo día
y descansa feliz antes de recomenzar su tarea creativa. 

El niño con sus ojos aparta a la luna de entre las estrellas,
para incrustarle costillas de tacuara y larga cola de tela,
para ponerle riendas de tres sogas y anudar al carretel,
para convertirla en una imaginaria pandorga nocturna,
antes de que los poetas contemplativos se arrodillen
y la devoren metafóricamente como hostia sacramental.

El niño con sus ojos hace brotar y subir a la lluvia del mar,
puede que los árboles para abrevar vuelen a las nubes,
a los animales pequeños hace batir en duelo con dinosaurios,
el sol es apenas una linterna que nos presta Dios cada día,
pero los filósofos más avezados pretenden hacernos creer
de que la lógica es la única vara para mensurar la verdad.

El niño con sus ojos domina el eje magnético del planeta,
une con un irregular trazo a mano alzada los dos polos,
con sus cordilleras que florecen todo el año en su cima,
con sus campos sembrados de parques de diversiones,
pero pocos educadores creen que el juego es algo serio
y que los niños en vez de estudiar sólo deben jugar.

 El niño crea siempre con sus ojos mundos nuevos 
y recrea también cada día hasta la misma Creación.

*Versos del libro inédito "Poemas de hoy en día" de G.R.S.