lunes, 30 de mayo de 2016

Oda a las bellas letras

      oda a las bellas letras*

la imponente A de tus piernas
generosamente abiertas
y clavadas en la profundidad de la tierra
encaminan a mi corazón
a su soñado arco de triunfo

la turgencia y enhiesta B de tus pechos
se disimula cambiando de posición
por instinto de sobrevivencia
contra furtivos mamadores de belleza
y lactantes edipos trasnochados

la sensual C del pabellón de tus oídos
atrae todos los susurros y murmuraciones
surgidos  de mis labios entumecidos
de tanto celebrar tu adjetivada beldad
y sustantiva voluptuosidad de musa

la estirada M ciñó tus ojos de pestañas
y en cuya sombra tu mirada refulge
para provocar el origen de mi universo
generando un sistema de soles y estrellas
que perdurará por todo el tiempo que me mires

la ondulante y perfecta O de  tu boca
se ensancha como un río al sonreírme
o se frunce como una rosa viva al besarme
para formar luego la redondez de mi alegría
y encerrarme la felicidad en un cofre secreto

la fecunda D de tu ombligo por explotar
alguna vez fue planicie apacible
por donde retozó el potro de mi pasión
y aplacó el redomón su furia vital
y eternizar un oasis en la fuente de tu cuerpo
*Del libro inédito Poemas de hoy en día de Gilberto Ramírez Santacruz.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Fernando Pessoa: Un hombre, Muchos hombres...!

página/12, MIÉRCOLES, 25 DE MAYO DE 2016
LITERATURA › UN DISFRAZ EQUIVOCADO, NOTABLE ANTOLOGIA DE FERNANDO PESSOA

El hombre que escribía por todos

El libro incluye poemas de tres de los heterónimos más célebres del notable escritor portugués: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos. La antología cierra con “Autopsicografía”, el único texto firmado por Pessoa.





 Por Silvina Friera
Un disfraz equivocado había sido publicado
 el año pasado en España, a 80 años
de la muerte de Pessoa.
El ventrílocuo -”el que habla por el vientre”- le insufló vida a una multiplicidad de voces que lo habitaban, aunque el mayor poeta portugués del siglo XX estaba convencido de no había existencia posible fuera de la escritura. De su gran vientre creador surgió una diversa hermandad de heterónimos con poemas que parecen compuestos a contramano de la irrevocable erosión del tiempo. Los estudiosos que han buceado en su obra inédita, ese “baúl lleno de gente”, en palabras del entrañable Antonio Tabucchi, discrepan en el inventario de esa hermandad numerosa que va de 18 a 127 integrantes. “Me quité la máscara y me miré en el espejo./ Era el niño de hace tantos años./ No había cambiado nada…/ Esa es la ventaja de saber quitarse la máscara./ Siempre se es niño,/ el pasado que fue/ el niño./ Me quité la máscara, y volví a ponérmela./ Así está mejor:/ así, sin la máscara./ Y regreso a la personalidad como a un final de línea”, escribió uno de sus heterónimos, Álvaro de Campos, en el poema “Un disfraz equivocado”, que le da título a una extraordinaria antología de Fernando Pessoa en edición bilingüe (publicada por el sello Nórdica), cuya selección, traducción y prólogo estuvo a cargo del poeta y traductor asturiano Martín López-Vega, con ilustraciones de Adolfo Serra.
La antología –publicada en España el año pasado, a 80 años de la muerte del poeta– incluye poemas de tres de los heterónimos más célebres: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. En el prólogo, “Otra ley, un destino”, López-Vega plantea que “la vida verdadera de Fernando Pessoa fue de tinta y de papel” y, para ejemplificar esta afirmación, cita un poema de Caeiro: “Si después de que yo muera quieren escribir mi biografía,/ no hay nada más sencillo./ Hay solo dos fechas; la de mi nacimiento y la de mi muerte./ Entre una y otra, todos los días son míos”. Pessoa nació en Lisboa, el 13 de junio de 1888. Tenía cinco años cuando murió su padre y ocho cuando su madre se volvió a casar con el cónsul de Portugal en Durban (Sudáfrica), donde recibió una educación inglesa. Regresó a Lisboa en 1905 y puso una pequeña empresa tipográfica –con el dinero que heredó tras la muerte de su abuela– que terminó quebrando. El primero de sus heterónimos, según revela el poeta portugués en una carta a Adolfo Casais Montero, nació cuando tenía 11 años. En 1899, durante sus años de estudiante en Durban, concibió a Alexander Search, a quien utilizó para enviarse cartas a sí mismo. Pessoa se dedicó a la traducción de cartas comerciales, oficio que desempeñó hasta su muerte, a los 47 años, el 29 de noviembre de 1935. Editó en vida un único libro, Mensaje (1934); formó parte del grupo que lanzó en 1915 la revista Orpheu, que introdujo el modernismo en Portugal, y en la que publicó sus primeros poemas con su nombre y el de Álvaro de Campos.
¡Hermosa vida de tinta y de papel, la de Pessoa! “Pensar es incómodo como andar bajo la lluvia/ cuando el viento arrecia y parece que llueve más./ No tengo ambiciones ni deseos./ Ser poeta no es una ambición mía: es mi manera de estar solo”, se lee en el largo poema “El guardador de rebaños” de Alberto Caeiro. “Sé sentir el asombro de un niño/ que, al nacer, se diera cuenta/ de haber nacido realmente./ Me siento nacido en cada momento a la eterna novedad del mundo./ Creo en el mundo como en una margarita,/ porque lo veo. Pero no pienso en él:/ pensar es no comprender./ El mundo no se hizo para que pensemos en él/ (pensar es estar enfermo de los ojos),/ sino para mirarlo y estar de acuerdo”, afirma Caeiro, también conocido como el poeta-filósofo, aunque él rechazaba este modo de confinarlo a una etiqueta problemática. “Yo no tengo filosofía: tengo sentidos”, aclara en otro poema. En la antología hay seis poemas de Ricardo Reis, el poeta latinista y monárquico. Un disfraz equivocado despliega nueve poemas de Álvaro de Campos, el único de los heterónimos que manifiesta distintas fases poéticas: empieza como decadentista, influido por el simbolismo, para adherir posteriormente al futurismo. La antología cierra con “Autopsicografía”, el único poema firmado por Pessoa, un poeta “a caballo entre el simbolismo y el modernismo”, según lo define el traductor y prologuista. El arte de hablar –y escribir– cambiando las voces entraña la invención de poetas enteros, con sus propios ademanes y preferencias estéticas. “Pessoa quiso vivirlo todo de todas las maneras poniendo cuanto era en cada cosa que hacía. Paradójicamente, todo eso no sucedió en la vida misma, sino en su escritura: su monótona existencia fue el paisaje adecuado para una de las mayores aventuras literarias de la poesía universal -pondera López-Vega-. ¿Quién necesita la vida real, pudiendo inventar cuantas quiera, como las quiera? No todos elegiríamos la forma de vida de Fernando Pessoa, pero todos aprendemos a vivir mejor la nuestra gracias a su elección”.

viernes, 20 de mayo de 2016

¡El día antes, en recuerdo del gran poeta Elvio Romero...!

Elvio Romero, a 12 años de su partida

El poeta que se desprende como palabra
y la cigarra que se desnuda para cantar
                                                                                           
"El hombre, al nacer, será una palabra 

 que se pone de pie y se yergue hasta
lograr su estatura plenamente humana.
Bartomeu Meliá(Filosofía guaraní)



     Con el poeta Elvio Romero se cumple a plenitud la creencia de sus ancestros guaraníes, que sostienen que la voz o la palabra es el fundamento mismo del ser y del alma, que el cuerpo es apenas un soporte o instrumento transitorio para perfeccionar el ser, es decir, para pulir la palabra que es el verdadero sinónimo de la vida y del ser, en el cambiante transcurrir y devenir de la existencia. El hombre, según  estos "profetas de la selva", llegado el momento de madurez desprende su palabra del cascarón, "ojehekýi" en guaraní, como se desprende un fruto maduro del árbol, o como la cigarra que necesita deshacerse del ropaje para liberar su ser que es su canto. 
    De la misma forma,  el poeta Elvio Romero quebró su instrumento una vez prorrumpido el canto, usó de trampolín su cuerpo para elevar la voz, sembrar su palabra, cosechar su poesía, establecer su escritura y estampar su alma contra los embates del tiempo.  El mismo poeta se definió a sí mismo como palabra hecho poesías y libros, anticipando que trascenderá a su encarnadura y brillará siempre por su presencia activa, a través de su palabra-alma compañera: “He pretendido que mis libros respirasen como los hombres; que contuviesen el aliento de nuestra naturaleza encendida por su vasto espacio verde y por el verano; por eso los poblé de personajes y de árboles que cantan y de gente cuyo oficio era sentarse en mitad de la luz del mediodía o del fulgor de la luna, de guitarreros demorados bajo las ventanas para entonar sus endechas; quise que esos libros invitasen a los viajeros a detenerse y a contemplar la magia de nuestra región escarlata, y los he imaginado saliendo a las calles y andando con esos vecinos en cuyos hombros descansan las golondrinas después de un largo vuelo. Resumiendo: quise que mi libro oliese a huerta con azahares en flor,  a valle perdido entre las colinas, a bosque o a persona trashumante, y que sus páginas tuvieran un color de banderas sobre los techos solitarios de los pueblos. Al fin y al cabo, yo había salido del silencio de esos pueblos y no podía vivir sino con la costumbre de llevarlos conmigo”.

I

El genial poeta,
un común entre los hombres

"Hijo distante, me pregunto a veces
por qué te escribo este cantar, si dejas
un áspero dolor en mis recuerdos,
Padre inquietante.
(...), canto
el gesto libre que te hará dichoso;
te imagino también con poncho de alba,
padre purpúreo, Paraguay profundo,
Padre de fuego."
Elvio Romero

    Uno de los mejores ensayos sobre la obra de Elvio lo escribió el poeta y ensayista argentino Ricardo Rubio, “Elvio Romero, la fuerza de la realidad” y "Elvio Romero-De la tierra intensa", junto a los memorables escritos reivindicativos de Rafael Alberti, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral, Carlos Villagra Marsal, Armando Almada Roche y José Vicente Peiró Barco, por citar a los principales referentes sobre la enjundiosa producción  poética de nuestro vate nacido en Yegros, Departamento de Caazapá, Paraguay. 
   Para matizar un poco la presentación de su obra en Buenos Aires, le escuché decir a Rubio en la ocasión una anécdota que retrata de cuerpo y alma al mayor poeta paraguayo: “Tenía el firme propósito de escribir sobre la portentosa obra y figura gigantesca de Elvio Romero. Después de saberme casi de memoria toda la obra, le comencé a seguir los pasos y asistía a todas las actividades donde se anunciaba su presencia. 
   Hasta que llegué al contacto personal y le saqué un encuentro. De verle junto a Rafael Alberti, Lima Quintana, Tejada Gómez,  Horacio Salas, Alfredo Carlino y otros renombrados poetas, un día me cita en un bar en donde iba tener un encuentro con muchas  personalidades,  según entendí yo y fui llegando al citado lugar del barrio de Once. Al momento me presentó a la ronda de amigos como un escritor y no sé cuántos adjetivos favorables a mi modesta condición de poeta y pretendido ensayista. Asentí gustoso y emocionado por tan fervorosa  presentación. Seguidamente, sin cambiar de tono ni ceremonia, me presentó a los otros invitados. Rubén Larramendia, un gran pintor de brocha gorda y compañero solidario. Pedro Villalba, excelente plomero y amigo de las letras. Luis Riveros, lustrador de muebles y militante popular. Gilberto Ramírez, zapatero y tallador de poemas. Todos ellos amigos, compatriotas, luchadores y compartimos la causa sagrada de nuestro pueblo, dijo el mayor poeta paraguayo con naturalidad y sin vueltas. 
   Así fue y es el Elvio Romero que yo investigué y conocí, un grande a la hora de crear y un hombre sencillo y común a la hora sentir; un dignísimo vocero del Paraguay entrañable de la historia latinoamericana, del Paraguay profundo de las luchas legendarias contra la Triple Alianza como en la Guerra del Chaco y revoluciones interminables, y del Paraguay glorioso de sus héroes como Rodríguez de Francia y el mariscal Francisco Solano López, y de artistas creadores como Agustín “Mangoré Barrios, José Asunción Flores, Augusto Roa Bastos y por qué no, el propio Elvio Romero.” 
II

El poeta de los innombrables


    Sin duda alguna, en vida Elvio este homenaje jamás hubiera permitido, no por descortés ni falsa modestia sino por principios éticos y la convicción invariable de sentirse y ser sólo parte y no el todo de su pueblo. En toda su obra puede observarse que hasta el “yo poético”  que utilizaba era de tal pluralidad y desprendimiento que abarcaba más al otro, al próximo, antes que a su propio ser.
   Nunca le gustaron los elogios grandilocuentes ni las disquisiciones caprichosas de los críticos literarios cuando estaba presente. En eso podemos coincidir todos, es como se debe hacer y obrar con un verdadero amigo, criticarlo de frente y en su propia presencia con el mayor sentido reparador y edificante, y mucho menos mezquinar a la hora de elogiarlo ya sea a sus espaldas o ausencia con la generosidad más saludable y convincente.
     Sin embargo, Elvio no pudo escapar a la elocuencia y reconocimiento de los grandes poetas y escritores de su tiempo, que dejaron valiosos testimonios de gran admiración por su descomunal obra poética. Sólo por citar a algunos más memorables, como Miguel Ángel Asturias que definió como “poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida”. El gran Pablo Neruda no dudó en decir: “poesía llena de fuerza y follaje”. La misma Gabriela Mistral le escribió en una carta: “pocas veces, Elvio Romero, muy pocas, he sentido la tierra como acostada sobre un libro”. Rafael Alberti que tituló premonitoriamente una poesía incomparable “Elvio Romero. Poeta paraguayo”, para que no haya duda de que era un título ganado desde el vamos y que lo llevó hasta el final con gran talento y dignidad. Asimismo, Nicolás Guillén le dedicó un sentido poema en el que le nombraba como “Elvio Romero, mi hermano”. La no menos grande Josefina Plá que captó su poesía donde se puede “escuchar la voz de un pueblo reclamando su lugar en el coro de la libertad”.
   Y así podríamos enumerar muchos más testimonios y elogios de grandes personalidades sobre la figura y obra de Elvio Romero, a quien esta noche, entre todos, familiares, amigos y compañeros, en este “puñado de tierra” de la patria, valga la expresión de su admirado maestro Hérib Campos Cervera, enclavada en esta Buenos Aires que acogió y cristalizó tantos sueños de los más grandes artistas del Paraguay, y la esperanza de mejor vida de millones de paraguayos dispersados por la Argentina y el mundo llevando  más de un siglo de migración constante.
    Y nada más acertado que homenajear a Elvio en esta Embajada del Paraguay en Buenos Aires, donde cumplió acabadamente su trabajo y misión cultural. El hombre y el trabajo, por un lado. El poeta y su obra, por el otro. Pero juntos conforman la emblema de un Paraguay que cae y se levanta con el sueño y la lucha de su pueblo. La figura de Elvio Romero sigue orgullosa como bandera y guía de los luchadores por la libertad y los humildes de nuestro pueblo. Estrella y horizonte su obra para los artistas y pensadores. Sus imágenes y metáforas aún alumbran las raíces de nuestro dolor  y dispara amaneceres en el Paraguay profundo.
    Para concluir, la poesía de Elvio Romero hablará siempre de todos nosotros, como paraguayos, latinoamericanos y hombres y mujeres universales, porque representa la voz más honda que ha podido sondear un poeta. Para señalizar el dolor del pasado y ejemplos de tantos heroísmos. Para cantar las victorias y honrar las batallas perdidas. Para obligarnos a diario a responder a las preguntas y consejos que nos dejó Elvio en uno de sus poemas más conmovedor, lleno de vitalidad y optimismo, escrito seguramente en uno de esos momentos mas aciagos de su vida y la de su glorioso pueblo innombrado e innombrable:

 “y por qué no buscar siempre
lo que es parada en un camino,
lo que hay de otoño en un verano,
lo que hay de ardiente en lo más frío,
lo que es sonrojo en unos labios,
lo que es recuerdo en un olvido,
lo que es pregunta en una respuesta,
lo que es jadeo en un suspiro,
lo que es vital de esa alegría,
de esa tristeza en que vivimos.*

*Palabras pronunciadas por GRS en el Homenaje por el 82º Aniversario de su nacimiento en Buenos Aires, diciembre de 2008.

III

El día antes

"Casi recién nacida,
lumbre madura y fuerte,
sabes más de la muerte
quizás que de la vida. 
Y tu nombre aromado
huele más que romero,
a pólvora, a reguero
de cuerpo ensangrentado.
Rafael Alberti(1948)

Hacía varias semanas que el querido Elvio permanecía internado en el Hospital Francés de Buenos Aires, después de superar algunos trances que nos hicieron pensar lo peor, estaba en víspera de recibir su alta médica pero insistía, a través de su musa y esposa Élida, para que fuera a verlo antes de salir de su internación. Yo hubiera querido visitarlo directamente el día siguiente en su casa, para retomar algunas charlas y debates sobre la encrucijada de la poesía actual, las etapas de maduración de las condiciones objetivas y subjetivas de nuestro pueblo en pos de su liberación, algunas noticias y hechos internacionales del momento, anécdotas varias y su pregunta infaltable sobre algunos amigos comunes que últimamente se habían dejado de remitirse.
   Pero el reiterado pedido de Élida me hizo cambiar de parecer y acepté visitarlo un día antes de retirarse del hospital, me recibió eufórico como un chico que hacía rato esperaba a su cómplice de juego y me invitó a observar un programa de televisión en su sala de internado, que mostraba a Fidel Castro en momento de recibir al niño Iván que devolvía Estados Unidos a Cuba, después de una larga controversia diplomática entre los dos países. Me dijo “qué formidable este Fidel, otra batalla más ganada al  imperialismo; y sabés por qué nunca pierde ninguna batalla, porque todas sus batallas son de causa noble y a la larga eso se impone siempre sobre la soberbia y la manipulación de los opresores, en especial de los yanquis.”
    Parecía que saboreaba en silencio pero sonriente el triunfo diplomático de Cuba, sin dejar de mirarme y buscando mi aprobación que bien sabía de antemano que compartíamos el feliz desenlace a favor del niño para recuperar su familia y su patria. Pero luego saltó del tema y me llevó hacia Caazapá, departamento del Paraguay, al cual pertenecen nuestros entrañables pueblos Yegros y Abaí,  según Elvio también junto al Guairá, una de las cunas  auténticas de los mitos y leyendas de los guaraníes como de los “casos” populares paraguayos. “Siempre me interrogué, me dijo, cómo salí poeta de ahí, de ese medio tan extraño a la cultura y los libros, pero sin embargo, muy cercana a las fábulas de la creación misma, quizás allí radique la clave de nuestro destino. Ahora te sumo a vos para interrogarte también, que provenís de un pueblo más fabuloso aún, hasta hace poco no figuraba en ningún mapa del Paraguay  y lo conocíamos sólo por tu referencia y relatos literarios. ¿O debemos  elegir la disyuntiva de Neruda que hablaba de sí como que fue poeta por bendición o maldición?”
    Con su inquietante teoría me dejó pedaleando en el aire y arriesgué la idea de que todo se debía al destino, “el destino irremediable” como escribiera Emiliano R. Fernández en uno de sus canciones más populares, y que así escribí yo también en un soneto, ser poeta era un asunto del destino. Pero antes de terminar de pronunciar mi supuesta aseveración, me acordé de su obra biográfica sobre Miguel Hernández, cuyo título era “Destino y poesía”,  que me dio pie para responder a su interrogante con sus propias palabras y celebró mi respuesta. “Es cierto, me dijo muy complacido de hallar en su propia expresión una respuesta posible, no había pensado en eso, quizás al definir el destino del poeta y ‘pastor de Orihuela’ definía también mi propio destino y de laguna manera, de todos los poetas. ¿Te acordás de memoria el soneto que escribiste, me gustaría escuchar, che?” 

DESTINO

Sólo quiero escribir cuando amo
pero cuando amo dejo de escribir,
por suerte cuento yo con las dos manos
que al tiempo de amar puedo sentir.

Sólo quiero vivir enamorado
pero me enamoro y dejo de vivir,
y gracias que el amor equivocado
en vez de matarme me da que decir.

Sólo quisiera escribir y amar
y, como si eso fuera posible,
poder vivir un día sin respirar.

Sólo entonces quisiera yo morir,
cruzar esta vida amando sin parar
y escribiendo poemas hasta dormir.

    “Está bien eso, che, exacto retrata el existir del poeta y plasma el sentir del poema”, comentó algo más relajado y me di cuenta de que no habíamos ni mencionado su enfermedad y que nos olvidamos también por un rato que estábamos en el hospital. Nos mirábamos atentos pero sin hablar, parecía que escuchábamos el eco de los versos declamados que revoloteaban por la habitación como pájaros enjaulados. Sin embargo, quedamos aliviados luego de compartir el hallazgo poético como un verdadero ¡eureka! para tan inquietante pregunta, pero al final todo quedaba entre nosotros, como tantos otros episodios que comentábamos para matar los ratos y así tallar sobre nuestra dura realidad que a menudo nos sacudía de los ideales y ensueños.
    Sin percatarnos del horario de visita, el servicio del hospital le trae al poeta la cena, me informó la enfermera que el tiempo había concluido y debía retirarme, pero Elvio notó mi incomodidad y trató de consolarme, me dijo sobre la marcha que “mañana me van a dar de alta y te espero por casa, así seguimos con nuestro coloquio”.  Yo salí dichoso de haber compartido con él una de las mejores partidas poéticas a solas, para más dicha, gracias a su insistente pedido a través de Élida. Pero luego nadie, mucho menos él que estaba lleno de inspiraciones y proyectos, iba suponer que aquél mismo día de su alta médica, pasaría a mejor vida como se acostumbra decir, quedando pendiente nuestro encuentro habitual y sólo interrumpido nuestro coloquio por ahora, por fuerza mayor que el afecto y compañerismo se encargarán de subsanar.

Buenos Aires, junio 2004.

IV

Elvio Romero brilla por su poesía 


    Era el último día de la 37ª Feria del Libro de Buenos Aires,la cita fue en la Sala Adolfo Bioy Casares, el 9 de mayo al final de la jornada, se presentaba el excelente libro del compositor y escritor Enrique Llopis, Cielito del Paraguayun perfil de Elvio Romero, publicado en Coedición por las editoriales De Aquí a la Vuelta y CCC(Centro Cultural de la Cooperación),una de las valiosas obras recientemente editada sobre uno de los mayores poetas del Paraguay.

     Asistimos los amigos, familiares y admiradores de Elvio, con el mismo entusiasmo y placer que nos producía una invitación del poeta a sus encuentros poéticos o a su casa. Llovieron los recuerdos y emociones entre los presentes, el espíritu de Elvio reinaba en la sala, con sus figuras poéticas entrañables del Paraguay profundo de que tanto nos habla en su inmensa obra, tan profundo que horada el universo para envolver a la humanidad con sus sueños de libertad y amor que no claudicó nunca por los pobres que claman su redención, sus innombrables pobres de la tierra.
     El acto se abrió con las palabras amenas y oportunas del editor Jorge Testero, valorando el aporte de Elvio Romero no sólo a la poesía paraguaya sino a las letras hispanoamericanas y como tal anunció también la próxima presentación de su 
Poesía Completa en Buenos Aires, también publicada en Coedición por las editoriales De Aquí a la Vuelta y CCC, cuyos voluminosos ejemplares estaban exhibidos junto al libro de Enrique Llopis. Referido a la obra Cielito del Paraguay dijo que es un trabajo literario de LLopis muy loable, por ser un testimonio directo de alguien que compartió con el poeta sus mejores momentos de creación, también sus lacerantes palpitaciones de hombre militante por los ideales políticos de su tiempo.
      Acto seguido, tomó la palabra Ariel Romero, hijo de Elvio y Elida quien asistía también junto a su hija Zulma, para agradecer por el permanente homenaje que recibe su padre por las personas que siempre valoraron y valoran su legado poético, especialmente Enrique Llopis y otros compañeros que bregan por su memoria. Asimismo, resaltò el esfuerzo de la editorial y la apuesta poética que hace por la obra de su padre que ha vivido y desvivido por sostener con dignidad su poesía como una antorcha de esperanza para las generaciones venideras.
     Coincidimos con el editor y Ariel Romero, sobre el inmejorable aporte literario de Enrique LLopis, trayéndonos un conceptuoso ensayo sobre nuestro admirado poeta Elvio Romero, presentando sucinta y maravillosamente el contexto histórico en que se desarrolló el Paraguay y su cultura, el itinerario de lucha del pueblo paraguayo y del propio poeta que nunca fue ajeno al dolor de su tierra y menos de sus quemantes sueños de libertad. El libro 
Cielito del Paraguay, un perfil de Elvio Romero, nos trae, además de la reseña històrica y semblanza biogràfica brillante, un disco conteniendo las mejores canciones compuestas y editadas por Enrique LLopis sobre los versos màs memorables del poeta.
    Con un reflejo admirable, Enrique Llopis invitò a leer unos poemas a la   periodista Judith Vera, actual directora de Radio Nacional del Paraguay, amiga entrañable y promotora incansable de la obra de Elvio Romero, salpicando al acto con agua bendita de los sueños del poeta, recitando el poema 
Los innombrables "verso a verso" como un manifiesto poético y "golpe a golpe" como un martillo a la conciencia que aún tolera la realidad de los pobres, realidad contra la que tanto el poeta ha tallado.
   Cuando parecía que el acto había llegado a su nivel máximo de exaltación de la figura de Elvio Romero y los recuerdos ya nos habían soltado en el tobogán de las emociones, alguien acercó un grabador con la voz del poeta en punta, una forma ya recurrente que encuentra Elvio para estar presente siempre, a través de sus confabulaciones e innumerables duendes de la poesía: 
"No siempre el poeta debe sostener los puños cerrados y en alto, a veces debe bajar y abrir esos puños, para que esas manos recuperen su oficio de sembrar, tomar una guitarra, ofrecerce en un apretón de manos o acariciar el cuerpo de una mujer...La poesía sin amor es fallida o no existe. La poesía si no rescata al hombre de su condición opresiva por naturaleza y causas históricas resulta estéril o se vuelve un mero suspiro en medio del torbellino de la realidad. Ya lo dijo aquel gigante de la poesía, Walt Whitman, el que camina una sola legua sin amor camina amortajado hacia su propio funeral. Y el que toca esta obra, no toca el libro, toca al hombre."


Buenos Aires, 15 de mayo de 2011.
    
VI


Vía crucis del poeta

Recorrer las páginas de los libros de Elvio Romero es como desandar su doloroso y combativo itinerario, donde los libros resultan como estaciones de su tren de vida. En toda su obra resalta la rebeldía y el sueño de libertad, conmovido por tan honda inspiración que hallé en sus libros, le agradecí con un poema(Novio de la libertad). Pero el propio Elvio se encargó de desentrañar los elementos que nutrieron su portentoso aporte a la poesía paraguaya, latinoamericana y universal: “Durante el largo exilio que padecí, mis compatriotas, mis amigos, y algunos desconocidos también, se acercaron a mi casa de exiliado, trayendo la fragancia de las cosas lejanas, reconfortando mi retiro. Compartí la lucha de mi pueblo por su libertad, viví atento a la formidable gesta protagonizada por los miles de combatientes que, cautelosa y valerosamente, prepararon el porvenir de la patria, y mi canto se fue conformando así, entre exaltaciones vibrantes y melancolías, de esas luces y sombras que, alternativamente, estremecen el alma. No se ya si pronto, o tarde, comprendí que debía recoger en mi poesía todos los estados de ánimo que brotaron de esas tristezas fugaces y de una impresionante e impertinente rebeldía. Entonces abrí todas mis ventanas para que entrasen los vientos del mundo, y así pude juntar las desvaídas hojas del decaimiento con la ardiente ramazón de un fuego combativo. Todos mis sentimientos, todos, se mezclaron, como en la galera de un prestidigitador los papelitos de colores y desde donde salió volando una paloma de oro al calor de mis pasiones y mis imaginerías”.

novio de la libertad*

                 qué días roturados los tuyos
                  mientras esperas que despierten las fogatas
                  mientras soportas los resoles áridos
                  mientras sufres el relámpago herido
                  que sangra lágrimas puebleras

                  qué destino y poesía el tuyo
                  igual que tu hermano mayor
                  sí miguel el del barro
                  y qué guitarra dura la que desgranas
                  y ejecutas para y por los innombrables

                  qué terca tu esperanza,
                  no dejó apagar el viejo fuego de amor y libertad
                  que hará sucumbir tu largo destierro y atardecer
                  y pronto penetrará el sol bajo las raíces
                  y alumbrará el camino al pynandí
                  e incendiará de liberación las entrañas de latinoamérica

                  qué valles imaginarios los nuestros
                  y qué reales sin embargo
                  tus fabulaciones que explican lo increíble
                  que ocurre y transcurre en la cotidianidad
                  y tus versos de caminante que guían al pueblo
                  ante encrucijadas y callejones sin salida
                  pero  qué acertadamente también ¡poeta
                  alguien te llamó novio de la libertad!       
   (a elvio romero)

*Poema publicado en “Golpe de poesía”(1986) de G.R.S.



VII

El poeta debe cantar

Cuando tomé conciencia de que no tendría más a tiro a Elvio para dispararle las dudas del oficio, busque entre todas sus recomendaciones a los aspirantes de las bellas letras, como una tabla de salvación para todo el naufragio que nos espera de por vida con su partida. En aquellos primeros días de su ausencia, recordaba sus palabras más brillantes que nos servirán de faro en lontananza de la poesía, al tiempo de homenajearlo y agradecerle por ofrendar y colocar siempre su flecha en el arco certero de su pueblo.

el poeta que olvida de cantar…*

decía el maestro
sin pretender enseñar
                                     el poeta que olvida de cantar
                                     olvida su razón de ser y allá va…
                                     como el pájaro que olvida de volar
                                     al pájaro hace el vuelo y el cantar
                                     como el río que olvida su destino de mar
                                     entre diques y represas no llegará jamás
                                     el poeta que olvida de cantar
                                     es cigarra sin verano que celebrar
  
decía el maestro
sin pretender enseñar
                                     el poeta que olvida de cantar
                                     olvida su razón de ser y allá va…
                                     al caminante que olvida su destino
                                     el horizonte no le señala el camino
                                     aquel que tiene fuego de la poesía 
                                     vivirá con la brasa encendida
                                      las palabras de Darío repetía una a una
                                      el que lleva fuego soporte la quemadura                        
                           
decía el maestro
sin pretender enseñar
                                     el poeta que olvida de cantar
                                     olvida su razón de ser y allá va…
                                 
                                      podrá escribir versos o simples palabras
                                      pero la poesía es reina y nunca esclava
                                       el poeta es un hombre cualquiera
                                       suscribía con tuñón la misma idea
                                        pero cualquier hombre no es poeta  
                                        surge la poesía como del arco la flecha 
sin pretender enseñar
el maestro decía tal cual
                                     
                                       el poeta que olvida de cantar
                                       olvida su razón de ser y allá va…
                                       el cuchillo que mejor brilla
                                       es aquel que ama su vaina
                                       la poesía es al idioma nuestro
                                       lo que es el relámpago al trueno 

                                       el poeta que olvida de cantar
                                       es vida que anda sin respirar  
               
                                                                   (en memoria de elvio romero)
él quería que todo en el esfuerzo de los hombres cantara”

*Poema extraído del libro “Paraguay canta, Paraguay sueña” (2008) de G.R.S.

VIII

Testamento poético


Pero no cabe duda, el testamento poético de Elvio Romero se resume en forma insuperable en su poema “De caminante”, donde lega todas las llamaradas de su pasión y sus pactos de sangre que profesó en toda su vida con “los innombrables”, que en estos versos los nombra a cada uno y con mayúscula. 

               De caminante

Heme aquí, con los de mi camino:
el Justo, el Pobre, el Perseguido
y el Rebelde. De parte alguna vino
mi voz, sino de ellos. Fui con ellos
a elegir mi posada, el desprendido
corazón. El pan, el vino
me fueron ofrecidos. Los destellos
de su ser me encendieron; ahora nada
tengo más que de un mundo compartido,
el compartido amor y la mirada.

Se me fue dado este cantar por ellos.

Heme aquí, derramado en mi camino.(Elvio Romero)

Gilberto Ramírez Santacruz

Mayo de 2014.