martes, 21 de octubre de 2014

Fotógrafo del Che: Testigo de un siglo agitado

 MURIO RENE BURRI, UNO DE LOS FOTOGRAFOS QUE INMORTALIZO AL CHE
Testigo de un siglo agitado

El autor de la célebre “foto del habano” también retrató a Picasso, Churchill, Cortázar, Ingrid Bergman y Kurosawa, entre muchos otros. En su larga trayectoria cubrió la guerra de Vietnam, la China de Mao Tsetung y el Irán del shah Mohammad Reza Pahlevi.

El suizo René Burri, el célebre fotógrafo que inmortalizó al Che Guevara fumando un habano en una fotografía que recorrió el mundo, que retrató a Pablo Picasso, Alberto Giacometti y Winston Churchill y registró con su cámara los hechos más relevantes del siglo XX, falleció ayer a los 81 años en su casa de Zurich, según informó la agencia Magnum, de la que era miembro de pleno derecho. Reconocido por haber tomado una de las imágenes más icónicas del Che Guevara, también fueron famosas sus fotos de la Berlín dividida de la Guerra Fría, así como su mirada sobre las cinco guerras de las que fue testigo.
La obra de Burri llegó a la Argentina en el año 2008, a través de una notable retrospectiva con más de 350 obras que se exhibió en el Centro Cultural Borges. En su visita al país, el suizo recordó sobre aquella imagen que inmortalizó al argentino revolucionario: “Esa cara de soberbia del Che es en realidad de enojo. Yo estaba en su oficina en Cuba, enviado por Magnum para hacer unas fotos para la revista americana Look, y él se estaba peleando con una periodista norteamericana que había viajado conmigo. Parecía un tigre enjaulado y ni se fijaba en mí, por lo que pude hacerle todas las fotos que quise”. Burri siempre confesó que su acercamiento a la fotografía fue por pura casualidad, cuando a los 13 años en su Zurich natal, su padre –un cocinero y fotógrafo amateur– le dio su Kodak y le dijo que fuera a la ciudad a tomar una foto de un hombre muy importante, que iba a estar de visita allí. Se trataba de Winston Churchill. Con el tiempo, el suizo se convirtió en un testigo directo del siglo XX al captar rostros de grandes personalidades como Maria Callas, Ingrid Bergman, Le Corbusier, Julio Cortázar, Jean Renoir, Akira Kurosawa, Henri Cartier Bresson y Richard Nixon y acontecimientos internacionales de gran envergadura como el conflicto libanés, la guerra de Vietnam, el Egipto de Gamal Abdel Nasser, la China de Mao Tsetung, el Irán del shah Mohammad Reza Pahlevi y la Guerra de los Seis Días.
Burri nació en 1933 y estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de Zurich. De 1953 a 1955 trabajó como documentalista y, por su trabajo como reportero gráfico en 1955, recibió la primera mirada internacional por un fotorreportaje sobre niños sordomudos Touch of Music for the Deaf, que salió publicado en la revista estadounidense Life. Un año después viajó por toda Europa y por Oriente Medio y, más tarde, continuó por Latinoamérica, donde realizó una serie de fotografías sobre gauchos –según él mismo inspirado en Don Segundo Sombra– que se publicó en 1959 en la revista Du, gracias a la cual también fotografió a artistas como Picasso, Giacometti y Le Corbusier. Burri, un divertido conversador, contó en alguna entrevista que durante cuatro años recorrió España para lograr retratar a Picasso hasta que un día se enteró de que iba a estar en cierto hotel de Lérida y fue hasta allí para intentar captar su imagen. “Estaba solo, sentado en el bar del hotel, y un joven se acerca y me dice ‘venga conmigo’. Me llevó hasta una habitación y detrás de la puerta, como en la última cena de Leonardo, había 13 personas que estaban por comer, entre ellas Picasso, quien me gritó ‘siéntese’ y los demás comensales me explicaron: ‘Es que es muy supersticioso y no podemos empezar a comer si somos 13’.” Así nació una gran relación entre ambos que permitió al fotógrafo retratar a Pica-sso en diversas sesiones, recordó Burri. En 1963 llegó el turno de la imagen del Che Guevara. Burri trabajaba en Cuba y durante una entrevista realizada por una periodista norteamericana, una de esas imágenes captadas del revolucionario con un habano en la boca dio la vuelta al mundo y se transformó en un icono de la fotografía. “La fotografía es todo y es nada –decía Burri–; tal vez uso la cámara como un tercer ojo, para no volverme loco en este mundo. Pero aun sigo creyendo en la humanidad y pienso que es capaz de hacer lo peor, pero también lo mejor.” 
En 1998 ganó el Premio de la Asociación Alemana de Fotografía y en 2004 se realizó una gran retrospectiva de su obra en la Maison Européenne de la Photographie de París, una exhibición que recorrió el mundo. “Cuanto más abstracta se vuelve la fotografía más interesante es. El verdadero poder, belleza y originalidad de la fotografía es lograr, en una fracción de segundo, congelar un momento de la vida que nunca va a volver, cualquiera sea ese momento”, reflexionó alguna vez este hombre que inmortalizó al mundo con su cámara y que hace poco tiempo entregó más de 30 mil fotografías al Museo del Elíseo de Lausana de Suiza.

FUENTE: PAGINA/12, CULTURA, MARTES, 21 DE OCTUBRE DE 2014

viernes, 10 de octubre de 2014

Memorial de la Causa Comunera


Memorial de la Causa Comunera

“Quien controla el pasado controla el futuro. 
Quien controla el presente controla el pasado.”
  George Orwell 

EL GRITO DE ANTEQUERA de Gilberto Ramírez Santacruz

Por Roxana Gardes de Fernández*

El Grito de Antequera  o Memorial de la Causa Comunera– 2014- instala en el marco de la creación narrativa una nueva forma de novela histórica. Se trata de una proyección poético-ficcional de discursos históricos: memoriales, crónicas e informes.
  La extensa relación es presentada por un figurado relator actual como la transcripción del Memorial de Antonio López Carvallo. ex secretario auxiliar del Cabildo de Asunción y  privado del Dr. José de Antequera y Castro. El texto original si bien se traslada a una versión actualizada, conserva la forma en el capitulado y el contenido ideológico de un relato abrumado de citas y transcripciones.  Por otra parte la versión actual se ubica en el contexto del Siglo XVIII y en las proyecciones de los hechos y en ese  trasfondo de la historia de lo esencial humano: la búsqueda y la expresión de la libertad.
La novedosa estructura –un juego de círculos o de capas superpuestas- es además una  articulación en dialéctica por la confrontación de aspectos diversos. En efecto, hay relatos de acontecimientos y relatos de discursos: se narran los hechos y lo que se dijo sobre los hechos.  Se dispone entonces un juego de puntos de vista y multiplicidad de voces, discursos sobre discursos en alternancia de niveles que instalan una metáfora o parábola del memorial de base- hipotexto- estructura profunda y motivación primera.
La articulación externa esboza los marcos del relato: un juego de círculos dentro de círculos, en un ir de lo externo a lo interno. El marco más amplio- el discurso del relator actual, define  un receptor desde la dedicatoria, dirigida “A los que dieron y ofrecen su vida por la libertad.” Ese marco se inicia en el “Pretexto”, que  discurre sobre  la transcripción  del memorial, y culmina o se cierra en el “Colofón”,  un metadiscurso de emisores intercambiables.
 El “Pretexto”  instala también una segunda dialéctica: el juego en el plano semántico  de dos ejes: 1) el de la lucha comunera  como  pasión inquebrantable por la liberación y 2) el conflicto que en las  instituciones se da entre los principios de origen  y la tergiversación posterior de esos mismos principios.
 Y en este discurso inicial, el relator opone también  a la dramática situación descripta como contexto, el mensaje esperanzado acerca de una nueva doctrina que proclama la fe y la justicia en el eje de la misión de Cristo.
Dentro de este primer marco, un segundo marco discursivo  rodea al relato propiamente dicho: “El grito de Antequera”  o  “Memorial de la causa comunera”.  El emisor López Carvallo, secretario de Antequera y testigo de los hechos, expone:
1.  la “Proclama de José de Antequera y Castro”, 2. un “Epígrafe”- cita en latín de la Eneida de Virgilio, 3. el “Exordio” con 4. otro “Epígrafe” –una cita, también en latín de la Metamorfosis de Ovidio.
 La “Proclama” ese llamamiento de José de Antequera” al pueblo de Asunción el 12 de Agosto de 1724 instituye el eje semántico del “Memorial” y de la “Relación”: “Ayudadme, nobles paraguayos, ayudadme en esta facción que emprendo, no por interés propio mío, sino para provecho vuestro, (…) el (…) veros remediados y libertados de la tiranía de los teatinos (jesuitas),(…) porque a la defensa de vuestras justas causas he sacrificado mi propia vida, y si tuviera otras mil todas las perdería gustoso por aseguraros vuestras conveniencias, movido sólo del justo sentimiento que me causan las sinrazones de los jesuitas y del amor entrañable que os he cobrado y os profeso. Por tanto, nobles e invictos héroes, pelead como valerosos, leales y honrados patriotas contra estos miles de bárbaros e infieles guaraníes de los jesuitas, y obrad de manera que no dejéis a la posteridad la nota infame de cobardes y vamos a vencer o morir en defensa de la patria…” (P.15)
El “Exordio” presenta la temática del memorial oponiéndola en la dialéctica: verdadero/falso.  Esta es la verdadera historia de la revolución comunera frente a  testimonios falsos.
Consideremos algunos rasgos de la original y acertadísima estructura. ¿Por qué los epígrafes? ¿Qué función cumplen los epígrafes de Virgilio -poeta latino del S.-I y I?  Los dos epígrafes en latín y traducidos por el relator –el epígrafe que precede al “Pretexto” y el que antecede al “Memorial”- son citas del libro II  de la Eneida , fragmentos del relato que hace  Eneas a Dido  sobre  la tragedia de la destrucción de Troya  y el posterior  peregrinaje de Eneas en ese itinerario para fundar  una nueva Troya.  Entonces, los epígrafes instalan para el lector actual el absurdo tremendo y atemporal de la guerra: ese accionar del hombre contra sí mismo, del hombre juguete de los dioses o de esas proyecciones abstractas que se inventan para juzgar sus miserias.
En el “Memorial”  el drama humano se ubica con Antequera legista en Lima, oidor de la Audiencia de Charcas, pesquisidor en Asunción, Jefe de los comuneros paraguayos, prisionero en la cárcel del palacio de la Inquisición, y condenado al cadalso.
El relato, por quien compartió el destino de persecuciones e injusticias y fue testigo de su fortaleza, adquiere en esta transcripción por el relator actual, el tono exaltado y la articulación retórica de oratoria que a la manera de Cicerón y en la necesidad de persuadir traslada los hechos a la historia universal.  Así hay amplificaciones en los dos planos – el de los acontecimientos y el de los discursos.
En el plano de los acontecimientos el pensar de Antequera, su grito y la posterior acción de Fernando de Mompox en Asunción se proyecta a otras manifestaciones en América: “El Grito de la Vecindad de Corrientes”, “El Grito de los vegueros de Cuba y de los barrios de Quito”, “El Grito de los Tupac Amaru”, “El Grito de José Antonio Galán”, “El Grito de Tupac Catari”, “El Grito de los Centauros del Tucumán”.
En el plano discursivo, si los nombres de gobernadores oidores y virreyes, son hitos de la realidad histórica del Paraguay y de América, la articulación reenvía no sólo a crónicas o relatos sobre los acontecimientos, sino también a la producción literaria: a Virgilio- Siglo-I /I,  a Esquilo –IV,  a Platón-V,  y hace retroceder el acontecimiento al mito de Prometeo, el titán que conmovido por las limitaciones del hombre robó a Hefaistos una chispa de fuego y la dio a los hombres. El castigo por Zeus a Prometeo- el ser encadenado a la roca de una montaña y corroído eternamente por un buitre-  traza el eje de la injusticia, que se proyecta a Cristo en su misión de revelar la espiritualidad a los hombres, la libertad en la trascendencia.
Entonces, del mito a los grandes maestros de la cristiandad, por un lado y frente al propósito de la magna misión espiritual; las acciones de destrucción del hombre por el poder. Desde otro tiempo y otra geografía  Nicolás Maquiavelo y sus consejos de crímenes y asesinatos dados al príncipe para retener el poder. Sobre esta semántica profunda, el relato de acontecimientos actualiza las acciones de la conquista: el encuentro de las razas y la reducción de culturas. Los errores por una óptica limitada como la de José Cardiel en Breve relación de las misiones del Paraguay y costumbres de los guaraníes o la del Padre José Eusebio Nïeremberg en el libro: De la diferencia entre lo temporal y lo eterno  impreso en 1705 en la Reducción de Santa María la mayor. Un accionar configurado también desde la ironía de Voltaire en Cándido o por  la descripción de Schiller en El gobierno jesuítico en Paraguay en ese juego de universalización que autentifica legitima esta circunstancia histórica. 
  En la articulación discursiva de la semántica, juega, en contraste  una página ética: la “Carta de José de Antequera y Castro”  escrita desde la cárcel de Lima al obispo José de Palos, en 1727 en la soledad e injusticia de un destierro que se compara con el de Ovidio en Tomos.
“ (…) Y si endulzar píldoras en lo político no es otra cosa que valerse de la simulación y del engaño, representando las cosas no como son en sí, sino como conviene fingirlas para cuando es la falacia el medio de conseguirlo; se ve, que el endulzarme V.S. Ilustrísima la píldora (como dice) en la conversación de la Chacarilla, sería querer corresponder a mis cortesanos y obsequiosos rendimientos, practicando conmigo aquella máxima política de V.S. Ilustrísima (…) que enseña, que el Príncipe, o Superior, para acertar en su gobierno ha de faltar en algunos casos a la verdad. Máxima por cierto que no se puede gloriar V.S.Ilma de haber sido su inventor porque es tan antigua en el mundo, (…) Bien antiguo fue Polibio, y ya en su tiempo había no uno, sino muchos Machiavelos que enseñaban, que el manejo de las cosas públicas era imposible sin dolo y alevosías (…) El centro de la doctrina de Maquiavelo viene a estar colocado en esa maldita máxima suya (…): ‘la simulación de la virtud aprovecha; la misma virtud estorba.’ De este punto sale, por líneas rectas, el veneno a toda la circunferencia de aquel dañado sistema (…) Aquel depravado ingenio enseñó en sus escritos lo mismo que él había estudiado en los hombres. El mundo era el mismo antes de Maquiavelo que es ahora; y se engañan mucho los que piensan que los siglos se fueron maleando así como se fueron sucediendo.” (Pp. 411-413)    
Así se va delineando desde un espacio discursivo externo- el de las citas: epígrafes y otros textos- y en el juego dialéctico de los dos ejes, el de la dominación y el de la libertad buscada, un trasfondo del alto ideario, desde una visión del hombre en lo más excelso del patriotismo, del heroísmo.
Entonces el discurso del Relator incluye el discurso del testigo y éste a su vez refiere las acciones y argumenta lo narrado con los discursos del personaje  histórico, sus proclamas, sus cartas, sus arengas. Así,  el pensamiento filosófico - trasfondo del accionar- es reproducido por citas textuales y narrativizado, transportado al marco de la historia. La suma de voces adquiere dimensiones diversas. Por un lado se distinguen las expresiones  de Antequera con la marca precisa de la cursiva, en estilo directo, configurando  al ideólogo en la dimensión de su lenguaje, y actualizando el contexto de su lucha por las citas de cláusulas del Rey, de informes de los pesquisidores o –en cita textual el discurso de bienvenida pronunciado por Juan de Mena y Velazco en Asunción para recibir a Antequera. Por otro lado se proyecta y amplifica el ideal  del común amalgamando una suma de voces en una misma expresión. Ante la indefinición de emisores surge el planteo: ¿quién piensa, quién expone esta idea? ¿De quién es este pensamiento?  Y la respuesta, borra los límites, los emisores son intercambiables porque  en las expresiones del lenguaje se superponen el pensar de Antequera, el pensar del testigo, su secretario y escriba en el contexto del Siglo XVIII y el pensar del Relator actual que transcribe.  Se trata de un discurso sin marcas sobre el emisor. Y al borrarse los límites entre  las fuentes de emisión la expresión es de Antequera transportada al marco de la historia, la expresión es también del secretario escriba personaje histórico y  figurado en este relato y es expresión del Relator actual. Son emisores de un mismo ideal humanista. Entonces, en este juego de marcos en que el relator transcribe el “Memorial” del secretario que copia los documentos de Antequera -cartas, arengas, etc;  se traza  un eje de  pensamiento en un discurso que expresa las mismas ideas  sumando circunstancias espacios y tiempos.
Y este artilugio de escritura  –que en teoría literaria se denomina “discurso o estilo indirecto libre”-  es el mejor recurso para expresar el movimiento de un pensar que abarca hechos/acontecimientos, las causas mezquinas los discursos falsos, pero abarca también  el ideal del humanismo o las imágenes de quienes configuraron el mundo cultural en las vicisitudes.
En una articulación peculiar el relator legitima el universo del “Memorial” configurado –en torno del ideario de Antequera- da valor de verdad al testimonio del secretario privado y quita  autenticidad a otros discursos.  

 Entonces desde un texto de base que es el “Memorial comunero” y el conjunto de documentos reunidos en el Tomo II;  Gilberto Ramírez Santacruz articula magistralmente un acontecimiento actualizando  testimonios pasados y presentes en un juego de voces y visiones en perspectiva, el acontecimiento: la historia del Paraguay que se ubica en un tiempo puntual y en un espacio se amplifica universal, absolutamente.                                                                                                                          
   Y si el Relator –Gilberto Ramírez Santacruz - configura este universo interno, propio del texto,  universalizando, mezclando dominios: el mundo mitológico y el mundo cristiano e inscribe los motivos de la historia de Paraguay en la del Virreinato y en la historia del mundo, y da coherencia a ese universo tan   heterogéneo en un movimiento en todas las dimensiones de tiempo; el pensar y el sentir de Antequera se actualizan  hoy donde la dominación por el cruce de poderes no es sólo la del espacio o de las instituciones, sino la del individuo y del pensar propio.    
El “Colofón” cierra el texto. Un discurso en otro nivel recorre lo escrito. “He escrito –dice el secretario de Antequera - entre los años 1726/1792 y en Asunción,  Córdoba, Chuquisaca, Potosí, Lima; he escrito-dice el figurado -Relator actual- presente oponiendo  a esa literatura  del siglo XVIII y su ideal de representar el mundo en el orden de Arcadia, oponiendo a esa armonía helénica refigurada por Virgilio, una literatura que expresa desde el sentimiento “el Caos de la vida, y la accidentada existencia de Gea.” (P. 586)

Este texto de Gilberto Ramírez Santacruz-  una metáfora del “Memorial”, una parábola de la proclama de José de Antequera es un suceso de la historia, es el acontecimiento. El tiempo del ethos en un hoy rescata el pasado hacia un futuro y  el universo descripto en esa suma de tiempos puede coincidir totalmente con el conflictivo universo real, entonces no habría salida, pero en esas “Tierras conquistadas (…) por los adelantados (…) la cultura guaraní envolvió a sus conquistadores y engendró una nación-patria de legendarios guerreros y de poetas-profetas (…)”.(P.58) Entonces, concluyo,   en “el grito –el sentimiento hecho palabra- convoca, en el ideal, el destino de América”.       

*Palabras pronunciadas por la doctora Roxana Gardes en la Biblioteca Nacional, el pasado 24 de septiembre del corriente año, durante la presentación de El Grito de Antequera de  Gilberto Ramírez Santacruz. La autora es Catedrática de la Universidad Católica Argentina y especialista en literatura latinoamericana del Centro de Estudios de Narratología(CEN).

viernes, 3 de octubre de 2014

Diluvio en Yabebyry: mito y realidad

ABC, ASUNCION, 03 DE OCTUBRE DE 2014

Yabebyry, aislada por lluvias

                                   Por Miguel Ángel Rodríguez, corresponsal


El distrito de Yabebyry, distante a unos 32 km
de Ayolas, se encuentra aislado del resto del
departamento de Misiones por las intensas
lluvias registradas en la zona. Según una leyenda,
de acuerdo al relato de "La carcajada" 
de Gilberto Ramírez Santacruz, publicado
en su libro "Relatorios", Yabebyry, ya había 
sufrido otras veces verdaderos diluvios 
y nadie sabe el porqué.



Dos personas caminan sobre la peligrosa ruta. / Miguel Ángel Rodríguez, 
ABC Color

Las aguas cortaron la ruta principal de ingreso a la ciudad. Otro camino que conduce a Yabebyry con el distrito de San Ignacio, a 65 kilómetros, hace que la comunidad también esté aislada por el mal estado del trayecto y el lento avance en las obras de empedrado que se está realizando.

En las imágenes se pueden constatar los peligros por los que atraviesan quienes se arriesgan a transitar por la ruta de tierra, llena de agua.




La carcajada

Estaban por venir las aguas; 
señor incestuoso oró, cantó, danzó; 
ya vinieron las aguas, sin que el señor 
incestuoso hubiera alcanzado la perfección. 

Creencia mbya 

En Yabebyry hasta hoy recuerdan a Noé Buenaventura sobre todo cuando llueve y crece el Paraná. Había llegado al pueblo una siesta de más calor, sin despertar curiosidad en nadie. Se aprovisionó en un almacén, como para ir a una guerra, llevando comidas enlatadas y varias herramientas de carpintería. Le comentó al almacenero que se instalaría en Yvypuâ, único cerro de la zona ubicado a pocos kilómetros del río Paraná, y que volvería periódicamente para aprovisionarse, canjeando pieles salvajes por alimentos y otras necesidades. 
Le dijo al almacenero que se llamaba Buenaventura, sin que le haya preguntado, y que vino con la misión de salvar al pueblo de la Gran Lluvia que vendría, inexorablemente, a lavar las suciedades del mal. El dueño de la tienda se presentó como Nazario Reyes y prefirió referirse a la posibilidad de comprarle pieles, dejando de lado su desconcertante misión. Optó por pensar que si el forastero supiera que Yabebyry estaba sufriendo la sequía más larga y cruel de su historia, perdiendo por esa causa todos los productos de su agricultura y algunas cabezas de su ganadería. Reyes se mantuvo prudente y Buenaventura partió al cerro, cargado como una mula con bolsas y bolsas. 
El pueblo parecía no haberse enterado de que un extraño iba cruzando camino a Ybypuâ y que pronto sería el comentario infaltable de todos. Cuando se encontró delante de la iglesia, bajó sus pesados bultos, se persignó y juramentó algo referido a la Gran Lluvia que mencionara al almacenero. Siguió caminando con el sol a plomo y se detuvo delante de la comisaría, a pocos metros del centinela. Echó maldiciones a diestra y siniestra contra el gobierno: que no da de comer al hambriento y de beber al sediento, pero el soldadito creyó que se trataba de un borracho o loco más que pasaba por Yabebyry. Muy pronto ya estaba en la plaza mayor, rodeado de unos carreteros que hacían su siesta en la sombra de los frondosos cipreses, después de haber colocado sus frutos en manos de los acopiadores, explicando su misión e invitando a prepararse para cuando llegue el momento de zarpar. 
La gente que, sin querer le escuchó, no pudo entender nada, no sabía si hablaba en serio o deliraba sencillamente en voz alta, después de unos tragos o por el efecto del calor infernal que azotaba enero. Pero Buenaventura dejó a su paso una polvareda de chimentos. Alguien echó a rodar que pasó por Yabebyry, mientras todos dormían su sagrada siesta, el anunciador de las lluvias y que habló con muchas personas que podrían atestiguar. Al rato ya estaban interrogando a Nazario Reyes y a los carreteros que ya marchaban a sus respectivas chacras. Quedaron un poco desanimados al saber que sólo había hablado de una gran lluvia que inundaría todo el pueblo, para limpiar todos los pecados y no para regar, precisamente. 
Cuando la gente se estaba olvidando de Buenaventura, bajó del cerro con bolsas llenas de pieles de lagartos, venados y onzas, y las canjeó con Nazario Reyes por comestibles y una larga lista de materiales para construir una suerte de balsa o barco pequeño, según explicó detalladamente en el almacén de ramos generales. Reyes siguió aumentando -113- su sospecha de que Buenaventura estaba totalmente fuera de sus cabales, aunque en ningún momento dejó de ser coherente con lo dicho y lo comprado para el descabellado proyecto. 
Pasó un tiempo y ya se comentaba en el pueblo que un viejo barbudo, aparentemente loco, vivía en la punta de Yvypuâ y que construía algo raro de madera. Grande como una casa pero sin tener forma definida todavía. El maderamen utilizado contrastaba con el precario rancho de empalizadas y hojas de palma. Buenaventura de sol a sol talaba árboles y labraba para convertirlos en tirantes y tablones. Solamente interrumpía su labor a la hora que debía revisar sus trampas, para retirar sus presas que le proveían de carne para secar y pieles para el trueque. 
En Yabebyry caía una hoja y se convertía en la novedad del día, la figura de Buenaventura trastocó totalmente la normalidad y la modorra pueblerina. Sus casas coloniales, con alargadas galerías, se vieron pobladas de comadres y amigos conversando sin parar sobre la amenaza de la Gran Lluvia de Buenaventura. Para más miedo y confusión, «el loco de Yvypuâ» se pasaba los días construyendo apuradamente un barco para salvarse y también para los que se preparen espiritualmente, según prometió. La gente ensayó apodarlo de muchas formas: «el viejo del fin del mundo», «el marinero loco», «el fantasma del cerro», entre otras; pero el cura del pueblo, después de visitarlo y tratar de persuadirlo de que dejara el cerro y la construcción de la balsa, lo apodó «Noé» y desde entonces se lo conoce como Noé Buenaventura, una versión propia de aquel legendario personaje de la Biblia. 
El rancho de Noé Buenaventura se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación para los curiosos y burlones. Bajaban casi todos riéndose de la ocurrencia e ingenuidad de Buenaventura. Él seguía lentamente construyendo su barco y parecía estar cada vez más seguro de que podría salvarse de la Gran Lluvia. En pocos días más, vino la tan esperada lluvia y se cortó la sequía que tanto le preocupaba a la gente y hacía que le prestaran más atención a Buenaventura. Volvió el optimismo en Yabebyry y los sembradíos recuperaron su verdor. Los -114- agricultores nuevamente retomaron su azada y plantaron confiados en el futuro, a pesar del negro augurio anunciado para el pueblo por el «loco de Yvypuâ». 
Cuando bajaba al pueblo Buenaventura caminaba apurado hacia la tienda de Reyes, permutaba sus pieles y retiraba a cambio clavos de distintas pulgadas, piolas de varios grosores, alambres y algo para comer. Salía del almacén tan repleto de cosas, ¡como para no llamar la atención!, y comenzaba a hablar con el primero que se le cruzaba. Se santiguaba al pasar por la iglesia, sin atinar nunca a entrar, maldecía siempre al gobierno como responsable de todos los males al detenerse frente a la comisaría y sermoneaba en la plaza amenazando con la Gran Lluvia, la gente se reía y cada vez le prestaba menos atención. Con el tiempo, la figura de Noé Buenaventura pasó a formar parte de Yabebyry, ya sea caminando por sus calles o instalado en la altura de Yvypuâ. 
Pasaron los años y la gente dejó de ir al cerro, perdió interés al no producirse nada raro en el pueblo y la lluvia caía regular y mansamente. Yabebyry entretenido en la lucha política, orquestada por el gobierno central y no dejando organizarse ni mínimamente a la oposición. Un sinfín de delaciones y apresamientos injustificados, remoción de autoridades y campañas electorales a muerte. Mientras, Noé Buenaventura ultimaba los detalles de su rudimentario barco, ampliando un sector para los animales que integrarían el salvataje. 
Habían pasado más de veinte años de la llegada a Yabebyry de Buenaventura y más de cinco, de haber terminado el barco. Nadie sabía nada más de él y, últimamente las veces que bajaba al pueblo había dejado de predicar sobre la lluvia, ya que sólo era motivo de risas para todo el mundo. Parecía que él mismo había perdido el habla de vivir tan solo y alejado de la gente. Le habían crecido unas largas y canosas barba y melena. Su aspecto había envejecido mucho más de lo que podía tener en edad. La mayoría de los que fueron a compadecerle en Ybypuâ ya murieron y otros tanto de los que no, también. 
Hasta que llegó un tiempo que empezó a crecer el río, debido a la intensa lluvia en su naciente, y sin llover siquiera. Crecía de una forma no vista nunca, pronto comenzó a desbordarse y cubrir los alrededores. Para empeorar, también empezó a llover en Yabebyry y no paró hasta llegar al cerro donde aguardaba Noé Buenaventura, desde hacía muchos años con su barco. Y botó su embarcación, cargada de muchos animales y él al timón. Dirigió su barco a Yabebyry y encontró al pueblo prácticamente hundido, mucha gente sobre el techo esperando la muerte, sin ninguna esperanza de salvación. Noé Buenaventura se acercó al tejado de Nazario Reyes y le alzó con su familia. Navegó siguiendo el mismo itinerario que hacía antes al salir del almacén. Al pasar por la iglesia que se veía solamente el campanario y la santa cruz, se santiguó y comenzó a reírse a carcajada en la cara de cada uno de los que le pedían socorro para subir al barco. Solamente recogió a los niños y los animalitos domésticos. Al pedido de auxilio del comisario que estaba sobre el techo dando órdenes, al intendente que seguía prometiendo oro y moro sobre la torre del Palacete Municipal, como si estuviera en plena campaña electoral y el cura rezando al compás de un redoble fúnebre en el campanario, Noé Buenaventura respondió con una interminable carcajada su venganza y felicidad, antes de orientar su destartalada embarcación hacia el caudal del río. 
Junio,1990