viernes, 4 de mayo de 2012

¡Ernesto Cardenal, el poeta que absolvió a Marilyn!

ORACIÓN POR MARILYN MONROE
Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa sin fotógrafos y sin firmar autógrafos sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times) ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...

 Las cabezas son los admiradores, es claro (la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century Fox.

El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano expulsando a los mercaderes de la 20th Century Fox que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor

en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,

Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda

que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,

el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.


Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros

por nuestra 20th Century

por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.


Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

Para la tristeza de no ser santos

se le recomendó el Psicoanálisis.


Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara

y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena

y cómo se fue haciendo mayor el horror

y mayor la impuntualidad a los estudios.


Como toda empleadita de tienda

soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores

¡y se apagan los reflectores!


Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)

mientras el Director se aleja con su libreta

porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río

la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor

vistos en la salita del apartamento miserable.


La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER

O como alguien que herido por los gangsters

alarga la mano a un teléfono desconectado.


Señor:

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar y no llamó (y tal

vez no era nadie o era Alguien cuyo número no está en el Directorio

de los Ángeles) ¡contesta Tú al teléfono!



ERNESTO CARDENAL
 (Poeta nicaragüense)


   Premio de Poesía Reina Sofía
   para el poeta Ernesto Cardenal


Si el descomunal Walt Whitman hubiera sido granadino, de la Granada nicaragüense, se habría llamado Ernesto Cardenal. Pocos poetas como este sacerdote de la liberación y en tiempos ministro y convencido sandinista han puesto en verso las peripecias del hombre y sus circunstancias en las últimas décadas.




Cardenal ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, una de las más altas distinciones de las letras hispánicas. Además, con este fallo, el jurado ha roto una tradición no oficial pero tácita, según la cual el premio va cada año a una orilla distinta del Atlántico. El galardón está dotado con 42.100 euros y reconoce «el conjunto de la obra poética de un autor vivo».



El jurado que ha fallado el premio, que se ha dado a conocer en el Palacio Real, estuvo formado, entre otros, por José Manuel Blecua, Antonio Lobo Antunes, Soledad Puértolas, José Manuel Caballero Bonald, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles y Luis Alberto de Cuenca.



En la pasada edición la triunfadora fue la cubana Fina García Marruz, por lo que en principio debería «tocar» un poeta español. Pero no ha sido así.



Sin embargo, solo cabe felicitarse ante esta distinción obtenida por el poeta nicaragüense, que durante casi seis décadas nunca ha dejado de sorprender al planeta literario con su poesía siempre arriesgada, sobrecogedoramente humana, atenta a los problemas sociales, a los pobres, a los desposeídos, a los desarraigados. Poeta a pie de calle, a pie de obra. Poeta siempre de guardia.



Pero poesía con gran altura de miras filosófica, que sitúa al hombre en el centro de su discurso pero que no deja de mirar a las estrellas, a los planetas, a las fuerzas de la Naturaleza, como recogió en ese nerudiano y whitmaniano libro que fue «Canto cósmico», una de las obras trascendentales de la poesía hispánica contemporánea, en la línea del «Canto general» del Nobel chileno y el «Canto a mí mismo» del autor de «Hojas de hierba».



Hombre capaz de escribir poemas a bordo un avión, de retirarse a un monasterio norteamericano para resarcirse de algunas derrotas políticas, de crear una comunidad católica ascética y de estrictísimas y austeras normas de convivencia como la que levantó en la isla de Solentiname, en el lago de Lago Cocibolca, episodio que luego plasmaría en el hermosísimo libro «El Evangelio de Solentiname», nadie puede olvidar la reprimenda que le infligió el Papa Juan Pablo II en el aeropuerto de Managua, ni nadie puede olvidar tampoco que fue de los primeros prohombres de la cúpula sandinista en discrepar con los hermanos Ortega, y abandonar finalmente el partido. Experiencia ideológicamente traumática que reflejó en uno de sus libros de memorias, «La revolución perdida».



Ernesto Cardenal, amurallado tras sus barbas y sus canas whitmanianas, cubierto por su boina a lo Che Guevara, granadino de la Granada nicaragüense, bien podría ser homenajeado con aquellos versos de otro poeta por él admirado, Octavio Paz en su memorable «Piedra de Sol», porque también como el mexicano ha sabido con sus palabras poner los signos en rotación, los signos del hombre y los signos del Universo. «Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un número...».